Israel dispone del único sistema parlamentario más o menos funcional de Oriente Próximo. Cuenta con una prensa libre y con un sistema judicial tan bueno o tan malo como el de cualquier país europeo mediterráneo. Los israelíes, ciertamente, no viven bajo un tirano como los sirios, o bajo un faraón como los egipcios, o bajo un déspota ilustrado como los jordanos, o entre la nada y Hizbolá como los libaneses.
Pero una democracia no requiere solamente un determinado régimen político o una cierta independencia de los mecanismos de control. Una democracia se mide por su capacidad para integrar o al menos soportar la disidencia.
Israel tiene también sus disidentes. Cuando la prensa local informa sobre una manifestación de “izquierdistas y extranjeros”, se refiere a los disidentes. No es infrecuente que se les llame “traidores”, porque las sociedades en guerra toleran mal a quien comprende o respalda los intereses del “enemigo”. En Israel, los disidentes se oponen a la ocupación de los territorios palestinos, o a la política militar agresiva, o al racismo; de forma inevitable, sufren el rechazo de la mayoría “patriótica”.
Cada uno tiene su punto de vista. En mi opinión, Israel podrá seguir considerándose mejor que Siria mientras quede un disidente en la calle manifestándose contra la ocupación o contra lo que le apetezca.
Jonatan Polak es un disidente. Con pedigrí, porque varios de sus antepasados jugaron un papel relevante en la fundación de Israel. Tiene 28 años, pasó una temporada como “okupa” en Holanda (de donde fue expulsado), pertenece a la organización Anarquistas contra el Muro y durante la Segunda Intifada, cuando arreciaba el terrorismo suicida, se manifestó junto a los palestinos. En 2005, mientras participaba en una protesta contra el muro de separación en el pueblo palestino de Bi´lin, recibió en la frente el impacto de una lata de gas lacrimógeno disparada desde sólo 30 metros: dos hemorragias cerebrales y 23 puntos de sutura. La policía le conoce.
Yo también le conozco. Es un tipo correctísimo, modesto, afable, vegetariano, abstemio. Muy de izquierdas y muy convencido de sus ideas.
Ayer fue condenado a tres meses de cárcel por ir en bicicleta.
El 31 de enero de 2008, Polak participó, junto a una treintena de personas, en una manifestación contra el bloqueo de Gaza. La manifestación consistió en circular lentamente en bicicleta por el centro de Tel Aviv. Un policía reconoció a Polak como uno de los habituales en las protestas contra el muro en los territorios ocupados y le detuvo. Fue el único detenido. Aquella “manifestación ilegal” (sin ningún tipo de violencia contra personas o cosas) le ha costado el encarcelamiento: tenía otra sentencia de tres meses en suspenso, también por una manifestación pacífica, y ese arresto arbitrario podía implicar su ejecución. Como, en efecto, ha ocurrido.
Tras leerse la sentencia, Polak hizo una declaración ante el tribunal en la que se declaró culpable de ir en bicicleta por Tel Aviv y expresó su completa ausencia de arrepentimiento.
Concluyó con esta frase: “Debo añadir que si Su Señoría decide ejecutar mi condena de prisión en suspenso, iré a prisión sin reservas y con la cabeza bien alta. Debería ser el propio sistema judicial, creo yo, quien bajara la vista ante el rostro del sufrimiento que se inflige a los habitantes de Gaza, igual que baja los ojos y evita mirar cuando se enfrenta cotidianamente a las realidades de la ocupación”.
Jonatan Polak ingresará en prisión el próximo 11 de enero.