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General: BREVE HISTORIA DE UN CHINO EN CUBA .-
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De: Ruben1919 (Mensaje original) |
Enviado: 13/02/2011 16:48 |
Holguín, Domingo, 13 de Febrero de 2011 / ISSN 1607-6389
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Por María J. Guerra / mjguerra@enet.cu / Martes, 28 de Septiembre de 2010 07:41
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Benito Li Pin se fue, ahora es una estrella en el firmamento, que brilla como brilló en la ciudad del oriente cubano, Holguín, que lo acogió como hijo; nada le quedó por hacer en sus 100 años vividos, pues hasta su sueño de volver a su natal Cantón lo pudo hacer realidad después del triunfo de la Revolución Cubana, y se establecieron las relaciones entre Cuba y China. Fue a Cantón, vio a su familia y regresó, porque como él diría, ya tenía dos patrias, China y Cuba; dos familias, una en China y otra en Cuba, pero sus hijos chinos cubanos le ataban ya mucho a este otro terruño.
Era como un patriarca sabio y sereno que gustaba de conversar, recibir amigos y escribirle a su familia de Cantón. Poco antes de dejarnos nos contó:
“Siempre soñaba con reunir dinero y regresar a Cantón; volver para donde estaba mi familia, a quien ayudaba desde aquí, pero, encima de que no lograba reunir mucho vino la Segunda Guerra Mundial y se nos tronchó todo.
“Los chinos que estábamos afuera quedamos incomunicados. No se sabía nada de la familia porque ella huía de la guerra civil, después de los japoneses... Mataron gente que no tiene nombre. Todo se complicó. Entonces dijimos: ya no nos vamos para China, nos quedamos.
“Yo mismo me tuve que casar; unos cuantos chinos decidieron casarse. Me casé con una mujer cubana, muy buena compañera y de trabajo; si tenía que lavar ropa para la calle, la lavaba; si tenía que hacer una cosa para vender, la hacía... refrescos de frutas...
“Compré una casita de guano aquí mismo (Cable esquina a José A. Cardet) y vendía aquí y en la Plaza. Crié cinco muchachos. Todos mis hijos, los cinco, están bien (luego falleció uno que era músico de la Banda Municipal ). Los crié para que sean personas de bien, pobres pero honrados; la honradez es lo que vale.
“Después del 49 es que volvemos a tener contacto con la familia. Desde allá, de China, me escriben, empiezan a reunirse, pero hay muchos desaparecidos...
“En el año 1966 en que fui a China aún estaba la Revolución Cultural ; nadie se podía mover. Los ultraizquierdistas no creían en nadie. Fui en una delegación de amistad, sin embargo llegué hasta donde está mi familia en Cantón y pude visitar la tumba de mi padre.
“Ahora todo es completamente distinto, se reinvindicó a la gente, si es veterano cobra como veterano. Toda mi familia luchó. Tengo comunicación con ella, me escriben y me dicen fulano está bien, fulano hace esto, y todo así. Y yo les escribo”.
Benito Li Pin era un anciano de una vitalidad y mente prodigiosas. Le gustaba hablar de política internacional y estaba al tanto de todo el acontecer mundial y agasajar a familiares y amigos cocinando platos de su natal China.
´Él no solamente fue uno de los fundadores, en 1933, de la Colonia China en Holguín, sino que se mantuvo en ella todo el tiempo y tras el triunfo de la Revolución , como él diría, la intervino y luego la mantuvo viva hasta que pudo, pues por los pocos recursos y el deterioro del inmueble hubo que cerrarla un tiempo. Su casa sí estaba abierta siempre para los paisanos y sus hijos, así como para los amigos
DE SUS RECUERDOS
“En chino me llamo Li Pin. Li es el apellido y Pin el nombre. Cuando llegué a Cuba tuve primero una maestra de Español y ella me puso Benito Li Pin. Nací en Cantón en 1907.
“Salí de Cantón por la pobreza que había allí, había mucha hambre, y yo quería otra vida mejor. También fue por el embullo que tenía, como muchos cantoneses. Uno pensaba que en otra parte del mundo podía hacer un dinerito y regresar a Cantón, a lo suyo.
“Cuando eso yo tenía un primo en La Habana. Él estaba bastante bien y me trajo. Llegué a La Habana el primero de enero de 1924. La gente estaba celebrado la fiesta de Ano Nuevo. Comí mucha comida china y chucherías allí en el Barrio Chino. La gente se felicitaba, los chinos, los cubanos. Me felicitaban a mí también aunque no sabía nada de español, en cantones sí”.
Conversar con Li Pin era como leer un buen libro de historia. Su memoria, puede decirse, era prodigiosa. Fechas, nombres, situaciones, cuestiones de política de su país natal... nada se le escapaba.
“A Holguín llegué en el mismo año 24. Pero eso te lo cuento luego. Ahora te digo lo de La Habana. En cuanto llegué mi primo me puso a trabajar en un almacén de importación de China. Me puso de cocinero, pero, suponte, ahí nada más estaba entre chinos y mi primo me dijo que tenía que coger pa’l monte para conocer un poquito de español, la comida, conocer los nombres, asuntos de víveres y las costumbres del país.
“Primero fui a Cárdenas. Allí estuve seis meses. Pues, como era un muchacho ganaba muy poco. No tenía conocimientos ni desarrollo.
“En eso, mi primo, desde La Habana , me mandó a buscar y me dijo que me tenía un trabajo en Holguín, en una bodega. Así vine para Holguín. El dueño de la bodega era un chino viejo que necesitaba una gente que le ayudara, porque su hijo había ido a China.
“Ese viejo se llamaba Antonio Achón, y su hijo Marcelino Achón. Era muy afamado aquí. Tenía una bodega aquí y una sucursal en Cacocum. La de aquí estaba en Mártires esquina Aricochea. Suponte el esfuerzo que tuve que realizar para aprender lo que tenía que hacer: marca aquí, mide allá... Ese viejo tenía muchos marchantes guajiros. Los guajiros venían con una carreta y se llevaban la mercancía. Ahí estuve como cinco años. El viejo se murió y el hijo no me necesitaba tanto.
“Un día fui a visitar a un amigo, chino también, y me dijo: ‘Mira, me voy pa’l monte a poner una bodega, vamos de socio tú y yo’. Le respondo: tengo muy poca plata, pues de lo que gano aquí tengo que mandar algo para la casa en China. Me vuelve a decir: ‘Tú pones tanto y yo tanto, y el resto lo pongo y después se bonifica poco a poco’. Lo acepté y me fui para allá, pero caigo pesa’o.
“El lugar se llamaba Tres Cañadas; la bodega tenía techo de zing. Me puse pesa’o, pues me enfermé y el médico me dijo que tenía que salir de allí, de lo contrario me moría de pulmonía. El negocio era bueno, pero tuve que dejarlo. En Holguín no tenía trabajo, pero los chinos son muy unidos y paraba con ellos en una fonda.
“Tiempo después otro chino se va para China y me dice: ‘Busca un socio y quédate en mi bodega, sigue girando como si fuera mía...’ Le dije que estaba bien, pero también caí pesa’o. Era un negocio chiquito. Estaba frente al parque San José, en la esquina donde está la Farmacia. Vino la guerrita de Gibara y un sargento me recogió toda la mercancía. Yo que lo que tenía era un capital de 400 ó 500 pesos, me hizo quebrar. Tengo que cerrar la tienda e irme a la Plaza , ya no hay otra cosa. Compro y vendo pesca’o, pero aquí a la gente no le gusta el pesca’o; además, viene un mal tiempo y tuve que suspender el negocio, ya no había ni pesca’o.
“Me meto en una bodega de un amigo y le ayudo, le cocino, comemos y luego me quedo a dormir allí. Ya no tengo ni donde vivir.
“Bueno, me fui a vivir a una fondita que estaba en la Plaza , ahí frente a Ceñal, donde hay un hotel. Era una casa vieja y me puse a ayudar allí, porque si no había huéspedes me metía en una cama. Era un negocio pobre.
“Pero, en eso, como yo sé cocinar, se presenta un trabajo en Lengua de Pájaro. Allí habían abierto una fondita de chinos y buscaban un cocinero; voy para allá. Trabajé sólo un año. Aquello no era vida; ganaba 50 pesos, había que levantarse a las cuatro de la madrugada, los cambios de temperaturas eran muy malos; todos los cocineros se enfermaban. Entonces renuncio y vengo de nuevo para la Plaza y pongo otra vez el negocio con el pesca’o, con esto, con lo otro.
“Mi situación cambió desde 1959 para acá. Un chino tenía una fonda en lo de Sintes, ahí en la calle Martí, donde estaba el garaje grande; yo le pagué todo lo que debía al Gobierno y limpié y abrí aquello, pero usted sabe lo que vino después, pero me quedé allí como cocinero. Luego me tuve que operar de una pierna y cuando estaba de certificado un amigo me vino a buscar para que trabajara como cocinero en un albergue. Era para cocinarles a treinta y pico de mujeres, y cuando venían de los municipios, a 8 ó 10 dirigentes. Se acabó la escuela; hubo cambios de administración, pero allí me quedé hasta que me jubilé en el 76” .
BENITO Y LA COLONIA CHINA
“Ayudé a organizar la Colonia China. En ese tiempo había aquí unos 400 chinos, aparte de los que estaban en Cacocum, San Germán y todos los alrededores de Holguín. En los primeros años todo permanecía muy bien, pero según sube la sociedad comienza la división. Estaban los de Chang Kai Chek, otra gente de Chi Kon Do y siempre estaban fajados. Yo no me metía en nada, me mantenía independiente.
“Yo inicié la Colonia y luego solo la intervine. Entonces me apoyaron para organizarla de nuevo. Ya no estoy para trabajos fuertes, pero puedo ayudar, orientar, me lo conozco todo, desde que se hizo”.
Benito Li Pin falleció a los cien años y pudo ver realizado completamente su otro sueño: la restauración de la Colonia China en la que ayudó con sus sabios consejos y orientaciones hasta el último día de su vida.
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