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General: Crisis económica global, guerra económica y gasto militar .-
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Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: Ruben1919  (Mensaje original) Enviado: 18/11/2010 13:57
  Osvaldo Martínes
 
 
 
El retraso económico frente a los ritmos de crecimientos de China y no sólo de ella, sino del llamado BRIC+3 (Indonesia, Corea del Sur, Malasia) es también una fuente de tensiones. Al ritmo que crecen estos países llamados emergentes, su PIB igualará en el 2020 al que ahora tiene el G-7.

Las tendencias apuntan hacia el retraso económico de Estados Unidos y la previsible utilización de la fuerza militar para mantener la posición dominante de la segunda mitad del siglo XX.

Esas tensiones se manifiestan en las guerra en Iraq, Afganistán, Pakistán, en la amenaza de guerra nuclear contra Irán y Corea del Norte y también los golpes e intentos de golpes de estado en América Latina (Honduras, Venezuela, Ecuador, Bolivia), la creciente militarización en forma de despliegue de bases militares norteamericanas a escala global y la conformación de una doctrina de guerra que incluye, entre otras cosas, la peligrosa reconceptualización de las bombas nucleares “pequeñas” -pueden oscilar entre la mitad y hasta 6 veces la capacidad de la bomba de Hiroshima- como armas que forman parte de un menú de opciones cuya utilización puede en teoría, ser decidida por el comando en el teatro de operaciones. Significa que un general en el teatro de operaciones dispone de una “caja de herramientas” para elegir y entre las herramientas tiene disponibles minibombas nucleares que podría utilizar como lo haría con los blindados, artillería, etc.

¿Hacia la guerra económica?

En las últimas semanas la economía mundial se ha estado caldeando con las noticias sobre la guerra de las divisas. Esta guerra fue preocupación central de la reunión de Ministros de Finanzas del FMI el 23 de octubre y de nuevo, al igual que en todas las Cumbres de G-20 realizadas después del inicio de esta crisis global, fueron reiteradas las solemnes declaraciones de compromiso con el “libre comercio” y la no aplicación de barreras al funcionamiento de los mercados.

En estas primeras escaramuzas de una posible guerra se ven con claridad los contendientes. Por un lado, Estados Unidos tratando de reanimar su economía a toda costa, aprovechándose de contar con la moneda de reserva internacional que es también su moneda nacional y lanzando un torrente de dólares hacia el exterior para devaluar el dólar, mejorar su posición competitiva y al hacerlo, elevar las tasas de cambio de los demás, perjudicarles en el comercio, hacerlos reciclar los dólares comprando instrumentos de deuda norteamericana.

En el otro lado, el resto de las economías del mundo y, en especial, los exportadores de materias primas del Sur, los que además de lo anterior, sufren la afluencia de capitales especulativos volátiles impulsados por la muy baja tasa de interés que Estados Unidos mantiene como instrumento sin éxito para reanimar la inversión.

La conversión de estas escaramuzas en una verdadera guerra al estilo de la ocurrida en los años de la Gran Depresión dependerá de la profundidad y duración que alcance la crisis global. Si ella se agrava, podría ocurrir que la guerra de las divisas fuera el preludio de una guerra comercial con la aplicación de políticas nacionales de “empobrecer al vecino” y la desaparición de la retórica librecambista y los juramentos de fe en el multilateralismo.

Para todos es evidente que el gobierno de Estados Unidos no hace otra cosa que aplicar el nacionalismo para resolver sus problemas internos, valiéndose del privilegio del dólar y arrinconando contra las cuerdas a los demás. No sería extraño que esta conducta encontrara la reciprocidad de otros y, en el contexto de larga crisis agravada, podría estallar el sistema de reglas e instituciones que nació en la posguerra prometiendo no repetir jamás una guerra comercial.

Crisis económica y tendencias políticas

La crisis global ha estado más conectada con un giro hacia la derecha que con un fortalecimiento de las fuerzas anticapitalistas.

La relación entre crisis económica y tendencias políticas ha sido variable en el pasado siglo. Considerando sólo las mayores crisis económicas y su traducción en resultados políticos, estos han incluido un movimiento del péndulo hacia la izquierda en los años de la Primera Guerra Mundial y hacia la derecha en los años de la Gran Depresión.

La economía rusa de 1917 sufría los estragos de los años de guerra, pero también el impacto de la crisis económica europea. La crisis se asoció al triunfo de la Revolución de Octubre de 1917, aunque obviamente, ella sola no pudo generar ese triunfo histórico anticapitalista. Muchos otros factores interactuaron con la crisis económica, pero el resultado final fue que la situación extrema a que la guerra, la autocracia zarista y la crisis habían llevado a la población rusa, fue captada, interpretada y dirigida por una organización política que se proponía terminar con el capitalismo y construir el socialismo.

En los años 30 del pasado siglo la Gran Depresión fue la mayor crisis económica hasta entonces ocurrida, pero lo que predominó asociado a ella fue el fortalecimiento del fascismo. En Alemania la combinación de reparaciones pagadas a los vencedores en la guerra anterior, la galopante inflación, eliminada por una conducción centralizada y fuertemente controlada por el Estado fascista, la eliminación del desempleo por grandes obras públicas y el liderazgo de un fanático de derecha, dio como resultado el fascismo al poder y la Segunda Guerra Mundial.

En Estados Unidos, en Europa y en América Latina hubo en esos años movimientos de izquierda y hacia la izquierda, pero no alcanzaron victorias estratégicas. No existe una determinación mecánica por lo cual el desempleo, la pobreza, la inseguridad que una crisis económica provoca conduzca el péndulo hacia la izquierda.

La inseguridad e incluso desesperación que una crisis genera puede ser apropiada y conducida hacia objetivos políticos por la izquierda o por la derecha, en dependencia de la lectura correcta o incorrecta que hagan las fuerzas en pugna, de las acciones concretas y de la capacidad del liderazgo.

En la crisis actual no ha sido relevante hasta el momento, la resistencia a los efectos y políticas asociadas a ellas, a pesar del fuerte impacto en el empleo y el costo social que ha alcanzado. La huelga general en España el 29 de septiembre y las manifestaciones francesas contra la política fondomonetarista de ajuste fiscal, son noticias a seguir, pero simultáneamente se fortalece la derecha en Estados Unidos y Europa, mientras que en América Latina se desarrolla una contraofensiva imperialista contra los gobiernos de la ALBA.

En Estados Unidos el Tea Party avanza en el control del Partido Republicano, en la proximidad de unas elecciones donde se espera un fuerte voto de castigo a Obama y la expresión electoral del giro a la derecha de masas norteamericanas a los que el desempleo, la extensión de la pobreza y la pérdida de la vivienda están desplazando hacia la derecha.

Tea Party es un peligroso conglomerado donde se mezclan la ignorancia, el primitivismo político con la intolerancia, los prejuicios y la creencia ciega en ser el pueblo elegido para conducir el mundo.

Su ideología es una mezcla fascistoide que incluye unir la Iglesia y el Estado, eliminar los subsidios por desempleo, expulsar los inmigrantes, eliminar las ayudas para personas discapacitadas, considerar que la masturbación es equivalente al adulterio y, por supuesto reducir los impuestos, desmantelar el “gran gobierno” y destruir por la fuerza a la conspiración islámica-china-rusa que obstaculiza el dominio mundial.

Europa muestra tendencias en similar dirección. Se señala que en Alemania un partido racista y xenófobo podría alcanzar el 15% de los votos. En Italia la Liga Norte posee fuerza. En Holanda y Suecia a pesar de sus tradiciones de tolerancia, partidos racistas han llegado al Parlamento. En Francia se ha expulsado a miles de gitanos hacia Rumanía y Bulgaria, países miembros de la Unión Europea.

El movimiento altermundialista del Foro Social Mundial ha perdido fuerza y se encuentra atravesado por pugnas entre ONG’s de países del Norte financiadas por intereses políticos nada interesados en lograr un mundo mejor, y movimientos sociales con posiciones de lucha anticapitalista, en especial en América Latina.

La lucha en Francia y España contra el ajuste fiscal neoliberal en la época del neoliberalismo desprestigiado, puede marcar el inicio de un ascenso en la resistencia popular.

Parece mediar un cierto período entre el estallido de las crisis y la aparición de la movilización social frente a ellas, como si fuera necesario que el desempleo, la inseguridad y la desesperanza ahondaran lo suficiente para lanzar a las personas a la protesta y la movilización social. Así ocurrió en los años de la Gran Depresión, pues no fue hasta 1932-33, tres años después del estallido de la crisis cuando apareció la presión de “los de abajo”.

Para luchar por un mundo mejor, para dejar atrás al capitalismo, la especie humana tiene que sobrevivir y el planeta debe ser salvado. Para que los humanos sobrevivan hay que parar la amenaza de guerra nuclear y para salvar el planeta debe cesar la agresión de mercado contra la naturaleza.

Frenar la amenaza de guerra nuclear es en lo inmediato desactivar el plan de agresión a Irán con la participación de Israel y en lo mediato, cortar el gasto militar que se combina de modo perverso con la declinación de la economía norteamericana, para sostener dos equilibrios de terror: el financiero y el militar. Y para despilfarrar inmensos recursos en máquinas, tecnologías y bombas para matar.
 
Una simple mirada al presupuesto 2010 de Estados Unidos permite apreciar la magnitud del gasto militar y el papel que éste juega de conjunto con el gasto por los paquetes de rescate de los bancos y entidades financieras quebradas.

El monto total del presupuesto es de 3.94 billones de dólares (millones de millones), y el déficit previsto es de 1,75 billones, equivalente a casi 12% del PIB. (1)

El gasto militar oficial se establece en 739,5 mil millones de dólares, aunque si se incluyen otros gastos indirectos o encubiertos, el gasto superaría el billón de dólares.

El gasto en el rescate de las entidades financieras hundidas en la crisis, efectuado por las administraciones de Bush y Obama alcanza 1,45 billones, mientras que el interés devengado por la deuda pública es de 164 mil millones de dólares.

Esto significa que casi todo el ingreso del presupuesto (2,38 billones) se consume solamente por el gasto militar, los rescates de la oligarquía financiera y una pequeña proporción por intereses de la deuda pública. No queda prácticamente nada para otros tipos de gastos.

Si consideramos que el gasto militar ronda el billón de millones de dólares y que la parte del ingreso presupuestal correspondiente a los impuestos familiares es de 1,06 billones, tenemos que casi todos los impuestos que las familias pagan en Estados Unidos alcanza no más para cubrir el enorme gasto militar.

Estados Unidos es el país más endeudado del mundo, aunque el significado práctico de esto es diferente para este país que para cualquier otro, porque se encuentra endeudado en la moneda nacional que él mismo crea y hace circular.

El financiamiento de la enorme deuda pública federal ascendente a 14 billones de dólares, sin incluir deudas de los estados y municipios es de características surrealistas.

Al crecimiento de esa deuda pública contribuyeron los paquetes de rescate a los bancos, pero esa deuda se financia por una retorcida operación mediante la cual el gobierno financia su propio endeudamiento, pues el dinero estregado como rescate a los bancos es financiado en parte tomando préstamos de los mismos bancos.

A su vez, los bancos imponen condicionalidades al gobierno en el manejo de la deuda e imponen como el dinero debe ser empleado. Después de haber sido “rescatados” los bancos imponen cortes masivos en el gasto público en servicios para la población, la privatización de infraestructuras y servicios como agua, carreteras, recreación, pero no se toca el gasto militar.

Y no se toca porque “War is Good for Business” y la misma oligarquía que maneja el mercado financiero obtiene elevadas ganancias procedentes del gasto militar. Y ese gasto militar -como parte del déficit público- es financiado por operaciones de guerra económica que se calientan cada vez más y amenazan con mezclar la guerra económica con la guerra probablemente nuclear que Estados Unidos incuba en la compleja madeja de sus intereses y contradicciones económicas y geoestratégicas.

El equilibrio del terror financiero financiando la escalada militar de Estados Unidos

La peculiar estructura mediante el cual Estados Unidos actúa como una economía parásita que financia sus déficits y su gasto militar recibiendo inyecciones financieras del resto del mundo, es parte de la “normalidad” del orden económico global. Tener reservas monetarias en dólares que se reciclan para comprar bonos u otros instrumentos del Tesoro que financian la deuda estadounidense, y con ella la escalada militar es considerado por los neoliberales como una manifestación del equilibrio de mercados libres.

El poder mediático presenta este reciclaje como resultado de la confianza en la fortaleza económica de Estados Unidos porque otros países envían allí sus dólares para ser invertidos. (2)

Lo real es que los extranjeros no ponen su dinero en Estados Unidos porque sean compradores de exportaciones de ese país, ni tampoco son inversionistas privados comprando acciones o bonos. Los mayores colocadores de dinero en Estados Unidos son los bancos centrales que no hacen otra cosa que reciclar los dólares que sus exportadores obtuvieron y cambiaron a su vez por monedas nacionales.

Con déficits comercial y presupuestal crecientes en Estados Unidos, se produce una inundación de dólares hacia el exterior, que ahora son impulsados por la baja tasa de interés norteamericana y por la emisión alegre de papeles verdes.

Los países receptores de dólares (China en especial) se ven colocados ante un dilema. No participan ni tienen influencia alguna sobre decisiones económicas del gobierno de Estados Unidos, quien se aprovecha del privilegio del dólar. Si aceptan la inundación de dólares, sea por excedentes comerciales o por la baja tasa de interés norteamericana o por ambos factores, sufren la presión al alza sobre su tasa de cambio, la pérdida de competitividad comercial y el peligro de dejar anidar peligrosos capitales especulativos de corto plazo.

Para evitar esa inundación, la conducta obligada es comprar instrumentos de deuda emitidos por el gobierno norteamericano, y acumularlos en las reservas monetarias, sufriendo el peligro de que cualquier devaluación del dólar sea una devaluación de sus reservas. A China u otros países que acumulan grandes volúmenes de dólares o de instrumentos de deuda norteamericana nominados en dólares, no se les permite comprar activos no financieros en Estados Unidos. Cuando China lo ha intentado (compra de instalaciones para distribución de combustibles) el gobierno de Estados Unidos lo ha prohibido. En ese caso no valen el libre flujo de capitales, el libre comercio y la retórica habituales. Sólo pueden comprar activos financieros para financiar los déficits estadounidenses.

Al comprar los bonos del Tesoro los países entran al “equilibrio del terror financiero” y a contribuir a financiar un destino no previsto ni deseado: el gasto militar del Pentágono.

Ocurre así para los países receptores de dólares surgidos de los déficits norteamericanos, una doble compresión. Son lesionados al verse estructuralmente empujados a financiar pasivamente la máquina militar norteamericana por medio de un “equilibrio del terror financiero” basado no en su superioridad económica, sino en poderío militar. Y al hacerlo, países como China y Rusia están alimentando el mismo gasto y poderío militar que apunta armas nucleares hacia ellos.

El masivo gasto militar tiene un objetivo geoestratégico hegemónico y su lógica última es la guerra.

No pocos en Estados Unidos creen en las virtudes de estímulo económico que una guerra puede traer. Recuerdan con nostalgia que la guerra hispano-cubano-americana, la primera guerra de la etapa imperialista, sirvió en 1898 para que Estados Unidos escapara de la crisis económica de aquella década, que fue la Segunda Guerra Mundial la que finalmente provocó la suficiente destrucción de fuerzas productivas para dejar atrás la Gran Depresión y abrir paso a los dorados años 50 y que la recesión de finales de los años 40 fue superada con la ayuda de la guerra de Corea.

Esta nostalgia, que incrementa el peligro de una catastrófica guerra nuclear, ignora que aquellas guerras convencionales correspondientes a la época pre-nuclear podrían actuar como estímulos anticrisis, pero la guerra nuclear actual ha perdido esa capacidad.

Las guerras con armas convencionales tenían dos virtudes como reanimadoras de la economía: mediante la producción masiva de armamento convencional para cumplir pedidos del estado en guerra, se generaba empleo en las cadenas fabriles de entonces, y también la guerra convencional aceleraba la destrucción de fuerzas productivas que la crisis económica había iniciado, y la llevaba al grado suficiente para impulsar la recuperación sobre la base de la reconstrucción de posguerra. La destrucción era la suficiente para completar y acelerar el peculiar papel de la crisis económica en tanto destructora de riqueza para iniciar después otra fase expansiva, y no era tanta como para amenazar la vida de la especie humana y del planeta. Era posible entonces para el capitalismo no sólo sobrevivir sino utilizar la guerra como tónico estimulante para la economía.

La guerra nuclear actual no es estimulante frente al principal problema orgánico de la crisis que es el desempleo, pues ahora la tecnología sofisticada para fabricar armas utiliza muy poca fuerza de trabajo, pero su capacidad destructiva es tan formidable que lo destruido no serían plantas fabriles, capitales financieros o algunas ciudades, sino el planeta y la especie humana tras el cataclismo del invierno nuclear.

La guerra actual, si guerra convencional de desgaste como la de Iraq y Afganistán ni pueden ganarse por Estados Unidos ni son estimulantes para salir de la crisis económica, si guerra nuclear que se establece como amenazadora posibilidad, tampoco serviría para salir de la crisis porque no eliminaría el gran problema del desempleo, pero sirve en cambio, para hacer grandes negocios a partir del tipo de gasto público que se maneja con total opacidad y discrecionalidad, el gasto en el cual los Bernanke, Geithner, Summers, Strauss Kahn, nada deciden: el gasto militar, el cual es capaz de reunir en sí mismo la ambición hegemónica y la superganancia del gran negocio.

Para Estados Unidos, debilitado económicamente y con una cultura productiva declinante, el recurso de última instancia es la amenaza constante de guerra sustentada en el gasto militar creciente. Pero, la amenaza constante de guerra y el gasto militar poseen una dinámica diabólica que tiende a realizarse en la guerra real, cuando convergen la mentalidad guerrerista, los conflictos por la hegemonía en petróleo, gas, agua, etc., disfrazados de razones humanitarias o religiosas y la creencia de que en la guerra nuclear puede haber vencedores.

La declinación de la economía de la mayor potencia militar plantea fuertes tensiones entre un poderío militar muy superior a cualquier otro y por lo mismo, ambicioso de hegemonía y una economía en retroceso, que ha exportado buena parte de su capacidad industrial, se ha sumido en el parasitismo financiero, se ha acomodado en el consumismo de lo producido por otros y ha perdido la cultura productiva que alguna vez fue relevante. Algunos señalan que siguiendo esas tendencias, el país que al terminar la Segunda Guerra Mundial dominaba la economía mundial con su capacidad productiva, se encamina a consumir los productos del exterior y a exportar solamente películas, espectáculos musicales, imágenes glamorosas de un consumismo insostenible y armas.
Crisis económica global, guerra económica y gasto militar
 
 


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Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 20/11/2010 14:48
  José Bustos
 
 
 El arduo y largo camino al socialismo .-
 

Las manifestaciones de la crisis del capitalismo se multiplican y agravan cada día. Por ahora, el impacto de los disfuncionamientos -particularmente de los mercados financieros- se centran en los países desarrollados que se descubren, súbitamente, al borde la quiebra. Sin embargo, no cabe la menor duda que, si la cosa sigue así, más tarde o más temprano, la crisis va a afectar al resto de los países, incluidos los llamados “emergentes”, que hoy parecen estar al abrigo de esas poderosas convulsiones económicas y sociales.

Para algunos, el diagnostico es inapelable: la enfermedad del capitalismo, generada por su propia irracionalidad, ha entrado en la fase terminal. La hora del Socialismo se acerca. Incluso, el libreto de esta transición esta escrito de antemano: la crisis va a provocar, como ya esta ocurriendo en Europa, gigantescas revueltas populares que echaran por tierra las instituciones burguesas. Los nuevos gobiernos, que emerjan de esas grandes conmociones socio-económicas, necesariamente revolucionarios, tomaran las medidas radicales que se imponen y comenzaremos así la marcha triunfal hacia la nueva sociedad.

No se trata de ser pesimista sobre la evolución de la humanidad. No se trata de negar la necesidad de un régimen socialista, despojado de todo lastre burocrático, como ideal revolucionario. No se trata de resignarse a sufrir sin reaccionar la explotación a ultranza que nos imponen las clases dominantes. Se trata, simplemente, de no perder la noción de la realidad, y de encontrar, en estos tiempos de crisis, la mejor manera de actuar sobre ella, para orientarla hacia fines superiores. Porque, en mi modesta opinión, el capitalismo no esta en la víspera de su deceso, ni el Socialismo a la vuelta de la esquina.

– La movilización y la espontaneidad

Para mi, la revolución no es un acto que se reduce a la toma del poder, ni a la declaración constitucional de que el país es socialista. La revolución es un proceso, necesariamente largo, condicionado no sólo por la evolución de la subjetividad interna, y por los progresos socio-económicos que realicen, sino también de la coyuntura internacional.

Para otros, en cambio, la profundidad de la crisis actual, con reacciones vigorosas de grandes capas de la población, puede provocar situaciones revolucionarias. Esta apreciación es profundamente errónea; la revolución no va a surgir nunca de la espontaneidad. ¿Qué hubiera podido ocurrir, en Francia, si las huelgas y manifestaciones recientes, hubieran logrado paralizar durablemente la vida del país? En el mejor de los casos, el abandono de la ley de pensiones cuestionada, la renuncia de Sarkozy, y su inmediato reemplazo constitucional por un Presidente interino, salido sin duda de las filas de su partido. Lo mismo hubiera ocurrido en cualquier otro país europeo, como ocurrió ya en otras latitudes, en condiciones similares, por ejemplo en Argentina, en 2001, con todo un pueblo gritando en las calles la consigna lapidaria “Que se vayan todos”!!!

La hipótesis radical, revolucionaria, de tomar el poder por alguna forma de violencia, incluida la huelga general, y comenzar inmediatamente la instauración del socialismo, aparece para algunos como una posibilidad cierta en la coyuntura actual. Sin embargo, están equivocados, pues en Europa, no existe hoy la menor posibilidad, no digamos de una revolución, sino incluso, de procesos de cambio menos radicales como los que se viven en América Latina. La izquierda que se ilusiona con esta hipótesis y la pregona a todos los vientos, lo hace sin duda para mostrarse más radical que las otras, y para evitar la reflexión necesaria y la elaboración razonada de lo que puede ser hoy una verdadera alternativa socialista. Un alternativa que no se limite a fijar los grandes objetivos, sino también la manera de alcanzarlos, en el ritmo impongan las particularidades del periodo histórico que vivimos.

– Las condiciones externas e internas del Socialismo

El Socialismo no fue, ni es posible hoy, por dos razones esenciales, una de carácter externo, la otra de carácter interno. La primera debido a la mundialización de la economía, lo que hace que la vida de cada país sea estrechamente dependiente del mercado internacional; la otra por la crisis de las ideas de izquierda, consecuencia inevitable del derrumbe los países del llamado “Socialismo real”.

En el primer aspecto, vale la pena preguntarse: ¿Qué cabria esperar si alguna vez, por algún inexplicable -e improbable- vaivén de la historia, una de las tendencias radicales de la izquierda se encontrara en el poder?. La respuesta creo que la sabemos todos. Esta tendencia procedería inmediatamente a la estatización de todos los medios de producción (grandes y pequeños), lo que provocaría a término una crisis aguda de la actividad productiva -debido a problemas de inserción en el mercado económico y financiero mundial-, y se repercutiría poderosamente los niveles de vida de la población. Impondría luego la dominación irrestricta del partido único, acompañada de una caricatura institucional de un “poder popular”, la prohibición de salir del territorio (para evitar una estampida migratoria), y la creación de cuerpos especializados de represión “contrarrevolucionaria”, para preservar el nuevo sistema. Todo, a inspiración (y beneficio) de una burocracia omnipresente y omnipotente, tanto o más dañina que las antiguas clases dominantes.

Esta perversión de las nobles ideas del Socialismo, en las condiciones actuales es, desgraciadamente, una casi fatalidad. Ocurre que, en efecto, el Socialismo en un solo país es un imposible histórico, hoy más que nunca. Ningún país puede llevar a cabo ese tipo de transformaciones, para socializar la producción y la riqueza, si no hay simultáneamente otros países que estén empeñados en el mismo propósito y que, juntos, puedan constituir una entidad económicamente autosustentable. Esto lo demuestra la experiencia cubana, dependiendo en el pasado de la ayuda de la Unión Soviética, en la actualidad de la ayuda Venezolana y que se apresta, en estos días precisamente, a terminar con los pocos y precarios elementos “socialistas” que contenía su estructura socio-económica y política..

– La crisis de las ideas de izquierda

Del lado de la crisis de las ideas socialistas, la importancia del problema se aprecia en el comportamiento de ciertos partidos políticos, que se reclaman de izquierda y que tratan de participar en las elecciones con la voluntad de aprovechar a fondo sus posibilidades. Algunos de ellos han decidido abandonar toda referencia al Socialismo y a sus fundadores, y han adoptado como signo distintivo el “anti-capitalismo”, para que no se los vaya a confundir con los que fueron entusiastas partidarios del Muro de Berlín y de los campos de exterminio del Goulag. Aún así, les resulta difícil crecer tanto como quisieran, y conservar una audiencia apreciable en el electorado.

Por lo tanto, todos sabemos, al menos los que nos inscribimos a la izquierda del tablero político, que el Socialismo es, más que una opción estratégica, el futuro de la humanidad. Futuro inevitable si se quiere instaurar en el mundo definitivamente la libertad, la democracia, la justicia social, y proteger al mismo tiempo la vida misma del planeta. De lo que se trata, entonces, es de hacer lo que no hemos hecho hasta ahora, demostrar no sólo en teoría, sino también en la practica -y en la medida de lo posible- la inmensa superioridad de Socialismo, con respecto a cualquier otro sistema.

– La participación en las elecciones

Si no estamos en la víspera de la defunción del capitalismo, y tampoco del advenimiento de la sociedad socialista, ¿qué hacer?. En las condiciones actuales, más precisamente en la coyuntura internacional actual, no queda otra posibilidad que de participar en elecciones, de tratar de ganar margenes de poder en la estructura representativa del país, de alentar y multiplicar toda actividad que represente una evolución de la consciencia social, y empujar todo proceso, donde quiera que se presente, si representa un avance en la lucha contra el capitalismo y por un mundo mejor.

Algunos dirán que eso de “participar en elecciones” ya ha sido intentado, con resultados catastróficos. Es cierto. Lo que ocurre es que hay diferentes maneras de participar. Hasta ahora, en la izquierda radical, la tendencia predominante ha sido la de considerar esta participación como una simple ocasión de popularizar un programa socialista creyendo que, de esta manera, se hace avanzar la conscientizacion de las masas. Lamentablemente, con una cruel terquedad, los resultados obtenidos, en el mejor de los casos del 2 o 3%, vienen a demostrar cada vez que no es eso lo que esperan de un partido que se dicen de izquierda, las masas populares.

Por el contrario, otros partidos o movimientos (particularmente en América Latina), aglutinados en torno a un líder carismático, han adquirido la capacidad de barrer literalmente a los partidos de derecha en cualquier elección y han llegado al gobierno. Partidos o movimientos -dígase de paso- que no se reclaman revolucionarios, y que postulan, en regla general, una refundación del país, la defensa de las riquezas naturales y la lucha contra la pobreza, como objetivos principales. La simplicidad de sus proposiciones, sin alardes ideológicos, parecen más eficaces que los sesudos discursos de los grandes teóricos del Socialismo libresco.

– El problema del partido

Por lo demás, la izquierda radical, y muy particularmente la que viene de los años 60/70 de América Latina -caracterizados por la lucha armada-, sigue siendo una organización con vocación conspirativa, sectaria, vertical y casi clandestina, creyendo que, en cualquier momento, un golpe de Estado, vuelva a convertirla en la victima propiciatoria de la lucha contra el terrorismo. Esta manera de existir le ha hecho perder su implantación en las clases mas desfavorecidas, en el movimiento sindical, en las organizaciones populares, en los medios intelectuales, y la ha privado de toda capacidad ofensiva. Así, sin una organización adaptada a la lucha electoral, sin un programa que recoja las aspiraciones inmediatas de la gente, y candidatos que inspiren confianza en su capacidad de llevar a cabo lo que proponen, el raquitismo de los resultados no es para sorprender a nadie.

Para salir de la crisis, hay que asociarse con los sectores mas modestos de la población, acompañar sus luchas polifacéticas, y recorrer con ellos, al ritmo de la evolución de su subjetividad, el arduo y largo camino al Socialismo. Recuérdese que la revolución la hacen los pueblos, no las élites, por muy ilustradas que sean.

Fuente: http://www.kaosenlared.net/noticia/arduo-largo-camino-socialismo

 
 
 
 



Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 07/12/2010 20:13
 
 
 
 
 

El debate sobre la crisis económica se ha centrado en los síntomas: rescates, la corrupción en Wall Street, el colapso de los precios de la vivienda, un nivel de paro intratable, la política monetaria de la Reserva Federal… Pero para mucha gente se ha silenciado socialmente la causa misma de la enfermedad: una perniciosa concentración de riqueza. Se oye muy poco el aplastante argumento de que es de hecho la concentración de riqueza la causa última de esta persistente crisis, porque a los pocos milisegundos de haberlo dicho en un foro público saltan ya por todos lados los gritos de "¡Socialista!, ¡Socialista!". Un ejército de idiotizados locutores de derecha llenan las ondas radiofónicas de funestas advertencias sobre el creciente peligro comunista que es la redistribución de riqueza; Rick Santelli se despacha en la CNBC; y los del Tea Party se dedican a pisotearnos (figuradamente… o a veces literalmente).

Pero la gente que más ruido hace no son los archirricos que controlan la riqueza; son en realidad miembros de una red laberíntica de mercenarios, que actúan como un cuerpo de elite de guardaespaldas mediáticos para quienes acaparan toda la riqueza. Los ultrarricos de verdad son los colegas que aparecen en la lista Forbes de los más ricos; gente como Charles y David Koch, cada uno de los cuales con más de 21.500 millones de dólares en su haber, quienes además crean múltiples estratos de respetables organizaciones, como el Americans for Prosperity, para así hacer no sólo socialmente aceptable su tremenda acumulación de riqueza, sino convertirla en el nirvana del debate político. Los Koch celebran una vez al año reuniones secretas con sus colegas ultrarricos, donde comparten el rosario de sus penas y confabulan para lograr que se mantengan los recortes de impuestos a los ricos de Bush, no vaya a ser que se conviertan en el número 6 de la lista Forbes en lugar del 5. Y ello mientras 43 millones de sus compatriotas estadounidenses viven por debajo del umbral de la pobreza, incluyendo a uno de cada cinco niños.

David Barber, profesor asociado de Historia Americana en la Universidad de Tennessee, no teme a la algarabía de esa conspiración de acaparadores de riqueza, y escribe sin tapujos sobre los peligros de la concentración de la misma. Respondiendo a una pregunta por email de la semana pasada, el Dr. Barber comentaba:

"La fantásticamente sesgada distribución de riqueza de la sociedad americana sigue siendo uno de los principales problemas estructurales que subyacen a esta crisis. El 1% más rico de los americanos ostenta alrededor del 40% de la riqueza del país (excluyendo la propiedad de viviendas), en esta que es la más opulenta sociedad que ha visto jamás la historia. Por otro lado, el 60% más pobre de los americanos tienen sólo un 1% de la riqueza total del país. Mantener los recortes de impuestos de Bush simplemente perpetúa parte de la contradicción que nos llevó a la presente situación de crisis económica mundial".

Las estadísticas que cita el Dr. Barber provienen de un estudio llevado a cabo por Edward N. Wolff para el Levy Economics Institute del Bard College en marzo de 2010. Otros hallazgos del mencionado estudio son los siguientes:

El 1% más rico se hizo con 1/3 del total de las ganancias generadas por la riqueza en forma de bienes comerciables durante el periodo 1983 – 2007. El siguiente 4% recibió alrededor de otro tercio del total de ganancias y el siguiente 15% aproximadamente un quinto de las mismas, de modo que el quintil más rico de la distribución se llevó un 89% de todo el aumento de riqueza producido, mientras que el restante 80% de gente se quedó con sólo el 11%.

En 2007, el 1% más rico de los hogares era propietario del 38% de todos los activos bursátiles; el 5% más rico, del 69%; y el 10% más rico, del 81%.

Las deudas fueron de hecho el componente más equitativamente distribuido en los balances de las familias, con el 90% más pobre de ellas soportando el 73% de todo el endeudamiento.

La concentración de riqueza en demasiadas pocas manos mientras el resto de la población carga con demasiadas deudas como para poder comprar los bienes y servicios que producen las empresas, de las que además los más ricos ostentan el 81% de las acciones y por lo tanto de su capital, es simplemente reproducir las condiciones que llevaron al Crack de 1929 y pusieron en marcha la Gran Depresión (el sistema de la Seguridad Social nació a raíz de esa debacle. Ahora los ultra ricos esperan poder poner las zarpas sobre los fondos que el resto del 90% más pobre de la población destina a la Seguridad Social, para así hacer subir el precio de las acciones y beneficiar a ese restante 10% más rico. Cualquier acción que posponga hoy el inevitable proceso de una mayor redistribución de la riqueza, como pueda ser privatizar la Seguridad Social o mantener los recortes impositivos de Bush, simplemente va a acelerar la producción de daños económicos hasta que sea la deflación la que devore la riqueza de los que están en los quintiles más altos).

En su libro "The Worldly Philosophers" (Filósofos Mundanos), Robert Heilbroner explica la situación que llevó a la Gran Depresión de los años treinta:

"El torrente de renta nacional era sin duda impresionante en cuanto a su volumen total, pero cuando uno rastreaba el camino de los millones de arroyos que lo componían se hacía evidente que la nación como un todo se beneficiaba de ello de forma muy desigual. Unas 24.000 familias en la cúspide de la pirámide social recibían un flujo de renta tres veces mayor que el de los 6 millones de familias aplastados debajo – el ingreso medio de las familias más afortunadas era de 630 veces el ingreso medio de las familias en la base de la pirámide… y luego estaba el hecho de que el americano medio había utilizado su prosperidad de una forma suicida; se había hipotecado hasta las cejas, había multiplicado peligrosamente sus recursos a través de las compras a plazos, y finalmente había sellado su destino comprando con avidez fantásticas cantidades de acciones – se estima que unos 300 millones de ellas – y no con sus fondos, sino en el margen, es decir con dinero prestado".

En ambas épocas, Wall Street dejó de ser un mecanismo para asignar capital a las buenas empresas y se convirtió en un sistema institucionalizado de transferencias de riqueza encubiertas. Los principales mecanismos esta vez han sido los falsos derivados emitidos a sabiendas; poner de acuerdo a grandes clientes institucionales para comprar a precios predeterminados el primer día de la emisión de un nuevo paquete de títulos (práctica conocida como laddering) – lo que hace que el precio parezca que se dispare y atrae así al pequeño inversor; amenazar con quitarle la comisión al corredor de bolsa (una penalización) si éste permitía que el pequeño inversor sacara beneficios de esa nueva emisión de títulos – la práctica era reconocida como irregular y se reservaba para los peces gordos. Cuando la euforia de las punto com se esfumó y quedó claro que se trataba de un timo, los pequeños inversores salieron en estampida. Wall Street, con la inestimable ayuda de la FED, se encargó de engrasar la que iba a ser la nueva burbuja – la vivienda – y diseñó derivados aún más complejos para transformar ese mercado en la gallina de los huevos de oro para Wall Street, y en un montón de ejecución de hipotecas para el resto de la gente.

El 21 de enero, el Tribunal Supremo decidió que las empresas pudiesen tener una asombrosa influencia financiera en nuestras elecciones (Citizens United contra la Comisión Electoral Federal), y los resultados de las elecciones intermedias del pasado 2 de noviembre deberían ser un claro mensaje de alerta. No hay ayuda en camino. La consecuencia última de esta concentración masiva de riqueza va a ser una deflación a largo plazo, miseria económica y varias futuras generaciones que nos van a ver como aquella desventurada sociedad que no pudo poner freno a la avariciosa maquinaria de Wall Street, por carecer de un plan para ello.

Los estadounidenses que se preocupan por ello no pueden seguir esperando a que nos rescaten los políticos. Cuando a un entregado servidor público como el senador Russ Feingold de Wisconsin se le ningunea sin paliativos, mientras que alguien ultra-financiado como el senador Rand Paul de Kentucky presta juramento para lo que ha dado en llamarse un mandato popular, el testigo para la salvación económica pasa a manos del individuo de a pie. Por ello a continuación ofrezco diez ideas para empezar con el primer paso destinado a privar de su sustento a la bestia de Wall Street. Y para ser clara con aquellos a punto de saltar sobre sus asientos al grito de "¡Socialista!", no estoy hablando de "redistribuir" la riqueza; estoy hablando de devolvérsela a quienes se les quitó de las manos mediante un mecanismo fraudulento de transferencia de riqueza.

(1) Acorte su hipoteca: el anterior juez del Tribunal Supremo Louis Brandeis lo resumió así: "Podemos tener democracia en este país, o podemos tener una gran concentración de riqueza en manos de unos pocos, pero no podemos tener ambas cosas". La bestia de Wall Street crece gracias a los intereses que pagamos por nuestras deudas, y los utiliza para contratar lobistas y financiar a políticos para que defiendan sus intereses, no los nuestros.

Según datos a 31 de marzo de 2009 de la Federal Deposit Insurance Corporation (FDIC, una agencia federal independiente creada por el Congreso de los EEUU para asegurar los depósitos bancarios – N. del T.), cuatro gigantes de Wall Street controlan el 35% de todos los depósitos bancarios asegurados y el 46% de los activos (aunque la calidad de dichos "activos" está sujeta a un importante debate). Esas empresas son: Bank of America Corporation, JPMorgan Chase & Co., Wells Fargo & Co. y Citigroup, Inc. Ello deja a las restantes 8.242 instituciones bancarias aseguradas por la FDIC repartiéndose lo que queda. Los depósitos nacionales totales fueron de 7,5 billones de dólares mientras que el total de activos era de 13,5 billones a marzo de 2009. Ello implica claramente una concentración de riqueza demasiado grande y en demasiadas pocas manos, como tristemente hemos comprobado al tener que acabar rescatando financieramente a esas cuatro entidades.

Así pues pida consejo a su contable o su asesor financiero para convertir su hipoteca a 30 años en una a 15 y así mover riqueza desde los bolsillos de los accionistas del banco a los suyos propios. Las tipos de interés no han estado nunca mejor para una jugada de este tipo. De media, durante la vida de su hipoteca se va a ahorrar decenas de miles de dólares en pago de intereses. Puede ver concretamente cuanto se va a ahorrar en su caso accediendo a la siguiente calculadora de hipotecas: www.bankrate.com (no estoy aconsejando ninguna de las hipotecas que se ofrecen en esa página web ya que no he podido investigar esa cuestión; solamente la menciono para usar su calculadora de hipotecas).

Y hable con sus hijos, antes de que se embarquen en una hipoteca, sobre la diferencia del interés a lo largo de la vida de la misma entre una a 30 años y una a 15. Enséñeles como usar esa calculadora de hipotecas.

(2) Piense localmente: plantéese mover su liquidez desde los grandes bancos de Wall Street que tienen puestos sus grilletes al Congreso, a su banco local cuando éste tenga asegurados sus depósitos en la FDIC (cuidando de no exceder el límite de la cuantía asegurable). Una buena aproximación es estructurar el vencimiento de sus inversiones para que coincida con los momentos en los que va a necesitar el dinero. De nuevo, consulte con su contable y/o su asesor financiero. Ello ayudará también a proveer de fondos para préstamos a los negocios de su municipio y al mercado de vivienda local.

(3) Empiece un negocio: no se preocupe por la posible llegada de una carta de despido; sea proactivo. Empiece un negocio por su cuenta. Hágalo bien haciendo lo correcto: ¿qué producto o servicio puede ofrecer que quiera y pueda permitirse un consumidor en dificultades? (Algunas ideas podrían ser: asesoría fiscal sobre deudas, cuidado infantil barato, asesoría sobre ejecución de hipotecas, si dispone de tierras agrícolas un negocio de fruta y vegetales recolectados por uno mismo, tiendas de segunda mano, arreglos domésticos en viviendas que se vendan, etc.).

(4) Invierta sabiamente: sea listo con el uso que le de a su plan 401(k) (uno de los sistemas de pensiones para asalariados más conocidos de EEUU – N. del T.). Invertirlo en el S&P 500 (el equivalente al IBEX 35 – N. del T.) es simplemente alimentar a la bestia; y la bestia va a usar su capital barato para contratar a lobistas, crear grupos de presión (llamados Political Action Committee) y alejarlo a usted de sus representantes políticos. Algunos planes 401(k) le permiten trasladar el 50% o más de los fondos a su propio fondo de pensiones una vez alcanzada cierta edad. Llame a su oficina de la Seguridad Social y averigüe qué opciones tiene. Hable con su contable y/o asesor financiero antes de tomar ninguna decisión. Puede incluso que le interese abrir su propia cuenta de ahorro en un banco local y comprar certificados de depósito asegurados como alternativa a poner más fondos en su plan 401(k).

(5) Acérquese a las cooperativas de crédito: ¿alguno de los miembros de su familia pertenece a una cooperativa de crédito? Es posible que le puedan abrir a usted también una cuenta. Si necesita utilizar una tarjeta de crédito, trate de conseguirla a través de la cooperativa de crédito a un precio razonable y luego deshágase de cualquier otra tarjeta que tenga que sea más cara. Es un escándalo que algunos de los bancos que necesitaron un rescate van a recibir el dinero de la Reserva Federal casi gratuitamente mientras están cobrando a los ciudadanos comisiones del 20% por sus tarjetas.

(6) No utilice tarjetas de crédito de compañías que abusen de usted: todas las siguientes tiene algo en común: Home Depot, Exxon Mobil, Shell, Macy's, Sears, Zales. Todas ellas dan crédito a sus clientes a través de una tarjeta de crédito de Citigroup. Con el uso de esas tarjetas 40 millones de clientes están ayudando a sostener a Citigroup y sus prácticas contrarias a los consumidores y la ciudadanía. Citigroup exige a sus trabajadores que renuncien por escrito a su derecho a acudir a los tribunales (ver el número 8 más abajo), y ha estafado seriamente a los inversores mediante prácticas fraudulentas.

(7) Ataques a las marcas: es bastante probable que los comerciantes de su localidad no tengan un grupo de presión y unos lobistas a las puertas del Congreso trabajando en contra de sus intereses, ¿no? Recompénseles con sus compras y castigue a las empresas del S&P 500 hasta que capten el mensaje: si quieres que respete tu marca, respeta tú mi derecho a la representación política.

(8) Devuelva los tribunales a los trabajadores: muchas de las grandes empresas obligan a sus trabajadores a renunciar por escrito a su derecho a acudir a los tribunales nacionales si quieren conseguir un empleo. Se llama arbitraje obligado y es un proceso terriblemente injusto que está además diseñado para favorecer a la empresa. Si acude a una entrevista de trabajo, pregunte si la empresa tiene ese tipo de política y en ese caso salga por donde ha entrado.

(9) Quéjese: no permitamos que prácticas encubiertas sigan sin conocerse. Escriba un informe detallado y diríjalo al organismo adecuado: el fiscal de distrito, la oficina del fiscal general, oficinas de protección al consumidor, etc. Y escriba una carta al editor del periódico local. Todo ello ayuda a prosperar a los buenos negocios y pone dificultades a los engañosos y fraudulentos.

(10) Sencillamente, diga no: a las fotografías desnudo, la radiación, la palpación genital… todo solamente para subir a un avión. No vuele. Estará luchando por los derechos civiles y dañando a Wall Street. Las empresas de bio-escáneres operan en Wall Street y sus banqueros ya esperan que la vigilancia policial en el interior del país va a ser su nueva gallina de los huevos de oro.

Pam Martens, veterana economista con larga experiencia en Wall Street,  es actualmente una analista económica independiente.

Fuente:
http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=3766

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