El exmandatario español José María Aznar, sin arrepentirse de los desmanes causados por sus políticas en tierras ibéricas, ha emprendido una cruzada transatlántica para salvar la fe en el neoliberalismo y arremeter contra la herejía de los gobiernos populares de América Latina que han tomado la senda del cambio.
El catequismo de Aznar está recogido en el informe América Latina. Una agenda de libertad 2012 de la ultraconservadora Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES), presidida por él y vinculada al derechista Partido Popular (PP) español.
El pasado 10 de abril, el antiguo jefe de Gobierno (1996-2004) presentó el texto en la ciudad de Cádiz y aprovechó para mancillar los valores de la bicentenaria Constitución de 1812, al reunir en el Oratorio de San Felipe Neri, cuna de esa Carta Magna, a una selección de contrarrevolucionarios cubanos y venezolanos junto a antiguas figuras de su gobierno.
El acto en Cádiz constituye tan solo el punto de partida para el lanzamiento internacional del último engendro de la FAES, que retoma una versión anterior del año 2007, ahora actualizada ante "los cambios que ha vivido América Latina".
El documento, confundiendo los deseos con la realidad, intenta demostrar el fracaso económico de los países que defienden el llamado "socialismo del siglo XXI" frente a aquellos que han abrazado el libre mercado.
Además, se explaya sobre el supuesto fracaso del proyecto social de la Revolución cubana y la exclusión de la Isla del resto de las naciones de Latinoamérica.
En este sentido, llama a fortalecer la Posición Común de la Unión Europea sobre Cuba como un instrumento de presión, así como a establecer una alianza con Estados Unidos para que este asuma un mayor "compromiso con la región". La historia de nuestro hemisferio guarda ejemplos claros de lo que puede surgir de ese tipo de uniones.
La FAES no menciona, por supuesto, el fracaso estrepitoso de las recetas neoliberales en la década de los 90, ni los miles de millones de dólares que fueron a parar a las transnacionales con las privatizaciones masivas de los servicios públicos y la explotación de los recursos naturales, exacerbando la miseria y las desigualdades sociales.
Tampoco reconoce que las elevadas tasas de crecimiento económico que mantienen los países latinoamericanos en medio de la peor crisis económica desde la posguerra, no se deben a la mano invisible del libre mercado, sino a la regulación consciente de los Estados y sus instituciones, mucho más fuertes en la actualidad que cuando seguían ciegamente los dictámenes del FMI.
Obvia, además, que los países que mayores logros han alcanzado en la reducción de la pobreza y la desigualdad lo han hecho con políticas sociales de redistribución de las riquezas, la recuperación de los recursos naturales en manos de compañías extranjeras y la inversión estatal, lo cual viola los mandamientos básicos del neoliberalismo.
El momento escogido para el lanzamiento de la operación no es fortuito. Postergada por 200 años, la integración latinoamericana ha tomado un renovado ímpetu de la mano de los procesos populares y democráticos que vive hoy la región, desde un abanico político diverso.
Al parecer, experiencias como la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y la recién creada Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), han saltado las alarmas de las elites conservadoras, enriquecidas durante siglos a costa de la explotación del subcontinente.
Latinoamérica construye en esos espacios nuevas formas de integración, impensables hace solo una década, en las cuales Cuba asume el lugar que le corresponde, como demuestra el clamor general por el fin del bloqueo estadounidense y la reintegración plena de la Isla a todos los espacios de concertación regional.
Esas organizaciones recogen también el reclamo unánime de que Reino Unido termine con el reducto colonialista de las Islas Malvinas, las cuales, como dijo el presidente Hugo Chávez, no solo son de Argentina, sino de todos los países latinoamericanos.
Resulta difícil pensar entonces que el mamotreto de la FAES responda a la vocación filantrópica de Aznar. Porque, ¿dónde estaba este paladín de los derechos humanos cuando la policía española cargaba brutalmente contra los estudiantes valencianos, quienes únicamente reclamaban una educación pública de calidad? Tampoco se le vio junto a los millones de españoles que salieron a las calles para manifestar su rechazo a una reforma laboral que echa por tierra los derechos conquistados por los trabajadores en las últimas décadas.
Cuán valida es la preocupación de Aznar sobre el futuro de América Latina, cuando más de la mitad de los jóvenes de su país, en la "vieja y rica" Europa, carecen de un empleo para ganarse la vida.
Es cuanto menos cínico que quien estuvo al mando de la nación ibérica por casi una década y carga buena parte de las responsabilidades por lo que hoy sucede allí, intente exportar las mismas políticas que provocaron una debacle económica y social en su país.
Quizás el único acierto en las cerca de 200 páginas del informe es apuntar que "las luces predominan hoy sobre las sombras en América Latina, que se encuentra ante una oportunidad histórica para consolidar su desarrollo", solo que la FAES pierde totalmente el foco a la hora de identificar el origen de tal claridad.
Con cada nueva conquista de los pueblos y gobiernos latinoamericanos en pos de la unidad y la integración, se van dejando atrás las sombras del pasado. Ese camino que ya se ha iniciado y que desvela a Aznar y su camarilla, conduce inexorablemente hacia la luz de la justicia y la libertad que le adeuda la historia a estas tierras desde hace más de dos siglos.