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General: Capitalismo : sobreproducción y hambre ...
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De: Ruben1919 (Mensaje original) |
Enviado: 28/11/2010 11:59 |
En 2011 el capitalismo festejará sus 50 años de hambre y sobreproducción de alimentos
Agencia Comunicación Popular Noticias
Los voceros y representantes de todas las arenas políticas suelen exhibirse preocupados y furiosos ante cada actualización de la exorbitante cifra de hambrientos en el mundo. Parecería ser algo que sensibiliza intensamente a todos por igual. En esto, supuestamente, no habría ideología. Cuando se presentan las usuales imágenes de escuálidos niños africanos no hay discusión que valga porque se reconoce unánimemente al hambre como algo injusto. El análisis de las causas, como suele suceder en toda problemática social, generalmente se omite o peor aún se esbozan abstracciones que no aportan ni explican nada al respecto. Lo más importante, dicen los afligidos y expertos “analistas”, es coordinar esfuerzos en incrementar la donación de alimentos a los países más pobres. Lamentablemente, dichos esfuerzos distan mucho de ser suficientes para paliar una problemática estructural y profunda como es el hambre. Excepto el caso de algunos países como Cabo Verde o Liberia, la ayuda alimentaria representa siempre menos del 10 y hasta del 5% del consumo total de alimentos de cada uno de los países que la reciben. Los datos de la FAO revelan un hecho lo suficientemente absurdo e injusto como para descartar de plano y decidir cambiar todo el sistema económico y social por el cual distribuimos nuestros recursos: desde hace ya 50 años, mientras la humanidad produce suficiente alimento como para nutrir a todo el planeta, al menos 35.000 personas mueren cada día por deficiencias nutricionales (Organización Mundial de la Salud, Diciembre 2004). Desde el año 1961 la producción per cápita de alimentos disponibles para el consumo humano (1) puede satisfacer las necesidades de toda la población mundial (2200 calorías por persona por día), pero no lo hace. Sucede que mientras la producción aumenta vertiginosamente también lo hacen la exclusión y la desigualdad. Bourguignon y Morrison (2002) calcularon que la desigualdad mundial medida por el índice GINI se incrementó notablemente en los últimos 200 años, pasando de 0,50 en 1820, 0,61 en 1910, 0,64 en 1950 y 0,657 en 1998. Eso explica el escaso aporte del aumento de la producción per cápita de alimentos a la disminución de las tasas de desnutrición. A este ritmo y en el mejor de los escenarios imaginables, suponiendo que la tasa de crecimiento de la productividad se mantendrá constante y no habrá limitaciones en cuanto al uso de la tierra (lo que implica suponer que durante el siglo XXI tendremos sucesivas revoluciones verdes), sería necesario esperar más de 75 años hasta que la humanidad produzca 3440 calorías por persona por día y así, teóricamente, en el contexto de esa extrema abundancia, el “derrame” por fin llegaría y se podría terminar con el hambre en el mundo. Mientras tanto, lo que verdaderamente ocurre es que lo que no comen algunos necesariamente debe ser consumido por otros. Para colocar el alimento excedente, el sistema necesita pervertir los hábitos nutricionales y es con ese objetivo que la industria alimenticia gasta alrededor de 40.000 millones de dólares en publicidad cada año. Eso es 500 veces más que la cantidad que todos los Estados juntos gastan en promover programas para convencer a la población de que siga una dieta sana. (2). El resultado es que gran parte del aumento de la producción que se registra desde hace décadas incrementa enormemente los niveles de obesidad y sobrepeso dejando magros resultados en la reducción de la desnutrición. En la actualidad cerca de 1600 millones de personas tienen sobrepeso y 400 millones son obesas, y el futuro que la Organización Mundial de la Salud proyecta para el año 2015 es todavía más alarmante: 2300 millones de adultos tendrán sobrepeso y 700 millones serán obesos. Los crecientes problemas de sobrepeso y obesidad que se registran a escala planetaria no son otra cosa que el remedio perfecto que el sistema de mercado aplica a la persistente contradicción entre la sobreproducción y el subconsumo de alimentos. Es algo violentamente injusto, pero maximiza ganancias. 1-Se define como: producción + importaciones netas – pérdidas post cosecha – usos no alimentarios +- variación de existencias.
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jueves 17 de junio de 2010
La base de las crisis capitalistas de superproducción
Desde comienzos del siglo XIX, desde la época en que aparece la gran industria a base de máquinas, el curso de la reproducción capitalista ampliada se ve periódicamente interrumpido por crisis económicas.
Las crisis capitalistas son crisis de superproducción. La primera manifestación de la crisis es que las mercancías no encuentran salida, por haberse producido en cantidad mayor de la que pueden comprar los principales consumidores, las masas populares, cuya capacidad adquisitiva se halla, bajo las relaciones capitalistas de producción, reducida a unas proporciones muy escasas. Los stocks de mercancías "sobrantes llenan los almacenes. Los capitalistas reducen la producción y despiden obreros. Se cierran cientos y miles de empresas. Aumenta extraordinariamente el paro forzoso. Gran número de pequeños productores de la ciudad y el campo se arruinan, La falta de venta de las mercancías producidas trastorna al comercio. Los nexos del crédito se rompen. Los capitalistas sufren una aguda penuria de dinero disponible para hacer frente a los pagos. En las bolsas, se desencadena la bancarrota: la cotización de las acciones y demás títulos de valor desciende vertiginosamente. Se produce una racha de quiebras de empresas industriales, establecimientos de comercio y entidades bancarias.
La superproducción de mercancías durante la crisis no es absoluta, sino relativa. Esto quiere decir que el sobrante de las mercancías sólo existe con relación a la demanda solvente, pero no, ni mucho menos, con respecto a las necesidades reales de la sociedad. En tiempo de crisis, las masas trabajadoras experimentan una extrema penuria de lo más indispensable, sus demandas se hallan peor cubiertas que en cualquier otra situación. Millones de seres sufren hambre porque se ha producido "demasiado" trigo, las gentes padecen frío porque se ha extraído "demasiado" carbón. Los trabajadores pierden los medios de vida, porque los han producido en cantidad excesiva. Tal es la escandalosa contradicción del modo de producción capitalista, en que, según las palabras del socialista utópico francés Fourier, "la pobreza nace, en la civilización, de la misma abundancia"...
La contradicción fundamental del capitalismo se revela como la oposición entre la organización de la producción dentro de cada empresa por separado y la anarquía de la producción en toda la sociedad. Dentro de cada fábrica, el trabajo de los obreros se halla organizado y sometido a la voluntad única del patrono. Pero, en la sociedad considerada en su conjunto, por virtud del imperio de la propiedad privada sobre los medios de producción, reina la anarquía de la producción, que hace imposible el desarrollo armónico de la economía. De ahí que, inevitablemente, se infrinjan las complejas condiciones necesarias para la realización del producto social en la reproducción ampliada capitalista. Y estas infracciones van acumulándose gradualmente hasta que estalla la crisis y el proceso de la realización se trastorna completamente.
La contradicción fundamental del capitalismo se exterioriza en el antagonismo de clases entre el proletariado y la burguesía. Es rasgo característico del capitalismo el divorcio entre los dos factores más importante de la producción: los medios de producción, concentrados en manos de los capitalistas, y los productores directos, desprovistos de medios de producción y que sólo poseen su fuerza de trabajo. Este divorcio se manifiesta claramente en las crisis de superproducción, en las que, de una parte, sobran los medios de producción y los productos, hay excedente de capital, y de la otra, queda ociosa la fuerza de trabajo y hay masas enteras de obreros parados, carentes de medios de subsistencia.
Las crisis son una secuela inevitable del modo de producción capitalista de producción; no podrán eliminarse mientras subsista el capitalismo.
Las crisis económicas periódicas y la agudización de las contradicciones del capitalismo.
Las crisis económicas, explosión violenta de todas las contradicciones del modo capitalista de producción, vienen indefectiblemente a ahondar y agudizar todavía más estas contradicciones.
Ordinariamente, las crisis capitalistas de superproducción tienen un carácter general. Comienzan en una rama cualquiera de producción y se extienden rápidamente a toda la economía nacional. Surgen en uno o en varios países y se hacen extensivas luego a todo el mundo capitalista.
Toda crisis acarrea una reducción brusca de la producción, el descenso de los precios al por mayor de las mercancías y de la cotización de las acciones en bolsa y la disminución del volumen del comercio exterior. El volumen de producción desciende al nivel de algunos años atrás. Durante la crisis del siglo XIX, el nivel de la vida económica de los países capitalistas se retrotraía de 3 a 5 años; en el siglo XX, el salto atrás es de decenas de años.
Las crisis económicas ponen claramente de manifiesto el carácter rapaz del capitalismo. En todas ellas, mientras millones de seres se ven condenados a la miseria y al hambre, se destruyen masas inmensas de mercancías que no encuentran salida: trigo, patatas, leche, ganado, algodón. Dejan de funcionar o se convierten en chatarra, fábricas enteras, astilleros, altos hornos; se destruyen las sementeras de cereales y de cultivos industriales; se talan las plantaciones de árboles frutales.
Las crisis traen consigo incontables calamidades para la clase obrera, las grandes masas campesinas y todos los trabajadores. Provocan un paro en masa, que condena a ciento de miles y millones de personas a la inacción forzosa, a la miseria y el hambre. Los capitalistas se aprovechan del paro para reforzar la explotación de la clase obrera y hacer descender el nivel de vida de los trabajadores.
Las crisis vienen a agudizar en grado extraordinario la inseguridad de vida de los trabajadores, su miedo al mañana. A fuerza de años de no trabajar, los proletarios pierden sus conocimientos profesionales; cuando la crisis termina, muchos de ellos no pueden ya reintegrarse a la producción. Empeoran las condiciones de vivienda a que se ven sometidos los trabajadores; aumenta el número de gentes sin hogar, que vagan por el país en busca de un jornal. En los años de crisis crece extraordinariamente el número de suicidios de los seres empujados a la desesperación; se extienden la mendicidad y el crimen.
Las crisis traen consigo la agudización de las contradicciones de clase entre el proletariado y la burguesía, entre las grandes masas campesinas y sus explotadores, los terratenientes, los usureros y los campesinos ricos. Las crisis privan a la clase obrera de muchas de las conquistas arrancadas en larga y dura lucha contra los patronos y el Estado burgués. Esto señala a los obreros que el único camino por el que pueden librarse de la explotación y la inseguridad es la destrucción de la esclavitud asalariada capitalista. Las más extensas masas del proletariado, condenadas por las crisis a indecibles privaciones, adquieren conciencia de clase y decisión revolucionaria. La incapacidad de la burguesía para gobernar las fuerzas productivas de la sociedad mina, en los sectores pequeñoburgueses de la población, el convencimiento de que el régimen capitalista es algo inquebrantable. Todo ello se traduce en la agudización de la lucha de clases dentro de la sociedad capitalista.
En los tiempos de crisis, el Estado burgués acude en ayuda de los capitalistas mediante subsidios en dinero, que en definitiva pagan las propias masas trabajadoras. El Estado, valiéndose de su aparato de violencia y de coerción, ayuda a los capitalistas a mantener la ofensiva contra el nivel de vida de la clase obrera y los campesinos. Esto refuerza la depauperación de las masas trabajadoras. Al mismo tiempo, las crisis ponen de manifiesto la impotencia del Estado burgués ante la acción de las leyes espontáneas del capitalismo.
Las crisis son el más palpable exponente de que las fuerzas productivas creadas por el capitalismo han rebasado los marcos de las relaciones burguesas de la producción, por lo que éstas últimas se convierten en un freno para el desarrollo ulterior de las fuerzas productivas.
“La crisis muestra que la sociedad moderna podría producir una cantidad incomparablemente mayor de productos destinados a elevar el nivel de vida de todo el pueblo trabajador, si la tierra, las fábricas, las máquinas, no estuvieran usurpadas por un puñado de propietarios privados, que amasan a costa de la miseria del pueblo” (V.I. Lenin “Enseñanzas de la crisis”). Cada crisis acerca el hundimiento del modo capitalista de producción.
Las crisis revelan con una nitidez y una agudeza especiales las insolubles contradicciones del capitalismo, que anuncian su hundimiento inevitable: se comprende, pues, que los economistas burgueses se esfuercen por todos los medios en encubrir la naturaleza real y las verdaderas causas de las crisis. Intentando paliar la inevitabilidad de las crisis bajo el capitalismo, las presentan abiertamente como un resultado de causas casuales, que, según ellos, pueden llegar a eliminarse, manteniendo en pie al sistema capitalista de economía.
A este efecto, los economistas declaran que la causa superior de las crisis debe buscarse, bien en la infracción “casual” de la proporcionalidad entre las ramas de la producción, bien en el rezagamiento “pasajero” del consumo respecto a la producción, y recomiendan para curar de crisis al capitalismo que se aseguren formas de “consumo” como la carrera de armamentos y las guerras. Pero, en realidad, tanto la desproporcionalidad de la producción como la contradicción entre la producción y el consumo son formas inevitables bajo las que se manifiesta la contradicción fundamental del capitalismo, insuperable mientras exista este régimen.
Fuente: Manual de Economía Política de la Academia de Ciencias de la URSS
Leer más: http://socialismo-solucion.blogspot.com/2010/06/sobre-las-crisis-economicas.html#ixzz16zn6gVL7 |
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De: Matilda |
Enviado: 03/12/2010 00:38 |
Rubén, no se si es una equivocación, pero colocar hoy día , a la luz de la historia, una imagen de Stalin, contradice la idea socialista.
Para poner en claro ciertas cosas y eliminar el doble discurso estaría bueno ponerlo en claro.
mati |
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Todos son asesinos, no hay diferencia, Che, Fidel, Stalin, etc.
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De: Matilda |
Enviado: 03/12/2010 00:53 |
Estaba dirigiéndome al dueño del circo en este post, donde quiero hablar con los monos te nombro.Aquí ,en este tema, a nadie le importan tus imbecilidades. |
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El debate sobre la crisis económica se ha centrado en los síntomas: rescates, la corrupción en Wall Street, el colapso de los precios de la vivienda, un nivel de paro intratable, la política monetaria de la Reserva Federal… Pero para mucha gente se ha silenciado socialmente la causa misma de la enfermedad: una perniciosa concentración de riqueza. Se oye muy poco el aplastante argumento de que es de hecho la concentración de riqueza la causa última de esta persistente crisis, porque a los pocos milisegundos de haberlo dicho en un foro público saltan ya por todos lados los gritos de "¡Socialista!, ¡Socialista!". Un ejército de idiotizados locutores de derecha llenan las ondas radiofónicas de funestas advertencias sobre el creciente peligro comunista que es la redistribución de riqueza; Rick Santelli se despacha en la CNBC; y los del Tea Party se dedican a pisotearnos (figuradamente… o a veces literalmente).
Pero la gente que más ruido hace no son los archirricos que controlan la riqueza; son en realidad miembros de una red laberíntica de mercenarios, que actúan como un cuerpo de elite de guardaespaldas mediáticos para quienes acaparan toda la riqueza. Los ultrarricos de verdad son los colegas que aparecen en la lista Forbes de los más ricos; gente como Charles y David Koch, cada uno de los cuales con más de 21.500 millones de dólares en su haber, quienes además crean múltiples estratos de respetables organizaciones, como el Americans for Prosperity, para así hacer no sólo socialmente aceptable su tremenda acumulación de riqueza, sino convertirla en el nirvana del debate político. Los Koch celebran una vez al año reuniones secretas con sus colegas ultrarricos, donde comparten el rosario de sus penas y confabulan para lograr que se mantengan los recortes de impuestos a los ricos de Bush, no vaya a ser que se conviertan en el número 6 de la lista Forbes en lugar del 5. Y ello mientras 43 millones de sus compatriotas estadounidenses viven por debajo del umbral de la pobreza, incluyendo a uno de cada cinco niños.
David Barber, profesor asociado de Historia Americana en la Universidad de Tennessee, no teme a la algarabía de esa conspiración de acaparadores de riqueza, y escribe sin tapujos sobre los peligros de la concentración de la misma. Respondiendo a una pregunta por email de la semana pasada, el Dr. Barber comentaba:
"La fantásticamente sesgada distribución de riqueza de la sociedad americana sigue siendo uno de los principales problemas estructurales que subyacen a esta crisis. El 1% más rico de los americanos ostenta alrededor del 40% de la riqueza del país (excluyendo la propiedad de viviendas), en esta que es la más opulenta sociedad que ha visto jamás la historia. Por otro lado, el 60% más pobre de los americanos tienen sólo un 1% de la riqueza total del país. Mantener los recortes de impuestos de Bush simplemente perpetúa parte de la contradicción que nos llevó a la presente situación de crisis económica mundial".
Las estadísticas que cita el Dr. Barber provienen de un estudio llevado a cabo por Edward N. Wolff para el Levy Economics Institute del Bard College en marzo de 2010. Otros hallazgos del mencionado estudio son los siguientes:
El 1% más rico se hizo con 1/3 del total de las ganancias generadas por la riqueza en forma de bienes comerciables durante el periodo 1983 – 2007. El siguiente 4% recibió alrededor de otro tercio del total de ganancias y el siguiente 15% aproximadamente un quinto de las mismas, de modo que el quintil más rico de la distribución se llevó un 89% de todo el aumento de riqueza producido, mientras que el restante 80% de gente se quedó con sólo el 11%.
En 2007, el 1% más rico de los hogares era propietario del 38% de todos los activos bursátiles; el 5% más rico, del 69%; y el 10% más rico, del 81%.
Las deudas fueron de hecho el componente más equitativamente distribuido en los balances de las familias, con el 90% más pobre de ellas soportando el 73% de todo el endeudamiento.
La concentración de riqueza en demasiadas pocas manos mientras el resto de la población carga con demasiadas deudas como para poder comprar los bienes y servicios que producen las empresas, de las que además los más ricos ostentan el 81% de las acciones y por lo tanto de su capital, es simplemente reproducir las condiciones que llevaron al Crack de 1929 y pusieron en marcha la Gran Depresión (el sistema de la Seguridad Social nació a raíz de esa debacle. Ahora los ultra ricos esperan poder poner las zarpas sobre los fondos que el resto del 90% más pobre de la población destina a la Seguridad Social, para así hacer subir el precio de las acciones y beneficiar a ese restante 10% más rico. Cualquier acción que posponga hoy el inevitable proceso de una mayor redistribución de la riqueza, como pueda ser privatizar la Seguridad Social o mantener los recortes impositivos de Bush, simplemente va a acelerar la producción de daños económicos hasta que sea la deflación la que devore la riqueza de los que están en los quintiles más altos).
En su libro "The Worldly Philosophers" (Filósofos Mundanos), Robert Heilbroner explica la situación que llevó a la Gran Depresión de los años treinta:
"El torrente de renta nacional era sin duda impresionante en cuanto a su volumen total, pero cuando uno rastreaba el camino de los millones de arroyos que lo componían se hacía evidente que la nación como un todo se beneficiaba de ello de forma muy desigual. Unas 24.000 familias en la cúspide de la pirámide social recibían un flujo de renta tres veces mayor que el de los 6 millones de familias aplastados debajo – el ingreso medio de las familias más afortunadas era de 630 veces el ingreso medio de las familias en la base de la pirámide… y luego estaba el hecho de que el americano medio había utilizado su prosperidad de una forma suicida; se había hipotecado hasta las cejas, había multiplicado peligrosamente sus recursos a través de las compras a plazos, y finalmente había sellado su destino comprando con avidez fantásticas cantidades de acciones – se estima que unos 300 millones de ellas – y no con sus fondos, sino en el margen, es decir con dinero prestado".
En ambas épocas, Wall Street dejó de ser un mecanismo para asignar capital a las buenas empresas y se convirtió en un sistema institucionalizado de transferencias de riqueza encubiertas. Los principales mecanismos esta vez han sido los falsos derivados emitidos a sabiendas; poner de acuerdo a grandes clientes institucionales para comprar a precios predeterminados el primer día de la emisión de un nuevo paquete de títulos (práctica conocida como laddering) – lo que hace que el precio parezca que se dispare y atrae así al pequeño inversor; amenazar con quitarle la comisión al corredor de bolsa (una penalización) si éste permitía que el pequeño inversor sacara beneficios de esa nueva emisión de títulos – la práctica era reconocida como irregular y se reservaba para los peces gordos. Cuando la euforia de las punto com se esfumó y quedó claro que se trataba de un timo, los pequeños inversores salieron en estampida. Wall Street, con la inestimable ayuda de la FED, se encargó de engrasar la que iba a ser la nueva burbuja – la vivienda – y diseñó derivados aún más complejos para transformar ese mercado en la gallina de los huevos de oro para Wall Street, y en un montón de ejecución de hipotecas para el resto de la gente.
El 21 de enero, el Tribunal Supremo decidió que las empresas pudiesen tener una asombrosa influencia financiera en nuestras elecciones (Citizens United contra la Comisión Electoral Federal), y los resultados de las elecciones intermedias del pasado 2 de noviembre deberían ser un claro mensaje de alerta. No hay ayuda en camino. La consecuencia última de esta concentración masiva de riqueza va a ser una deflación a largo plazo, miseria económica y varias futuras generaciones que nos van a ver como aquella desventurada sociedad que no pudo poner freno a la avariciosa maquinaria de Wall Street, por carecer de un plan para ello.
Los estadounidenses que se preocupan por ello no pueden seguir esperando a que nos rescaten los políticos. Cuando a un entregado servidor público como el senador Russ Feingold de Wisconsin se le ningunea sin paliativos, mientras que alguien ultra-financiado como el senador Rand Paul de Kentucky presta juramento para lo que ha dado en llamarse un mandato popular, el testigo para la salvación económica pasa a manos del individuo de a pie. Por ello a continuación ofrezco diez ideas para empezar con el primer paso destinado a privar de su sustento a la bestia de Wall Street. Y para ser clara con aquellos a punto de saltar sobre sus asientos al grito de "¡Socialista!", no estoy hablando de "redistribuir" la riqueza; estoy hablando de devolvérsela a quienes se les quitó de las manos mediante un mecanismo fraudulento de transferencia de riqueza.
(1) Acorte su hipoteca: el anterior juez del Tribunal Supremo Louis Brandeis lo resumió así: "Podemos tener democracia en este país, o podemos tener una gran concentración de riqueza en manos de unos pocos, pero no podemos tener ambas cosas". La bestia de Wall Street crece gracias a los intereses que pagamos por nuestras deudas, y los utiliza para contratar lobistas y financiar a políticos para que defiendan sus intereses, no los nuestros.
Según datos a 31 de marzo de 2009 de la Federal Deposit Insurance Corporation (FDIC, una agencia federal independiente creada por el Congreso de los EEUU para asegurar los depósitos bancarios – N. del T.), cuatro gigantes de Wall Street controlan el 35% de todos los depósitos bancarios asegurados y el 46% de los activos (aunque la calidad de dichos "activos" está sujeta a un importante debate). Esas empresas son: Bank of America Corporation, JPMorgan Chase & Co., Wells Fargo & Co. y Citigroup, Inc. Ello deja a las restantes 8.242 instituciones bancarias aseguradas por la FDIC repartiéndose lo que queda. Los depósitos nacionales totales fueron de 7,5 billones de dólares mientras que el total de activos era de 13,5 billones a marzo de 2009. Ello implica claramente una concentración de riqueza demasiado grande y en demasiadas pocas manos, como tristemente hemos comprobado al tener que acabar rescatando financieramente a esas cuatro entidades.
Así pues pida consejo a su contable o su asesor financiero para convertir su hipoteca a 30 años en una a 15 y así mover riqueza desde los bolsillos de los accionistas del banco a los suyos propios. Las tipos de interés no han estado nunca mejor para una jugada de este tipo. De media, durante la vida de su hipoteca se va a ahorrar decenas de miles de dólares en pago de intereses. Puede ver concretamente cuanto se va a ahorrar en su caso accediendo a la siguiente calculadora de hipotecas: www.bankrate.com (no estoy aconsejando ninguna de las hipotecas que se ofrecen en esa página web ya que no he podido investigar esa cuestión; solamente la menciono para usar su calculadora de hipotecas).
Y hable con sus hijos, antes de que se embarquen en una hipoteca, sobre la diferencia del interés a lo largo de la vida de la misma entre una a 30 años y una a 15. Enséñeles como usar esa calculadora de hipotecas.
(2) Piense localmente: plantéese mover su liquidez desde los grandes bancos de Wall Street que tienen puestos sus grilletes al Congreso, a su banco local cuando éste tenga asegurados sus depósitos en la FDIC (cuidando de no exceder el límite de la cuantía asegurable). Una buena aproximación es estructurar el vencimiento de sus inversiones para que coincida con los momentos en los que va a necesitar el dinero. De nuevo, consulte con su contable y/o su asesor financiero. Ello ayudará también a proveer de fondos para préstamos a los negocios de su municipio y al mercado de vivienda local.
(3) Empiece un negocio: no se preocupe por la posible llegada de una carta de despido; sea proactivo. Empiece un negocio por su cuenta. Hágalo bien haciendo lo correcto: ¿qué producto o servicio puede ofrecer que quiera y pueda permitirse un consumidor en dificultades? (Algunas ideas podrían ser: asesoría fiscal sobre deudas, cuidado infantil barato, asesoría sobre ejecución de hipotecas, si dispone de tierras agrícolas un negocio de fruta y vegetales recolectados por uno mismo, tiendas de segunda mano, arreglos domésticos en viviendas que se vendan, etc.).
(4) Invierta sabiamente: sea listo con el uso que le de a su plan 401(k) (uno de los sistemas de pensiones para asalariados más conocidos de EEUU – N. del T.). Invertirlo en el S&P 500 (el equivalente al IBEX 35 – N. del T.) es simplemente alimentar a la bestia; y la bestia va a usar su capital barato para contratar a lobistas, crear grupos de presión (llamados Political Action Committee) y alejarlo a usted de sus representantes políticos. Algunos planes 401(k) le permiten trasladar el 50% o más de los fondos a su propio fondo de pensiones una vez alcanzada cierta edad. Llame a su oficina de la Seguridad Social y averigüe qué opciones tiene. Hable con su contable y/o asesor financiero antes de tomar ninguna decisión. Puede incluso que le interese abrir su propia cuenta de ahorro en un banco local y comprar certificados de depósito asegurados como alternativa a poner más fondos en su plan 401(k).
(5) Acérquese a las cooperativas de crédito: ¿alguno de los miembros de su familia pertenece a una cooperativa de crédito? Es posible que le puedan abrir a usted también una cuenta. Si necesita utilizar una tarjeta de crédito, trate de conseguirla a través de la cooperativa de crédito a un precio razonable y luego deshágase de cualquier otra tarjeta que tenga que sea más cara. Es un escándalo que algunos de los bancos que necesitaron un rescate van a recibir el dinero de la Reserva Federal casi gratuitamente mientras están cobrando a los ciudadanos comisiones del 20% por sus tarjetas.
(6) No utilice tarjetas de crédito de compañías que abusen de usted: todas las siguientes tiene algo en común: Home Depot, Exxon Mobil, Shell, Macy's, Sears, Zales. Todas ellas dan crédito a sus clientes a través de una tarjeta de crédito de Citigroup. Con el uso de esas tarjetas 40 millones de clientes están ayudando a sostener a Citigroup y sus prácticas contrarias a los consumidores y la ciudadanía. Citigroup exige a sus trabajadores que renuncien por escrito a su derecho a acudir a los tribunales (ver el número 8 más abajo), y ha estafado seriamente a los inversores mediante prácticas fraudulentas.
(7) Ataques a las marcas: es bastante probable que los comerciantes de su localidad no tengan un grupo de presión y unos lobistas a las puertas del Congreso trabajando en contra de sus intereses, ¿no? Recompénseles con sus compras y castigue a las empresas del S&P 500 hasta que capten el mensaje: si quieres que respete tu marca, respeta tú mi derecho a la representación política.
(8) Devuelva los tribunales a los trabajadores: muchas de las grandes empresas obligan a sus trabajadores a renunciar por escrito a su derecho a acudir a los tribunales nacionales si quieren conseguir un empleo. Se llama arbitraje obligado y es un proceso terriblemente injusto que está además diseñado para favorecer a la empresa. Si acude a una entrevista de trabajo, pregunte si la empresa tiene ese tipo de política y en ese caso salga por donde ha entrado.
(9) Quéjese: no permitamos que prácticas encubiertas sigan sin conocerse. Escriba un informe detallado y diríjalo al organismo adecuado: el fiscal de distrito, la oficina del fiscal general, oficinas de protección al consumidor, etc. Y escriba una carta al editor del periódico local. Todo ello ayuda a prosperar a los buenos negocios y pone dificultades a los engañosos y fraudulentos.
(10) Sencillamente, diga no: a las fotografías desnudo, la radiación, la palpación genital… todo solamente para subir a un avión. No vuele. Estará luchando por los derechos civiles y dañando a Wall Street. Las empresas de bio-escáneres operan en Wall Street y sus banqueros ya esperan que la vigilancia policial en el interior del país va a ser su nueva gallina de los huevos de oro.
Pam Martens, veterana economista con larga experiencia en Wall Street, es actualmente una analista económica independiente.
Fuente: http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=3766
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