María Isabel Urrutia en el conjunto donde vive en Bogotá. Dice que está enamorada de su novio, pero que no se vuelve a casar. “Ese error sólo se comete una vez”, señala entre risas. / David Campuzano
Dice que en Londres ve posibilidades, aunque considera que cantidad no es sinónimo de calidad.
El encanto de María Isabel Urrutia es excepcional. Siempre lo ha tenido y seguro que nunca desaparecerá. Luce radiante, alegre, sus carcajadas son contagiosas, son de esperanza, son de una mujer que a leguas se ve feliz, realizada, plena. Doce años después de su máximo logro como deportista, en Sídney, esta vallecaucana no pierde vigencia y tal vez no la perderá. Fue la primera y hasta ahora la única colombiana que ha logrado subirse a lo más alto del podio en unos Juegos Olímpicos.
Doce años después de su medalla de oro en Australia, ¿qué recuerdos tiene?
Todos, y cada día son mayores. Uno como que al principio no cae en cuenta de lo que ganó y de su dimensión. A medida que va pasando el tiempo y se hace más difícil que alguien gane otra medalla de oro, entonces ve uno la importancia y también el cariño de la gente, porque todavía en las calles me paran, me abrazan, me ven como un ejemplo de superación. Y cuando uno va envejeciendo, esas cosas son demasiado importantes (risas).
¿Usted llegó a Sídney con el convencimiento de que ganaría la presea dorada?
Pues yo me había preparado muy bien, pero la verdad es que tuve muchas dificultades porque en esa época teníamos un solo cupo y se lo dieron a Carmenza Delgado, porque tuve muchos problemas con la Federación Colombiana de Levantamiento de Pesas y porque además, en 1999, en los Juegos Panamericanos, yo me lesioné, se me reventó un cartílago de la rodilla derecha. Pero nunca perdí la esperanza. Y en ese aspecto fue vital la presencia de mi entrenador Gancho Karouskov.
¿Cuál fue la estrategia entonces?
Primero Gancho me dijo que si quería subir al podio tenía que bajar de categoría. Pasar de 109 kilos a 75. Nos fuimos nueve meses para Bulgaria, a entrenar, a bajar de peso y a recuperarme de la lesión. Además, como no tenía cupo a los Juegos, pedimos un wild card (tarjeta de invitación) a la Federación Internacional y faltando 20 días para que comenzaran los Olímpicos me la dieron. Por eso creo que ganar ese oro fue toda una proeza, después de tanta pelea y de estar a punto de ni siquiera ir a competir.
Su sacrificio fue grande, claro, ¿pero sin duda el estratega de ese oro fue su entrenador?
Sin duda alguna, es un éxito mío y de él. Gancho es hombre duro, bravo, obstinado, él nunca quiere ser protagonista, se dedica a su trabajo. Con él las cosas no son fáciles, pero si uno hace lo que te dice, los resultados se ven. Si no, no hubiera logrado la medalla. Cuando salíamos a la calle, éramos grandes amigos, adentro éramos los peores enemigos. Ahora tengo las mejores relaciones, es como mi padre. Me enseñó cosas de la vida, responsabilidades, valores, cultura general, comportamiento y a ahorrar para la vejez.
Por qué, desde la suya, el país no ha vuelto a ganar un oro?
Por todos los problemas que hay en Colombia. Hay federaciones que se acuerdan seis meses antes de que hay Olímpicos y la verdad es que si yo quiero coronar a alguien, debo trabajarlo por ahí uno 10 años. Yo afortunadamente conté con esa garantía, a pesar de todas las dificultades que tuve, en 1995 entré al plan de apoyo de Bavaria y nunca me faltó nada. Tuve siempre las mejores cosas, viajaba bajo las mismas condiciones del presidente de la empresa. Falta, sin duda, que el Estado haga una apuesta mayor. Seguro vamos a tener medallas importantes, porque todos los deportistas viajan con esa ilusión, pero más por convicción individual, que otra cosa.
¿No cree entonces que el COC y Coldeportes están haciendo su trabajo bien?
Eso dicen los dirigentes, pero cuando uno habla con los deportistas tiene otra visión. Es cierto que ahora no hay que limosnear los tiquetes internacionales y hay plata para la preparación, pero yo sé que a veces se demoran con los pagos de los auxilios a los deportistas, entonces ellos ¿cómo pueden viajar tranquilos sabiendo que en la casa no hay nada para comer? Se ha mejorado, sí, pero todavía tenemos un bache.
Esta vez la delegación colombiana va con una cifra récord de 104 deportista...
Cantidad no necesariamente es calidad, porque muchos se clasifican con marcas mínimas, pero igual ese ya es un triunfo de los compañeros deportistas que se la han jugado.
¿En levantamiento de pesas ve posibilidades reales de ganar medalla?
Digo una cosa: yo que conozco perfectamente a Diego Salazar, me la hubiera jugado por él y lo hubiera llevado a los Olímpicos, así estuviera en plena recuperación de su lesión. Es sexto en el mundo y su experiencia cuenta. Por pura estrategia hubiera sido bueno llevarlo para que junto con Óscar Figueroa se hubieran apoyado en pos de la medalla. Pero los metodólogos no ven esas pequeñeces y se enojan conmigo porque las critico, pero yo del deporte sí tengo conocimiento.
¿Pero entonces no ve posibilidades en pesas?
Cualquier cosa puede suceder con Óscar Figueroa.
Hay un optimismo generalizado con que la bicicrosista Mariana Pajón gane medalla de oro, ¿qué dice usted?
Pues todos debemos ser optimistas. Sin embargo, creo que por ser el bicicrós un deporte de contacto, hubiera sido superimportante que otra colombiana hubiera podido competir con ella para protegerla. Creo que le están dando mucha responsabilidad, pero bueno, sólo puedo decir que espero que Dios la proteja y gane la segunda medalla de oro para el país. Sería grandioso.
Tras su retiro se dedicó a la política, ¿le quedó gustando?
Pues aunque fue difícil mi paso por la Cámara de Representantes, sí me gustó. De hecho, en las pasadas elecciones participé para la Alcaldía de Cali y no me fue nada mal, saqué 90 mil votos. Ahora trabajo en las mesas de deportes de la comunidades afrocolombianas y espero próximamente lanzarme para el Senado de la República. En estos días me preparo para ser le presentadora oficial de pesas en el Canal Caracol durante los Olímpicos de Londres.
¿Es usted una mujer de peso pesado?
Sin duda, así es. Soy una mujer de peso pesado, a mí me ha tocado todo muy duro, muy luchado. Pero la verdad es que me encanta meterme en cosas difíciles. El deporte me dio la dicha y la fortuna de ser lo que soy. Si Dios no me hubiera escogido para ser deportista, estaría en las mismas condiciones de mis hermanas: casadas y con un poco de hijos (risas). Pero me dio la opción de una vida diferente, porque yo nací en un hogar muy humilde, de cinco hermanos, lleno de dificultades.