LA “DOCTRINA TRUMAN”
1946: Con el respaldo de la Casa Blanca, fue violentamente derrocado en Bolivia el gobierno nacionalista y popular de Gualberto Villarroel (1943-1946). Lo sustituyó el presidente Enrique Hertzog, quien desató una draconiana represión contra las organizaciones políticas y sociales que había respaldado al depuesto gobierno.
Paralelamente, el gobierno estadounidense respaldó a las fuerzas derechistas (pro fascistas y pro falangistas) que, en 1946 y tras la candidatura del presidente conservador Mariano Ospina Pérez (1956-1950), asumieron el gobierno de Colombia.
Por otra parte, aliada con los sectores más reaccionarios de la sociedad argentina, al igual que con algunas fuerzas de izquierda de ese país, la Embajada norteamericana en Buenos Aires comenzó una intensa campaña dirigida a evitar la elección del candidato presidencial del entonces denominado Partido Laborista, coronel Juan Domingo Perón. La enorme popularidad previamente adquirida por este (en su carácter de Ministro de Trabajo y, luego, como Vicepresidente del llamado “gobierno Farrell-Perón”) permitió derrotar esa maniobra estadounidense.
1947: Antecedida –a instancia del primer ministro británico Winston Churchill— por la ruptura de la “gran alianza anglo-soviética-norteamericana” que había derrotado al nazi-fascismo, los círculos gubernamentales de los Estados Unidos proclamaron la Doctrina Truman, dirigida a “contener el avance del comunismo en todo el mundo”. Bajo ese enunciado, veinte gobiernos latinoamericanos y caribeños signaron en Río de Janeiro el mal llamado Tratado Interamericano de Asistencia Reciproca (TIAR) que sirvió como “modelo” a todos los pactos militares establecidos por los Estados Unidos en el resto del mundo.
Previamente, la administración Truman había fortalecido sus relaciones con el gobierno del reaccionario del general paraguayo Higinio Morínigo (1940-1948) y con los longevos regímenes militares terroristas que controlaban el poder en El Salvador, Honduras, Nicaragua y República Dominicana. Asimismo, había respaldado el violento “cuartelazo” que se produjo en Ecuador contra el presidente constitucional José María Velasco Ibarra (1944-1947) y la brutal represión desatada contra las fuerzas populares chilenas por el Presidente Gabriel González Videla (1946-1952).
1948: Manchada con la sangre derramada por el pueblo colombiano durante la desorganizada insurrección popular (conocida como “el Bogotazo”) y la draconiana represión –que siguió al asesinato del líder popular Jorge Eliecer Gaitán, la IX Conferencia Internacional de Estados Americanos fundó la Organización de Estados Americanos (OEA) y, bajo la presión del entonces Secretario de Estado norteamericano George Marshall (1947-1949), aprobó la Resolución sobre la Preservación y Defensa de la Democracia en las Américas, de clara matriz anticomunista.
Días antes, una sangrienta sublevación –encabezada por el “demócrata anticomunista” José Figueres—, había derrotado a las fuerzas populares y comunistas que apoyaban al gobierno del socialcristiano costarricense Teodoro Picado (1944-1948). Tal acción -que dejó un saldo de 2000 muertos—, fue favorecida por una invasión militar realizada con el apoyo de la Legión del Caribe, en la que tenía un indiscutible peso político-militar el recién “electo” gobernador colonial de Puerto Rico, Luis Muñoz Marín. Este, previamente, había instituido la llamada Ley Mordaza dirigida a reprimir las luchas por la independencia que venían desarrollándose desde años atrás en ese archipiélago caribeño.
Paralelamente, la Casa Blanca respaldó la brutal represión emprendida por las autoridades coloniales británicas contra las manifestaciones populares y pro independentistas que ya se venían produciendo en la llamada “Guyana británica”. También respaldó los golpes de Estado que instauraron en Perú la dictadura militar del coronel Manuel Odría (1948-1956) y en Venezuela una Junta Militar en la que ocupó el Ministerio de Defensa el coronel y posterior dictador Marcos Pérez Jiménez.
1949: La administración Truman respaldó la ola de terror desatada por el gobierno colombiano presidido por Mariano Ospina Pérez y por su mentor y posterior presidente, Laureano Gómez (1950-1953). Como consecuencia de esa política represiva y de la mal llamada “violencia liberal-conservadora” se calcula que, entre 1948 y 1953, perdieron la vida entre 200 mil y 300 mil colombianos y colombianas.
1950: El gobernador colonial de Puerto Rico, Luis Muñoz Martín y la Guardia Nacional estadounidense, emprendieron una violenta represión contra el movimiento independentista de Puerto Rico con el pretexto de sofocar la audaz, pero frustrada sublevación del Partido Nacionalista que proclamó la República de Puerto Rico.
Paralelamente, la Casa Blanca respaldó en Haití el golpe militar que llevó a la presidencia de ese país al general Paul Magloire (1950-1956), quien inmediatamente se sumó a los gobiernos latinoamericanos y caribeños que –dentro de los marcos de la OEA—, respaldaron la agresión estadounidense contra la entonces recién fundada República Democrática y Popular de Corea (RDPC).
1951: Tomando como pretexto el desarrollo de la Guerra de Corea (1950-1953), se efectuó en Washington una Reunión de Consulta de los Ministros de Relaciones Exteriores de todos los países latinoamericanos y caribeños integrantes del Sistema Interamericano. En esa reunión –a instancias del presidente Harry Truman—, se aprobó una Resolución sobre el Fortalecimiento de la Seguridad Interior de los Estados del Hemisferio Occidental. Ella posibilitó el despliegue de centenares de asesores militares estadounidense en toda la región, quienes ejercieron un nefasto papel en la conformación de los represivos Ejércitos de la mayoría de los países latinoamericanos y caribeños, en tanto, a partir de 1952, doce gobiernos de esa región (ocho de ellos, de la Cuenca del Caribe) firmaron Convenios de Asistencia Militar con Estados Unidos en el marco del Programa de Seguridad Mutua, que venía impulsando la Casa Blanca desde 1945.
1952: Con vistas a evitar la elección del candidato presidencial del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), la Casa Blanca respaldó un golpe de Estado contra el corrupto gobierno de Carlos Prío Socarrás (1948-1952) en Cuba. Este fue encabezado por el general Fulgencio Batista, quien de inmediato desató una sangrienta represión contra todos los sectores opuestos a su dictadura.
Paralelamente, triunfó la Revolución Boliviana de 1952, encabezada por el reformista Movimiento Nacional Revolucionario (MNR) dirigido por Víctor Paz Estensoro. A pesar de sus inconsistencias políticas, la Casa Blanca le aplicó un potente cerco político, diplomático, económico y militar que sólo fue debilitado cuando Paz Estenssoro comenzó a realizarle diversas concesiones a los Estados Unidos.
A su vez en Puerto Rico, en medio de una feroz e indiscriminada represión contra el movimiento independentista, las fuerzas de ocupación estadounidenses institucionalizaron el mal denominado Estado Libre Asociado (ELA), que todavía sirve de fachada a la dominación colonial de los Estados Unidos sobre ese archipiélago.
1953: En correspondencia con la estrategia de “contención al comunismo”, diseñada por su antecesor y con vistas a crear “un clima amigable” para las inversiones de los monopolios norteamericanos, el presidente republicano Dwight Eisenhower (1953-1961), fortaleció sus vínculos con todas las dictaduras militares o las “democracias represivas” existentes en América Latina y el Caribe. Igualmente, respaldó la intervención militar británica contra el fugaz gobierno (duró 133 días) del destacado líder independentista y socialista del pueblo guyanés, Cheddi Jagan, quien había obtenido la mayoría de los votos en las elecciones parlamentarias del año precedente. En consecuencia, nuevamente se implantó en esa nación caribeña una “dictadura (terrorista) del Departamento de Colonias británico”.
1954: Con el respaldo de la OEA, la Casa Blanca, la CIA y las fuerzas armadas de los Estados Unidos –aplicando métodos terroristas contra la población civil y con el apoyo de las cruentas dictaduras militares de Honduras y Nicaragua—, organizaron la llamada “Operación Éxito”; o sea, la invasión mercenaria que derrocó al gobierno democrático, popular y nacionalista guatemalteco presidido por Jacobo Arbenz (1951-1954).
Este fue sustituido por el sanguinario teniente coronel (posteriormente autoascendido a general) Carlos Castillo Armas (1954-1957), quien –luego de haber sido reclutado por la CIA cuando cursaba instrucción militar en la Escuela de Estado Mayor del Ejército de Estados Unidos— encabezó el mal denominado Ejército de Liberación Nacional de Guatemala. Bajo su mandato se institucionalizó un régimen terrorista de Estado que acabó con la vida de miles de guatemaltecos.
Paralelamente, las Embajadas estadounidenses en Paraguay y Brasil se implicaron en la organización de los golpes de Estado que condujeron al derrocamiento del presidente “pro peronista” Federico Chávez (1949-1954) y del segundo gobierno de Getulio Vargas (1950-1954), respectivamente. Como consecuencia de esas acciones –con el apoyo de la Casa Blanca—, ocupó la presidente de Paraguay el general Alfredo Stroessner, quien hasta 1989, encabezó uno de los regímenes terroristas de Estado más prolongados del todo el Hemisferio Occidental.
1955: Antecedido por una sangrienta sublevación militar respaldada por los sectores más reaccionarios del Partido Radical y de la Iglesia Católica, así como con el apoyo directo de las marinas de guerra de Estados Unidos y del Reino Unido, fue derrocado —mediante un cruento golpe militar— el segundo gobierno constitucional de Juan Domingo Perón (1952-1955). Lo sustituyó el general Pedro Eugenio Aramburu (1955-1958), quien, mientras duró su dictadura (1955-1958), desató una feroz represión contra todos los militantes y dirigentes del Partido Justicialista (peronista), así como contra otros destacamentos populares. Adicionalmente, emprendió otras acciones dirigidas a normalizar las relaciones de Argentina con Estados Unidos.
1956: Con el cínico pretexto de celebrar el 130 aniversario del Congreso Anfictiónico convocado en 1826 por Simón Bolívar, por primera vez en la historia de las relaciones interamericanas, el Presidente norteamericano Dwight Eisenhower se reunió en Panamá con casi todos sus homólogos latinoamericanos y caribeños. Solo faltaron a la cita los dictadores de Colombia, Gustavo Rojas Pinillas (1953-1957), y de Honduras, Julio Lozano Díaz (1954-1956), quienes meses después, fueron derrocados por violentas sublevaciones populares que solamente pudieron ser aplacadas mediante sendos “cuartelazos” estimulados por las Embajadas estadounidenses en Bogotá y Tegucigalpa.
1957: Luego del ajusticiamiento en el año precedente del fundador de la dinastía somocista, Anastasio Tacho Somoza, se realizaron en Nicaragua “elecciones presidenciales”. En estas resultó electo, en medio de un agobiante clima represivo, Luis Somoza Debayle (1957-1963), quien nombró a su hermano Anastasio Tachito Somoza Debayle Jefe de la Guardia Nacional, como “regalo de graduación” por sus “excelentes notas” en la Escuela Militar de West Point, Estados Unidos. Así se garantizó –con el respaldo de la Casa Blanca y del Pentágono— la continuidad del régimen terrorista instaurado en ese país centroamericano desde 1936.
Paralelamente, en Haití, la Embajada estadounidense “santificó” el fraude electoral que llevó a la presidencia de Haití a François Duvalier (“Papa Doc”), quien –siempre con el apoyo oficial norteamericano— inauguró un régimen terrorista dinástico que se prolongó hasta 1986.
1958: Con el abierto apoyo de la Casa Blanca y del Pentágono, la dictadura de Fulgencio Batista emprendió una masiva operación militar (la llamada Ofensiva de Verano) dirigida a aniquilar al Ejército Rebelde, encabezado por el comandante Fidel Castro. Luego de la derrota de esa operación militar, la administración de Eisenhower emprendió inútiles maniobras —incluida un nuevo golpe de Estado— dirigidas a frustrar el triunfo de la Revolución cubana.
Paralelamente, en medio de grandes protestas populares, el entonces vicepresidente norteamericano, Richard Nixon, visitó diversos países latinoamericanos; entre ellos, Bolivia, Perú y Venezuela. En este último, fue tal la repulsa popular que Eisenhower movilizó unidades de la marina de guerra hacia las costas venezolanas; pero esa baladronada fue rechazada por el pueblo venezolano y por el gobierno provisional del contralmirante Wolfang Larrazabal.
Asimismo, luego del asesinato “por bandoleros de su propia camarilla” del dictador guatemalteco Carlos Castillo Armas, la Casa Blanca propició la elección como presidente del candidato de la “oposición permitida” Miguel Ydígoras Fuentes; quien por encargo de la CIA también había estado vinculado con la invasión mercenaria organizada por Estados Unidos que derrocó al gobierno de Jacobo Arbenz.
1959: Inmediatamente después del triunfo de la Revolución Cubana del 1ro de Enero de 1959, la administración de Dwight Eisenhower y la CIA impulsaron la realización de diversas acciones terroristas dirigidas al derrocamiento del gobierno revolucionario cubano, así como al asesinato de algunos de sus dirigentes; en primer lugar, al entonces Primer Ministro, comandante Fidel Castro. En algunos de esos planes, tuvo una destacada participación el sátrapa dominicano Rafael Leónidas Trujillo; quien también había estado implicado en planes para desestabilizar al entonces Presidente de Venezuela, Rómulo Betancourt (1959-1964).
En consecuencia, la OEA convocó una reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores dirigida a evaluar “las tensiones en el Caribe”. En ella la Casa Blanca maniobró infructuosamente con vistas a obtener una resolución de condena a las primeras acciones de beneficio popular emprendidas por la Revolución Cubana. Simultáneamente, naves de la Marina de Guerra estadounidense constantemente comenzaron a merodear las aguas jurisdiccionales cubanas con vistas a “intervenir en caso que se produjera una crisis en Cuba”.
1960: Acorde con los planes previamente elaborados por la Casa Blanca para derrocar a la Revolución Cubana (incluido el inicio del entrenamiento en Guatemala de una fuerza mercenaria organizada por la CIA), se efectuó en Costa Rica la VII Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores de la OEA. Esta aprobó una Declaración en la que –además de imponer de manera oportunista sanciones económicas contra el régimen de Trujillo, quien había organizado un frustrado atentado contra el presidente venezolano Rómulo Betancourt—, estableció que la solidaridad hacia la Revolución cubana que habían expresado la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y la República Popular China “ponían en peligro la seguridad interamericana”. Se inició así –bajo las presiones del Departamento de Estado— una cascada de resoluciones de la OEA contra Cuba.
Paralelamente, con el apoyo de las Misiones Militar, Naval y Aérea, así como de la Embajada de Estados Unidos, la satrapía de Leónidas Trujillo acentuó su carácter terrorista con vistas a destruir la intensa movilización antidictatorial que se había desencadenado en República Dominicana.
1961: A pesar de las promesas del joven mandatario demócrata John F. Kennedy (1961-1963) de crear “una civilización americana en la que, dentro de la rica diversidad de sus propias tradiciones, cada nación [fuera] libre de seguir su propio camino hacia el progreso” y dándole continuidad a los planes contra la Revolución Cubana iniciados por la administración precedente, la Casa Blanca, la CIA y el Pentágono –con el apoyo de las dictaduras militares de Nicaragua y Guatemala— perpetraron la invasión mercenaria Playa Girón. A su vez, tratando de neutralizar la adversa reacción que produjo esa “primera derrota imperialista en América Latina”, la Casa Blanca impulsó la Alianza para el Progreso cuyo carácter demagógico y contrainsurgente fue rápidamente denunciado por el comandante Ernesto Che Guevara. Previamente, un comando organizado y armado por la CIA eliminó a uno de sus hijos putativos, el sátrapa dominicano Rafael Leonidas Trujillo.
Gracias a las demostraciones realizadas frente a las costas dominicanas por varias naves de guerra estadounidenses y al apoyo de la Embajada norteamericana en Santo Domingo, hasta fines de año, logró mantenerse en la presidencia el maquiavélico representante de la “burocracia trujillista”, Joaquín Balaguer. Este –con el apoyo del Jefe de las Fuerzas Armadas, Ramfis Trujillo— desencadenó una brutal represión contra todos los opositores a la dictadura.
1962: Siguiendo directrices de la Casa Blanca, la VIII Reunión de Consultas de Ministro de Relaciones Exteriores de la OEA (efectuada en Montevideo), expulsó a Cuba de esa organización regional. Meses más tarde, durante la llamada Crisis de los Mísiles, con el respaldo unánime de la OEA, John F. Kennedy desplegó una “cuarentena” (bloqueo) naval alrededor de Cuba con el propósito de impedir que el pueblo cubano —haciendo uso de su soberanía nacional—, adquiriera todas aquellas armas soviéticas que considerase necesarias para defenderse de los planes de intervención militar directa contra la Revolución que —siguiendo los lineamientos de la denominada Operación Mangosta— continuaba preparando el gobierno de los Estados Unidos. Tal y como había previsto el primer ministro de Cuba, Fidel Castro, las negociaciones soviético-estadounidenses con las que concluyó esa crisis, no impidieron que continuaran los diversos planes de los círculos de poder norteamericanos –incluidos el empleo del terrorismo— dirigidos a destruir a la Revolución Cubana.
Las antes mencionadas resoluciones anticubanas de la OEA fueron favorecidas por los golpes de Estado propugnados por la Casa Blanca que se produjeron en Argentina y Perú. En el primer caso, contra el gobierno de Arturo Frondizi (1958-1962) y, en el segundo, contra Manuel Prado Ugarteche. Este fue transitoriamente sustituido por el general Ricardo Pío Pérez; mientras que el primero fue remplazado por el Senador José María Guido, quien fue fácilmente manipulado por las Fuerzas Armadas.
LA “DOCTRINA JOHNSON”
1963: Dándole continuidad a la cadena de golpes de Estado propugnados por la Casa Blanca, sucesivos “cuartelazos” se produjeron en Ecuador, Guatemala, Honduras y República Dominicana. En el primer caso, fue derrocado por una Junta Militar el presidente Carlos Arosemena (1961-1963). En el segundo, el presidente “constitucional” Miguel Ydígoras Fuentes fue derrocado por su Ministro de Defensa, el coronel Enrique Peralta Azurdia, quien –en medio de un acentuado clima de violencia—se mantuvo en el cargo hasta 1967. En el tercero, el presidente liberal Ramón Villena (1957-1963) fue reemplazado por la larga dictadura militar encabezada por el coronel Osvaldo López Arellano (1963-1975). Y, en el último, fue derrocado el breve gobierno (sólo duró siete meses) del afamado intelectual y político dominicano Juan Bosch. Lo sustituyó durante tres años un Triunvirato integrado por los principales Jefes de las Fuerzas Armadas.
Según las indagaciones históricas, el derrocamiento de Bosch contó con el respaldo expreso del Presidente norteamericano John F. Kennedy; mientras que, luego del asesinato de este mandatario (22 de noviembre de 1963) y a pesar de ciertas contradicciones, el Triunvirato fue respaldo por la Administración de Lyndon B. Johnson (1963-1969), autor de la “doctrina” que autorizó a las Fuerzas Armadas estadounidenses a intervenir unilateralmente o a emprender “guerras limitadas” o “preventivas” en cualquier parte del mundo donde estuvieran amenazados los “intereses norteamericanos”. La máxima expresión de ese enunciado fue la criminal Guerra de Vietnam (1964-1973). En esta el aparato político-militar estadounidense ensayó todos los métodos terroristas de Estado que fueron incorporados a sus diversas estrategias contrainsurgentes contra América Latina y el Caribe.
1964: En correspondencia con la reaccionara política desplegada por el Presidente Lyndon B. Johnson, las fuerzas armadas estadounidenses reprimieron violentamente una manifestación de estudiantes que reclamaba la soberanía panameña sobre la Zona del Canal de Panamá.
A su vez en Brasil, y con el descarado apoyo del Embajador norteamericano en Río de Janeiro, fue derrocado el gobierno nacionalista y democrático de Jôao Goulart (1961-1964). Lo sustituyó el mariscal Humberto Castelo Branco (1964-1967) propugnador –junto a los altos mandos del Ejército norteamericano— de las llamadas “fronteras ideológicas” y de los sangrientos “regímenes de seguridad nacional” (militares o cívico-militares) que se instauraron durante más de dos décadas en América Latina y el Caribe.
Bajo las nefastas influencias de esas “doctrinas”, se fundó el llamado Consejo de Defensa Centroamericano (CONDECA); órgano estatal que, en estrecha coordinación con el Comando Sur de las Fuerzas Armadas estadounidenses (SOUTHCOM) basificado en Panamá, coordinó las diversas estrategias contrainsurgentes y terroristas desplegadas por las dictaduras militares o los regímenes cívico-militares instalados en Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua.
Paralelamente, con el respaldo del Pentágono, el gobierno colombiano presidido con el conservador Guillermo León Valencia (1962-1966) emprendió la llamada Latin American Security Operation (más conocido como “el Plan LASO”), dirigida a derrotar, a sangre y fuego, incluidos potentes bombardeos contra la población civil, las mal llamadas “repúblicas independientes” de Marquetalia, Río Chiquito, El Pato y Guayabero.
Asimismo, con la descarada participación de la CIA, fue derrocado mediante un virtual golpe de Estado, el segundo gobierno (1961-1964) del líder del Partido Progresista del Pueblo (PPP) de Guyana, Cheddi Jagan. Adicionalmente, la Casa Blanca admitió la represión desatada por la llamada Quinta República francesa –presidida por Charles de Gaulle (1959-1969)— contra la victoria electoral de una coalición de partidos de izquierda que propugnaban la ampliación de la autonomía de Martinica.
En ese contexto y mediante diversos chantajes, la IX Reunión de Consulta de Cancilleres de la OEA (efectuada en Washington), aprobó una nueva resolución obligando a todos los Estados miembros a romper sus relaciones diplomáticas, comerciales y consulares con la Revolución Cubana. Fue acatada por todos los gobiernos latinoamericanos y caribeños, con excepción del mexicano. Como parte de esa política, el establishment de la seguridad estadounidense se inmiscuyó descaradamente en la campaña electoral chilena en la que fue nuevamente “derrotado” el candidato de las fuerzas populares, Salvador Allende. Resultó el electo el presidente democristiano Eduardo Frei Montalva (1964-1970); quien levantó la demagógica consigna de “revolución con libertad y sin sangre”.
1965: Cuarenta y dos mil efectivos de las fuerzas armadas estadounidenses —apoyados por la OEA, por la JID y por un destacamento de las Fuerzas Armadas brasileñas— intervinieron en República Dominicana con vistas a derrotar la Revolución popular y constitucionalista encabezada por el coronel Francisco Camaño Deñó. Tal levantamiento popular perseguía el retorno a la presidencia del afamado intelectual y político Juan Bosch; quien –cumpliendo instrucciones de la Casa Blanca— fue retenido en Puerto Rico por el gobernador colonial Luis Muñoz Marín (1949-1965).
Paralelamente, con el respaldo de Estados Unidos, la recién estrenada dictadura militar boliviana encabezada por los generales René Barrientos y Alfredo Ovando (ambos integrantes de la Junta Militar que, a fines de 1964, había derrocado al segundo gobierno constitucional de Víctor Paz Estenssoro) desplegó una brutal e indiscriminada represión contra el movimiento popular; en primer lugar, contra los combativos trabajadores mineros y contra el movimiento estudiantil. En la organización de las estructuras represivas de ese régimen terrorista tuvo una participación destacada el connotado oficial de las SS hitleriana y agente de la CIA, Klaus Barbie, históricamente conocido como “el carnicero de Lyon”.
1966: Con el declarado apoyo de la Casa Blanca, un golpe militar capitaneado por el fatídico general Alejandro Lanusse, derrocó al presidente constitucional argentino Arturo Illia (1963-1966). Este fue “institucionalmente” sustituido por el general Juan Carlos Onganía (1966-1970), quien durante su mandato y con el respaldo de la Logia fascista italiana P2 (Propaganda Política), colocó los primeros pilares político-ideológicos, económicos y militares del brutal régimen terrorista de Estado que se instauró en ese país suramericano una década después.
Al mismo tiempo, y como fruto de la ilegitima intervención militar “hemisférica” del año precedente, asumió nuevamente la presidencia “constitucional” de República Dominicana el trujillista Joaquín Balaguer. Este –con el indeclinable respaldo del establishment de la política exterior y de seguridad de Estados Unidos— implantó, durante doce años consecutivos (1966-1978) un régimen cívico-militar terrorista que costó la vida a cientos de dominicanos y dominicanas.
Paralelamente, la Casa Blanca y el gobierno británico conspiraron para mediatizar los procesos de descolonización que se venían desarrollando en la cuenca del Caribe. Así, en Jamaica, mediante el empleo de diversos medios (incluido la violencia política) favorecieron las sucesivas victorias electorales de los candidatos del derechista Partido Laborista de Jamaica (JLP) y, en Guyana, hicieron todo lo que estuvo a su alcance –incluido el estímulo por parte de la CIA de conflictos raciales entre la población afro americana y de origen hindú—, para evitar una nueva victoria electoral del ya estigmatizado candidato socialista del PPP, Cheddi Jagan.
1967: La confrontación histórica entre el latinoamericanismo y el panamericanismo se simbolizó en la celebración en Punta del Este, Uruguay, bajo la conducción de Lyndon B. Johnson, de la Segunda Conferencia de Presidentes Americanos y en la realización, en La Habana, de la Primera Conferencia de Solidaridad con los Pueblos de América Latina. Unos meses después, cumpliendo órdenes de la Casa Blanca, y antecedido por la criminal Matanza de la Noche de San Juan (23 de Junio) y por otras brutales medidas terroristas contra la población civil, fueron vilmente asesinados en Bolivia el comandante Ernesto Che Guevara y otros combatientes internacionalistas integrantes del Ejército de Liberación Nacional (ELN) de ese país. En tales crímenes tuvieron una destacada participación diversos agentes de la CIA, así como los asesores militares estadounidenses directamente vinculados a la dictadura del general René Barrientos y al Jefe del Ejército, general Alfredo Ovando.
Paralelamente en Uruguay, y con el apoyo del gobierno estadounidense y de la dictadura de “seguridad nacional brasileña” (ahora capitaneada por el general Artur Da Costa e Silva (1967-1969)— se instaló constitucionalmente en el gobierno el dueto integrado por el ex general Óscar Gestido y por su vicepresidente Jorge Pacheco Areco.
Con el apoyo de Estados Unidos también asumió en este año la presidencia “constitucional” de Nicaragua, el último descendiente de la dinastía somocista, el entonces Jefe de Guardia Nacional Anastasio Tachito Somoza; quien durante sus doce años de mandato (1967-1979) fortaleció el régimen terrorista de Estado instaurado por su predecesores.
1968: Con el apoyo de la Casa Blanca y de las dictaduras de seguridad nacional de Argentina y Brasil, se comenzó a institucionalizar en Uruguay la “dictadura cívico-miliar” de Óscar Gestido y Jorge Pacheco Areco; quienes durante sus sucesivos mandatos (1967-1971) generalizaron la represión, el crimen y la tortura de sus opositores políticos. Así sentaron las bases del régimen terrorista de Estado que se instauró en la otrora llamada “Suiza de Suramérica” entre 1972 y 1985. En esa evolución, tuvieron un papel determinante los asesores de la CIA, con fachada de Funcionarios de la AID, encabezados por el tristemente célebre “maestro de torturadores” Dan Mitrione, posteriormente ajusticiado por el Movimiento de Liberación Nacional Tupac Amarú.
Paralelamente, en México el pro imperialista gobierno de Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970) provocó la llamada “Matanza de Tlatelolco". Como respuesta a la misma se produjo una ola de indignación y luchas populares desarmadas y armadas. Estas fueron contenidas mediante el despliegue de una brutal estrategia represiva, particularmente en las zonas rurales y urbanas donde operaban el Movimiento de Acción Revolucionaria y el Frente Urbano Zapatista.