Para entender las hipocresías sobre el delicado tema del aborto, hay que preguntarse si la vida es un valor absoluto o no. Es un tema que discutí días atrás con José Augusto Messias, catedrático de medicina de la Universidad Pública de Rio de Janeiro y miembro de la Academia de Medicina de Brasil. Messías es además fundador en el Hospital de Pedro Ernesto de Rio, de una de las pocas experiencias en el mundo de “medicina para adolescentes”.
Hablábamos de la repercusión que ha tenido mi post sobre las primeras declaraciones sobre el aborto de Eleonora Menicucci, la nueva ministra de Políticas para la Mujer, nombrada por Dilma, que se ha declarado a favor de la liberalización del aborto como “problema de salud pública”.
Los lectores de mi blog se enzarzaron en una dura y apasionada discusión a favor y en contra de la ministra, compañera de cárcel y de tortura de Dilma durante la dictadura militar. El artículo fue recomendado por cerca de cuatro mil Facebook y produjo cerca de cien comentarios.
Después de los diputados de las iglesias evangélicas,el obispo católico, José Benedito Simão, de la diócesis paulistana de Assís, miembro de la Conferencia Episcopal Brasileña, ha lanzado sus piedras también contra la ministra calificándola de “persona infeliz, mal amada e irresponsable”, que, según él “ha adoptado una postura contra el pueblo y a favor de la muerte”. Y ha comentado que “ha reaccionado con indignación ante sus palabras” y anuncia manifestaciones de protesta contra ella.
Según el médico brasileño Messias, la pregunta que hay que hacerse frente a tantas hipocresías en torno del tema del aborto y de la libre decisión de la mujer sobre su maternidad en algunas circunstancias, es la siguiente y fundamental: “¿Es la vida un valor absoluto?”. Y según él está claro que no lo es ni para las Iglesias. De lo contrario no defendería la “guerra justa”, ni hubiese llevado a cabo “las guerras de religión”, ni matado a los herejes por manos de la Santa Inquisición.
Para él, es una hipocresía estar especulando sobre cuando empieza la vida en el vientre de una mujer. “Empieza en el instante en el que un espermatozoo fecunda el óvulo, y punto”, dice. Todo los demás, según él, si la vida empieza al segundo o al tercer mes, son solo discusiones bizantinas.
Sin duda, el aborto interrumpe una vida. Pero la interrumpen también las guerras que todos aceptan en determinadas circunstancias. Y en las guerras se muere y mucho. Es la demostración de que ni la Iglesia ni el Estado consideran la vida como un bien absoluto. De serlo no se podría sacrificar por ningún motivo. Y el Vaticano mantuvo la pena de muerte hasta el Pontificado de Pablo VI y el doctor de la Iglesia, Santo Tomás de Aquino defiende el derecho de “asesinar al tirano”, cuando esté esclavizando a su pueblo y privándolo de su libertad.
Más aún, me consta por informaciones recogidas de boca de importantes prelados de la Curia Romana y de superioras de Congregaciones religiosas, que la Iglesia permite abortar a las monjas que en las misiones hayan sido violadas. ¿Por qué con las religiosas el aborto no es un asesinato y lo es cuando aborta cualquier otra mujer?
Los mismos Estados que aún no han liberalizado el aborto, permiten en casos extremos, como en Brasil, abortar, por ejemplo, en caso de peligro de muerte de la madre o después que una mujer haya sufrido un estupro. Una demostración más de que tampoco para el Estado la vida es en sí un valor absoluto. Sólo la propia conciencia es un valor absoluto para cada ser humano
Todo ello para decir que lo mejor en el tema tan serio como el aborto y que despierta tantas pasiones, es analizarlo sin prejuicios.“Sin duda que el aborto no es una fiesta”, dice el médico brasileño, para Santo Tomás de Aquino quien se celebra sólo la vida. Hacemos fiesta cuando nace un nuevo ser humano, no cuando una mujer aborta, que es siempre un trauma para ella.
Que el aborto, porque siempre se trata de eliminar el inicio de una vida, es algo serio,lo revela el hecho que aún en los países donde está liberalizado, el Estado sigue teniendo un control sobre él. Nadie puede abortar a la ligera. La mujer que crea en conciencia que debe interrumpir su maternidad, debe presentar razones plausibles a los órganos del Estado.
Por lo tanto ni “fiesta”, ni “crimen”. Se trata de una decisión personal e intransferible de la mujer que nadie debería tener el derecho de prohibir ni de castigar, ni el Estado ni la Iglesia, Como ha dicho la ministra “apedreada”, el aborto no es un “problema ideológico sino de salud pública”.