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General: Versos de José Hierro ...
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من: Ruben1919 (الرسالة الأصلية) |
مبعوث: 30/06/2012 01:46 |
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Amanecer
Imagínate tú... Imagínatelo tú por un momento. R. A.
La estrella aún flotaba en las aguas. Río abajo, a la noche del mar, la llevó la corriente. Y de pronto la mágica música errante en la sombra se apagó, sin dolor, en el fresco silencio silvestre.
Imagínate tú, piensa sólo un instante, piensa sólo un instante que el alma comienza a caerse. (Las hojas, el canto del agua que sólo tú escuchas: maravilloso silencio que pone en las tuyas su mano evidente.)
Piensa sólo un instante que has roto los diques y flotas sin tiempo en la noche, que eres carne de sombra, recuerdo de sombra; que sombra tan sólo te envuelve. Piensa conmigo «¡tan bello era todo, tan nuestro era todo, tan vivo era todo, antes que todo se desvaneciese!»
Imagínate tú que hace siglos que has muerto. No te preguntan las cosas, si pasas, quién eres. Procura un instante pensar que tus brazos no pesan. Son nada más que dos cañas, dos gotas de lluvia, dos humos calientes.
(¡Tan bello era todo, tan nuestro era todo, tan vivo era todo!) Y cuando creas que todo ante ti perfecciona su muerte, abre los ojos: El trágico hachero saltaba los montes, llevaba una antorcha en la mano, incendiaba los bosques nacientes. El río volvía a mojar las orillas que dan a tu vida. El prodigio era tuyo y te hacías así vencedor de la muerte.
José Hierro |
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IMAGINATE TU...BELLÍSIMOS VERSOS NOS COMPARTES QUERIDO AMIGO.
GRACIAS DESDE MI CORAZÓN
Piensa sólo un instante que has roto los diques y flotas sin tiempo en la noche, que eres carne de sombra, recuerdo de sombra; que sombra tan sólo te envuelve. Piensa conmigo «¡tan bello era todo, tan nuestro era todo, tan vivo era todo, antes que todo se desvaneciese!»
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Homenaje a José Hierro
Convertir el dolor en alegría
“Serenidad, tú para el muerto, / que yo estoy vivo y pido lucha”
Joan Arnau
Publicado el 26-05-2012
Diez años después de su muerte, la poseía de José Hierro sigue resonando poderosa, continúa atrayéndonos con una fuerza misteriosa que nos exige mirar a la realidad de frente.
En 1.947 se publica “Tierra sin nosotros”, el primer libro de José Hierro. Cinco años antes, Blas de Otero daba a luz su “Cántico Espiritual”. Y en 1.944, ambos participaron, junto a Gabriel Celaya, en la fundación de “Espadaña”, una revista que se convertirá en punto de referencia de la “poesía social”.
En plena desolación de la postguerra, todavía abiertas en carne viva las heridas de la derrota, un grupo de poetas se deciden a empuñar “un arma cargada de futuro”.
Primero, obligándose a ellos mismos, y a todos nosotros, a mirar la realidad de frente.
“Tenía que dar testimonio de aquello, porque es lo que duele”. Nos lo contó José Hierro en una inolvidable tertulia en el Ateneo Madrid XXI.
Y “Tierra sin nosotros” es ese aldabonazo que la conciencia necesitaba.
Él mismo nos contó cómo hay un tiempo feliz que es cercenado. Que luego se recobra pero que ya no se reconoce. Es una pérdida vital, una quiebra interna marcada en toda una generación.
José Hierro conocía en primera persona la dimensión de la pérdida, la hondura del dolor. Porque él había sido protagonista de los sueños robados.
Miembro fundador de la Unión de Escritores Revolucionarios, José Hierro publicará sus primeros poemas en una revista de la CNT de Gijón y en el “Romancero general de la guerra de España”, cantando al ejército republicano y a la defensa de Madrid.
En 1.939 es encarcelado por pertenecer a una red clandestina de ayuda a los presos, a modo del Socorro Rojo. Será condenado a 12 años de prisión, y no abandonará las cárceles franquistas hasta 1.944.
El compromiso político de José Hierro no se interrumpirá. A mediados de los años sesenta, la tertulia poética que dirige en el Ateneo será censurada, y deberá trasladarse a la librería Abril.
“Llegue por el dolor a la alegría”
Tras “Tierra sin nosotros”, José Hierro nos ofrece “Alegría”.
¿”Alegría” en plena desolación de la postguerra, y tras habernos ofrecido en “Tierra sin nosotros” el amargo regusto del dolor por el paraíso arrebatado?"Para José Hierro “la poesía es la paradoja, decir aquello que no se puede decir, como un picor en la conciencia"
Sí. Y no es ninguna paradoja. Es el auténtico valor revolucionario de la poesía de José Hierro.
Tal y como él mismo confirma “llegué por el dolor a la alegría / supe por el dolor que el alma existe (…) La alegría y el dolor están unidos en una afirmación de vida y de plenitud. Mediante el dolor tenemos más conciencia de que vivimos (…) Siempre la búsqueda de lo consciente, es decir, tienes que entregarte a la vida donde eres a la vez un actor y un espectador”.
Entre los cascotes de los edificios derruidos pueden crecer las flores más hermosas. Sabemos desde mayo del 68 que “debajo de los adoquines está la playa”. Y a ese empeño, opuesto a la resignación y fuente de rebeldía, se entrega nuestro poeta.
Había que mirar de frente a las pérdidas más hirientes, no para hacer una exhibición impúdica del dolor, que siempre conduce a aceptar la derrota y agachar la cabeza. No. Meternos a nosotros mismos el dedo en la herida que más nos duele es la catarsis necesaria para liberar la vida, para reencontrarnos con una alegría que había que saber buscar entre los cascotes.
Por eso, mientras trabajaba de obrero en una fábrica, sólo tres años después de salir de las cárceles franquistas, José Hierro escribe “Alegría”, un libro al que un jurado compuesto por Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso y Gerardo Diego reconocerá con el Premio Adonais.
Bajo un epígrafe de Goethe: «A la alegría por el dolor», el poeta escribe versos como estos de “Fe de vida”: “Pero estoy aquí. Me muevo, / vivo. Me llamo José / Hierro. Alegría (Alegría/ que está caída a mis pies). / Nada en orden. Todo roto, / a punto de ya no ser. / Pero toco la alegría, / porque aunque todo esté muerto / yo aún estoy vivo y lo sé”.
“La poesía es un picor en la conciencia”
José Hierro es un poeta hambriento de realidad. Aunque duela. O precisamente por eso. Porque allí donde duele está la verdad que nos va a permitir transformar el mundo.
La poesía, para José Hierro, tiene que ser “la paradoja, decir aquello que no se puede decir, como un picor en la conciencia”, una molesta compañía que nos duela, nos inquiete, nos perturbe… nos conduzca allí donde precisamente la vida se manifiesta en toda su plenitud.
Y para ello, es necesario saber manejar las palabras, “las misteriosas, que dicen aquello que ocultan, / callan aquello que pregonan”. Ese mágico poder de la palabra es la energía motriz de la poesía.
Y José Hierro supo explotarla a conciencia.
Como una declaración de intenciones, nos dijo que “el poeta de la belleza es como un perfume, algo de lo que se puede prescindir, lujo o vicio. El poeta testimonial es como un tónico, necesario para nuestra salud. El primero es para tiempos felices y descuidados. El segundo para tiempos dramáticos. Los poetas de la posguerra teníamos que ser, fatalmente, testimoniales”.
Hierro desdeñaba el arte que pretende “la evasión de la realidad circundante”, y se inclinaba por la poesía que “prefiere arraigar en la vida concreta”."Sepamos encontrar, como hizo Hierro, en el dolor la alegría y la fuerza necesarias para transformar el mundo"
Pero la vida tiene muchos pliegues, muchos dobles fondos de verdad resguardados por el peso de la mentira y la costumbre. Por eso, a veces, el mito y la fantasía son los únicos caminos para asaltar estas murallas y poder penetrar, de verdad, en la realidad.
Y José Hierro supo mirar más allá, dar a la poesía social una vuelta de tuerca para hacerla más irreal, y paradójicamente por ello más cargada de realidad.
Junto a los “reportajes” –poemas, a veces incluso en prosa, que buscan la inmediatez de los hechos, sin despegarse de ellos- anidan en su obra las “alucinaciones”, en palabras del poeta “una confusión de tiempos y espacios, un no saber si las cosas están realmente ocurriendo o soy yo quien está anticipando algo que va a ocurrir, una realidad visionaria”.
“Reportajes” y “alucinaciones” se intercalan en la obra de José Hierro como dos polos aparentemente opuestos pero que acaban encontrando un territorio común. Su poesía se complejiza, se vuelve –como el mismo nos aclara- “cada vez más caótica, nunca irracionalista: es una indagación de las razones lógicas que hay en tu subconsciente cuando has dicho algo que no tiene sentido aparente y que te produce una extraña emoción”.
Ese “no saber sabiendo” de su admirado San Juan de la Cruz que va desbrozando la realidad.
Tras “Tierra sin nosotros” y “Alegría” vendrán “Quinta del 42”, el “Libro de las alucinaciones” y “Cuaderno de Nueva York”.
Diez años sin José Hierro han sido diez años donde sus poesías nos han acompañado, incordiándonos y ofreciéndonos dolor y placer a partes iguales.
En un momento donde vuelven a ser “fatalmente necesarios los poetas testimoniales”, volver a José Hierro no es mirar al pasado sino al futuro.
Sepamos encontrar, como hizo él, en el dolor la alegría y la fuerza necesarias para transformar el mundo.
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Poema El Héroe de José Hierro Te invitamos a disfrutar mas poemas de José Hierro. ... Tiempos Sombríos, debajo podrás tener acceso a los mismos o acceder a toda la poesia de José Hierro ... se la jugó con alegría a una carta tapada. |
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Jueves, julio 13th, 2006
Poema El Héroe de José Hierro Te invitamos a disfrutar mas poemas de José Hierro. Disfruta también de nuestros poemas de amor, de amistad , de familia, entre otros. Algunos de los nombres de otros poemas de este autor son: Con Las Piedras, Con El Viento, Coplilla Después Del 5º Bourbon, Corazón Que Te Hieren, Desaliento, Destino Alegre, Dos Fábulas Para Tiempos Sombríos, debajo podrás tener acceso a los mismos o acceder a toda la poesia de José Hierro
Poema El Héroe de José Hierro
Oí latir el corazón del mar unido al de otras músicas -el vals, la polka, el tango, el chárleston, el pasodoble, la rumba, el twist, el mádison-, lo eterno y la que pasa, mano a mano. La vida. El mar. Y las ciudades: hermosa Viena, desasosegadora Nueva York, pasando por París y por Madrid. Músicas muertas en los tocadiscos de los muchachos, como antaño en pianolas y organillos. Música viva, como un mar que transcurre para los soñadores -Bach, Schumann, Brahms o Debussy-; señales de otras músicas futuras, de otras vidas, de otros tiempos -Boulez, Berio, Stockhausen, Luis de Pablo-, viejos probablemente cuando leáis estas palabras viejas también, que ahora arrojo al olvido.
Entonces lo vi allí, al héroe, indiferente, con su uniforme de guardarropía, anacrónico. El pecho cubierto de medallas y de nobles cintajos, maravillas de seda y cobre. Vi al héroe, descansando sobre el banco de piedra.
Los jóvenes que pasan, navegan por la música. Otros, ya con arrugas, oyen el canto de las olas. Yo sólo, aquí, entre ellos, el más viejo de todos, oigo música y mar al mismo tiempo. Es la armonía de quien nació y ha muerto muchas veces. No es frecuente que sea así, pero sucede, como ahora: de súbito se encienden mar y música; estallan tiempo, espacio, fuera y dentro; giran deslumbradores vida de ayer y sangre fresca: es como un huracán irresistible.
Es como un fuego. Yo iba andando con la felicidad de adentro y la felicidad de afuera, suma de aquella humanidad entre la que pasaba. Y vi al hombre: «Qué harás aquí -le dije-, descorazonadora criatura, carcomiendo la plenitud. Qué se habrá muerto dentro de ti».
Y yo, que oía todos los sones, sólo oí el silencio, su silencio, el silencio del héroe, sordo al mar, a la música, a sus recuerdos y proyectos.
Nueve décimas partes de su vida debieron de pasar sin acercarse al mar, sin sospechar siquiera qué paciencia salada, qué artesanía de olas y de días son necesarias para producirse el prodigio de un árbol de coral, la fantasía helicoidal de un caracol. Era un héroe deshabitado, sin corona de roble que le ciña de días gloriosos.
Despojad un instante a esta palabra -héroe- de tantas adherencias literarias. Borrad las iconografías consabidas: Grecia y piedra rosada, cara al mar, héroes ecuestres del Renacimiento… Era otra cosa el hombre que yo vi. Nació en alguna aldea del interior de España- La piel endurecida, impasibles los ojos que nada vieron nunca si no fue la llanura circundada de encinas, donde nació y vivió.
(Donde vivió esperando su tren de muerte, como yo ahora espero, mientras nerviosamente escribo estos recuerdos, al tren que ha de llegar a Medina del Campo casi al amanecer. Estos sucesos ocurrieron lejos de aquí, y en mí vivían solicitando forma, para no ser pura nostalgia. Sólo esta noche pude hallarles la palabra.)
Allí vivió veinte años. Un día, le hizo hombre la guerra: le dio fe, lejanías y llamas. Llegó hasta el mar; el mar le hizo sentirse libre; mojó en el mar su cuerpo, conquistó tierras, hizo prisioneros, bebió vino de muerte, sintió tristeza y sintió ira; tal vez fuera marcado por la metralla. Estuvo vivo como nunca lo estuvo ni volvería a estarlo. Dio razón y entusiasmo a su vida: se la jugó con alegría a una carta tapada. Luego, volvió a su pueblo a ensartar días y cosechas, a dorar con melancolías su estatua coronada de olas.
Y he aquí que al cabo de los años llega otra vez junto al mar luminoso. Donde dejó entusiasmo, vida y fe, ha encontrado el silencio, el mismo de las eras de su aldea, mas ya sin esperanza. Ha desfilado entre banderas, entre cánticos; resucitaron las palabras en la garganta joven; ha bebido el vino de antaño y paseado su embriaguez gloriosa. Desde las doce a la una y media ha durado el desfile de estos supervivientes, nostálgicos representantes de un drama, escrito hace quién sabe cuántos años. Después de la comida y los discursos cayó el telón. Y oyó el silencio de los espectadores. Y el silencio del mar. Y el de su vida. Dijeron: «A las nueve al autobús; hay que llegar temprano a casa.» Oyó el silencio de su vida. Desconocido entre desconocidos, anduvo por las calles, sin rumbo. Se sentó enfrente de las olas. Volvió el naipe y no había figura pintada en él. Y oyó el silencio.
¿Comprendéis? El nordeste cesa al atardecer. Ya ni siquiera hace temblar la ropa de este hombre. No le deja en la mano el aroma del arma con que mató a la muerte hace ya tiempo. Van los muchachos por su lado, destruyen la muerte con la música, como ayer con la pólvora. Destruyen con la música la vida. Con la música crean un inmenso silencio.
De “Libro de las alucinaciones” 1964
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- Poema El Enemigo de José Hierro
Nos mira. Nos está acechando. Dentro de ti, dentro de mí, nos mira. Clama sin voz, a pleno corazón. Su llama se ha encarnizado en nuestro oscuro centro. Vive en nosotros. Quiere herirnos.
- Poema El Héroe de José Hierro
Oí latir el corazón del mar unido al de otras músicas -el vals, la polka, el tango, el chárleston, el pasodoble, la rumba, el twist, el mádison-, lo eterno y la que pasa, mano a mano. La vida.
- Poema El Muerto de José Hierro
- Poema Interior de José Hierro
- Poema La Mano Es La Que Recuerda de José Hierro
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El Muerto de José Hierro. Este poema es parte de la obra literaria y Poemas José Hierro Otros de sus poemas como Interior de José Hierro - La Mano Es La Que Recuerda de José Hierro - La Sombra de José Hierro - Las Nubes de José Hierro - Lear King En Los Claustros de José Hierro - pueden interesarte, asi como otros poemas romanticos, de amor, familia, amigos y mas. Poemas José Hierro
Poema El Muerto de José Hierro
Aquel que ha sentido una vez en sus manos temblar la alegría no podrá morir nunca.
Yo lo veo muy claro en mi noche completa. Me costó muchos siglos de muerte poder comprenderlo, muchos siglos de olvido y de sombra constante, muchos siglos de darle mi cuerpo extinguido a la hierba que encima de mí balancea su fresca verdura. Ahora el aire, allá arriba, más alto que el suelo que pisan los vivos, será azul. Temblará estremecido, rompiéndose, desgarrado su vidrio oloroso por claras campanas, por el curvo volar de los gorriones, por las flores doradas y blancas de esencias frutales. (Yo una vez hice un ramo con ellas. Puede ser que después arrojara las flores al agua, puede ser que le diera las flores a un niño pequeño, que llenara de flores alguna cabeza que ya no recuerdo, que a mi madre llevara las flores: yo quería poner primavera en sus manos.)
¡Será ya primavera allá arriba! Pero yo que he sentido una vez en mis manos temblar la alegría no podré morir nunca. Pero yo que he tocado una vez las agudas agujas del pino no podré morir nunca. Morirán los que nunca jamás sorprendieron aquel vago pasar de la loca alegría. Pero yo que he tenido su tibia hermosura en mis manos no podré morir nunca.
Aunque muera mi cuerpo, y no quede memoria de mí.
De “Alegría” 1947
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14ª FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO DE GUADALAJARA
Seis poetas ensalzan la generosidad y la ética del poeta José Hierro
España logra el premio al mejor pabellón de la feria
"Si muero / que me pongan desnudo / desnudo / junto al mar". "Nunca más / volveré a verte / con estos ojos / con que hoy te miro". La voz profunda de José Hierro llegó a través de los altavoces al público que enmudeció emocionado. Seis poetas glosaron en la Feria de Guadalajara su figura y su obra. Seguro que a Pepe Hierro tanto y tan cálido elogio le hubiera avergonzado un poco.
La conclusión fue unánime: es un hombre de una extraordinaria generosidad, modesto, de una ética irreductible y es una de las voces más profundas de la poesía española contemporánea. José Hierro no pudo asistir al gran homenaje que quiso rendirle la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, pues se halla convaleciente en Madrid de su afección respiratoria que se le complicó con un infarto agudo de miocardio. "Estoy aquí por la ausencia de Pepe Hierro", dijo el poeta mexicano Hugo Gutierréz, gran amigo del español. "Le llamé por teléfono para saber cómo estaba y me dijo 'no sea usted imbécil, que estoy vivo. Y además me alegro de no ir a Guadalajara para no tener que aguantar sus pendejadas'. Como pueden ver, Pepe estará enfermo pero no ha perdido el humor. Es un enfermo irresponsable que no deja de fumar. Pero así es Pepe y le queremos".Tras la semblanza que trazó el director general del Libro, Fernando de Lanzas, empezó Francisco Brines: "Para explicarles cómo es este gran poeta les hablaré de tres de sus principales características: su extraordinaria generosidad, que oculta la mayoría de las veces tras un silencio absoluto. De una gran modestia y al mismo tiempo orgulloso. Orgulloso pero no soberbio, porque la soberbia ataca y en cambio el orgullo defiende la dignidad".
También habló Luis García Montero de la extraordinaria generosidad del poeta. "En un mundo como el de la poesía en que vuelan frecuentes cuchillos, José Hierro siempre ayudó a los jóvenes poetas, leyendo sus poemas, aconsejando, asistiendo a sus recitales". Antonio Hernández lo definió como "un perdurable dinamitero del corazón". Felipe Benítez Reyes afirmó que "Pepe Hierro vive la vida con una intensidad inusual. Es querido unánimemente".
Ángel González, quizá el más emocionado de todos, explicó lo que significó la irrupción de José Hierro en aquella posguerra desolada. En aquellos tiempos sombríos, "Pepe Hierro aportó una nueva manera de plantear la relación entre la poesía y la realidad".
Pasados ya los sinsabores de los últimos días, instaladas las 40 columnas que ofrece la exposición Un milenio de literatura española, llegado el equipo del Cervantes que permite saborear el Quijote virtual, llegado también el proyector que permite ver documentales y cintas con conversaciones con escritores, el Pabellón Español fue inaugurado por todo lo alto, con mariachis incluidos, en la 14ª Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
Y para que la felicidad fuera completa, la Universidad de Guadalajara le concedió el premio al mejor pabellón tanto por su diseño gráfico como por el concepto con que ha sido construido y por su contenido.
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