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General: Girón : el desastre imperialista
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De: Gran Papiyo  (Mensaje original) Enviado: 23/04/2011 16:29

La invasión de Bahía de Cochinos, un fracaso que cambió al mundo

 

A 50 años del ataque a Cuba organizado por la CIA. La operación militar modificó para siempre la relación entre Estados Unidos y el resto de América.

 

Por Alberto Amato

Fue un fracaso que cambió al mundo. Una operación militar que modificó para siempre las relaciones entre EE.UU. y el resto de América; incubó en parte y sin proponérselo, la violencia guerrillera que sacudió al continente en los años 70; metió de lleno a la entonces URSS en el escenario político al sur del Río Grande; puso al mundo al borde de una guerra nuclear e inspiró, sin que fuera su propósito, la doctrina de la seguridad nacional que provocó en cinco décadas decenas de miles de muertes y que arrasó en ese lapso con buena parte de las democracias continentales.

Y todo lo logró sin haber alcanzado ni uno solo de los objetivos militares y políticos que la vieron nacer. El 16 de abril de 1961, hace 50 años, un pequeño ejército de exiliados cubanos, mercenarios para todo servicio, entusiastas centroamericanos, agentes de la CIA y asesores norteamericanos invadieron Cuba con la intención de derrocar a Fidel Castro, asesinarlo junto a todos los jefes militares que dos años antes habían derrocado al dictador Fulgencio Batista, e instaurar en la isla un gobierno afín a los intereses económicos y políticos de Estados Unidos.

La operación, conocida como Invasión a Bahía de Cochinos o a Playa Girón o a Bay of Pigs, según quién la nombre, fue un estruendoso fracaso , una gigantesca chapucería que terminó con parte de los invasores muertos y el resto en manos de Castro, con la revolución cubana más afianzada y con el prestigio del entonces flamante presidente estadounidense John Kennedy, que había asumido apenas tres meses antes de la invasión y compró el paquete de la invasión a Cuba que le vendieron la agencia de inteligencia y el poder militar heredados de la anterior administración de Dwight Eisenhower.

Cuba fue una obsesión para los americanos desde el triunfo de la Revolución, en enero de 1959 y luego, cuando en agosto de 1960, Castro nacionalizó las empresas norteamericanas de la isla, entre ellas refinerías de petróleo, centros azucareros y las compañías de teléfonos y de electricidad. Estados Unidos, que tenía la certeza de que Castro era comunista y que contaba con la simpatía y protección de la Unión Soviética y de su líder, Nikita Khruschev, empezó a implementar diversos planes para deshacerse del molesto vecino: sabotajes, golpe interno, sublevación popular, asesinato o invasión.

Triunfó el más drástico : invadir cuba y asesinar a la plana mayor del gobierno cubano para instaurar un nuevo régimen con las figuras desencantadas de Castro.

La invasión estuvo en manos de la CIA, que entrenó a los miembros de la “Brigada 2506”, unos mil doscientos hombres identificados con el número de un joven miembro muerto en un entrenamiento. La Casa Blanca de Eisenhower dispuso de un “Grupo Especial” de seguimiento formado por funcionarios del gobierno y militares, según consta en un libro imprescindible, “Bay of Pigs Declassified – The Secret CIA Report on the Invasión of Cuba”, editado hace una década por New York Press.

Hoy sabemos, gracias a los biógrafos de Kennedy que fue informado del plan el 29 de noviembre de 1960, 25 días después de su elección. Kennedy puso en duda la aventura, pero no la suspendió. No le alcanzó para arrepentirse el resto de su corta vida: fue asesinado el 22 de noviembre de 1963 en Dallas. Pero sí impuso dos condiciones: no participarían en la operación las fuerzas armadas y se reservaba el derecho de cancelar la invasión. Kennedy no ignoraba que Castro estaba al tanto (Ver “Fulbright….”).

La primera gran torpeza de la CIA ocurrió el 15 de abril, cuando ocho aviones B-26, con la bandera cubana en el fuselaje, bombardearon los aeropuertos militares de la isla para destruir la aviación de Castro. No lo lograron, perdieron tres bombarderos y uno de ellos aterrizó en Miami, con el fuselaje agujerado a balazos. Su piloto se presentó como auténtico rebelde cubano y pidió asilo político. Pero los periodistas descubrieron que el avión era, en realidad, uno norteamericano al que le habían pintado los colores cubanos; que los agujeros de bala no eran de armas antiaéreas sino de pistola calibre 9 milímetros, que todo era una estafa y que el piloto era un impostor.

Al día siguiente, en La Habana en el entierro de los muertos por el bombardeo, Fidel Castro ratificó el rumbo socialista y marxista de la Revolución Cubana . La invasión siguió adelante. Con más y más graves desaciertos.

El 17 de abril la Brigada 2506, transportada por un falso carguero de la CIA, desembarca en Playa Girón y en Playa Larga. Los primeros combates los favorecen, hasta que veinte mil soldados, voluntarios y milicianos reunidos por Castro los rodean. Poco a poco los invasores se quedan sin municiones y sin poder recibirlas de los buques de la CIA porque dos de ellos habían sido hundidos por los T-34 cubanos, indemnes del ataque del 15.

La Brigada pide apoyo a las fuerzas armadas de Estados Unidos, Kennedy cancela una segunda oleada de bombarderos que podría haber emparejado la lucha: tiene la certeza de haber sido engañado por su servicio de inteligencia que había asegurado que una insurrección popular derrocaría a Castro ante la noticia de la invasión.

Después de dos días de combate, la Casa Blanca acepta enviar seis cazas del portaaviones Essex para apoyar a los B-26 de la CIA piloteados por cubanos, que intentarán torcer el destino. Pero otro gran error lo desbarata todo. Los aviones del Essex llegan a cielo abierto a las cuatro de la mañana, hora de Miami. No encuentran a nadie. Los B-26, con la hora de Managua en sus relojes, llegan una hora después.

Bahía de Cochinos es un desastre para los invasores: una cantidad nunca revelada de entre 100 y 400 mueren en los combates, 1.189 son apresados, Castro, que se puso al frente de las fuerzas defensoras, se muestra al mundo como un triunfador y Estados Unidos no puede ocultar el rol decisivo y trágico que tuvo en esa catástrofe.

Mientras la Brigada 2506 se bate con sus últimas municiones, en la Casa Blanca, Kennedy y el jefe de la Armada, almirante Arleigh Burke sostienen un diálogo dramático. Burke le pide autorización para mandar aviones de guerra a la cabeza de playa donde resisten los invasores. Kennedy dice no.

–Almirante, no quiero a los Estados Unidos envueltos en esto.

–Demonios, Presidente –dice Burke señalándose la frente. –Ya estamos hasta acá envueltos en esto.

SALUDOS REVOLUCIONARIOS 
(Gran Papiyo)        

 



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