Día Internacional de los derechos humanos:Realidades, paradojas y desnudeces
por Roberto Pérez Betancourt
La conmemoración este 10 de diciembre del Día Internacional de los Derechos Humanos, sobre la base de la Declaración Universal aprobada por la Asamblea General de Naciones Unidas en 1948, muestra en la actualidad realidades, paradojas y desnudeces dignas de ser observadas para aprender y sacar conclusiones propias, sin que nadie se meta en su cabeza para persuadirlo de que Superratón es campeón universal de derechos ratoniles y la Caperucita roja es una feminista endemoniada porque se comió al lobo feroz inspirada en la rebelión de los Siete enanitos contra la revolución de Blanca Nieves.
Retornemos a la realidad: Son 30 artículos contentivos, en síntesis, de principios éticos y libertades individuales fundamentales de las personas y la vida en sociedad, que han de ser respetados por estados y gobiernos.
Los dos pilares básicos de esa Declaración universal de Derechos Humanos son libertad e igualdad sin exclusiones.
Pero desde su proclamación y aceptación vinculante, esos textos han sido objeto de manipulación por quienes ejercen el verdadero poder en naciones como la estadounidense, sin dudas la más poderosa, armada y conspiradora que ha conocido la humanidad, practicante contemporánea de doble moral antiterrorista por obra y gracia de sucesos muy conocidos por quienes los padecen, y ocultados por la gran prensa servil, pero de los que los gobernantes norteamericanos no pueden evadir responsabilidad, como la de amparar a vulgares criminales en el sur de la Florida, de nombres tan publicitados como Luis Posada Carriles y Orlando Bosh Ávila, y mantener encarcelados a cinco seres humanos, los cubanos Gerardo Hernández, René González, Ramón Labañino, Antonio Guerrero y Fernando González, por supuestos delitos de denunciar precisamente los planes terroristas de las organizaciones que en suelo norteamericano siguen disfrutando del beatífico privilegio de ejercer el mal autorizadas bajo amparo estatal, aberración que ha de pasar a la historia del siglo XXI como despreciable práctica de prevaricación y cohecho.
Sucede, además, en esta conmemoración de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que las instituciones estatales norteamericanas se siguen arrogando la facultad de pretender calificar, juzgar y sancionar a naciones que no se pliegan a sus intereses hegemónicos para falsamente tildarlas de violadoras de los derechos humanos, imponerles sanciones, y hasta invadirlas y masacrar a sus ciudadanos.
Ejemplo actual de ese genocidio son Iraq y Afganistán. Consecuencia de esas acciones son las ciudades arrasadas, el petróleo saqueado, los cientos de millares de hombres mujeres, niños y ancianos aplastados, quemados, destrozados, humillados, violados, escupidos, golpeados y reducidos a la condición de gusanos por parte de la potencia mundial que les niega el más mínimo de sus derechos humanos: existir.
Ejemplos actuales de variadas acciones agresivas son Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, entre otras naciones que luchan por la plena justicia social sin admitir ingerencias foráneas, a las que les niegan la potestad soberana de construir sus propias sociedades, deshacerse del hambre, el analfabetismo, la explotación, la humillación y la colonización y ejercer sus derechos originarios, primitivos, naturales, humanos en fin.
Ejemplo reciente de confabulación dictatorial fue Honduras, donde los militares, disfrazados de halcones negros y supermanes enviados en misiones ocultas a la luz pública, sacaron a un presidente constitucional de su casa, lo montaron en un avión y lo mandaron a volar, mientras por sus santos bemoles cumplían ocultas, disfrazadas y hasta risibles orientaciones de hegemónicos personeros vestidos con ropajes de goriletis, mientras en la Casa Blanca la dama ejecutiva se hacía de la vista gorda en tiempos de WikiLeaks. Pero hoy, en Internet globalizada, la información, por obra y gracias de artes y mañas aún sin descifrar del todo, afloran mentiras, enderezan dobleces y la gente asiste, admirada, al espectáculo en tiempo verídico de la ficción convertida en realidad.
No existe una sola nación en este Planeta sobre la cual EE.UU. no haya ejercido y siga ejerciendo su monitoreo injerencista como parte de la gran conspiración para seguir regenteando a su antojo, sin hablar de los dólares que navegan haciendo agua por los bolsillos del mundo.
La gran paradoja es que Estados Unidos se desnuda con sus propias mentiras como arquetipo de inmoralidad. Su sistema de gobierno ha sido incapaz de garantizar asistencia médica, educacional y sobrevivencia a decenas de millones de sus propios ciudadanos.
Frente a esa realidad, modestamente, Cuba se precia en este día de ser paradigma reconocido por las propias Naciones Unidades en la observancia de los derechos humanos, no como expresión retórica, sino a través de datos comprobados de instrucción escolar, atención medica, preservación de calidad de vida de niños y ancianos, acceso pleno de su población a la cultura, la educación y el deporte, sin exclusiones de género, etnias y regiones, realidades de las que está muy lejos Estados Unidos, cuya práctica innoble de bloquear a Cuba por más de 50 años lo descalifica absolutamente en términos de derechos humanos universales.
No importa que la prensa tarifada, la gran prensa, la de Internet y la de soporte de papel, la radial y televisada, toda esa prensa, siga magnificando ridiculeces como la de un señor a quien los médicos cubanos le han salvado la vida reiteradamente y se empeñan en ponerlo en primeras páginas con aureola de santo beatificado por la tontería y los billetes verdes, devaluados, pero canjeables por pesos convertibles que compran. Mientras, familiares de un difunto suicida se rompen las vestiduras para ganar protagonismo mediático porque no les conceden las prebendas a las que aspiran en nombre de su holocausto en el altar del Imperio. En la acera de enfrente un grupito ridículo de señoras batiblancas con acompañantes y gladiolos incluidos, recorren avenidas y aceras, loquitas porque alguien les tire una trompetilla (merecida), “haciendo la calle” para merecer la dádiva que paga la prostitución política. Y allá, desde su teclado mágico, incoador de noticias fabricadas con habilidad de artesana del disparate, una muchacha no muy agraciada físicamente, pero inteligente, eso sí, se indigesta de megabeates en Internet armando conspiracioncillas, tejiendo conciliábulos en los que ella aparece como protagonista indefensa de ofensas y pesadillas, autoerigiéndose altares egocéntricos armados con “premios” sacados del sombrero de magos foráneos, interpretadores de la libertad de prensa a la usanza del ratón Miguelito o del inefable Clark Kein.
Da asco toda esa bazofia.
Son realidades, paradojas y desnudeces que ocultan deliberadamente la gran prensa al servicio de la oligarquía imperial. Pero cada vez más se tornan visibles para las naciones empeñadas en avanzar por la senda de integración y pleno respeto a la vida del ser humano y a sus derechos todos.
Ahí están los enunciados de la Declaración de Derechos Humanos. Tan verídicos como ellos es que la mentira tiene piernas cortas y más pronto se alcanza a un mentiroso que a un cojo. Por sus obras los conoceréis, reza un añejo panfleto bíblico. La humanidad sigue adelante. Salvar a la especie es hoy reto para la propia existencia. Para lograrlo es menester atrapar a los mentirosos y pegarlos en una web.