Dios no quiere el sufrimiento
José María Castillo, teólogo
En estos días de la Semana Santa, se suele decir (entre personas creyentes) que Cristo sufrió y murió por nuestros pecados. O también, que Cristo nos salvó mediante su pasión y su muerte. Quienes utilizan este tipo de expresiones, en el fondo, lo que realmente afirman es que Dios exigió y necesitó sufrimiento y muerte. Con lo cual, lo que en definitiva estamos diciendo es que los cristianos creemos en un Dios que, para aceptarnos y querernos, tuvo que clavar a su Hijo en la cruz. Y con su Hijo, clavar allí nuestras maldades, para “perdonar nuestros delitos” (Col 2, 13 b).
El Dios del que habla san Pablo, cuando se refiere a la “salvación-redención”, resulta sobrecogedor. Porque es el Dios que “no perdonó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros” (Rom 8, 32).
Los cristianos estamos acostumbrados a escuchar este lenguaje. Y mucha gente lo ve como la cosa más natural del mundo. Sin embargo, y como es lógico, si la cosa se piensa despacio, en seguida uno cae en la cuenta de que un padre, que necesita la muerte de su hijo para perdonar a quien sea o lo que sea, por mucho misterio con que queramos recubrir o maquillar semejante enseñanza, teoría o doctrina, eso es una barbaridad de tal calibre, para quien no haya perdido del todo el sentido común, que la consecuencia que se sigue de tal enseñanza es que quien lo escucha dice: o eso no es verdad; o quizá sea mejor no pensar en tan brutal disparate. Por no hablar de los que, al oír una teología tan peregrina, terminan diciendo: “Mire Usted, yo prefiero no creer en ese disparate, ni en ese dios tan disparatado”.
¿Quiso Dios el sufrimiento de su Hijo? ¿Quiere Dios el sufrimiento humano?
Si Dios es Padre, un padre no quiere que sus hijos sufran. Y si lo quiere, es que ese padre es un sádico, un tirano, un vampiro, que necesita sangre para sentirse satisfecho. En definitiva, Dios no puede ser así. Nos lo han explicado mal. ¿También San Pablo? Quizás lo que suele ocurrir es que nos explican mal lo que San Pablo quiso decir.
A ver si nos aclaramos. En la vida hay sufrimientos porque la vida es como es: nos ponemos enfermos, ocurren desgracias, nos hacemos viejos, al final todos morimos. La vida es así. ¿Dios la pudo hacer de otra manera? No lo sabemos. Ni lo podremos saber nunca. Porque no sabemos cómo es Dios en sí mismo. Ni por tanto sabemos hasta dónde llega o en qué consiste eso que llamamos la “omnipotencia” de Dios. Lo único que sabemos es que Dios es Padre. Y si los padres de la tierra no quieren que sus hijos sufran, ¿cómo lo va a querer el Padre del Cielo? Además - y esto es importante - en los evangelios, cuando se habla del Padre, siempre es para referirse a su “bondad”, nunca a su “poder”. Por eso la única definición de Dios, que hay en todo el N. T., es que “Dios es amor” (1 Jn 4, 8. 16).
Pero, hablando del sufrimiento, hay que decir algo que es lo más decisivo. Se trata de esto: la inmensa mayoría de los sufrimientos, que tenemos que soportar en la vida, son sufrimientos que nos causamos unos a otros, es decir, sufrimientos de los que los causantes y los responsables somos los propios seres humanos. Esto supuesto, el criterio determinante y decisivo, que hemos de tener claro siempre en la vida es que el único sufrimiento que Dios quiere es el que brota de la lucha contra el sufrimiento. Esto quiere decir que la tarea central, que Dios nos impone en la vida, es vivir para ser nosotros felices y para hacer felices a los demás.
Esto es lo que explica por qué sufrió y murió Jesús. Sufrió y murió porque tomó en serio la tarea de luchar contra el sufrimiento: por eso curó a los enfermos, dio de comer a los pobres, se hizo amigo de los pecadores, acogió a los extranjeros, se enfrentó a los poderosos de la política, el capital y la religión. Jesús antepuso la felicidad de todos a las observancias de la religión. Y eso, ni más ni menos, fue lo que le costó la vida. Además - y esto es capital - eso es lo que quiso el Padre. Dios nos enseñó en Jesús que en esta vida se pueden aliviar muchas penas y que la existencia de los más desgraciados puede mejorarse de muchas maneras. Por eso Jesús denunció los abusos de la religión y de los ricos. Y por eso la religión y sus aliados vieron claro que tenían que quitar de en medio a Jesús.
Para terminar, dos indicaciones: 1) Tomar en serio la lucha contra el sufrimiento es, sin duda alguna, lo que más nos puede complicar la vida y lo que más privaciones y sufrimientos nos puede acarrear. Y eso es lo que nos da miedo. Es mucho más cómoda una religión de misas y procesiones, de rezos y sermones… Todo eso puede ser bueno, si nos ayuda a ser más fuertes en nuestro empeño por hacer felices a quienes conviven con nosotros.
2) Los textos de San Pablo, que hablan del “sacrificio de la cruz”, se explican porque Pablo era un judío que no conoció a Jesús en su vida, su pasión y su muerte. Por otra parte, en aquel tiempo, decir que se creía en un “Dios crucificado”, era una contradicción tal, que Pablo vio que tenía que buscar una explicación “razonable” (entonces) para semejante Dios y semejante muerte. Por eso, Pablo echó mano de la teología del Antiguo Testamento sobre el “sacrificio” del cordero o el cabrito que se sacrificaba en el día del perdón de los pecados.
Pero, cuando se explica así la muerte de Cristo, se olvida que el N. T. cambia radicalmente el concepto de “sacrificio”. En la carta a los hebreos, se dice: “No os olvidéis de la solidaridad y de hacer el bien, que tales sacrificios son los que agradan a Dios” (Heb 13, 16). Este es el criterio determinante de la vida cristiana.
Cele -Celestino- |