Irán: el segundo proveedor de petróleo de España
Los países de la UE han acordado hoy llevar a cabo el plan de embargo contra el crudo iraní. Esta decisión calienta aún más la situación en la zona, tras la amenaza militar de un posible ataque a Irán por parte de Israel y Estados Unidos.
Las escaramuzas en torno al crudo persa se remontan a principios del siglo pasado, momento en que se descubre que Irán casi flota sobre un mar de petróleo. El magnate inglés William Knox d’Arcy se hizo con los derechos de explotación por 60 años de casi todo el subsuelo del país y fundó para esta misión la Anglo-Persian Oil Company, génesis de la actual petrolera BP. Pero Mohammad Mosaddeq impulsó definitivamente la nacionalización del crudo iraní, que se aprobó a finales de 1951 por el Majlis (Parlamento) y el Senado.
El Reino Unido, que se había convertido en máximo accionista de la compañía petrolera poco antes de la Primera Guerra Mundial, no tardó en tomar represalias: aprobación de sanciones al crudo y a la banca, creación de una red de espionaje a líderes políticos y empresarios locales, amenaza de intervención militar, denuncia de Mosaddeq ante el Tribunal Pena Internacional y dos golpes de estado. Fue el segundo, orquestado junto a EE UU y con el apoyo del futuro Sha, Mohammad Reza Pahlaví, el que acabó con la reclusión domiciliaria del ex Primer Ministro iraní y la ejecución de su Ministro de Exteriores, también implicado de forma importante en la nacionalización del petróleo, Hossein Fatemí.
En línea con las hostilidades que se sucedieron tras la “Crisis de los rehenes” en otoño de 1979, Bill Clinton prohibía a las compañías estadounidenses importar petróleo. Al año siguiente aprobaba todo un paquete de penalizaciones para las empresas extranjeras que invirtiesen en el desarrollo de recursos petrolíferos en Irán, cuyo presidencia por aquél entonces corría a cargo de Akbar Hasemi Rafsanjaní. Algunas de ellas, la suspensión de licencias de exportación, bloqueo de sus importaciones, denegación de subvenciones y prohibición de recibir créditos bancarios. El motivo, rezan las Órdenes Ejecutivas firmadas por Washington, era el desarrollo de su programa nuclear y el apoyo a las “organizaciones terroristas” Hizbulá, Hamás y Yihad Islámica Palestina. La orden estadounidense se ha ido renovando hasta la fecha.
TENSIÓN EN AUMENTO
La escalada de hostilidades entre Irán y sus supuestos antagonistas occidentales alcanzó un punto álgido a finales de diciembre del año pasado. Pocos días después de que la administración Cameron acordara romper toda relación financiera con la banca iraní, un grupo numeroso de adscripción desconocida irrumpió en la embajada británica en Teherán. Acto seguido, el Ministro de Exteriores del Reino Unido, William Hague, se puso a la cabeza de una ofensiva diplomática destinada a involucrar a los socios de la Unión Europea en la extensión de las sanciones de Londres. Y más allá, lograr que los 27 cortaran el grifo del petróleo y prohibiesen a sus empresas importar crudo procedente de Irán.
Sin embargo, las expectativas de Hague no se cumplieron. El principal responsable fue Grecia, que desde el primer momento vetó toda resolución comunitaria. Alain Juppé, ministro de exteriores francés, país que había arrimado el hombro junto con Alemania y Suecia para aplicar estas sanciones, justificó ante la prensa el plante griego esgrimiendo las “condiciones ventajosas” obtenidas por los helenos en los acuerdos de importación de crudo persa.
EUROPA, CLIENTA DE REFERENCIA
De los 450.000 barriles que importa la Unión Europea de Irán cada día (en datos del director de Asuntos Internacionales de la Empresa Nacional de Petróleos de Irán) un 15’5% fue a parar a las refinerías españolas en noviembre de 2011. Esta tendencia, que no baja del 14% en nuestro país, es muy similar en Italia (13’1%) y Grecia (14%). No es menos elevado el porcentaje en Portugal, lo cual convierte a los conocidos como PIGS (así se llamó, despectivamente, a los países más golpeados por la crisis de deuda soberana de 2011) en las víctimas más sensibles en caso de una desestabilización del mercado. Y no sólo en caso de una hipotética guerra. Ha bastado con el clima prebélico azuzado por la mayoría de líderes políticos occidentales y una depreciación del euro frente al dólar para que el barril de Brent ascienda al pico histórico de 88 euros.
La entonces ministra de Exteriores española, Trinidad Jiménez, también habló ante los periodistas tras el pleno: “de aquí a que se adoptasen [las restricciones] España podría buscar otras alternativas”. Esta tesis fue secundada el 20 de diciembre por el presidente de Repsol, Antoni Bufrau: “No será difícil sustituir [las importaciones de Irán] por Arabia Saudí o incluso Rusia”, dijo en Moscú tras firmar un acuerdo comercial con petroleras locales. Irán es el segundo proveedor de España a día de hoy con 196.000 barriles diarios, sólo por detrás de Rusia.
UNA REGIÓN GEOESTRATÉGICA
Por el estrecho de Ormuz (en la boca del golfo Pérsico) circula diariamente el 40% del suministro de crudo mundial. Las aguas más profundas de esta zona, las únicas aptas para la navegación de petroleros, pertenecen a territorio iraní. La posibilidad de taponar esta vía formó parte del discurso del vicepresidente persa, Mohamed Reza Rahimi, en respuesta a lo ocurrido en el seno de la UE pocas semanas antes. En torno a la nochevieja las maniobras militares Velayat 90, desarrolladas por las Fuerzas Navales iraníes en aguas de Hormuz, sirvieron para que el almirante Habibollá Sayarí celebrara la posibilidad real de tamaña acción.
Enero ha comenzado entre las supuestas filtraciones diplomáticas que incluso fechan a finales de mes la aprobación de las sanciones propuestas por Londres (Grecia ha condicionado su apoyo a cambio de aliviar la presión del rescate financiero en el que está sumida) y la llamada del ministro de Exteriores iraní, Alí Akbar Salehí, a retomar en Turquía la mesa de negociación del llamado “G5+1” sobre su programa nuclear. Entremedio, las reacciones de otros países importadores. El principal, China (543.000 barriles diarios), se manifestó contra el bloqueo a la compra de crudo, al mismo tiempo que llamó a la negociación como solución al conflicto.
Tanto la India como Japón, segundo y tercer importador de referencia, se manifestaron contrarios a las sanciones. Nueva Delhi, consciente de las consecuencias que tendría el plan para el precio en el mercado mundial, pidió una exención de este. Los nipones, por su parte, manifestaron su preocupación ante el nuevo escenario energético, más si cabe con el problema local del descenso de la producción nuclear.
UN PROBLEMA GLOBAL
Pese al afán estadounidense en buscar a toda costa el autoabastecimiento energético, que la extracción de hidrocarburos fósiles está viviendo sus últimos “años dorados” es una evidencia. Sancionar el petróleo iraní provocaría, automáticamente, un problema de abastecimiento en los países consumidores. El resto de productores se permitirían el lujo de subir el precio de sus exportaciones, con lo cual los actores cambiarían de papel en el mercado mundial.
Irán, que debe al crudo el 80% de su volumen de exportaciones (4. 245.000 barriles diarios), no tendría más remedio que rebajar el precio del petróleo para reconfigurar su cartera de clientes. Al descenso del valor de sus hidrocarburos se le añadiría el problema de la inflación, endémico en el país, y las consecuencias despreciativas para el rial de las sanciones aprobadas recientemente por EEUU y Reino Unido al Banco Central persa. Un panorama desalentador y global las consecuencias del cual un hipotético conflicto bélico no haría más que pauperizar. La situación de un Occidente pagando crudo a precios desorbitados y uno de los mayores productores mundiales con una cartera de clientes restringida resulta a todas luces contradictorio: ¿se convertirá uno sus ‘clientes de referencia’ a su vez en un nuevo ‘importador de referencia’ para los Estados firmantes del plan de sanciones, si se llagara a un acuerdo?