¿Por qué poner la otra mejilla, aunque fuesen muy poderosos algunos intereses económicos de ciertas empresas de espectáculos estadounidenses, si este fuera el caso?
Por Félix Luis Viera, México DF
En este mismo diario se publican notas laudatorias sobre el quehacer de artistas del espectáculo cubanos, residentes en Cuba y castristas. Reconocer los valores artísticos de alguien, aparte de su ideario político, ¿está bien? Sí. Pero no. No cuando no hay correspondencia. En Cuba no se publica ni una línea de los artistas cubanos exilados en Estados Unidos, ni siquiera cuando han sido glorias de la cultura cubana y fallecen. Son enemigos, son pro imperialistas, son vendepatrias. Ni siquiera son cubanos, según lo establecido por el régimen. ¿Es algo sano la intolerancia? No. Pero no solo toda regla, sino asimismo todo principio, tiene su excepción. ¿Por qué se habrá de ser tolerante con quien practica la más ominosa de las intolerancias?
Intérpretes cubanos de variadas disciplinas, identificados con la tiranía, viajan a Estados Unidos a llevar su arte. Algunos de ellos, comunistas de barricada, dejan caer tanto a los medios como al público que los disfruta —la sientan o no— su propaganda castrista. Aun allí mismo, en Estados Unidos, defienden a los cinco espías cubanos encarcelados en aquel país. Si van a cantar o bailar o tocar trompeta, ¿debe permitírseles que hagan propaganda política? No. Porque estamos de acuerdo con que los valores artísticos y el ideario político no deben mezclarse. No, porque sabemos que los “luchadores comunistas” —me refiero a los líderes, no a estos artistas cómplices— son especialistas en la marrulería, carecen de escrúpulos, se caracterizan por el ventajismo y saben explotar la más mínima brecha para inocular el virus de su nauseabunda doctrina.
Pero aunque ninguno de los artistas cubanos residentes en la Isla aprovechara estos viajes para hacerle propaganda al régimen que sirven, no deberían ser aceptados en Estados Unidos. Quizás ciertos lectores podrían rebatirme: aplicar lo antes dicho sería actuar con el mismo sentido discriminatorio y de censura con que actúa la dictadura comunista de la Isla. Pues sí, ¿por qué no? ¿Por qué poner la otra mejilla, aunque fuesen muy poderosos algunos intereses económicos de ciertas empresas de espectáculos estadounidenses, si este fuera el caso?
Bien, ya sabemos que el régimen totalitario de Cuba no tiene un céntimo, al grado de que se mantiene con limosnas de algunos países aliados. De acuerdo. Entonces vamos a proponerle a los Castro la visita a Cuba de un grupo de artistas isleños exilados en Estados Unidos, sin cobro de por medio. ¿Aceptaría aquel par de hermanos la actuación en tierra cubana de un grupo conformado, digamos, por Paquito D'Rivera, Gloria Estefan, Arturo Sandoval, Amaury Gutiérrez, Willy Chirino, Mirta Medina, Carlos Otero y Alexis Valdés? No. Estos son enemigos, se han pasado al imperialismo, y, en el caso de los cantantes, aun interpretan letras que cuestionan a la “Cuba revolucionaria” (de la misma manera que los cantantes oficialistas de la dictadura que visitan el país del Norte, tienen letras que atacan el régimen existente en éste).
Pero no aceptaría el castrismo la presencia de un grupo como el antes citado, solo por las razones dichas. Sino por otra aún más poderosa: se cae, se cae la dictadura. Se cae si el grupo mencionado —u otro semejante de la extensa y valiosa nómina de artistas cubanos exilados en Estados Unidos— actuara solo una semana en Cuba, a televisión abierta y con entrada accesible al bolsillo del cubano. Cuando hablamos de embargos y bloqueos, no debemos olvidar que el primero es responsabilidad de la Casa Blanca; el segundo, establecido por Fidel Castro, es el que mantiene al pueblo cubano aislado de toda posible contaminación del “capitalismo maldito”. Es decir, el bloqueo castrista hacia su propio pueblo es el que deja bien claro las piernas de melaza de la dictadura.
En conclusión, al menos en el caso que nos ocupa, la tiranía castrista debe ser medida con la misma vara con que ella mide.
LA LUPE
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