Realidad y ficción del keynesianismo de los Kirchner. La visión de los economistas. El rol del Estado en la crisis.
Por Ana Gerschenson
"John Maynard Keynes hubiera estado encantado con Néstor Kirchner", aseguró Lord Robert Skidelsky, autor de la biografía del economista más importante de los últimos dos siglos, en un entrevista que el diario Clarín publicó el 3 de abril de 2005. Eran otros tiempos. La Argentina había puesto en marcha un plan de obra pública, estabilizado el tipo de cambio, mantenía controlada a la inflación y Kirchner había logrado canjear exitosamente el 80 por ciento de los bonos de la deuda externa. La caja estaba asegurada y el ministro de Economía era Roberto Lavagna, también adepto al economista que revolucionó las ideas con sus recetas para superar la Gran Depresión de 1930 en Estados Unidos.
El mundo era otro, pero la discusión sobre un "revival" keynesiano sobrevolaba los análisis de los economistas del mundo. Para Kirchner, sin embargo, no había lugar para las dudas. Se declaró desde siempre "keynesiano y heterodoxo". En el planeta académico están los keynesianos, neo-keynesianos y post-keynesianos. Pero ninguno es pre-keynesiano.
El último premio Nobel de Economía, Paul Krugman, recomienda abiertamente en sus columnas de The New York Times leer la "Teoría General", escrita por Keynes hace 71 años y que tiene revelaciones muy actuales: la necesidad de que el Estado intervenga en situaciones de hecatombe financiera como la que atraviesa el mundo en los últimos meses.
Para los Kirchner esta fórmula económica es la única posible. La aplicó el ex Presidente cuando fue gobernador de Santa Cruz, y la continúa su esposa en el segundo mandato kirchnerista desde 2003.
Mucha obra pública, manejada por un ministerio fuerte como el de Infraestructura y Planificación a cargo de Julio De Vido, un hombre de estrecha confianza para el matrimonio; sostenimiento del consumo, y un Estado fuerte capacitado para intervenir en la economía.
Desde el oficialismo, aseguran que el padre de la economía moderna fue, es y será la principal fuente de inspiración de la gestión "K". Sus críticos, por el contrario, remarcan que las recetas keynesianas incluyen reducción al mínimo de las tasas de interés y baja de impuestos, dos variables que no se observan en la Argentina por distintos motivos. El último aumento de tarifas, a principios de 2009, en servicios como luz, gas, peajes, etcétera, no son ideales para tiempos de crisis. En tal caso, el gobierno pagará el costo de no haber aumentado progresivamente esas tarifas en tiempos de bonanza económica y de verse obligado a hacerlo repentinamente.
En este contexto cambiante, ¿cómo leer a Keynes? ¿Cómo lo leerá Kirchner? ¿Cómo es la aplicación "criolla" de las teorías keynesianas? Entre lo que Keynes dice y lo que Kirchner interpreta, tal vez nazca una corriente autóctona, el kirchnesianismo. Y, para la Presidente, esta corriente ya es un éxito global: "En el mundo se están tomando medidas que casi podrían decirse copiadas de lo que ha sido este modelo desde 2003", dijo la semana pasada. Y no sólo se refería al megaplan de obras públicas que Barack Obama anunció en Estados Unidos y al que se destinarán US$ 787.000 millones, sino también por la decisión inédita del Estado norteamericano de involucrarse en el salvataje del Citigroup y la aseguradora AIG.
Ya se habla sin anestesia de la nacionalización bancaria en Estados Unidos, después de que el Gobierno de Obama se quedara con un 36 por ciento del Citi la semana pasada.
"La crisis es tal que esta semana el brazo ejecutivo de la Unión Europea indicó que no se oponía a la nacionalización del sistema bancario como recurso de "última instancia" para salvar el sistema financiero de cualquiera de los 27 países que forman la Unión”, puede leerse en el portal de la BBC de Londres.
Y el ultraconservador Wall Street Journal publicó en sus páginas financieras que "algunos economistas afirman que la nacionalización es la opción más inteligente para arreglar el deteriorado sistema financiero y que al gobierno de Estados Unidos le convendría actuar ahora mismo". Una frase impensada en el pasado cercano. Hoy, los Kirchner observan complacidos como la palabra "nacionalización" ingresó al diccionario de los buenos términos internacionales. Sin embargo, las causas que originaron ambas intervenciones son muy diferentes en ambos países. El domingo 1 de marzo, en su discurso en el parlamento, Cristina Fernández de Kirchner aseguró que el Estado intervendrá aún más en la economía. Y agudizó la polémica relación con el campo, el rumor de la creación de un ente oficial que supervise la exportación de granos. Lo que para muchos era un claro elemento de presión para la Mese de Enlace agraria terminó siendo un confirmación, aunque las autoridades aseguraron, en la reunión con los ruralistas del martes 3, que el organismo no será creado por decreto, como se presumió en un primer momento, sino que pasará por el Congreso. En esa reunión, de la que la presidenta participó de forma sorpresiva, ambas partes, Gobierno y campo, parecen haber acercado posiciones.
Lo cierto es que nadie, pero nadie, hoy puede criticar a los Gobiernos de Argentina, Bolivia o Venezuela, por sus rachas de nacionalización. Por lo menos no los países centrales que hoy utilizan la misma metodología criticada hace sólo unos meses.
Ahora, es un tanto absurdo aseverar que Obama está copiando el modelo de los Kirchner, aunque sí podrían ambos (Néstor y Barack) definirse como keynesianos. Para el economista Mario Rapoport la comparación no es válida, ya que “el padre de las medidas aplicadas a nivel mundial es Keynes”, no el santacruceño.
El economista e investigador del CONICET Axel Kicilliof, autor del libro que repasa las ideas del lord inglés, asegura que si se analiza la estrategia del Gobierno kirchnerista en lo relacionado con la obra pública, podría considerárselo keynesiano. "De Vido sería keynesiano, aunque supongo que siempre un ministro de Obras Públicas lo es. No recauda ni sigue la macro, su interés es invertir", dice, aunque advierte que "Keynes no era una persona de izquierda, no quería redistribuir aumentando el consumo de una parte de la población". En ese sentido, la estrategia "K" se alejaría algo de los preceptos del economista que ahora todos nombran.
Rolando Astarita, economista, docente de la UBA y autor del libro "Keynes, Poskeynesianos y Keynesianos neoclásicos", le aseguró a Newsweek que hoy, si hay algo de intervención estatal, especialmente de gasto en obra pública, es suficiente para que se hable de keynesianismo. "Lo que ha hecho el gobierno de Kirchner puede encajar en alguna variante del Nuevo Keynesianismo reinante, pero está bastante lejos del Keynes de la Teoría General", dice. El economista asegura que el problema central para Keynes era promover la inversión; y si el capitalismo privado no invertía, debía hacerlo el Estado, "y no creo que lo haya hecho".
En diálogo con Newsweek, por su parte, Fausto Spotorno, economista jefe de Orlando Ferreres y Asociados, opina: "Las políticas keynesianas se pensaron para un país como Estados Unidos que pueden emitir deuda y moneda, que no es el caso de la Argentina". Y dice no comprender al ex presidente: "La verdad es que no sé por qué Kirchner se define keynesiano, porque de lo que habla Keynes es de que en ciertas circunstancias de crisis el sector privado deja de gastar y gasta el sector público, y no es keynesiano gastar más plata de la que se tiene, como hace hoy el Gobierno".
A diferencia de Spotorno, el economista de la CTA, y diputado nacional Claudio Lozano, recuerda que aún hay superávit pero afirma que durante la era kirchnerista tuvo destino de pago de deuda pública, "es decir, no hubo ninguna estrategia de ampliación del déficit de carácter keynesiano". Lozano, incluso, es categórico: "Hace tiempo que el keynesianismo no existe en el mundo".
La discusión sigue abierta, porque está claro a esta altura que la teoría del economista más recordado en los últimos siglos es dinámica, a tal punto que 71 años más tarde sigue vigente con sus diversas interpretaciones.
John Maynard estaba acostumbrado a la polémica. No recibió el premio Nobel de Economía, pero fueron célebres su fiestas y sus jornadas artísticas con el Bloomsbury Group, del que formaba parte, además, la escritora Virginia Woolf.
Creativo también en la economía, Keynes recomendaba una política de gasto público tan activa en tiempos de crisis que propuso de manera simbólica que el gobierno contrate obreros para hacer agujeros y después contrate a otros obreros para taparlos.
Pero también, y esto vale para los Kirchner y para el Presidente estadounidense, aseguraba que el plan debía durar como mucho dos años. Debe ser de corto plazo, porque, aseguraba, "en el largo plazo estamos todos muertos".
Nobleza obliga. John Maynard Keynes está de moda. Su obra se convirtió en bestseller en todos los idiomas en los últimos meses. Y, aplicada desde el purismo o en versión patagónica, a esta moda intelectual-económica, Kirchner llegó primero que Obama y sus colegas del primer mundo.