Sorprendido. Indignado. Aunque, sé, debería sentirme halagado, en verdad me diento denigrado. Y aunque lamento dedicar este espacio al vuelco de cuestiones personales, no puedo menos que manifestar mi profundo rechazo por aquellas opiniones claramente interesadas que, en lugar de analizar y en todo caso discutir lo expuesto por mí en la Cámara de Senadores de la Nación a modo de defensa del proyecto soberano de expropiación del 51% de las acciones de YPF correspondientes a la empresa trasnacional Repsol, optaron por la frivolidad de elogiar mi figura, mis ojos celestes, mis prolijas patillas, mi deliberada informalidad al vestir, mi enérgica juventud, mi firmeza en el tono, mi sensualidad innata… ¿A qué obedece esa “cosificación”? ¿A quién importa si estoy o no estoy “dable”? Dí un discurso magistral, pero para quienes se confunden, simplemente me mostré durante dos horas y media en televisión. Hay, sin duda, un intento por desviar el eje del debate poniendo el foco en frivolidades para no ahondar en lo que realmente importa: la reparación histórica que supone la recuperación para el Estado nacional y, con ello, para el país de uno de sus capitales más importantes como lo son sus reservas hidrocarburíferas. ¿Cuál es la sorpresa? ¿Cuál es la intención? En mis talleres sobre macroeconomía estratégica y soberanía para estudiantes avanzadas de Economía que brindo en mi estudio suelo destacar lo clave que es, al momento de argumentar una opinión, darle sustento no sólo con academia sino también con actitud. Una exposición es solvente cuando el discurso va en sintonía con la oratoria. Así lo exige la política. En mi caso, la defensa irrestricta de la decisión de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner de expropiar YPF e intervenirla fue sostenida con razones, datos, opiniones, y también con una actitud. Así como puedo alguna vez ser el turista feliz que disfruta de un Negroni a la vera del mar en el Tío Tom, mi balneario en el mundo, Solanas, Punta, también puedo ser el viceministro de Economía que, orgulloso, defiende el derecho soberano de los argentinos a decidir sobre sus recursos naturales. No son menos en un caso ni son más en otro. Informal, pero serio. Sexy, pero consistente. Soy el mismo. Soy yo. Soy Axel Kicillof.
ANTERIORES
19.03.2012
Somos presente
Juventud. Empuje. Garra. Ganas. Diversidad. La llegada del compañero Alejandro Ramos a la Secretaría de Transporte prueba muchas cosas, y echa por tierra varios mitos. Demuestra que a la Presidenta no le tiembla el pulso a la hora de designar jóvenes inexpertos pero llenos de ideas en cargos de gran relevancia. Sangre joven es lo que hace falta, siempre. Y también derrumba la falacia de que todos los jóvenes que acceden a cargos ejecutivos provienen de la Cámpora y no han sido elegidos por nadie. El caso de Ramos es prototípico: fue reelecto por más del 70 por ciento de los votos en su Granadero Baigorria natal, y no puede ser considerado un cuadro camporista. Como parte de ese torrente sanguíneo que vino a aportar glóbulos frescos al sistema circulatorio de este gran aparato vital que es el movimiento kirchnerista, celebro la decisión de la compañera Cristina de no detenerse en edades o currículums al momento de tomar decisiones. Como suelo explicar a las asistentes de mis talleres para jóvenes estudiantes de Económicas, los jóvenes son –somos- el futuro, pero también somos el presente. Alzo mi copa de kir péttilant por ello. Somos futuro y presente. Soy presente y futuro. Soy Axel Kicillof.
17.02.2012
Sólo el amor puede sostener
Fragilidad. Fugacidad. Los seres queridos que mueren nos enfrentan con su partida a la breve inmensidad de la vida. Seres queridos no son sólo los amigos, la familia. Son también aquellos que, con sus ideas o su arte, nos hicieron mejores. Todos quienes conocimos y disfrutamos el arte de El Flaco Spinetta somos un poco mejores de que habríamos sido si no lo hubiésemos conocido. Recuerdo como si fuera hoy cuando lo escuché por primera vez. Muy niño todavía, jugaba al tenis y tenía a Guillermo Vilas como máximo ídolo. Mi superhéroe no tenía capa ni antifaz: tenía vincha y raqueta. Por eso, cuando mis amigos del Club Azul (ellos saben de qué club estoy hablando) me regalaron para mi cumple de 9 el disco “Only Love Can Sustain”, creí tocar el cielo con las manos: ¡mi héroe también escribía canciones! Una delicia poético-musical que hoy evoco porque gracias al gran Willy conocí a quien cantaba esas letras: Luis Alberto Spinetta. No sabía qué se escondía en esa gema que giraba una y otra vez en la bandeja giradiscos del centro musical de mi casa. Desde entonces, mi panteón infantil incorporó al Flaco. Un prócer de vincha y raqueta, y otro de guitarra y poesía. Luego supe que antes, Luis había grabado maravillas. Luego, también, fui creciendo con su arte como aliado. Sin Luis Alberto entre nosotros, el mundo es un poco peor. Pero es mejor que lo habría sido si Luis Alberto no hubiese pasado por aquí. Como yo soy mejor por haberlo conocido. Como suelo comentar a mis alumnas en los brakes de mis talleres para estudiantes inciales de Economía que sigo dando a pesar de mis funciones públicas para no perder contacto con la calle, la energía bella y virgen de la juventud, es tarea de quienes tenemos responsabilidades sociales y políticas abrevar en su poesía a la hora de imaginar una realidad mejor. Spinetta nos ha hecho mejores. Me ha hecho mejor. Soy mejor. Soy Axel Kicillof
06.01.2012
Alineación y balance
Tiempo de balances. Tiempo de reflexión. Tiempo de repasos y proyectos. La llegada del fin de un nuevo año que termina invita si no obliga a la cavilación meditada. El marco, desde luego, condiciona. Hay algarabía y angustia, alegría y pesar, esperanza y melancolía. Apoltronados en el Philippe Starck, queremos ser ecuánimes, precisos, objetivos pero no injustos, y la emoción por la tarea cumplida y el vértigo por las responsabilidades que vendrán, nublan pareceres. En mi caso, y conmigo creo englobar a todos los argentinos en un abrazo nacional y popular elegante y cálido, la balanza se inclina hacia lo positivo sin la más mínima duda. Hemos atravesado un año difícil, hemos consolidado tanto en obras como en las urnas un modelo que sigue dando frutos, los jóvenes logramos aportar pasión y nuevas ideas a los experimentados funcionarios que han logrado lo que hoy gozamos, el país, los argentinos somos ejemplo de superación y esfuerzo en un contexto mundial crítico. Nunca sobran los motivos para celebrar. Tenemos razones para estar tristes, tenemos razones para la preocupación, pero ninguno podrá empañar la certeza lo bien hecho. Como lo hice en el cierre anual de mi taller de apoyo para estudiantes avanzadas de Económicas, alzo también aquí mi copa de Veuve Clicquot y brindo por lo que fue, por lo que vendrá. Por lo que somos, por ser parte de este somos. Por lo que soy. Por Axel Kiciloff.
20.12.2011
Mi top five
Orgullo. Honor. Responsabilidad. Compromiso. Placer. Éste es mi top five de sensaciones a pocas horas de haber asumido como viceministro de Economía, el máximo cargo que me ha sido asignado en mi breve pero fructífera carrera político-profesional. El orgullo de haber sido elegido entre muchos, muchísimos otros. El honor ya no de acompañar sino decididamente protagonizar junto con la Presidenta esta gesta de reconstrucción de un país más justo, más solidario, más inclusivo, más nacional y popular. La responsabilidad de responder no sólo a las expectativas de Cristina Fernández sino también a los principios de mi propia formación ideológico-académica y a las necesidades de los ciudadanos. El compromiso de llevar adelante este modelo desde un lugar de alta carga ejecutiva y emocional. El placer de disfrutar en cuerpo y mente de este proceso de cambio dándome espacio no sólo para la gestión sino también para gozo. En los talleres de refuerzos académicos básicos sobre macroeconomía global que doy a las jóvenes estudiantes de Económicas insisto a diario en este punto que considero central: no existe realización personal si en la labor cotidiana no hay espacio para el placer. Y voy más allá: no creo en los funcionarios que no dedican parte de las 24 horas de sus 365 días del año a la delicia y la voluptuosidad. Porque no rinde lo mismo quien logra tomarse un bracke para el disfrute; el stress de la función pública requiere, diría que obliga a un momento de relax, reencuentro con el yo lúdico, la pulsión por el mí mismo único y personal. Una escapada a Fidji, unas ostras del Caribe, un blanco Premium chileno con notas de papaya y lúcuma, un simple chapuzón en las aguas heladas como final de una reparadora hidroterapia de media tarde son sólo ejemplos de ese necesario recreo. Soy el nuevo viceministro de Economía. Soy quien llevará adelante junto con mi equipo, el andamiaje financiero y productivo que sostendrá este modelo que encabeza la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Soy quien sabrá combinar orgullo, honor, responsabilidad, compromiso y placer. Soy, una vez más, Axel Kiciloff.
05.12.2011
Volar y ser volado
Volar. Surcar el cielo cual ave liviana a bordo de mi aladelta, libre sobre las costas de la siempre sensual Rio un fin de semana cualquiera de noviembre. Volar. Suspenderse en aire por eternas milésimas de segundo y caer en perfecta aguja en lo profundo de la piscina olímpica en la que me zambullo cada vez que puedo, allá en la querida estancia familiar. Volar. Disfrutar de un paseo transoceánico recostado en un asiento de Primera, degustando un tinto ligero cosecha temprana de las viñas mendocinas Premium propiedad de un amigo de la casa, arriesgando todo el honor en un imposible desafío de Pro Evolution Soccer de Play 3 en un plasma de 42”, a la espera de un ceviche incomparable. Volar. Poner la cabeza al servicio de la imaginación para crear mundos nuevos, justos y mejores, imposibles para quien se niega a soñar o, peor, rehusa intentar que los sueños se vuelvan realidad. Volar. Sé de eso. Por eso sé lo tengo que hacer cuando, en una de mis tantas funciones, asumo mi responsabilidad de alta jerarquía en la aerolínea argentina que nos pertenece a todos. Sé volar porque vuelo. Y porque vuelo, sé de lo que hablo. Me formé en la academia y me formé en el aire. Cuando hablo de estos temas con las jóvenes alumnas que asisten a mis talleres de iniciación en administración de megaempresas estatales deficitarias, les pregunto: ¿Mauricio Macri puede decir lo mismo cuando reclama por la administración del subte? ¿Viaja en subte, Mauricio? Yo sí vuelo en avión. Vuelo. Sé de eso. Sé. Soy. Soy Axel Kicillof,
29.11.2011
Cielos de todos
Deck que todavía huele a madera, una reposera de ergonómico diseño que contiene mi cuerpo agotado tras una sesión intensa de nado en la piscina. Desde aquí, en lo alto de la torre inteligente que todas las mañanas me muestra generosa la salida del sol sobre el río, veo y escucho el despegue y aterrizaje de los aviones en Aeroparque. Aviones de empresas que no son nuestras. Que no son mías. Pocos, casi ningún avión argentino. El cocktail energizante a base de equinacea, eleuterococo, withania, eschizandra y andrographis paniculata que me traen directamente desde Beijin, me repone tras el esfuerzo y, al mismo tiempo, me ayuda a imaginar un futuro que veo cada vez más cercano, alto en los cielos de la Patria y también allende las nubes celestes y blancas. Veo Aerolíneas Argentinas. Hoy, todos ya sabemos, nuestra aerolínea de bandera padece las consecuencias de administraciones fraudulentas, campañas interesadas, vaciamentos deliberados. Cosas del pasado. Hoy las cosas son distintas porque hay una decisión distinta. En mis talleres de gestión con compromiso nacional que ofrezco a jóvenes alumnas de los primeros años de Económicas les refuerzo siempre la idea de que no hay éxito de compañía alguna sin una decisión firme en el sentido correcto. Hoy veo a Aerolíneas en mi cielo interior. Sé que mañana la veré realmente, surcando los cielos de todos. Me comprometo con la compañía. Me comprometo con empleados, pasajeros. Me comprometo con el país. Pero me comprometo con lo más importante: conmigo mismo. Con mí. Soy yo. Soy Axel Kicillof.
07.11.2011
Llamados y llamados
Recibí decenas, acaso cientos de llamados en los últimos días. Algunos, desde luego, felicitándome por el triunfo de la compañera Cristina Fernández que, en realidad, es un triunfo mío pero también de de todos. Sin embargo, la mayoría de los que tuve que atender desde el lunes pasado hasta hoy, miércoles al mediodía, cuando elaboro mi columna a bordo del pequeño velero que timoneo buscando el rélax que sólo las aguas del Paraná de las Palmas puede transferir, han sido relacionadas con las recientes medidas tomadas por el Gobierno a través del Ministerio de Economía, el Banco Central y la Afip para perfeccionar el control de cambio de divisas. Es lógico, pienso: los argentinos dudamos, nos conmovemos ante cada noticia relacionada con el dólar, su cotización, su acceso y demanda. Pero para satisfacción mía, esta vez las consultas que me hicieron llegar tanto mis clientes como mis amigos y mis alumnas del taller de apoyo a estudiantes de los primeros años de Económicas no fueron buscando la manera de salvar, en caso de que fuese necesario, sus propios ahorros, sus inversiones personales, sus acreencias o sus liquideces sino, gran noticia, tratando de saber qué podían hacer ellos para evitar la corrida cambiaria que -no hizo falta que yo se los aclarase- es impulsada por los grandes capitales y fogoneada desde los grandes medios, qué estaba a su alcance para no ya evitar una eventual pérdida de sus activos sino para evitar que, una vez más, el poder económico imponga sus condiciones al poder político. Bebo mi frozen de frutos del bosque, pongo proa hacia Puerto Madero en decidido regreso a mis oficinas y me digo, deleitado, que algo ha cambiado. Mis amigos se preocupan más por el país que por sus ahorros. Yo lo vengo haciendo desde hace años. Pregonar con el ejemplo me ha servido. Algo bueno he hecho. Ojalá el país entero responda del mismo modo. Confío en que sí. Confió en cundir mi prédica más allá de mi selecto círculo de amistades, contactos, seguidores. Confío en mí. Confío en esto que soy. Soy Axel Kicillof.
30.10.2011
Sensaciones y sentimiento
Satisfacción. Como cuando termino de ganar un punto difícil en match point y, al sentarme agotado junto a mi bolso de raquetas, gotas de mi sudor todavía caliente humedecen el polvo de ladrillo del court. Alegría. Como cuando descubro que pude transmitir con clara fidelidad algún conocimiento teórico, alguna fructífera experiencia profesional a por lo menos una de mis alumnas de Económicas. Y responsabilidad. Como cuando sé que debo responder con idoneidad y rigor a la imagen de seguridad y solidez académica que sé que transmito tanto a pares como a subalternos, tanto a colegas como a mis alumnas. Esas son las tres palabras que escribo en mi tablet touch a modo de ayuda-memoria después de mi sesión diaria de agotador spinning, mientras dejo que el reparador rooibos recién llegado de África haga lo suyo, en esta mañana de martes en la que, pasada la euforia por el triunfo, llega la reflexión. Satisfacción, porque lo hecho ha dado sus frutos. Alegría, porque ha sido reconocido por aquellos para los que me debo. Responsabilidad, porque la confianza depositada debe de ser correspondida, la expectativa generada debe de estar satisfecha. Me refiero, desde luego, a los resultados de las elecciones nacionales celebradas el pasado domingo 23 de octubre, y a lo que ello me genera, me despierta, me provoca. Triunfó el proyecto nacional y popular que encabeza la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y que orgullosamente integro. Y que es, además de un proyecto, un sentimiento. Triunfamos. Triunfé. Por eso mis sensaciones sobre mi sentimiento. Satisfacción. Alegría. Responsabilidad. Me lo digo y me lo escribo. Lo siento. Me lo toucheo y me hago un save as. “Mis sensaciones.” “Mi sentimiento.” Porque son mías, de mí. Porque soy yo. Soy Axel Kicillof.
24.10.2011
Placer ciudadano
La posibilidad de elegir. La posibilidad de decidir por nuestros propios medios los destinos nuestros y de nuestro país. Qué natural resulta, ¿no es verdad? En un brake de mi curso de perfeccionamiento para timonel, disfruto del reparador ice tea recostado en la proa del pequeño pero encantador velero familiar y pienso. Las jóvenes generaciones toman las elecciones de este domingo con un acto rutinario más. Importante, sí, pero rutinario. Lo sé porque son las propias jóvenes que asisten a mis talleres de reflexión financiera para estudiantes iniciales de Económicas, las que me lo dicen con el lógico y encantador desparpajos de su recién estrenada segunda década de vida. Sin embargo, sé que no es así. Sé de lo que nos costó a los argentinos tener esta democracia. Que ir a votar hoy parezca parte de un ritual al que nadie imagina de otra manera es, también, en parte, una buena noticia. Sin embargo, debemos valorarlo en su justa y enorme medida. Hemos luchado mucho para que este domingo podamos elegir presidente. Como la conexión wi-fi, nadie se detiene en considerar lo vital de su existencia hasta que se corta. Como sociedad que ha sufrido y luchado, no debemos esperar a que esto pase. Sería horrible. Sufraguemos este domingo sabiendo esto. Y que interrumpir lo que sea que hagamos cada domingo (remo, tenis, viaje relámpago a New York, lo que fuere), no sea vivido como un incordio sino como un placer. Un placer ciudadano. Se lo digo a la sociedad. Me lo digo a mí. Me lo digo yo. Soy Axel Kicillof.
14.10.2011
Era de equipo
Porque sé que con la actividad intelectual no alcanza para tener la mente siempre preparada para desentrañar nuevos desafíos, en medio de la vorágine diaria siempre me hago un rato para el deporte. Por supuesto, el rélax también es crucial y me obligo a él con algún masaje chino, algún baño finlandés, pero si tengo que elegir con qué gratificar mi cuerpo, prefiero el deporte. En una vida como la mía, llena de obligaciones, decisiones nunca insignificantes y reuniones siempre urgentes en los más altos niveles de responsabilidad tanto privada como pública (aunque la diferencia entre ambas esferas es algo que gusto cuestionar), es necesario generarse ese espacio para la actividad física, lúdica aunque también competitiva en términos de amigable amateurismo. De todos los deportes que practico, siento al tenis como especialmente mío. En el court disfruto mucho los singles, pero me divierto más con el dobles porque vibro la labor del equipo, el esfuerzo compartido en pos de un objetivo común, la certeza de que una buena jugada mía beneficia a mi compañero y, entonces, también a mí como parte del equipo. Porque soy individuo, pero más soy como parte de un todo. Pensaba en eso recostado en la camilla del spa, mientras reponía energía tomando mi bebida isotónica de elaboración francesa rica en minerales, magnesio y calcio, aminoacidos, carbohidratos de asimilación lenta, y vitaminas, C y B: la importancia del equipo. Durante muchos años, los argentinos vivimos creyendo en lo individual como única receta. Hoy los tiempos son otros, y los resultados de una y otra época están a la vista. Suelo discutir la década de los 90 en mis talleres de economía global con estudiantes de Económicas que recién se inician en la carrera; muchas de ellas no vivieron esa época, pero aunque no lo sepan, la siguen padeciendo. Me ocupo personalmente de empaparlas de esta nueva realidad, una realidad de la que me siento orgullosa parte. Mínima, pero no por eso insignificante. Porque soy parte de un equipo. Porque soy parte del todo. Porque sólo así soy. Soy Axel Kicillof.
10.10.2011
Lo macro y la gaviota
La vorágine del mundo financiero, las cavilaciones de la reflexión política, la adrenalina de las decisiones ejecutivas no pueden ni deben quitarnos tiempo y espacio para lo verdaderamente esencial, lo primigenio, el contacto con la naturaleza. En mi caso, ese momento es la mañana, cuando me repongo de mi spinning temprano repasando los principales portales del globo, sentado a la vera del río, taza de indriya en mano, puro blend de la India. Allí, mecido por la brisa luminosa de octubre, con el mundo en mi pantalla a un touch de distancia, observo volar esta mañana una gaviota acaso desviada de su rumbo habitual. Lleva en su pico un trozo vegetal seco, probablemente materia de su próximo nido. Ajena a los vaivenes de la economía global, supongo al ave sólo guiada por su instinto salvaje, dispuesta a todo para construir un espacio que cobije lo más importante: sus pichones, aquello que le da sentido a su paso por esta vida, la perpetuación de su especie. Imagino que la firma indolente de un documento podría permitir que allí mismo apareciera mañana una chimenea que expulse con sus gases al ave hacia otros parajes; imagino que una decisión más de todas las que tomamos durante una jornada cualquiera podría influir definitivamente sobre el futuro de esa gaviota que hoy planea sobre el Puerto de Bue pero mañana tal vez no lo haga, dejando a sus pichones sin su cuidado, sin su calor. Quienes tenemos la posibilidad de influir sobre la vida de miles y millones a veces deberíamos reparar en esas gaviotas antes de decidir. Al final de día, eso es lo que importa. En mis charlas de compenetración académica complementaria que suelo dictar a estudiantes avanzados de Económicas intento, siempre, inocular esta idea: lo macro es lo micro, lo micro es lo macro. “¿Y cómo se hace, Axel?”, me consultó hace poco una joven e inocente alumna. “Miren la gaviota, miren la gaviota”, le dije, les digo. La taza de indriya se ha vaciado. Mi chofer me espera. La gaviota sigue su ruta. Soy Axel Kicillof.