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General: chicho grande
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Respuesta  Mensaje 1 de 6 en el tema 
De: albi  (Mensaje original) Enviado: 13/12/2010 00:14
PERSONAJES DEL CRIMEN: CHICHO GRANDE
El hombre que armó "la Chicago argentina"







Lo acusaron de ser "el Al Capone argentino". Fue el alma mater de la mafia de Rosario de los años 30. Dijeron que era estafador y asesino, que ordenaba secuestros, que manejaba las apuestas de carreras de caballos y que vendía protección. Jamás le probaron nada. Y él, don Juan Galiffi, siempre juró ser un santo.

Apodado "Chicho Grande", este siciliano llegó a la Argentina, con 18 años, en 1910. Y se radicó en Gálvez, Santa Fe. Allí tuvo un vertiginoso ascenso: de empleado fabril pasó a ser dueño de una peluquería, de una cantina y de una carpintería. Compró casas y viñedos en Mendoza y San Juan y caballos de carrera.

Pero dicen que su rol de empresario era una cortina. Galiffi transformó a Rosario en la Chicago argentina. Montó un imperio mafioso asociándose a delincuentes eficaces y desalmados —sus "ahijados"— a quienes delegaba el trabajo sucio.

Se le atribuyó el secuestro y muerte del estudiante Abel Ayerza y de Silvio Alzogaray, periodista del diario Crítica.

Pero la aparición del ingeniero argelino Alí Ben Amar el Sharpe marcó un quiebre en la "sociedad". Era, en realidad, un italiano llamado Francisco Morrone (luego apodado "Chicho Chico") que quiso disputarle a Galiffi su liderazgo.

Pero en Rosario sólo podía haber un "capo di tutti capi". En 1933 los ahijados de Galiffi lo ahorcaron. Galiffi se entregó a la Policía. Dijo que era víctima de calumnias.

Sin pruebas en su contra, fue deportado a Italia en 1933. Allí se ganó la amistad de Benito Mussolini. Murió en el 43, en plena guerra, durante un bombardeo en Milán. No por las bombas. Lo sorprendió un paro cardíaco en su cama.



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Respuesta  Mensaje 2 de 6 en el tema 
De: albi Enviado: 13/12/2010 00:16

EL "SUICIDIO" DE
"CHICHO CHICO"

Por Osvaldo Bayer

na36fo01.jpg (7282 bytes)

T.gif (67 bytes) Mi primera confrontación con la palabra suicidio fue aquella mañana de diciembre de 1939 cuando mi hermano Franz, que estaba escuchando Radio Prieto, nos dijo: "¡Oigan, oigan!". Daban la noticia que se acababa de suicidar en la Aduana de Buenos Aires el capitán Hans Langsdorff, comandante del acorazado de bolsillo "Graf von Spee", después de haber perdido la batalla del Río de la Plata. Se había asegurado que los sobrevivientes de su tripulación estaban a salvo en Buenos Aires, después había hecho volar su propio buque y por último cumpliendo el rito que un capitán muere con su buque se había pegado un tiro. Al poco rato ya correteaban los canillitas por las calles de Buenos Aires con la extra de Crítica al grito de "Se mató el alemán, se mató el alemán".

Curiosos, al día siguiente, fuimos de la mano de mi hermano mayor al cementerio alemán y, con la boca abierta, entre la multitud silenciosa, oímos los sobrios sones del "Yo tenía un camarada" cantado mientras el ataúd se deslizaba al fondo del pozo sepulcral. (Cincuenta años después, un mismo 19 de diciembre, conversé con el nieto del capitán Langsdorff, en el mismo cementerio, y él me expresó con tristeza: "Lástima por mi abuelo, con su acción heroica, haber luchado por un régimen de oprobio".

Apenas unos meses después, en agosto de 1940, los canillitas volvieron a trotar por las calles. Esta vez voceaban. "Se mató Guillot, se mató Guillot". Así culminaba el negociado de las tierras del Palomar, uno de los puntos finales de las postrimerías de la década infame. En ese negociado quedaron desprestigiadas primordialmente dos instituciones: el Ejército y el Parlamento nacional. La suspicacia popular pasó a llamar "Palomárquez" al ministro de Guerra general Márquez. Algunos de los implicados escaparon más allá de las fronteras, otros sufrieron cárcel, y uno solo se suicidó. Es que había participado en la coima para cubrir los gastos de su querida. A espaldas de su familia la mantenía pero deseaba darle un departamento y un pasar desahogado. Guillot tuvo dignidad en el extremo minuto y se descerrajó un balazo aunque su gesto, para sus desconsolados familiares, significó el "tras de mí el diluvio". En vida había sido uno de los más brillantes legisladores radicales.

Después, en la vida, los suicidios, como acontecimiento doloroso, se sucedieron de cuando en cuando, algún pariente lejano, algún amigo (uno de ellos, periodista, que vivía solo con su perro, mató primero a su fiel amigo para luego quitarse la vida). Pero, sin ninguna duda, el más doloroso de todos fue el suicidio del querido Paco Urondo. En lucha abierta contra la dictadura, decidió no vivir más antes de caer en manos de una patrulla militar. Sabía que el caer prisionero le significaba torturas crueles, la humillación total y su consiguiente "desaparición". El era demasiado sensible para eso: lo recuerdo, siempre bien vestido, con una eterna sonrisa, como si fuese el más feliz de los seres humanos. Cuando en el exilio, en Berlín, le di la triste noticia a Manolo Puig --ese genio increíble de la novelística--, éste me abrazó y lloró, sin reparos, con ese modo tan directo, tan delicado, tan pulcro, propio de su manera de ser.

Entonces tenía en vida estos dispares ejemplos de suicidas: Langsdorff, un muerto por un código de honor (gesto que no tuvo ninguno de nuestros generales al perder las Malvinas dejando a centenares de cadáveres de jóvenes apenas despertados a la vida); al diputado Guillot, un hombre que trató de limpiarse las manos sucias con un balazo; a Paco Urondo, fiel a sus principios del todo o nada en busca de una sociedad mejor, y ahora, hoy, el suicidio mafioso, que pasará a la historia de la delincuencia de guante blanco como un escalón más de la violencia de arriba, y que llevará un nombre de seis letras: Yabrán.

En los primeros años de la década del treinta hubo una mafia en la Argentina cuyo descubrimiento llevó por meses a ocupar el titular de los diarios de la época. "Chicho grande" (Juan Galiffi) era el capo maffia y "Chicho chico" (Alí Ben Amar de Sharpe) era quien más o menos representaba los intereses del Chicho grande y quien daba la cara. Hasta que un buen día se conocieron los resultados de la política mafiosa: Chicho chico apareció tirado en un basural autosuicidado o ayudado a suicidar, o simplemente baleado sin eufemismos. Todo se descubrió por el secuestro del joven Abel Ayerza, que terminó en su asesinato. El caso Cabezas de los años treinta. Chicho grande, finalmente, fue expulsado a la Italia de Mussolini. Este fue su protector y se dijo que murió en uno de los bombardeos aéreos a Milán, en la Segunda Guerra Mundial. Una buena oportunidad para desaparecer mafiosamente.

Pero aquella mafia, comparada con la que hoy confronta nuestra sociedad, era apenas una mafia de verduleros. La nueva mafia que supimos conseguir mueve millones y domina resortes que van del gobierno a la oposición. Es una sola mafia en su conjunto pero, como en toda organización delictiva, hay rompimientos y no hay peor astilla que la del mismo palo. Dos mafias en una: Yabrán y la maldita policía bonaerense, que finalmente se dividen y enfrentan. Si no ¿por qué Duhalde tardó seis años en darse cuenta de la inmoralidad de los uniformados de Klodczyk? Entre los dos grupos hubo mutuas advertencias letales hasta llegarse a la guerra abierta, con la muerte de hasta familiares de sus integrantes. Ahora ha muerto o se mató el "Chicho chico", pero "Chicho grande" todavía está vivo y en el poder. Podríamos decir "un ambiente amenazante inunda la república", como se murmuraba en los fines de la década infame, después de la serie de grandes negociados como el de la Chade, de los "niños cantores" y de las tierras del Palomar. Todo ese ambiente iba a llevar al fin del gobierno del fraude patriótico. En otra época, la corrupción actual y el descreimiento del pueblo para con sus gobernantes y su justicia hubiera llevado al colapso de la llamada democracia representativa. Los poderes económicos estables colaboran siempre en este estado de cosas, abandonan la nave cuando el buque amenaza hundirse y pasan a otros navíos cercanos. Los intereses en juego, en cambio, del tronco mafioso saben que su única posibilidad es seguir re-reeligiendo a "Chicho grande".

Pero hay más: preguntémonos por qué en 1983 Alfonsín no investigó a fondo el origen de las fortunas que se amasaron durante la dictadura militar, una de ellas la de Yabrán. Al contrario, durante el alfonsinismo la fortuna de Chicho chico se triplicó. ¿Por qué Yabrán se rodeó de los más caracterizados represores de la dictadura? ¿Lo hizo para estar bien custodiado o para pagar favores o porque esos represores eran los representantes de los verdaderos dueños de la fortuna de Yabrán? ¿Y por qué Jaroslavsky llora a moco tendido por radio la muerte de "su gran amigo Yabrán"? ¿Por qué Jaroslavsky fue uno de los más decididos postuladores de obediencia debida y punto final que iba a dejar impune al entorno uniformado que rodeaba a Yabrán?

La República avergonzada. Este estado de cosas no se sana sólo con el "suicidio" de unos de los tantos Chichos que nos rodean.


Respuesta  Mensaje 3 de 6 en el tema 
De: albi Enviado: 13/12/2010 00:18

A comienzos de la década del 30 del siglo pasado se produjo en la Argentina uno de los secuestros que más conmocionaron al país, no solo por sus inusuales características, sino también por el dramático final que tuvo el mismo. En esa época adquirieron fama algunas bandas de pistoleros y secuestradores, por la inteligencia e intrepidez con que realizaban sus procedimientos delictivos.

Las dos bandas más conocidas operaban en Rosario y sus alrededores al extremo que al hablarse de ellas, se decía La mafia rosarina. Una era capitaneada por un personaje de averías conocido como Chicho Grande, la otra, con un poco menor jerarquía delictiva, era la del Chicho Chico.

En ese tiempo, los pistoleros usaban procedimientos muy diferentes a los actuales. Sobre todo, en materia de secuestros cumplían rigurosamente con la palabra empeñada, de manera que obtenido el rescate que pedían, liberaban de inmediato sana y salva a la víctima, dando seguridad a familiares y amigos del secuestrado que pagada la suma solicitada como rescate, recuperarían al ser querido secuestrado. Ese método servía a la vez como una manera de «prestigiar» a la banda.

Estas bandas, no cabía duda alguna, estaban combinadas con ciertos sectores de la policía santafesina, que recibía parte del dinero cobrado por rescate. A partir de allí, protegía de alguna manera a los delincuentes y sobre todo lograba que nunca se descubriera nada de lo sucedido.

De esa manera, en 1932, secuestraron a un joven llamado Abel Ayerza, hijo de un poderoso industrial, propietario de varias grandes empresas en Buenos Aires.

Ayerza fue secuestrado en las inmediaciones de una estancia que sus padres tenían en la provincia de Santa Fe, junto con otro joven, íntimo amigo suyo, que estaba con él.

Y en el secuestro de este amigo, se produjo el error de los delincuentes, que a la vez iba a ser el motivo desencadenante del trágico saldo final de la historia. Dicho amigo, era nada menos que Ricardo Hueyo, hijo del poderosísimo Ministro de Hacienda de la Nación del presidente Agustín P. Justo.

Y el ministro, de un gobierno que era tan progresista como corrupto, conocía mejor que nadie el entendimiento entre los secuestradores y la policía de Santa Fe, por lo que para rescatar a su hijo, pidió al Presidente de la Nación que para esclarecer el caso, mandara a esa provincia a la Policía Federal.

Chicho Grande, que era el secuestrador, comprendió que con la Federal no iba a jugar y para aliviar la tensión, libertó a Hueyo, manteniendo cautivo a Ayerza.

Liberado Hueyo, aportó datos que ayudaron a la investigación, pese a que esta no resultó fácil, porque los secuestrados poseían mucho apoyo en la provincia con mapa en forma de bota.

No voy a entrar a considerar si hubo pago de rescate o no. No conozco, no había nacido aún y por lo que he leído, hay versiones muy contradictorias en ese sentido, pero lo cierto es que la policía federal orientó su pesquisa en la zona este de la provincia de Córdoba, donde los delincuentes tenían también fuertes puntos de apoyo.

Cercaron el departamento Marcos Juarez, de manera que pueblos como la propia ciudad de Marcos Juarez, Isla Verde, General Baldisera, Camilo Aldo, Los Surgentes y otras, fueron testigos de los procedimientos de la Federal, que actuaba a sangre y fuego.

Por fin se llegó a la conclusión que Ayerza estaría en las cercanías de Corral de Bustos, importante ciudad de la zona, donde efectivamente estaba secuestrado.

Tampoco quiero aportar datos precisos sobre lo que pasó a partir de allí, porque también en ese sentido, las versiones difieren totalmente.

Se decía que Chicho Grande habría dado la orden de liberarlo, pero que sus guardianes la entendieron al revés, esa era la versión más corriente.

Lo cierto es que al verse rodeados por la policía, los malhechores lo llevaron al medio de un alto maizal que había en el campo donde lo tenían escondido y allí lo asesinaron salvajemente, enterrando cuidadosamente su cuerpo, todo tal vez tratando de sacárselo de encima y poder despistar a los federales.

Finalmente todo se descubrió y Chicho Grande y algunos de los miembros de su banda fueron condenados a prisión perpetua. Se dice que desde la cárcel, el pistolero seguía manejando su banda que no fue desmantelada del todo.

Los diez millones de argentinos de entonces siguieron expectantes el desarrollo de esta triste historia que terminó de manera tan trágica.

Muchos pueblos de Córdoba tienen un nombre simbólico, relacionado con sus características. Así tenemos el pueblo de Los Molinos, el de Los Temblores, el de Los Médanos, el de Las Sierras, el de Los Diques, el de la Lepra, el del Folklore, el de Los Locos, etc. A partir de entonces se dio a Corral de Bustos, donde culminó la historia, el injusto nombre de El pueblo de la mafia, denominación que aún existe, por lo menos en el recuerdo de los viejos.

En Oberá vive Mónica, joven, bonita y agraciada Corralbustense. Perdoname por haber publicado este recuerdo triste para tu pueblo, pero yo no puedo asegurar a todos los lectores, que ningún poblador de Corral de Bustos, simpática y progresista ciudad cordobesa, tuvo nada que ver con este horrendo crimen provocado por la bestialidad de hombres a los que ni siquiera podemos llamar seres humanos...


Respuesta  Mensaje 4 de 6 en el tema 
De: albi Enviado: 13/12/2010 00:21

Respuesta  Mensaje 5 de 6 en el tema 
De: albi Enviado: 13/12/2010 00:24

Muchos íconos inmortalizaron las calles de Pichincha. Desde la inolvidable vedette conocida como Rita la salvaje, que cautivó durante más de tres décadas al público local con sus legendarios números de streaptease, hasta los mafiosos apodados Chicho Grande y Chicho Chico, que, balacera tras balacera, se disputaban el liderazgo de “la Chicago argentina”.

Don Juan Galiffi, alias Chicho Grande, fue el alma mater de la mafia rosarina durante la década del treinta, título ganado con justicia si se tiene en cuenta que era acusado nada menos que de asesinato, estafa, de manejar las apuestas en las carreras de caballos y de vender protección. Por supuesto, y como no podía ser de otra manera, la policía no pudo probar ninguno de los cargos en su contra. No en vano lo apodaban el “Al Capone argentino”.

La aparición en escena de Francisco Morrone, italiano, también conocido como Chicho Chico, hizo tambalear el imperio mafioso de Galiffi. Y como en Rosario no había lugar para dos capo di cappi, en 1933 los “chicos” de Chicho Grande lo ahorcaron. Así de simple.


Respuesta  Mensaje 6 de 6 en el tema 
De: albi Enviado: 13/12/2010 00:26

Hoy Pichincha dejó de ser la zona roja que otrora fue para convertirse en un epicentro cultural de ebulliciente actividad. Cual San Telmo rosarino, cuenta con ferias de ropa y artesanías, negocios de antigüedades y restaurants que en viejas casonas abren sus puertas a locales y turistas. Lugar de culto para muchos, no cabe duda de que fue y sigue siendo uno de los barrios más emblemáticos de la ciudad.



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