PROLEGOMENOS DEL “JOVEN IMPERIALISMO” NORTEAMERICANO
1865: Con la victoria de las fuerzas militares de los Estados industrializados del Norte, el 9 de abril culminó la Guerra de Secesión de los Estados Unidos.
El 14 de abril fue asesinado Abraham Lincoln, sustituyéndolo su vicepresidente, el demócrata “moderado” Andrew Johnson (1865-1869), quien ratificó como Secretario de Estado a William H. Seward. Éste autorizó un nuevo desembarco de la Infantería de Marina en Panamá, con el pretexto de “proteger las propiedades y vidas de ciudadanos estadounidenses” residentes en ese territorio durante los conflictos entre liberales y conservadores que estremecían la vida política de los denominados (desde 1863) Estados Unidos de Colombia.
1866: Con el supuesto propósito de presionar la retirada de los franceses de México, tropas estadounidenses penetraron en ese país y se apoderaron de la región de El Chamizal.
A su vez, el Secretario de Estado William H. Seward comenzó a conspirar con el ex presidente mexicano Antonio López de Santa Anna (exiliado en las llamadas “Antillas danesas”), con vistas a desplazar del gobierno de México al ya denominado Benemérito de las Américas, Benito Juárez.
Por otra parte, y con la colaboración de las unidades navales estadounidenses e inglesas surtas en esas aguas, una escuadra española bombardeaba los puertos de Valparaíso enChile, y Callao en Perú.
1867: El gobierno estadounidense intentó apoderarse por la fuerza de la Isla del Tigre, perteneciente a Honduras; pero fue rechazado por la Cancillería y las fuerzas militares británicas.
Paralelamente, la Infantería de Marina ocupó la capital nicaragüense y la ciudad de León con el socorrido pretexto de “proteger los intereses estadounidenses” durante uno de los tantos conflictos políticos entre liberales y conservadores que afectaron la vida política nicaragüense. .
1868: Con el pretexto de “proteger los residentes extranjeros y las aduanas” durante las revueltas contra la segunda dictadura “colorada” del general Venancio Flores (1865-1868), la Infantería de Marina estadounidense desembarcó nuevamente en Montevideo, Uruguay.
A la par, y con el propósito de fortalecer sus intereses en “el corazón de América del Sur”, la Casa Blanca propuso una “mediación” en la Guerra de la Triple Alianza (Argentina-Brasil-Uruguay) contra Paraguay (1865-1870); pero esta fue rechazada por todas las partes y especialmente por los intereses del Imperio británico que se movían detrás de ese sanguinario conflicto fratricida.
Paralelamente, las fuerzas militares estadounidenses ocuparon nuevamente el territorio de Panamá con el argumento de “proteger a los pasajeros y mercancías” que transitaban por el ferrocarril de la región durante el vacío de poder que se generó durante el gobierno del presidente colombiano Santos Gutiérrez (1868-1870).
Adicionalmente, y para disgusto de la Casa Blanca, se inició casi de manera simultánea –septiembre y octubre de 1868, respectivamente— la lucha por la independencia de Puerto Rico y Cuba frente al dominio español.
1869: De manera unilateral, el presidente estadounidense general Ulyses Grant (1869–1877), impulsó una “gestión mediadora” entre España y el recién constituido gobierno de la República de Cuba en Armas, según la cual –a cambio del pago de varios millones de dólares— España reconocería la independencia de la isla y en esta se instauraría un “gobierno cubano” que –con sus ingresos aduanales—, sufragaría “la deuda de su independencia”. A su vez, Puerto Rico se transformaría en un protectorado de Estados Unidos.
Aunque fracasaron esas gestiones, la Casa Blanca no reconoció la beligerancia de los patriotas cubanos; por el contrario, en los años sucesivos adoptó una “posición neutral” absolutamente favorable a la sanguinaria política contrainsurgente desplegada por la reaccionaria monarquía ibérica, con vistas a derrotar a las fuerzas patrióticas cubanas.
1870: El cruento dictador dominicano Buenaventura Báez (1868-1873) inició “gestiones comerciales” dirigidas a anexar su país a Estados Unidos. Según algunos historiadores, con esas negociaciones el presidente Ulyses Grant pretendía iniciar acciones dirigidas a apoderarse de toda la isla La Española. En ese contexto, y con el apoyo de varios buques de guerra estadounidenses, fue derrotada una expedición militar contra el gobierno de Buenaventura Báez capitaneada por el general Gregorio Luperón, uno de los líderes de la Guerra de Restauración de la independencia de República Dominicana frente a la dominación española (1863-1865) y propulsor, entre otros, de una Confederación Antillana que tuviera por núcleo la reunificación de Haití y la República Dominicana, así como la independencia de Cuba y Puerto Rico.
Paralelamente, y con el silencio cómplice de la Casa Blanca, el territorio paraguayo fue desmembrado entre Brasil y Argentina, lo que posibilitó que Estados Unidos –con la anuencia británica—, adquiriera los “derechos” de libre navegación en los ríos Paraná y Paraguay, que venían procurando desde años atrás.
1871: Luego de tortuosas gestiones “diplomáticas”, el Senado norteamericano rechazó el acuerdo de anexión a Estados Unidos firmado entre Buenaventura Báez y Ulyses Grant. A pesar de eso y con el apoyo de la Casa Blanca, se fundó la Samaná Bay Company, destinada a garantizar –a cambio de 150 mil dólares anuales—, el control estadounidense sobre esa estratégica bahía dominicana.
A la par, la Marina de guerra estadounidense continuó realizando demostraciones de fuerza contra el gobierno de Haití, con el propósito de favorecer a los comerciantes estadounidenses y de obtener facilidades militares en la estratégica Bahía de Molé de Saint-Nicholas.
1872: En el contexto de sus constantes conflictos bélicos con Francia, barcos de guerra alemanes obligaron al gobierno haitiano a pagar fuertes reclamaciones financieras a los hombres de negocios alemanes. Ante esa situación, y aduciendo la Doctrina Monroe, el gobierno haitiano solicitó apoyo al gobierno de Ulyses Grant; pero este rehusó.
1873: La Infantería de Marina estadounidense desembarcó dos veces en Panamá con el recurrente pretexto de “proteger los intereses americanos” durante las hostilidades que se desarrollaron entre grupos locales interesados en el control del gobierno de ese territorio, perteneciente a Estados Unidos de Colombia.
Por otra parte, y pese a las reiteradas protestas del gobierno azteca, tropas estadounidenses con autorización de la Casa Blanca, cruzaron repetidamente su frontera con México, con la socorrida argucia de perseguir a los “bandidos y ladrones” que operaban en las inmediaciones de la misma. En este año, el caso más sonado ocurrió en la zona de Remolino.
1876: Tropas estadounidenses ocuparon temporalmente la ciudad de Matamoros, bajo jurisdicción mexicana, aduciendo “el vacío de poder” que se había creado a causa de la sublevación del general y posterior dictador Porfirio Díaz contra el gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada (1872-1876); quien había ocupado la Presidencia de ese país luego de la muerte, el 18 de julio de 1872, del Benemérito de América, Benito Juárez.
1880: En una descarada oposición a las primeras gestiones de una compañía francesa para construir el Canal de Panamá y desconociendo la soberanía del gobierno de los Estados Unidos de Colombia sobre ese territorio, el presidente estadounidense Rotherford B. Hayes (1877-1871) proclamó el llamado “corolario Hayes a la Doctrina Monroe”. Según esa inferencia, Estados Unidos no podía consentir el dominio del susodicho canal por “ningún Estado europeo o ninguna combinación de potencias europeas”; ya que esa vía interoceánica presuntamente era “parte de la línea costera de Estados Unidos”.
Paralelamente, la Casa Blanca amenazó con declararle la guerra a México con el pretexto de la incapacidad del primer gobierno del general Porfirio Díaz (1877-1880) para evitar que “diversos grupos de bandidos” cruzaran la frontera entre ambos países. Con ese artificio, en los años sucesivos, tropas estadounidenses incursionaron en el territorio mexicano en más de veinte ocasiones.
1881: El fugaz gobierno del republicano James Garfield (1881) fracasó en su intento de “mediar” en la Segunda Guerra del Pacífico que, desde 1879, venía enfrentando a Chile (apoyado por el Imperio británico) con Perú y Bolivia. Detrás de esa gestión se encontraba un tenebroso plan del corrupto Secretario de Estado, James Blaine (1881), y de ciertos sectores de la oligarquía peruana de establecer un protectorado estadounidense sobre Perú, como medio de “hacer prevalecer la Doctrina Monroe en toda Sudamérica” y de apoderarse de los ricos yacimientos de guano y salitre ubicados en la zona en disputa.
Con fines parecidos, Blaine intentó chantajear al gobierno de Ecuador –entonces presidido por Ignacio de Veintimilla (1876-1884)— para que le vendiera a los Estados Unidos todas o algunas de las islas Galápagos, ubicadas en el Océano Pacífico, y emprendió las primeras gestiones dirigidas a convocar la Primera Conferencia Internacional de Estados Americanos. Estas fueron canceladas por el presidente estadounidense Chester Allan Arthur (1881-1885), quien destituyó a Blaine previo a un juicio político en su contra seguido por el Senado a causa de sus negocios turbios con diversas empresas salitreras con intereses en Perú.
1882: Luego de diversos incidentes en la frontera, y aduciendo el constante tránsito de “ladrones y bandidos” entre uno y otro lado, el gobierno de Estados Unidos le impuso al presidente azteca Manuel González (1880-1884), un Tratado que autorizaba a las fuerzas militares estadounidenses a incursionar en el territorio mexicano.
1885: En medio de la guerra civil entre liberales y conservadores, que nuevamente afectaban a los Estados Unidos de Colombia, tropas estadounidenses ocuparon durante tres meses las ciudades de Colón y Panamá con el pretexto de “garantizar el libre tránsito de personas y mercancías a través del ferrocarril del istmo”.
Igualmente, el presidente Grover Cleveland (primer demócrata que llegó electoralmente a la Casa Blanca luego del fin de la Guerra de Secesión) se opuso activamente a los intentos del general y presidente “liberal” guatemalteco Justo Rufino Barrios (1873-1885) de restablecer la unidad centroamericana.
1888: Unidades de la Marina de guerra estadounidenses bloquearon las costas de Haití con vistas “a persuadir” al gobierno de ese país de que liberara una nave estadounidense que había violado las leyes haitianas. Según algunos historiadores, entre 1857 y 1900, Estados Unidos emprendió diecinueve acciones intervencionistas contra sucesivos gobiernos de Haití con el propósito de favorecer los intereses de ciudadanos estadounidenses (muchos de ellos de origen libanés o sirio-palestino) radicados en esa isla del Caribe.
1890 Siguiendo las infructuosas gestiones que habían realizado el fugaz dúo Garfield-Blaine, se celebró en Washington la Primera Conferencia Internacional de Estados Americanos, en la que el Presidente republicano Benjamin Harrison (1889-1893) y sobre todo, su ambicioso y corrupto Secretario de Estado, James Blaine (1889-1892), intentaron imponerle a los gobiernos latinoamericanos una Unión Aduanera y un plan para el arbitraje obligatorio –tutelado por los Estados Unidos— de todas las disputas territoriales que se presentaran entre los Estados del continente.
Aunque la Casa Blanca fracasó en ambos empeños, logró la fundación de la Unión Internacional de Estados Americanos (posteriormente denominada Unión Panamericana), cuya Secretaría Ejecutiva (bajo el nombre de Oficina Comercial de las Repúblicas Americanas), quedó ubicada en Washington bajo la tutela del Departamento de Estado. Valorando ese cónclave, el Apóstol de la independencia de Cuba, José Martí, indicó: “Jamás hubo en América, de la independencia acá, asunto que requiera más sensatez, ni obligue a más vigilancia, ni pida examen más claro y minucioso, que el convite que los Estados Unidos potentes, repletos de productos invendibles y determinados a extender sus dominios en América, hacen a las naciones americanas de menos poder… (…) De la tiranía de España supo salvarse la América española; y ahora, después de ver con ojos judiciales los antecedentes, causas y factores del convite, urge decir, porque es la verdad, que ha llegado para la América española la hora de declarar su segunda independencia”.
Denotando la certeza de ese aldabonazo martiano y el carácter oportunista de los “acuerdos panamericanos”, y en medio de los agudos conflictos internos que se desarrollaban en Argentina, la Infantería de Marina estadounidense desembarcó otra vez en Buenos Aires con el pretexto de proteger “el consulado y la Embajada estadounidense” durante “la revolución” –encabezada por Leandro Alem, fundador de la Unión Cívica de la Juventud— que derrocó al presidente liberal Miguel Juárez Celman (1886-1890).
1891: Como un espurio resultado de la Primera Conferencia Internacional de Estados Americanos, se efectuó en Washington la Conferencia Monetaria Internacional Americana, en la que el gobierno de Estados Unidos intentó imponerle a sus homólogos latinoamericanos la adopción de la equivalencia del oro y la plata. Comoquiera que –según demostró José Martí— lo anterior afectaba a las naciones del Sur del continente, nuevamente fueron derrotadas las pretensiones de la Casa Blanca.
Poco después, con el pretexto de “proteger la vida y las propiedades de ciudadanos americanos en la Isla Navassa”, barcos de la Marina de Guerra estadounidense bloquearon nuevamente las costas haitianas con el propósito de lograr que el gobierno de ese país le permitiera instalar una base naval en la estratégica bahía Molé de Saint-Nicholas.
Asimismo, el dúo Harrison-Blaine amenazó con declararle la guerra a Chile si el gobierno de ese país no le ofrecía una adecuada compensación por la muerte, en una riña callejera, de dos infantes de marina del buque Baltimore. Previamente, la Infantería de Marina estadounidense había desembarcado en el puerto de Valparaíso para “proteger el consulado estadounidense y a las mujeres y los niños” que se habían refugiado en esa instalación durante la mal llamada “Revolución de 1891” en la que –con el respaldo del Imperio británico—, fue violentamente derrocado el presidente constitucional, reformista y nacionalista chileno José Manuel Balmaceda (1886-1891).
1893: Con el apoyo del segundo gobierno del demócrata Grover Cleveland (1893-1897) la funesta Santo Domingo Improvement Company of New York, estrechamente vinculada al “trust del dinero” afincado en Wall Street, inició su “intervención financiera” en República Dominicana. Previamente, luego de algunos escarceos, el Senado estadounidense había ratificado un asimétrico acuerdo de “reciprocidad comercial” firmado por la Casa Blanca con la sanguinaria dictadura del General dominicano Ulises “Lilí” Heureaux (1882-1889).
1894: Como parte de su reiterada injerencia en los conflictos internos entre los sectores promonárquicos y pro republicanos que se produjeron en Brasil después de la institucionalización de la llamada Velha República (1891), la Infantería de Marina estadounidense desembarcó en Río de Janeiro con el pretexto de impedir la llegada de armas provenientes de Alemania y de “proteger el comercio y las naves americanas” surtas en ese puerto.
Paralelamente, tropas estadounidenses ocuparon el puerto de Bluefield, Nicaragua, con el socorrido pretexto de “defender los intereses americanos” durante una insurrección del Partido Conservador contra el prestigioso presidente liberal José Santos Zelaya (1893-1909).
1895: La Casa Blanca ordenó la incautación de las armas y municiones adquiridas por el Partido Revolucionario Cubano (fundado por José Martí y Máximo Gómez en 1891) para el desarrollo del Plan de la Fernandina, dirigido a lograr la independencia de Cuba y promover la de Puerto Rico frente al vetusto coloniaje español. Como lo anterior no pudo impedir que el 24 de febrero se reiniciara la lucha independentista del pueblo cubano, las autoridades estadounidenses reiteraron su “política de neutralidad”, absolutamente favorable a España.
Posteriormente, el Secretario de Estado norteamericano, Richard Olney (1895-1897), aduciendo la Doctrina Monroe, exigió someter a un arbitraje internacional los conflictos que, desde 1844, venían presentándose entre Gran Bretaña y Venezuela, alrededor de los límites entre este último país y la llamada “Guayana británica”. Como resultado de ese “arbitraje”, Estados Unidos garantizó su control sobre la desembocadura del río Orinoco y el Reino Unido recibió de manera inmerecida 45 000 millas cuadradas de territorio venezolano.
Mientras, las fuerzas armadas norteamericanas desembarcaron nuevamente en Panamá; ahora con el argumento de “defender los intereses americanos durante un ataque de bandidos a la ciudad [panameña] de Bocas del Toro”.
1896: La Casa Blanca conspiró exitosamente contra los esfuerzos del primer gobierno del prestigioso líder liberal ecuatoriano Eloy Alfaro (1895-1901) para organizar una expedición en apoyo a las luchas por la independencia de Cuba, así como de efectuar –en conjunto con el Presidente de México, Porfirio Díaz (1884-1911)— un Congreso Latinoamericano dirigido, entre otras cosas, a elaborar un Derecho Latinoamericano alternativo a la Doctrina Monroe.
A la par, la Marina de guerra estadounidense ocupó la ciudad de Corinto con el pretexto de proteger “los intereses americanos” durante los disturbios políticos que continuaban afectando a Nicaragua.
1897: A espaldas del Consejo de Gobierno y del victorioso Ejército Libertador cubano, el presidente republicano William McKinley (1897-1901) comenzó a preparar las condiciones políticas y militares con vistas a declararle la guerra a España y proceder a la anexión de los archipiélagos de Filipinas, Cuba y Puerto Rico. En ese contexto, el Subsecretario del Departamento de Guerra de los Estados Unidos, J. C. Breckenridge, instruyó al General en Jefe del Ejército norteamericano, N. A. Miles, la política que debía seguir para obtener esos últimos propósitos.
Según esas instrucciones, en el caso de Puerto Rico debía “emplear medios relativamente suaves” para apoderarse de esa isla; pero en lo atinente a Cuba se le incitaba al sistemático exterminio de la población civil cubana y, en especial, de las fuerzas del Ejército Libertador, al cual debían encomendársele “todas las empresas peligrosas y desesperadas”. Consecuente con esa estrategia genocida, el gobierno estadounidense mantuvo un férreo bloqueo de medicinas y alimentos que, en lo fundamental, más que a las autoridades coloniales españolas, afectaba al pueblo cubano.
1898: La Infantería de Marina desembarcó en Nicaragua con el socorrido argumento de “proteger la vida y los intereses americanos en [el Departamento] de San Juan del Sur”.
Días después, y antecedida por la explosión del buque estadounidense Maine en el Puerto de La Habana, por un cruento bloqueo de alimentos y medicinas, así como por el cañoneo deliberado de las costas cubanas con el propósito de diezmar a la población civil de la isla, y amparados en el cínico pretexto de “colaborar con la lucha por la independencia del pueblo cubano”, el gobierno de los Estados Unidos le declaró unilateralmente la guerra a España. A pesar del decisivo apoyo que le habían prestado en esa contienda, las fuerzas armadas estadounidenses impidieron la entrada del Lugarteniente del Ejército Libertador cubano, general Calixto García, a Santiago de Cuba.
Paralelamente, el presidente McKinley traicionó los acuerdos que había adoptado con el destacado general independentista filipino, Emilio Aguinaldo y en consecuencia, los gobiernos de los Estados Unidos y España suscribieron el Tratado de Paz de París, en el que la monarquía ibérica reconoció su derrota.
1899: Pese a las multiformes resistencias de las fuerzas patrióticas, las fuerzas armadas estadounidenses ocuparon totalmente las 7 100 islas Filipinas y Guam (todas en el Océano Pacífico), al igual que los archipiélagos de Puerto Rico y Cuba. En los tres primeros casos, como “botín de guerra” o “compensación” por los gastos incurridos en esa “barata contienda” y, en el último, con el pretexto de crear los mecanismos que supuestamente permitieran consagrar la soberanía y la independencia de la mayor de las Antillas. Todo ello, junto a la anexión de Hawai (1898), a la formalización de su “protectorado compartido” con Alemania sobre las islas Samoa y al constante incremento de su poderío económico y militar, transformó a Estados Unidos en “una auténtica potencia (imperialista) mundial”.
En consecuencia, la Infantería de Marina estadounidense desembarcó nuevamente en los puertos de Bluefield y San Juan del Norte, Nicaragua, con el propósito de imponerle al prestigioso presidente liberal José Santos Zelaya (1893-1909), un nuevo Tratado dirigido a garantizar los presuntos “derechos estadounidenses” en la eventual construcción de un canal interoceánico a través del territorio de Nicaragua.
1900: Con el respaldo del Congreso, la Casa Blanca promulgó la Ley Foraker, gracias a la cual convirtió a Puerto Rico en una colonia de los Estados Unidos.