Comienza una vigilia que esperemos que termine el próximo miércoles con el anuncio de que la operación ha sido exitosa. Este periodo de recogimiento y de esperanza no sólo alcanza a La Cámpora, pero sobre todo a ellos ya que no han tenido tiempo de desarrollar bases propias de poder e influencia.
La paradoja, tan argentina, es que ahora Cristina se ha puesto en las manos del Hospital Austral, que pertenece al Opus Dei, la prelatura fundada por Josemaría Escrivá de Balagar, un sacerdote español beatificado y canonizado por Juan Pablo II en 2002, en un tiempo récord que despertó sonoras protestas entre los sectores progresistas de la Iglesia Católica.
Es que el Opus Dei tiene fama de conservadora, no sólo dentro de la Iglesia. Para el imaginario estrecho, binario, en el que se mueven La Cámpora y el kirchnerismo puro y duro, el Opus Dei está claramente ubicado en el bando de los enemigos, de la oligarquía, de la derecha, de los conservadores, de la “opo”.
En la Argentina, el Opus Dei, “Obra de Dios” en latín, se ha desarrollado fuertemente. A tono con la prédica de su fundador, sus miembros consideran que se santifican con sus trabajos y sus obras, en el mundo material, y se destacan en varias áreas, como economía, administración de empresas, comunicación, salud y enfermería.
Es curioso que una presidenta considerada progresista y firme defensora de la salud pública decida internarse en un sanatorio privado. No está sola Cristina: esa actitud es compartida por muchos políticos que se dicen nacionales y populares pero que, a la hora de la verdad, cuando los involucrados son ellos o sus parientes, optan por la medicina o la educación privadas.
Con este doble discurso, la salud y la educación públicas quedan para quienes no pueden pagar algo mejor, en una de las asignaturas pendientes más injustas de nuestra democracia.
(*) Periodista, autor de "Operación Traviata" y "Operación Primicia"