No fue malinterpretado Fidel Castro cuando afirmó que el modelo cubano ya no servía ni para ellos mismos. La prueba más evidente la constituye el documento Proyecto de Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución que será aprobado y aplicado en Cuba a partir de abril 2011.
El Partido Comunista Cubano después de 50 años controlando todas las instituciones del poder, reconoce que la economía del país está colapsada y requiere de cambios profundos. El documento atribuye esta situación insostenible al bloqueo de los EE UU, a la crisis económica mundial, a los desastres naturales, pero también a la “baja eficiencia, descapitalización de la base productiva y la infraestructura, envejecimiento y estancamiento en el crecimiento poblacional”. Este escenario no ha podido superarse ni con las medidas de reformas implantadas en los últimos años ni la generosa ayuda de Venezuela, por lo que será necesario acometer un plan profundo de transformación económica y social.
¿Tuvo que esperar 50 años la vanguardia de la revolución cubana para reconocer que los principios ideológicos del marxismo leninismo, que en teoría buscan la aparición del hombre nuevo y de la nueva sociedad, en la práctica conducen al hombre sin iniciativa, ni estímulo, flojo, dependiente y a un país pobre, sin productividad ni competitividad? El régimen cubano entregará a los agricultores las tierras que expropió al inicio de la revolución. ¿Cómo es entonces, que después de apropiarse el Estado de todas las tierras para garantizar la soberanía alimentaria, el 50% estén ociosas y los cubanos dependan del 80% de importaciones para su alimentación?
¿Qué ha ocurrido para que la directiva del Control Obrero cubano tenga que realizar la tarea “patriótica” de eliminar las “plantillas infladas” y botar a 1.000.000 de trabajadores (el 25% de la fuerza laboral cubana) “eliminando los procedimientos paternalistas”?
¿Cómo es posible que el buró del Partido Comunista cubano tenga que rescatar la productividad y la motivación por medio del salario, “eliminando el igualitarismo en los mecanismos de distribución y redistribución del ingreso. Como parte de este proceso, será necesario suprimir gratuidades indebidas y subsidios personales excesivos”? ¿Dónde queda el principio marxista de la distribución “a cada quien según sus necesidades”?
¿Cómo queda el principio marxista de la planificación centralizada si se pide ahora “otorgar mayores facultades a las empresas e impulsar la iniciativa de los territorios”?
¿Dónde quedan los discursos antiimperialistas si se debe atraer al capital transnacional a invertir en el país, para reconstruir la infraestructura y el parque industrial?
¿Habrá leído la vanguardia del control obrero de las industrias básicas de Guayana lo que decidirán sus camaradas cubanos con respecto a las mismas empresas del Estado? ¿Sabrán los consejos obreros de Guayana, que en Cuba las empresas que den pérdidas entrarán en un proceso de liquidación, que no recibirán presupuesto del Estado y que “los ingresos de los trabajadores de las estatales estarán vinculados a los resultados finales que se obtengan”?.
Este paquete económico de medidas draconianas sólo puede implantarse en un régimen dictatorial porque en una democracia supondría también el cambio del sistema político. ¿La gerontocracia cubana habrá presentido que si no tomaba estas medidas su continuidad en el poder implosionaría, como ocurrió en la Unión Soviética?
¿Tendrá el régimen de Hugo Chávez que escarmentar en carne de los venezolanos para probar que la misma fórmula que llevó a la Unión Soviética, a China, a Vietnam, y a Cuba, al desastre, también nos arrastrará a nosotros? ¿O seremos capaces los venezolanos de realizar el cambio por la vía democrática y el voto antes de que sea tarde?
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