Él le decía siempre que lo que ellos estaban haciendo era « normal entre un hombre y una mujer ». Se sentía apartada de su propia familia por una promesa que había tenido que hacer de no revelar su « pequeño secreto » : « Yo no sabía que hacer : era tan apreciado en nuestra comunidad. No podía hablar a mi padre al que adoro. Mi madre me aportaba sólo poco consuelo. Yo tenía miedo. »
El último año, ella supo que sus dos jóvenes hermanas aguantaban el mismo calvario. Pero, ahora están casadas mientras que ella, se quedó en la casa, sola con su impotencia. Hace dos meses, ella se fue, « sin saber dónde ir ».
Finalmente, encontró refugio detrás de las paredes ocres de este nuevo establecimiento en Belén, al lado de la ladera, dominando el duro desierto de Judea : el centro Mehwar para la protección y la emancipación de las familias y de las mujeres. En este centro, cada día es el día de la mujer, cada semana es una semana de la mujer.
Mehwar significa "corazón" en árabe. El centro alberga a las mujeres palestinas y a sus niños que buscan refugio contra situaciones difíciles, familiares o conyugales, en las condiciones específicas de la realidad palestina.
Najmlmolouk Ibrahim, directora del centro, acaricia despacio la mejilla de la mujer « sin nombre ». « Nos son enviadas por la policía, por los organismos apropiados del gobierno o por las ONG » dice. « Algunas veces, nos encuentran ellas mismas. Los refugios son unos lugares mantenidos generalmente en secreto. Escogimos lanzar un mensaje fuerte: aquí es un espacio abierto, no solamente a las mujeres maltratadas, sino también a su comunidad. La violencia no debe permanecer escondida. Hay que hacer frente a eso.
Mehwar es el primer centro palestino que aporta respuestas que toman en cuenta la violencia familiar. En el centro, no protegen únicamente a las mujeres que han sido abusadas física y sexualmente, queremos "emanciparlas " y que ejerzan un papel determinante en la sociedad.
Financiado por una oficina de la cooperación italiana, por un fondo fiduciario administrado por el Banco mundial, el centro ha acogido, desde su inauguración en 2007, a 84 mujeres. El primer proyecto piloto de este género en el Oriente Medio, Mehwar está abierto a todas las mujeres y a sus niños en situación de conflicto. « Ellas nos vienen de todos los lugares y sociedades, de familias ricas o pobres, bien o poco educadas, de campos de refugiados, ciudades y pueblos de Cisjordania y alrededores. »Explica Ibrahim.
Las 35 habitaciones del refugio están dispuestas alrededor de una terraza, al lado de una guardería infantil para los niños de la comunidad local, del centro médico y del lugar de discusión que mezcla un espacio de exposición para los artículos producidos aquí. « Nosotras somos una plataforma temporal, el ideal es que las mujeres se quedan un año pero somos flexibles, » dice Ibrahim. Es ayudada por un equipo de trabajadores sociales cualificados, de formadores y de profesores que dispensan una formación profesional, de un médico, de un psicólogo y de un abogado en derecho de familia.
Un día de la vida de Najmlmolouk, es un día en Mehwar. Ella vive muy cerca con su esposo, el escritor palestino Nasser Ibrahim, y sus dos hijas. Está ya en el trabajo a las 7h 30 de la mañana - « después, no tengo un solo instante libre » - el día pasa en reuniones de urgencia, en llamar a compañeros, en controles con la policía, hacer frente a amenazas. « Hay una presión enorme por parte de las familias sobre la mujer para que ella "vuelva a la casa" antes de que ella revele su historia, también prohibimos las visitas de las familias antes de que haya tenido la oportunidad de abrirse a nosotros. »
Un día de la vida del centro pasa bajo un régimen riguroso de actividades. Para insuflar un sentido perdido de la comunidad, las responsabilidades domésticas son compartidas equitativamente. Hay discusiones sobre los conceptos sociales: el sentido de la familia, la violencia, el honor y la prostitución. Las más traumatizadas siguen una psicoterapia, « aprendiendo a reencontrar la confianza en sí mismas y la autoestima, a expresar sus necesidades, a definir sus capacidades, su ego.
« Hasta recientemente, y antes de que al centro le llegue la recesión financiera mundial, enseñábamos allí trabajos profesionales: alfarería, lengua inglesa e informática. Ciertas mujeres prevén seguir sus estudios de medicina; otras se emplean como secretarias, cocineras o vendedoras », explica Ibrahim.
Mehwar funciona también como una plataforma de asistencia. « Procuramos infundir el sentido de la familia con serenidad, para que los niños obtengan atención, las mujeres reencuentren su dignidad. Alumnos, profesores, padres, médicos vienen al centro para enseñar, y para aprender. Tratamos de desarrollar métodos y políticas de sensibilización en la comunidad, trabajando con el ministerio de los Asuntos Sociales, con los oficiales de policía y con los jueces.
« Los palestinos tienen la costumbre de "solucionar" los casos de maltrato dirigiéndose al jefe del clan familiar. Estamos enfrentados a un sistema patriarcal. Nuestras leyes son arcaicas. También, apostamos por un código privado global jurídico y penal contra la violencia, y para su puesta en marcha. Si no, vamos a caer en la trampa en un círculo vicioso. »
Todavía existen signos prometedores. Se ha creado una comisión nacional encargada deaumentar el número de refugios y mejorar las leyes. Mehwar coopera con un servicio especial de policía para la protección de las familias. Una chica puede ser interrogada sólo por una mujer policía. Pero Ibrahim reconoce que hace falta determinación y paciencia. « Cambiar los modos de comportamiento requiere tiempo, tal vez toda una generación. Y los dirigentes religiosos podrían tal vez jugar un papel más positivo, inculcando valores morales que deben ser inherentes a las relaciones familiares. » Ni es la prueba prosaica de su vuelta a la sociedad - pasando de mujer "herida" a mujer "libre" - sin un dilema. Algunas temen quedar solas y quieren casarse cueste lo que cueste para ser protegidas contra el riesgo de ser maltratadas de nuevo. « No perdemos el contacto con ellas » dice Ibrahim. « Las aconsejamos cuando están fuera »
¿Y la mujer que ha aceptado dejar expresarse abiertamente a sus heridas? Ella ha comenzado el doloroso proceso de archivar la queja legal pero siempre es devorada por el deseo de castigar al autor de sus tormentos : « ¡No es humano, lo quiero muerto ! ».
El centro, sin embargo, aporta esperanza : « Aquí, me siento segura ; no soy única. Puedo expresarme, soy oída. Mi dolor es compartido. Quiero estudiar, ser médica. Lo quiero conseguir. »