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Heredero del multimillonario consorcio periodístico Capriles y copia menor del virtual candidato presidencial republicano de Estados Unidos, Mitt Romney, el aspirante venezolano Henrique Capriles Radonski jura que aventaja a Hugo Chávez en el camino hacia las elecciones del 7 de octubre.
Lo repite públicamente citando datos recogidos por su equipo de campaña, según los cuales él va al frente en los sondeos que escoltan al proceso electoral.
Hasta El Nuevo Herald, periódico de Miami estrechamente vinculado a grupos ultraderechistas procedentes de Caracas, se remitió a una mayoría de encuestas difundidas en Venezuela para decir que Hugo Chávez lo supera entre 15 y 25 puntos.
Esa misma publicación desplegó gozosa este miércoles un titular que exponía: «Henrique Capriles no regalará petróleo a Cuba», y después amplió con palabras de su candidato en rueda de prensa.
Con ojos y oídos puestos en Washington, el aspirante de la llamada Mesa de la Unidad agregó que las condiciones de ese arreglo con La Habana son exageradamente ventajosas para esta.
Fue más allá y aseguró que el actual gobierno de Venezuela «regala a Cuba, Bielorrusia, Argentina y Nicaragua nuestro petróleo».
Chávez demostró que era falso. Lo hizo el 4 de agosto último al argumentar que con el crudo retribuyen el apoyo que en diferentes áreas les brindan naciones hermanas.
Agregó: «Nosotros le enviamos a Cuba una determinada cantidad de barriles de petróleo y ellos le pagan a Venezuela "hasta el último centavo" de lo que cuesta, entre otras cosas, con la Misión Barrio Adentro (médica)».
Esa manera de pensar choca frontalmente con ideas de Henrique Capriles, quien, como señaló UPI este 4 de agosto, «ha manifestado la intención de privatizar la petrolera estatal en el supuesto caso de ganar las elecciones», así como detener los suministros con precios ventajosos a otras naciones.
También ha llegado a decir, como otra de sus credenciales de presentación, que a pesar de tener Venezuela las mayores reservas petroleras del mundo, su actual gobierno «solo muestra ineficiencia».
La retórica ultraderechista del candidato de Mesa de la Unidad no se detiene ahí, porque además ha dicho que Chávez «mira al pasado».
Tiene moral para hacerlo. No fue su cómplice al estilo de la Cadena Capriles, que ha controlado periódicos, revistas, emisoras de radio y casas editoriales en medio de un régimen que contaba entre los jefes de sus cuerpos represivos al torturador Luis Posada Carriles.
Otra razón por la que al candidato de Washington en las elecciones venezolanas no le interesa se escarbe en el pasado es por su abierta intervención en la tentativa de golpe de Estado del 2002.
Todo el mundo sabe, y vio, cuando el entonces alcalde de un territorio de Caracas (Baruta), Henrique Capriles, en abril de ese año, subido en una escalera, trató de penetrar a la fuerza en la Embajada de Cuba.
Luego declaró que su misión era localizar a integrantes del gobierno de Hugo Chávez supuestamente refugiados allí. «No puedo ratificar ni afirmar que aquí no haya ningún asilado (…) porque no pude dar una revisión a la Embajada».
Lo hecho por el entonces alcalde y hoy candidato de la oposición a la presidencia, Henrique Capriles, opinan especialistas en el tema, constituye una violación a las normas internacionales, sobre todo al artículo 22 de la Convención de Viena.
Ahora su vehemente odio a Cuba y otras naciones independientes de la región empuja a míster Capriles a amenazarlas con recortarles el suministro de petróleo, si triunfa en octubre.
Está seguro de que eso último sucederá porque, como asevera alegremente en escenarios públicos, así se lo está diciendo… su equipo de campaña.
Primer 
