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General: El arduo y largo camino al socialismo .-
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Respuesta  Mensaje 1 de 5 en el tema 
De: Ruben1919  (Mensaje original) Enviado: 20/11/2010 14:41
  José Bustos
 
 El arduo y largo camino al socialismo .-
 

Las manifestaciones de la crisis del capitalismo se multiplican y agravan cada día. Por ahora, el impacto de los disfuncionamientos -particularmente de los mercados financieros- se centran en los países desarrollados que se descubren, súbitamente, al borde la quiebra. Sin embargo, no cabe la menor duda que, si la cosa sigue así, más tarde o más temprano, la crisis va a afectar al resto de los países, incluidos los llamados “emergentes”, que hoy parecen estar al abrigo de esas poderosas convulsiones económicas y sociales.

Para algunos, el diagnostico es inapelable: la enfermedad del capitalismo, generada por su propia irracionalidad, ha entrado en la fase terminal. La hora del Socialismo se acerca. Incluso, el libreto de esta transición esta escrito de antemano: la crisis va a provocar, como ya esta ocurriendo en Europa, gigantescas revueltas populares que echaran por tierra las instituciones burguesas. Los nuevos gobiernos, que emerjan de esas grandes conmociones socio-económicas, necesariamente revolucionarios, tomaran las medidas radicales que se imponen y comenzaremos así la marcha triunfal hacia la nueva sociedad.

No se trata de ser pesimista sobre la evolución de la humanidad. No se trata de negar la necesidad de un régimen socialista, despojado de todo lastre burocrático, como ideal revolucionario. No se trata de resignarse a sufrir sin reaccionar la explotación a ultranza que nos imponen las clases dominantes. Se trata, simplemente, de no perder la noción de la realidad, y de encontrar, en estos tiempos de crisis, la mejor manera de actuar sobre ella, para orientarla hacia fines superiores. Porque, en mi modesta opinión, el capitalismo no esta en la víspera de su deceso, ni el Socialismo a la vuelta de la esquina.

– La movilización y la espontaneidad

Para mi, la revolución no es un acto que se reduce a la toma del poder, ni a la declaración constitucional de que el país es socialista. La revolución es un proceso, necesariamente largo, condicionado no sólo por la evolución de la subjetividad interna, y por los progresos socio-económicos que realicen, sino también de la coyuntura internacional.

Para otros, en cambio, la profundidad de la crisis actual, con reacciones vigorosas de grandes capas de la población, puede provocar situaciones revolucionarias. Esta apreciación es profundamente errónea; la revolución no va a surgir nunca de la espontaneidad. ¿Qué hubiera podido ocurrir, en Francia, si las huelgas y manifestaciones recientes, hubieran logrado paralizar durablemente la vida del país? En el mejor de los casos, el abandono de la ley de pensiones cuestionada, la renuncia de Sarkozy, y su inmediato reemplazo constitucional por un Presidente interino, salido sin duda de las filas de su partido. Lo mismo hubiera ocurrido en cualquier otro país europeo, como ocurrió ya en otras latitudes, en condiciones similares, por ejemplo en Argentina, en 2001, con todo un pueblo gritando en las calles la consigna lapidaria “Que se vayan todos”!!!

La hipótesis radical, revolucionaria, de tomar el poder por alguna forma de violencia, incluida la huelga general, y comenzar inmediatamente la instauración del socialismo, aparece para algunos como una posibilidad cierta en la coyuntura actual. Sin embargo, están equivocados, pues en Europa, no existe hoy la menor posibilidad, no digamos de una revolución, sino incluso, de procesos de cambio menos radicales como los que se viven en América Latina. La izquierda que se ilusiona con esta hipótesis y la pregona a todos los vientos, lo hace sin duda para mostrarse más radical que las otras, y para evitar la reflexión necesaria y la elaboración razonada de lo que puede ser hoy una verdadera alternativa socialista. Un alternativa que no se limite a fijar los grandes objetivos, sino también la manera de alcanzarlos, en el ritmo impongan las particularidades del periodo histórico que vivimos.

– Las condiciones externas e internas del Socialismo

El Socialismo no fue, ni es posible hoy, por dos razones esenciales, una de carácter externo, la otra de carácter interno. La primera debido a la mundialización de la economía, lo que hace que la vida de cada país sea estrechamente dependiente del mercado internacional; la otra por la crisis de las ideas de izquierda, consecuencia inevitable del derrumbe los países del llamado “Socialismo real”.

En el primer aspecto, vale la pena preguntarse: ¿Qué cabria esperar si alguna vez, por algún inexplicable -e improbable- vaivén de la historia, una de las tendencias radicales de la izquierda se encontrara en el poder?. La respuesta creo que la sabemos todos. Esta tendencia procedería inmediatamente a la estatización de todos los medios de producción (grandes y pequeños), lo que provocaría a término una crisis aguda de la actividad productiva -debido a problemas de inserción en el mercado económico y financiero mundial-, y se repercutiría poderosamente los niveles de vida de la población. Impondría luego la dominación irrestricta del partido único, acompañada de una caricatura institucional de un “poder popular”, la prohibición de salir del territorio (para evitar una estampida migratoria), y la creación de cuerpos especializados de represión “contrarrevolucionaria”, para preservar el nuevo sistema. Todo, a inspiración (y beneficio) de una burocracia omnipresente y omnipotente, tanto o más dañina que las antiguas clases dominantes.

Esta perversión de las nobles ideas del Socialismo, en las condiciones actuales es, desgraciadamente, una casi fatalidad. Ocurre que, en efecto, el Socialismo en un solo país es un imposible histórico, hoy más que nunca. Ningún país puede llevar a cabo ese tipo de transformaciones, para socializar la producción y la riqueza, si no hay simultáneamente otros países que estén empeñados en el mismo propósito y que, juntos, puedan constituir una entidad económicamente autosustentable. Esto lo demuestra la experiencia cubana, dependiendo en el pasado de la ayuda de la Unión Soviética, en la actualidad de la ayuda Venezolana y que se apresta, en estos días precisamente, a terminar con los pocos y precarios elementos “socialistas” que contenía su estructura socio-económica y política..

– La crisis de las ideas de izquierda

Del lado de la crisis de las ideas socialistas, la importancia del problema se aprecia en el comportamiento de ciertos partidos políticos, que se reclaman de izquierda y que tratan de participar en las elecciones con la voluntad de aprovechar a fondo sus posibilidades. Algunos de ellos han decidido abandonar toda referencia al Socialismo y a sus fundadores, y han adoptado como signo distintivo el “anti-capitalismo”, para que no se los vaya a confundir con los que fueron entusiastas partidarios del Muro de Berlín y de los campos de exterminio del Goulag. Aún así, les resulta difícil crecer tanto como quisieran, y conservar una audiencia apreciable en el electorado.

Por lo tanto, todos sabemos, al menos los que nos inscribimos a la izquierda del tablero político, que el Socialismo es, más que una opción estratégica, el futuro de la humanidad. Futuro inevitable si se quiere instaurar en el mundo definitivamente la libertad, la democracia, la justicia social, y proteger al mismo tiempo la vida misma del planeta. De lo que se trata, entonces, es de hacer lo que no hemos hecho hasta ahora, demostrar no sólo en teoría, sino también en la practica -y en la medida de lo posible- la inmensa superioridad de Socialismo, con respecto a cualquier otro sistema.

– La participación en las elecciones

Si no estamos en la víspera de la defunción del capitalismo, y tampoco del advenimiento de la sociedad socialista, ¿qué hacer?. En las condiciones actuales, más precisamente en la coyuntura internacional actual, no queda otra posibilidad que de participar en elecciones, de tratar de ganar margenes de poder en la estructura representativa del país, de alentar y multiplicar toda actividad que represente una evolución de la consciencia social, y empujar todo proceso, donde quiera que se presente, si representa un avance en la lucha contra el capitalismo y por un mundo mejor.

Algunos dirán que eso de “participar en elecciones” ya ha sido intentado, con resultados catastróficos. Es cierto. Lo que ocurre es que hay diferentes maneras de participar. Hasta ahora, en la izquierda radical, la tendencia predominante ha sido la de considerar esta participación como una simple ocasión de popularizar un programa socialista creyendo que, de esta manera, se hace avanzar la conscientizacion de las masas. Lamentablemente, con una cruel terquedad, los resultados obtenidos, en el mejor de los casos del 2 o 3%, vienen a demostrar cada vez que no es eso lo que esperan de un partido que se dicen de izquierda, las masas populares.

Por el contrario, otros partidos o movimientos (particularmente en América Latina), aglutinados en torno a un líder carismático, han adquirido la capacidad de barrer literalmente a los partidos de derecha en cualquier elección y han llegado al gobierno. Partidos o movimientos -dígase de paso- que no se reclaman revolucionarios, y que postulan, en regla general, una refundación del país, la defensa de las riquezas naturales y la lucha contra la pobreza, como objetivos principales. La simplicidad de sus proposiciones, sin alardes ideológicos, parecen más eficaces que los sesudos discursos de los grandes teóricos del Socialismo libresco.

– El problema del partido

Por lo demás, la izquierda radical, y muy particularmente la que viene de los años 60/70 de América Latina -caracterizados por la lucha armada-, sigue siendo una organización con vocación conspirativa, sectaria, vertical y casi clandestina, creyendo que, en cualquier momento, un golpe de Estado, vuelva a convertirla en la victima propiciatoria de la lucha contra el terrorismo. Esta manera de existir le ha hecho perder su implantación en las clases mas desfavorecidas, en el movimiento sindical, en las organizaciones populares, en los medios intelectuales, y la ha privado de toda capacidad ofensiva. Así, sin una organización adaptada a la lucha electoral, sin un programa que recoja las aspiraciones inmediatas de la gente, y candidatos que inspiren confianza en su capacidad de llevar a cabo lo que proponen, el raquitismo de los resultados no es para sorprender a nadie.

Para salir de la crisis, hay que asociarse con los sectores mas modestos de la población, acompañar sus luchas polifacéticas, y recorrer con ellos, al ritmo de la evolución de su subjetividad, el arduo y largo camino al Socialismo. Recuérdese que la revolución la hacen los pueblos, no las élites, por muy ilustradas que sean.

Fuente: http://www.kaosenlared.net/noticia/arduo-largo-camino-socialismo

El arduo y largo camino al Socialismo
 
 


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Respuesta  Mensaje 2 de 5 en el tema 
De: residente Enviado: 20/11/2010 20:41

Respuesta  Mensaje 3 de 5 en el tema 
De: ELSANTANECO Enviado: 20/11/2010 20:56

Sobre el socialismo, y el artículo que vos has puesto acá Rubén, igual que Mati, no creo en “el socialismo del siglo 21”, sino que simplemente creo que el socialismo científico es uno por el cual debemos de luchar. Sin olvidar que el socialismo no es una cuestión mecánico, como se formula en los manuales soviéticos, sino es una química profundamente humanistas y solidaria. El Socialismo es humanismo, solidaridad equidad y amor al prójimo.


Respuesta  Mensaje 4 de 5 en el tema 
De: residente Enviado: 20/11/2010 21:08
General: Debemos de aprender de Cuba
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: residente  (Mensaje original) Enviado: 20/11/2010 13:05
 
De CUBA, Amigo Resi, debemos de aprender todos(Santa) claro que hay mucho que aprender, que Cuba es una cueva de ladrones
ja ja ja ja(Resi)


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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: residente Enviado: 20/11/2010 13:07
Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: residente  (Mensaje original) Enviado: 20/11/2010 12:53
 
CUBA, como dijo un Italiano es como Italia(Santa) Ja ja ja ja ja
                      

Como Italia, ja ja ja ja


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Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: residente Enviado: 20/11/2010 13:00
Ese italiano vió un charco y le recordó a Venecia, ja ja ja



Respuesta  Mensaje 5 de 5 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 19/12/2010 16:11
  Josué Arévalo Villalobos
 

Los economistas y los ideólogos del sistema defienden el capitalismo, aún en tiempos que ellos mismos denominan de crisis, en base a un mito utópico (Hinkelammert, 2003). Los apologistas del capital nos repitan día y noche, que el mercado es una gran síntesis humana entre el interés propio y el interés público, y que es a través del interés individual que se concreta el interés colectivo. Esta visión reduccionista de las relaciones económicas y sociales, se plantea como una suerte de pospolítica en la que la ética social pretende ser sustituida por una ética técnica en la imposición del mercado como ente regulador de la actividad humana. Dentro de esta visión, que es la imperante, a través de la propiedad privada se genera una estructura que parece mágica, porque por sí misma cumpliría con el bien colectivo: “El mercado parece ser un simple ámbito de servicios, donde el interés propio impulsa a cada uno a servir al otro lo más y mejor posible. El mercado es societas perfecta...” (Hinkelammert, 2003, p. 237).

Los ideólogos del capital y sus apologistas, hacen una inversión descarada de lo que realmente ocurre, y la lógica destructiva del capitalismo, se enuncia como una lógica del bien colectivo, para los defensores del capitalismo el interés individual es generador de bienestar colectivo. Pero al partir de la perspectiva meramente individual se oculta que se socavan mediante esta lógicas, las bases (humanas y naturales) del “desarrollo” que se pretende alcanzar, y no sólo se socavan estas bases sino que además el mismo sistema requiere (e impone) que la pregunta por las consecuencias de esta forma egoísta de producir si siquiera sea considerada, y si se hace, se hace para ser respondida bajo la misma lógica, sin alternativa.

Esta lógica destructiva es una especie de darwinismo social, en donde impera la ley del más fuerte, en cuyo sistema de competencia se decide la vida de las personas y los productos, y no sólo de los más aptos para producir. Se trata del mito de la la oferta y la demanda que traerán la “armonía” del mercado, y también las condiciones para que esta suerte de darwinismo social y económico, funcione.

Pero no se trata más que de un mito. Ya que esta supuesta armonía, en realidad es una armonía clasista, que trae consigo un silencioso y cotidiano genocidio, porque funciona solamente para una clase social, es una lucha de clases desde arriba, de la burguesía contra el resto de la sociedad – y la naturaleza –. Bajo esta lógica, del interés individual para lograr el interés colectivo, se justifica el desecho de millones de vidas en nombre del progreso colectivo, cuando en realidad se trata del enriquecimiento de unos pocos, en palabras de Hinkelammert “El individualismo desemboca en un colectivismo cínico sin límites”. (2003, p. 238).

Los defensores del capitalismo recitan día tras día que el mercado es un sistema autorregulado (y cuando falla, se trata de la mala praxis o falta de moral de unos cuantos ejecutivos ambiciosos), pero para Marx este supuesto equilibrio presupone la existencia de desequilibrios que el mismo sistema no puede eliminar, porque el desequilibrio le es inherente y necesario al modo de producción capitalista. Se trata de una lucha de clases hacia abajo, un automatismo mortal para la clase trabajadora y la naturaleza. El capitalismo necesita producir proletariado (base fundamental para poder producir mercancías) y para que la acumulación de capital (base de la riqueza capitalista) sea posible. Esta lógica de producir mucho y cada vez más, entraña la propia destrucción del capitalismo socavando las propias bases de su productividad: la naturaleza y el ser humano: “Marx descubre detrás de la producción de bienes en el mercado con su alta eficacia un proceso destructivo, que lo acompaña, si ser un producto de la intención de los actores del mercado. Éstos al pretender una productividad siempre mayor, logran su alta eficacia a costo de una destrucción, que socava el mismo proceso productivo. Al producir una riqueza siempre mayor, las fuentes de la producción de la riqueza son destruidas.” (op. Cit. p. 241-242).

Lo que los economistas y publicistas ideológicos llaman globalización es sencillamente la expansión a escala planetaria de esta lógica destructiva: producir más con menos costos, aunque las bases mismas del sistema se destruyan. Esta lógica lleva inherente la posibilidad del colapso mismo del sistema, que no será a través de la crisis de sobreproducción de objetos que no se pueden consumir, sino que el límite lo pondrá la misma naturaleza, pero con un atenuante, que se tratará de la supervivencia de una gran parte de la humanidad. Cada vez hay más evidencias de que estamos al límite del colapso ambiental, y que ésta es la verdadera crisis que se nos plantea, y que, si queremos sobrevivir, hay que tomar medidas serias.

Es necesario invertir esta lógica del “colectivismo cínico”, y se trata de una tarea de emprendimiento colectivo, la amenaza en que, como especie, nos hemos constituido para el planeta es real, como también lo es la posibilidad real de una catástrofe. Los apologistas del sistema, aunque entienden la inminencia del colapso de la naturaleza actúan como si fuera una cuestión de moral, o como si el capitalismo mismo fuera capaz de ser sostenible ambientalmente.

Toda la evidencia científica indica que estamos llegando a un punto de no retorno (si no es que ya lo pasamos). De acuerdo a Žižek (2005), el tipo de medidas que debemos tomar implican decisiones de todo orden. Si las decisiones que tomamos son correctas o no, sólo lo sabremos de forma retrospectiva , lo cierto es que es necesario tomar decisiones y medidas, porque un cambio es urgente, la debacle ambiental es inminente, y aunque este no ocurra: “... si esperamos que X (una catástrofe) ocurra y obramos contra ella, para impedirla, el resultado será el mismo, tanto si la catástrofe efectivamente ocurre, como si no ocurre” (Žižek, p. 221). Lo que expresa Žižek tiene mucho sentido, y colectivamente habríamos de modificar nuestros hábitos de consumo y subvertir el (des)orden capitalista: “Uno imagina la perspectiva de una catástrofe y luego actúa para impedirla, abrigando la esperanza de que el éxito de nuestros actos preventivos haga que la perspectiva que nos impulsó a actuar se vuelva ridícula e irrelevante: uno debería asumir heroicamente el papel del excesivo traficante de pánico para poder salvar a la humanidad...” (Ibídem), luego agrega: “... si no hacemos nada, ocurrirá, y si hacemos todo lo que está a nuestro alcance por evitarla, no ocurrirá salvo que se dé por accidente imprevisible.”(op. Cit. p. 223).

Desde esta perspectiva catastrófica – pero real –, es necesario plantearse el actuar éticamente con la especie humana y con el planeta (que por cierto, es el único que tenemos), y si no hacemos algo radicalmente diferente a lo que hemos venido haciendo posiblemente seamos borrados de la faz del planeta, que sí tiende al equilibrio, no así el mercado.

 

Bibliografía

Hinkelammert, Franz J.; El sujeto y la ley. El retorno del sujeto reprimido. Editorial UNA, Heredia, Costa Rica, 2003.

 

Žižek, Slavoj; El Títere y el enano. El núcleo perverso del cristianismo. Editorial Paidós, Buenos Aires, Argentina, 2005.

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.



 
Lógica autodestructiva del capitalismo y crisis

 


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