El escritor Fernando Morais y García Márquez firmaron un manifiesto político en favor de víctimas de la dictadura en Brasil y un convenio de cine entre la Secretaría de Cultura de São Paulo y la escuela de cine del Nobel en Cuba. Aquí, en La Habana, en 1990. / Archivo particular
La excarcelación del agente cubano René González, el pasado 7 de octubre, uno de los cinco condenados en Florida desde 1998 por hacer espionaje al grupo anticastrista liderado por Luis Posada Carriles, era uno de los efectos previstos de las gestiones diplomáticas que Gabriel García Márquez inició ese año con el gobierno del presidente norteamericano Bill Clinton, por iniciativa propia y por encargo de Fidel Castro.
Precisamente González era uno de los miembros de la llamada “Red Avispa”, que pretendió infiltrar a la oposición a Cuba en Miami para evitar atentados terroristas y económicos contra la isla, como el ocurrido en 1976 cuando un avión con 73 pasajeros a bordo fue destruido por dos bombas que explotaron en pleno vuelo. Como lo publicó en exclusiva este diario en la portada de la edición dominical del pasado 25 de septiembre —en el reportaje “El mensajero”—, la historia de esta red de espionaje es el argumento del libro Os últimos soldados da Guerra Fria (Companhia das Letras). Lo escribió Fernando Morais, reconocido periodista y escritor brasileño de 64 años que coincidió con García Márquez en cruzadas políticas y a favor del cine, y a quien el gobierno cubano entregó documentos inéditos en los que el Nobel de Literatura colombiano es protagonista.
La obra, digna de una novela de John Le Carré, fue publicada por ahora sólo en portugués, pero próximamente lo estará en inglés, español y en cine. La biografía sobre García Márquez escrita por Gerald Martin abordó la relación Gabo-Fidel Castro, pero no reconstruyó al detalle este caso. El británico autor de Una vida (Random House Mondadori-Debate) fue el más riguroso en investigar el lado político del colombiano: desde su primera manifestación pública, a través de un telegrama fechado el 11 de septiembre de 1973 en el que condenaba la dictadura que se instalaba en Chile después de la muerte de Salvador Allende, para acusar a Augusto Pinochet y su junta militar de ser “autores materiales de la muerte del presidente”, hasta sus relaciones con varios de los jefes de Estado más poderosos del mundo.
El propio Gabo admitió en España en 1978 que el periodismo ejercido en medios como El Espectador y la revista Alternativa (después en la revista Cambio aludió en 1999 a una de sus gestiones para Fidel Castro) le había dado conciencia política, y advirtió: “No hay un solo acto de mi vida que no sea un acto político”. En esa década llegó a participar como miembro del Segundo Tribunal Russell, dedicado a investigar y juzgar crímenes de guerra.
Cuando exploró el tema de Cuba el biógrafo Martin concluyó: “No existen indicios de peso sobre que la relación que García Márquez entabló con el hombre más poderoso del planeta (Clinton) diera verdaderos frutos para Cuba o para Colombia”. Lo contrario piensan Morais y el embajador de Cuba en Colombia, Iván Mora Godoy, quienes destacan hoy que la labor del Nobel fue muy benéfica. “Después de esa intermediación —dijo el diplomático a este diario— empezamos a advertir sobre los movimientos terroristas que se estaban gestando en Estados Unidos en contra de Cuba. Empezamos a entregar datos, reportes, pero no nos escucharon. Incluso alertamos sobre una escuela de pilotos en Florida, en donde se entrenó (esto se supo luego) gente que participó en los atentados del 11 de septiembre”.
Aunque El Espectador ya reveló la esencia del libro, sólo ahora, después de terminar una gira promocional por Brasil, el escritor Fernando Morais concedió una entrevista para profundizar en el papel de García Márquez.
¿Por qué incluyó a Gabo en su libro de espionaje?
Cuando comencé el trabajo de investigación para escribir el libro Los últimos soldados de la Guerra Fría —la historia de los cinco agentes cubanos infiltrados en organizaciones anticastristas de Florida— descubrí que Fidel Castro había enviado secretamente una correspondencia al entonces presidente Bill Clinton. Profundicé mis investigaciones y establecí que el presidente cubano ya había intentado utilizar al exsenador americano Gary Hart como intermediario para que esa correspondencia llegara a manos de Clinton. Por razones que nunca pude establecer, esa tentativa no dio resultado. En abril de 1998 García Márquez viajó a La Habana a tomar algunas notas para un artículo que escribiría sobre la visita del papa Juan Pablo II a Cuba, ocurrida en enero de aquel año. En un encuentro con su amigo Fidel Castro, García Márquez le dice que dará un seminario en la Universidad de Princeton y que aprovechará el viaje a Estados Unidos para solicitar una audiencia privada con el presidente Clinton. Fidel no perdió la oportunidad de pedirle que fuese el portador de la correspondencia. En ella el presidente cubano hacía, en siete páginas mecanografiadas, un resumen de las actividades terroristas de grupos anticastristas instalados en Florida. Después de cumplida la tarea secreta, García Márquez escribió un sabroso informe de 4.000 palabras dirigido a Fidel, revelando las peripecias que vivió en su trabajo de mensajero.
¿Usted tuvo autorización de García Márquez y Fidel Castro?
No. La verdad no conseguí hablar con García Márquez, quien en esa época se encontraba, si no me equivoco, en Los Ángeles. Pero toda esta documentación me fue entregada —con autorización para publicar— por los cubanos.
¿Cuándo y cómo conoció al novelista colombiano?
No puedo decir que somos amigos, en cuanto a que tenga intimidad personal con él, pero lo conozco desde hace muchos años. Fui su anfitrión en São Paulo durante el primer viaje que él hizo a Brasil, en 1978 (para promocionar El otoño del patriarca, su novela sobre las dictaduras en Latinoamérica). Lo terminé convenciendo de firmar un manifiesto por la libertad de un estudiante preso aquí. Recuerde que entonces vivíamos bajo la dictadura militar. Años después, cuando era secretario de Cultura del Estado de São Paulo, firmé con él un convenio a través del cual la Secretaría pagaría el sostenimiento de los estudiantes brasileños que irían a la Escuela de Cine que él creó en Cuba. A cambio, su escuela nos daría copias de todos los filmes producidos allá (el Festival de Cine de São Paulo, en julio de 2011, fue en homenaje a Gabo).
¿Cómo califica la obra literaria de García Márquez?
Lo considero el mejor escritor vivo y uno de los mayores escritores de todos los tiempos. Es un privilegio ser su contemporáneo.
¿Supo de otras misiones diplomáticas del Nobel?
Siempre he sabido que García Márquez es un activista político. En mi libro cito otro episodio en el que él termina envuelto, junto con los presidentes Bill Clinton, Carlos Salinas de Gortari, de México, y Felipe González, de España, en la operación para sacar de Cuba al escritor Norberto Fuentes (opositor de Fidel), que hoy vive en Miami. Yo mismo me precio de haber sido portador de una correspondencia de García Márquez para el cardenal de São Paulo, don Paulo Evaristo Arns, en la que le pedía interceder ante el papa Juan Pablo II para liberar a alguien que estaba preso injustamente (detenidos por la dictadura en Argentina). (Finalmente, el Nobel se entrevistó con el Papa y aunque el Pontífice no intercedió por las víctimas, de ahí surgió el relato “Visita al Papa”, que empieza durante su estadía en el Hotel Cesar Palace de São Paulo y se puede leer en internet).
¿Cuál es el documento más sorprendente que encontró?
Esta historia es sorprendente. Parece un romance al estilo García Márquez, sólo que es verdad de la primera a la última línea.
¿Qué efectos concretos en las relaciones Estados Unidos-Cuba generó la mediación del Nobel?
No se sabía, pero el primer resultado de esa operación secreta que envolvió al Premio Nobel colombiano fue la visita secreta a Cuba, por primera vez desde 1959, de una misión compuesta por un director del FBI, dos oficiales de inteligencia, un coronel del ejército de EE.UU. y dos peritos en contraterrorismo. Tres días después esos hombres retornaron a Washington llevando consigo un megadossier que Fidel mandó preparar para ellos: 175 carpetas de informaciones, cinco cintas de audio y ocho de video, así como 16 horas de grabaciones telefónicas entre mercenarios presos en Cuba (guatemaltecos y salvadoreños, uno de ellos obsesionado con emular a su ídolo Silvester Stallone) y sus reclutadores, dejando claras las conexiones del anticastrismo de Florida con el terrorismo.
¿Cuál es su opinión del papel que desempeñó García Márquez? ¿Bueno? ¿Malo? ¿Un desgaste?
Fue bueno, ¡claro! Él estaba, indirectamente, contribuyendo para el combate del terrorismo. ¿Por qué combatir el terrorismo desgastaría la imagen de alguien?
¿Sabe de colombianos conectados con la “Red Avispa”?
No. Que yo sepa no hubo colombianos envueltos.
¿Es cierto que usted quiere escribir sobre Colombia?
Tengo una gran fascinación por Colombia, tal vez inspirado por los libros de García Márquez. Años atrás pensé en hacer una biografía —o por lo menos un retrato, un perfil— de Manuel Marulanda o Tirofijo, comandante de las Farc. Pero el destino me empujó para otro lado y, con la muerte de él, mi interés disminuyó. Aunque sé que ciertamente hay grandes historias por ser contadas sobre la Colombia contemporánea. Aprovecho para pedirle que si alguno de sus lectores tiene un buen tema me lo sugiera a través de su página o mi sitio de internet www.fernandomorais.com.br. ¿Quién sabe si de ahí sale un nuevo best-seller?
Aparte de Gabo y ‘Tirofijo’ ¿qué personaje le interesa?
Acompaño con enorme interés al presidente Juan Manuel Santos. Me gustaría mucho conocerlo. Semanas atrás, durante el lanzamiento de mi libro en Brasilia, conocí a la embajadora da Colombia en Brasil, María Elvira Pombo Holguín, y le dije lo mismo. De ahí puede salir algo…
Usted estuvo en Bogotá en 2008 para lanzar una biografía sobre el escritor Paulo Coelho. ¿Qué opinión tiene del país?
Conozco poco Colombia, infelizmente. Mucho menos de lo que quisiera. Estuve algunas veces en Bogotá, a la que considero una metrópoli cosmopolita, con mucho programa, mucho encanto, y una vez fui a Cartagena de Indias, una ciudad que me recuerda mucho a mi tierra natal, la tri-centenaria y barroca Mariana, en el estado de Minas Gerais. Hace poco un amigo que se casaba me pidió que le sugiriera un lugar para pasar la luna de miel y no tuve dudas: mitad de la luna de miel en Bogotá y mitad en Cartagena. Así fue y a su regreso a Brasil el matrimonio parece duradero.
Novelista y periodista
Fernando Morais es un periodista y escritor brasileño, nacido en 1946 en Mariana, Minas Gerais. Reconocido por sus artículos y reportajes en el Jornal da Tarde y la revista Veja. Recibió tres veces el Premio Esso y cuatro veces el Premio Abril, los más importantes galardones del periodismo de Brasil. Es autor de libros como La isla, sobre la vida en Cuba; Olga , Chat: rey de Brasil, Corazones sucios, Cien kilogramos de oro (todos estos de la editorial Companhia das Letras); El mago (biografía del escritor Paulo Coelho que lanzó en Bogotá en 2008), Montenegro y En la guarida de los leones (editorial Planeta).