[REPOSICIÓN]
Esta propuesta de un analista político ruso Igor Panarin (foto) fue una especulación delirante cuando se hizo hace diez años, en 1998, allá en la cúspide del poder político, ideológico y militar de Washington. Con el país atravesando una crisis económica sin precedentes -y sobre todo una crisis moral profundísima, como el resto de Occidente- todo es posible.
Creo que estamos presenciado el fin del mundo tal como lo hemos conocido. Tengo que deciros que yo no le tengo miedo a ningún cataclismo político ni a ninguna crisis económica. Tengo la ventaja de estar una situación que cabe calificar de “privilegiada”, especialmente en estos tiempos.
Estos son los puntos que más me han llamado la atención:
La deuda externa de EEUU ha crecido y crece con la dinámica de un alud, desde una deuda casi cero a comienzos de 1980, hasta 2 billones de dólares en 1998 cuando expuse mi informe. Ahora esa deuda supera los 11 billones de dólares, y esta situación no es otra cosa que una típica pirámide financiera que irremediablemente se derrumbará.
A consecuencia de la crisis financiera de los cinco bancos más antiguos e importantes de Wall Street han dejado de existir tres, y los dos restantes, a duras penas sobreviven porque han tenido que soportar las pérdidas más grandes de la historia. Ahora, se habla de cambiar el sistema de regulación de las finanzas a dimensiones globales y EEUU ya no puede desempeñar la función de regulador mundial.
Primero que todo, a medida que avanza el tiempo, los problemas financieros y económicos de EEUU se agudizarán. Millones de estadounidenses perderán sus ahorros y a lo largo y ancho del país aumentarán los precios y el desempleo.
Gigantes industriales como General Motors y Ford están al borde de la quiebra y esto quiere decir que ciudades enteras quedarán sin fuentes de empleo, los gobernadores de los estados federados en términos cada vez más perentorios exigirán ayuda de la Reserva Federal, que no podrá atender todos los frentes, y aumentará peligrosamente el descontento nacional.
Otro segundo factor importante es la vulnerabilidad legal de EEUU. En EEUU no existe un marco jurídico único que impere en todo el territorio del país, incluso en asuntos relativamente triviales como las normas de tránsito son diferentes en cada estado.
El armazón legal que sostiene a EEUU es muy frágil, incluso en el ejército norteamericano en Irak prestan servicio extranjeros que aceptaron combatir a cambio de la ciudadanía estadounidense. De esta manera, las Fuerzas Armadas no pueden ser garante de las instituciones públicas y finalmente, la división entre las élites políticas que de forma palpable se manifiesta en condiciones de crisis.
EEUU se dividirá en al menos seis pedazos. El primero abarcará la costa del Pacífico y al respecto, se puede citar que, por ejemplo, en San Francisco, el 53% de la población son de origen chino, que un descendiente chino ya fue gobernador del estado de Washington, y que la ciudad de Seatlle es considerada la puerta de la emigración china a EEUU. Es evidente que el litoral pacífico tras el desmoronamiento de EEUU quedará bajo la influencia de China.
Un segundo pedazo en sur, será una formación muy afín a México, sobre todo porque en muchos estados sureños de EEUU el idioma español ya es lengua oficial. Una tercera zona corresponderá a Texas donde siempre han existido fuertes tendencias independentistas.
A pesar de que la costa Atlántica de EEUU supone un conglomerado étnico y de mentalidad muy heterogénea se podrá fraccionar en dos partes y el centro del país donde se encuentran los estados menos prósperos habitan las minorías indígenas que ya declararon su independencia del gobierno federal. Aunque esas declaraciones independentistas fueron interpretadas como simples gestos políticos, no obstante, ese precedente tiene su importancia.
En la zona norte de EEUU siempre ha sido muy fuerte la influencia de Canadá y en lo que respecta a Alaska, incluso Rusia puede albergar ciertos planes pues, si se recuerda la historia, la Rusia zarista cedió ese territorio en arriendo…