Así pues, esto no es meramente un llamamiento para que la mujer se quede en casa. Por el contrario, es un "llamamiento a las armas", dirigido a reforzar y dar credibilidad a los papeles tradicionales de la mujer (como madre y esposa), con un matiz feminista islamista que da a la mujer una sensación de valor y santidad de propósito en estos papeles, y también, una sensación de confianza en que no son menos que el hombre, sino igualmente importantes en formas diferentes.
Muchas activistas islamistas argumentan que los derechos que da a la mujer el islam no son los mismos derechos que piden las feministas occidentales. Dicen, por ejemplo, que toda la cuestión de la independencia económica de la mujer es irracional y contraviene muchos dictados básicos del islam. En opinión de algunas de las islamistas entrevistadas, el hombre es el sostén de la familia y la mujer tiene otras funciones que desempeñar, como el instinto muy básico de la maternidad. También argumentan que, al pedir la independencia económica para la mujer, se subvierte su naturaleza básica, lo que produce una sociedad confusa y caótica.
Las feministas islámicas perciben que este tipo de pensamiento es una continuación de la influencia del mal y una modernización occidental no auténtica. El objetivo último de este discurso es, en palabras de una de ellas, "la erosión y supresión de nuestro legado islámico y convertimos en clones no pensantes de Occidente".
Para la mujer islámica que quiere los derechos de la mujer, todo lo que la mujer necesita existe en el Corán. La sharia (ley) islámica dispone ampliamente los derechos de la mujer y le da dignidad, amor propio y el respeto de los que la rodean, así como todo lo necesario para su comodidad material y espiritual.
Esto podrá dar la impresión de que la vida pública pertenece al hombre y la privada a la mujer. Sin embargo, las realidades de las activistas islamistas ilustran claramente que lo público es tanto de la mujer como del hombre, pues ¿no trabajan ellas mismas en la vida pública? La única condición es que la mujer cumpla sus obligaciones con sus deberes primarios como esposa y madre, antes de implicarse en compromisos públicos. Una vez que ya lo están, sostienen las islamistas, han de hacerlo en la "forma y con la vestimenta adecuadas" para mantener y exigir su dignidad y respeto.
Discursos laicos y discursos musulmanes
Otros grupos de mujeres argumentan que estas ideas son atrasadas, carentes de realismo y amenazan todo lo que han conseguido las mujeres con los años. Para estas mujeres, estos discursos considerados peligrosos emanan no solo de los grupos islamistas, sino también, y de forma creciente, del Estado. La única forma de contrarrestarlos en su opinión, es utilizar un discurso feminista laico (es decir, uno que esté totalmente fuera de la esfera de los discursos islámicos, e incluso desprovisto de toda dependencia del islam).
Quienes proponen esta particular rama del feminismo integran la Asociación de la Mujer Nueva (NWA), con sede en El Cairo, e integrada sobre todo por mujeres de clase media de entro 30 y 40 años.
El punto de referencia de este discurso feminista se basa en el discurso de los derechos humanos y en los tratados internacionales de derechos humanos de los que es Estado parte Egipto (por ejemplo, la Declaración Universal de Derechos Humanos y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos). Un substrato de estos grupos trata de hacer que el Estado respete las normas de derechos humanos consagradas en la Constitución egipcia y las garantías que establecen las leyes y normas administrativas vigentes en el país. En palabras de una de estas activistas:
"El ataque contra los derechos feministas sólo puede contrarrestarse con un discurso feminista y no con uno islámico. Creemos que los derechos de la mujer forman parte de los derechos humanos y que la lucha por ellos sólo deberá realizarse en el seno de un discurso laico". Entrevista con la Sra. A. Seif al Dawla. El Cairo Junio 93
Cabe argumentar que este es un discurso que tiene como fin apartarse del discurso modernista y, específicamente, del discurso modernista islámico. Al tratar de mantener fuera el islam, estas feministas son pioneras no sólo de un nuevo enfoque, sino que también están eliminando un vestigio del discurso modernista que había sido una característica dominante del movimiento feminista egipcio.
Queda por ver hasta qué punto tendrá éxito y se extenderá este tipo de discurso. Por el momento, el apoyo que recibe este feminismo sigue siendo tácito y dubitativo, lo que no es sorprendente si se tiene en cuenta la naturaleza más bien revolucionaria del discurso, especialmente dada la agitada influencia islamista.
Otro grupo de mujeres trata de ir por un camino ecléctico. Argumentando que los derechos que el islam otorga a la mujer deberían sentar la base de la cuestión femenina, y que tales derechos han de interpretarse en el contexto de las realidades y cuestiones modernas, estos grupos tratan de armonizar y buscar los puntos en común entre las interpretaciones islámicas y los principios de derechos humanos, manteniendo que no son excluyentes entre si.
Muchas de ellas estarán orgullosas de ser consideradas feministas, o al menos no tienen problemas con el término, en tanto en cuanto describe sus principales objetivos. En palabras de Tahani EI-Gebédi, destacada abogada y feminista musulmana:
"No veo ninguna contradicción entre el feminismo y los derechos que el islam concede a la mujer. Una parte de nuestra tarea es asegurar que el islam no es lo que los islamistas dicen que es. Hemos de ofrecer una interpretación alternativa, moderna e ilustrada de la sharia que dé adecuadamente a la mujer sus derechos".
Por lo que a estas mujeres respecta, un feminismo que no se justifique dentro del islam está condenado al rechazo del resto de la sociedad y es, por tanto, contraproducente. Además, las feministas musulmanas consideran que tratar de separar los discursos islámicos de los discursos modernos actuales (se les acuse o no de ser occidentales) sólo puede producir una grave fragmentación dentro de la sociedad y, por tanto, es una opción falta de realismo. Esta separación, argumentan muchas, logra impedir un proceso de iluminación mutua, entre los dos discursos, y de hecho, corre el riesgo de convertir el discurso islámico en un discurso más alienante y patriarcal, y esfera única de los islamistas.
Ambigüedades, contradicciones y semejanzas
Las feministas musulmanas consideran la cuestión del velo, por ejemplo, como algo que ha de basarse en la elección y convicción de la mujer. Las feministas islamistas, en cambio, consideran el velo una obligación religiosa indiscutible y, lo que es aún más importante, un símbolo de la profundidad de la convicción religiosa y de la solidaridad con otras mujeres musulmanas, cuando no islamistas. Para las islamistas, el velo es algo imprescindible y sin él, a sus ojos, la mujer no ha hecho ese compromiso esencial con un ideal concreto de autenticidad de la identidad. En resumen, no hay mujeres islamistas sin velo.
Tanto las feministas islámicas como las musulmanas argumentan en favor de una forma de ijtihad -interpretación independiente basada en las exigencias modernas-, y muchos islamistas coinciden con las feministas islamistas en el sentido de que la mujer es de hecho capaz de asumir tareas que impliquen la interpretación de la jurisprudencia islámica y que la lleven al liderazgo social y político. En tal dirección, ambos grupos de feministas están en contra de las formaciones y jerarquías religiosas patriarcales existentes y de sus interpretaciones, y ambos emplean herramientas muy similares de análisis y argumentación. Es decir, ambos grupos de feministas estudian exhaustivamente, analizan y citan les textos islámicos tradicionales para validar y justificar sus argumentos.
Sin embargo, aunque ambos discursos asumen unas formas establecidas de pensamiento, hay una importante diferencia en su posición política. A saber, las feministas islámicas forman parte de un movimiento político al que, en su conjunto, interesa y trata activamente de captar su apoyo en la búsqueda última de la toma del poder del Estado y de la legislación.
En su intento de combinar el apoyo de sus agrupaciones organizadas y no organizadas, los islamistas, es decir, los moderados, no pueden permitirse el lujo de perder el respaldo político, social y económico de estas mujeres, que forman la espina dorsal de estos movimientos islamistas. En lo que respecta a sus intentos de movilizar a la mujer en favor de su causa, en muchos aspectos recuerdan a los nacionalistas de la primera época. El resultado final de esto es que, por el momento, los intentos de recortar las funciones públicas de estas mujeres por parte de los islamistas varones no son manifiestas.
Las feministas musulmanas, por su parte, son más proclives a formar parte de grupos de mujeres más típicos y, como tales, carecen del respaldo y el poder político de que gozan las islamistas. Además, al igual que las feministas laicas, no hay ningún apoyo a estos grupos por parte del Estado. Por el contrario, la función a menudo ambigua del Estado y su falta de una posición definida sólo complica más las cosas para las activistas musulmanas y laicas.
Por otra parte, dado que muchas de las feministas musulmanas tratan de hacer conciliar los discursos del islam con los derechos humanos, éstas se enfrentan a las mismas acusaciones de falta de autenticidad cultural que otros defensores de discursos laicos modernistas, lo que puede convertirse en una desventaja política cuando se enfrenta al discurso islamista, cada vez más dominante, y a otros que propugnan el concepto de asala (autenticidad) "a expensas de una apreciación de las realidades coyunturales e históricas".
Aunque las feministas laicas reclaman, en teoría, la necesidad de mantener al menos un diálogo con las mujeres islamistas, en la práctica están totalmente en desacuerdo con sus puntos de vista y sus enseñanzas. No resulta sorprendente que las feministas laicas no identifiquen a sus colegas islamistas como nada, ni aun remotamente, feminista. A su vez, como defensoras de un discurso modernista laico, no tienen la estima de los islamistas, y cualquier acuerdo estratégico, no digamos ideológico, del tipo que sea (por ejemplo, acordar no estar de acuerdo) entre ellas es un anatema total para todas las partes implicadas. En realidad, y por decido categóricamente, son enemigas políticas.
La necesidad de nuevos paradigmas
Se puede caracterizar el reto básico de la ciencia social árabe en la década de 1980 como la búsqueda de un nuevo paradigma después de la caía del antiguo. Este es un proceso muy complicado que hay que comprender objetivamente a través de la adopción de un enfoque global en el que se estudie lo particular a la luz del conjunto".
La observación de Yassin al Sayed es válida especialmente a la vista de los movimientos que incluyen islamismo y feminismo, que son, con mucha frecuencia, retratados negativamente y poco entendidos. El reto del que habla Yassin no es sólo presentarse ante la ciencia social árabe sino también ante la occidental, especialmente ante la que trata de analizar y representar a la mujer en el mundo musulmán.
Mervat Hatem, al hablar de los discursos feministas actuales en el mundo árabe, afirma que la ausencia de un discurso feminista independiente es un reflejo de la crisis a la que se enfrentan las sociedades árabes.
Sin embargo, cae en la trampa de ver sólo un discurso modernista que compite con otro islamista en ascenso, ignorando así la existencia y el potencial del discurso feminista musulmán, que es un discurso independiente. Lo que el feminismo musulmán pretende es una habilitación de la mujer basada en una relectura del islam y una reinterpretación de los textos tradicionales. Como tales, las feministas musulmanas argumentan siguiendo las mismas líneas postmodemas/postestructuralistas que ciertos especialistas árabes, especialmente Muharnmad 'Abed AI-Jabi-ri, Abdelkebir Khatibi y Muhammad Arkoun, que se apoyan en Foucault y Derrida para argumentar la necesidad de una nueva relectura de la historia y de los textos religiosos. Dicha relectura se basa en las culturas y especificidades de los diferentes contextos árabes.
Por otro lado, la acción política postmoderna está encaminada por lo general a suscitar aspiraciones, elevar conciencias, explorar las políticas de la identidad y abrir oportunidades para los marginales.
Quizá sólo a este respecto, tanto islamistas como feministas pueden considerarse en gran parte actores postmodernos. Sin embargo, los islamistas, con sus agendas políticas específicas, contradicen la expectativa modernista de que tendrían "menos relación con el Estado porque no tienen ningún deseo de "tomar el Poder".
Esta descripción es aplicable en cambio a las feministas, que sí tratan de tener presencia en niveles de barrio, locales, regionales y comunitarios como los nuevos espacios para la acción política. Los islamistas, sin embargo, gracias a sus éxitos electorales en los colegios profesionales, están ya ocupando posiciones de poder, mientras que a las feministas laicas y musulmanes les queda, en comparación, aún un largo camino por andar.
Hoy día se escucha con frecuencia el argumento de que las teorías generalizadas ignoran las especificidades de la "subordinación femenina musulmana".
Resulta irónico que las mismas personas que hacen este tipo de afirmaciones sean también las que piden nuevos paradigmas. En otras palabras, piden nuevos paradigmas para estudiar lo mismo. Lo que aquí se señala es que las grandes teorías Ignoran de hecho las especifidades y estas no se refieren tan sólo y siempre a las de la subordinación, la opresión y similares. Al pedir únicamente nuevos medios para estudiar los aspectos negativos de diferentes culturas, estamos cayendo en la vieja trampa de perpetuar estas imágenes negativas de la mujer musulmana.
El hecho es que muy rara vez se oyen peticionas de nuevos marcos con los que analizar las especifidades de las estrategias habilitadoras para estas mujeres. Además, las cuestiones que hay que plantear son cómo actúan las diferentes mujeres implicadas en los procesos de reestructuración política y social de sus propias sociedades, cómo ve cada una de ellas el nuevo fenómeno y como perciben sus funciones en ellas.
Lo que también hay que tener en cuenta a la hora de buscar nuevos paradigmas es la importancia de reapropiarse de ciertos conceptos -por ejemplo, el de habilitación- pero para imbuirlos de significados derivados de las especificidades e historicidades descritas. Aquí adelanto que lo que problemático; en la teoría social, de describir al "otro" no son tanto los conceptos empleados per se, sino la universalidad de los significados y supuestos irlherentes en tales conceptos. Y es precisamente la universalización de los significados inherentes lo que hay que cuestionarse, y reformular el paradigma sobra esa base.
Los diferentes discursos feministas indican una gran diversidad de enfoques y opiniones sobre las cuestiones femeninas. Su multiplicidad de verdades puede entenderse mejor y apreciarse, de hecho, cuando se mira a través de las lentes postmodernas. Yo las he expuesto intencionadamente con el fin de iluminar precisamente esta diversidad de realidades. Al hacerlo así, he tratado de subrayar que la pluralidad de las voces y la multiplicidad de significados e interpretaciones pueden formar los principales contornos de los nuevos paradigmas necesarios para comprender las complejidades del fenómeno global.