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Resposta  Missatge 1 de 2 del tema 
De: ♥ SuaveQuel ♥  (Missatge original) Enviat: 05/09/2012 22:31
 

 
 
 
HUMPHREY BOGART
 
 
 
 
Humphrey De Forest Bogart (Nueva York, Estados Unidos,
El estilo cínico y moralmente dudoso de muchos de sus personajes,
el eterno cigarrillo siempre entre sus dedos y su condición de galán
poco convencional son algunos de los rasgos
 más recordados de su filmografía.
 
 
Biografía

Fue el mayor de los tres hijos de un matrimonio
formado por un cirujano y una artista gráfica.
Su vida cambió cuando, en la Academia Philips (Massachusetts),
conoció a su amigo William Brady, hijo del productor
de teatro William A. Brady.
 Éste le estimuló para ser actor de teatro.
Él quería estudiar Medicina en la Universidad de Yale,
pero fue expulsado por rebeldía.
 
 
I Guerra Mundial

A continuación se alistó en la Marina para combatir

en la I Guerra Mundial y fue destinado como marinero al buque

S.S. Leviathan. En 1918 el barco fue atacado por submarinos

y un torpedo lo alcanzó, sin lograr hundirlo.

Un fragmento astillado de madera saltó y le rasgó la boca,

afectando para siempre su forma de hablar.

 

Actor

A su vuelta fue contratado como administrador

en la compañía cinematográfica y de teatro World Film Corporation,

propiedad del padre de su amigo.

 Su manera de hablar y su aspecto físico, que no se correspondía

con el del clásico galán de la época, dificultaron sus inicios

en su carrera como actor. Desde 1922 (cuando hizo su

primera aparición en el escenario en la obra The Ruined Lady)

hasta 1935 sólo hizo pequeñas intervenciones en escenarios

 y en algunas películas. Entre los papeles secundarios

que Bogart realizó cabe que destacar su aparición en

Tres vidas de mujer (1932), película que tuvo una gran

 repercusión en su carrera ya que contribuyó a sacarle del anonimato.

El actor Leslie Howard, protagonista de El bosque petrificado,

exigió a la Warner Brothers la participación de Bogart en el papel

de Duke Mantee. Así, en 1936, el enorme éxito que tuvo

El bosque petrificado supuso el comienzo de una carrera sólida

para el actor. Su consagración llegó en 1941 con El último refugio,

dirigida por Raoul Walsh. Bajo la dirección de John Huston

rodó El halcón maltés (1941), donde interpretó

al detective Sam Spade. En 1942 filmó "Casablanca",

en la cual protagoniza, junto a la bellísima actriz sueca

Ingrid Bergman, una de las más grandes historias de amor

de la cinematografía mundial. La cinta, dirigida por Michael Curtiz,

 es catalogada como una de las cinco más grandes películas

jamás filmadas.Su trabajo fue reconocido por la Academia

de Cine americana cuando en 1951 obtuvo el Oscar al Mejor actor

por su interpretación en La Reina de África, coprotagonizada

por Katharine Hepburn. Desde el inicio de su carrera en cine,

filmó varias películas, con quien sería una de sus grandes

amigas artistas, la mítica y legendiaria actriz Bette Davis,

quien es considerada como la primera dama del cine en blanco y negro.

 
 
Vida privada

Bogart estuvo casado cuatro veces. Su primera esposa

 fue la veterana actriz Helen Menken, con quien se casó en 1926,

 y de la que se divorció tan sólo un año y medio después.

En 1928 se casó de nuevo con la también actriz Mary Phillips,

divorciándose en 1938. Apenas cinco días más tarde volvió a casarse,

esta vez con Mayo Methot, también actriz, con la que estuvo

 casado durante siete años. Sin embargo, todavía contraería

 matrimonio una cuarta vez, el 21 de mayo de 1945,

con su compañera de reparto en Tener y no tener, Lauren Bacall.

Con ella protagonizó varias destacadas películas de su filmografía,

como El sueño eterno, La senda tenebrosa o Cayo Largo

y con la que tuvo dos hijos: Stephen en 1949 y Leslie en 1952.

Hasta la muerte de Bogart la pareja permaneció muy unida, y

constituyó uno de los matrimonios más carismáticos del mundo del cine.

 

Muerte

Murió en 1957 en Hollywood, víctima de un cáncer de esófago.

Tenía 57 años.

 



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Resposta  Missatge 2 de 2 del tema 
De: Ruben1919 Enviat: 05/09/2012 22:42

Casablanca, Mejor Película de 1943

Por Rodolfo Otero

El Autor: (Escritor de novelas y guiones, y Coordinador de la Cátedra de Guión I de la Universidad del Cine de Buenos Aires. Ha recibido múltiples premios. Su libro “El verano del potro” fue filmado en 1989, en co-producción argentino-canadiense, protagonizada por Héctor Alterio y China Zorrilla).

¿Quién no se enamoró de Casablanca al verla por primera vez? Y por segunda, por tercera o por vigésima. El poder de seducción de la película que el Instituto de Cine norteamericano (AFI) consideró como la mejor del siglo después de Citizen Kane (El ciudadano, 1941) sigue intacto. De todas las ganadoras del Oscar®, Casablanca (Casablanca, 1942) es quizás la única que es al mismo tiempo un éxito de taquilla y un film de culto, amada igualmente por los críticos, los cinéfilos y el gran público del mundo entero. En la década del ’70 fue la película favorita de los campus universitarios en Estados Unidos, en los que un público que no había nacido cuando la película se estrenó llenaba las salas para aplaudir determinadas escenas y líneas de diálogo y estremecerse con el intercambio de miradas entre Rick Blaine y su amada Ilsa.

Hoy nos cuesta creer que durante la filmación casi todos los participantes estaban convencidos de que la película iba a ser un desastre y que cuando recibió el Oscar algunos críticos se indignaron de que un “típico producto hollywoodense” se llevara un premio que según ellos debió recibir In Which We Serve (El hidalgo de los mares, 1943).

Una prueba más de que el establishment crítico suele engañarse con respecto a los méritos o perdurabilidad de las obras que juzga.

Puestos a buscar las razones de la magia indudable de “Casablanca”, una de las principales es tal vez que la película no puede catalogarse en un género determinado, o mejor sería decir que reúne los mejores elementos de diversos géneros: es al mismo tiempo una película romántica, un thriller de suspenso, un film noir, un drama bélico y un folletín de aventuras, y hasta tiene momentos de comedia. Para todos los gustos.

Pero quizás lo que más contribuyó a su legendario encanto es el hecho de que en este caso todos los aspectos positivos del sistema de Hollywood funcionaron a la perfección. Hal Wallis, el productor, consiguió ensamblar un equipo de profesionales de primer nivel en todos los rubros. El guión, cuya historia pasaremos enseguida a reconstruir, estuvo en manos de diferentes especialistas, cada uno de los cuales le aportó lo que mejor sabía escribir; la dirección estuvo a cargo de uno de esos “artesanos” que eran capaces de llevar a buen puerto cualquier material: Michael Curtiz, a veces soslayado por la crítica, pero con una filmografía que se defiende sola. Basta citar, a manera de ejemplo, a Captain Blood (El capitán Blood, 1935), The Charge of the Light Brigade (La carga de la brigada ligera, 1936) The Adventures of Robin Hood (Las aventuras de Robin Hood, 1938), Four Daughters (Cuatro hijas, 1938), Angels With Dirty Faces (Ángeles con caras sucias, 1938), The Sea Hawk (El halcón de los mares, 1940), The Sea Wolf (El lobo del mar, 1941) Yankee Doodle Dandy (Triunfo supremo, 1942) y Mildred Pierce (El suplicio de una madre, 1945).

Y sobre todo, ese elenco incomparable: Humphrey Bogart, definiendo para siempre ese personaje duro pero vulnerable en el fondo que había estrenado en The Maltese Falcon (El halcón maltés, 1941). Ingrid Bergman, con esa espiritualidad que trascendía su considerable belleza y la hacía irresistible. Paul Henreid, un dechado de dignidad. Claude Rains, en su mejor versión del hombre de mundo cínico y amoral que nos sorprende con una imprevista hidalguía. Conrad Veidt, la personificación del nazi arrogante, un villano perfecto para temer y odiar. Sydney Greenstreet, transmitiendo decadencia y corrupción en cada pequeño gesto de Ferrari, primo hermano de su Kaspar Gutman, también de The Maltese Falcon. Peter Lorre, otro vínculo entre los dos clásicos, añadiendo otra rata (pero esta vez con un lado heroico) a su galería de personajes sinuosos. Algunas viñetas recordables: S.Z. Sakall, Marcel Dalio, Leonid Kinsky, Joy Page, Helmut Dantine, Curt Bois, Madeleine LeBeau. Y por fin Sam, que canta “Según pasan los años” mejor que nadie, que le retruca líneas al mismísimo Bogart, y que le asegura su cuota de inmortalidad a Dooley Wilson.

Ese elenco perfecto pudo haber sido muy diferente, y en general mucho menos interesante, si algunas propuestas de casting hubieran prosperado. La primera publicidad que acompañó a la compra del libro (una obra teatral inédita) hablaba de Ronald Reagan, Ann Sheridan y Dennis Morgan como el terceto central. Se barajó el nombre de George Raft para el personaje de Rick Blaine, el de Joseph Cotten como un posible Victor Laszlo, y los de Hedy Lamarr y Michèle Morgan para Ilsa. Incluso en un momento se pensó en un cambio de sexo para el personaje de Sam, que pudo haber interpretado nada menos que Ella Fitzgerald.

Cuando uno piensa en qué podría haber resultado si se hubieran cometido algunas de esas modificaciones en el reparto, tiene que convenir en que Casablanca es, como han comentado muchos, un feliz accidente.

Muy poca gente se acuerda hoy de Murray Burnett y Joan Allison, pero en honor a la justicia todo empezó con ellos, los autores de una obra teatral llamada “Everybody Comes to Rick’s”, la historia de un norteamericano exiliado en Casablanca que termina envuelto en una intriga en la que participan su ex amante, un líder de la resistencia antinazi, un oficial francés de Vichy y un capitán alemán. La historia básica es la misma que la de la película, con dos variantes significativas: en el original el amor perdido de Rick es una americana de dudosa reputación llamada Lois Meredith (de ahí que haya circulado el nombre de Ann Sheridan para el papel) y al final el héroe termina en la cárcel.

El libro llegó a la Warner Brothers el 8 de diciembre de 1941, un día después del ataque a Pearl Harbor. Uno de los lectores del estudio, Stephen Karnot, lo recomendó a Hal Wallis, entonces uno de los principales productores de la Warner, que dos semanas después dio luz verde al proyecto.

La obra pasó por varias manos en el proceso de adaptación: después de una pulida inicial a cargo de los guionistas Aeneas McKenzie y Wally Kline, Wallis designó a los mellizos Julius y Philip Epstein como responsables del libreto. Los hermanos tenían un don para el diálogo irónico y mordaz, y muchas de las líneas inmortales de Casablanca (“los sospechosos de siempre”, “soy sólo un pobre oficial corrupto”, “vine a Casablanca por el agua”) son de su cosecha. Habían trabajado antes con Claude Rains y reescribieron el personaje de Renault (Rinaldi en el libro original) con el actor en mente.

En tanto, Wallis designó al director, Michael Curtiz, y el elenco fue tomando forma. Algunas decisiones al respecto influyeron en el guión: cuando Wallis negoció con David O. Selznick la contratación de Ingrid Bergman para el principal papel femenino, Lois Meredith se transformó en Ilsa y el personaje fue reescrito para hacerla no solamente europea sino también idealista y más etérea, de acuerdo con la personalidad de la actriz. Curtiz recomendó que el villano tuviera más entidad, y así el capitán Strasser del libro original fue ascendido a mayor y cobró más peso y amenaza.

Humphrey Bogart aceptó el papel de Rick pero pensaba que el personaje todavía no estaba bien desarrollado, a partir de lo cual Wallis incorporó a Howard Koch al equipo de guión. Koch, que había sido el adaptador de la célebre versión de “La guerra de los mundos” de Orson Welles, trabajó en la historia previa del personaje y le dio un perfil más heroico y más comprometido políticamente, incorporando su actuación en la guerra civil española y en Etiopía. También fue estableciendo la posición de Renault, que en definitiva daría pie a la célebre vuelta de tuerca final.

En este punto Hal Wallis le pasó el guión a Casey Robinson, uno de los especialistas en melodrama de la Warner, que había escrito varias de las aventuras que protagonizaba Errol Flynn e historias románticas para Bette Davis. Robinson fue el responsable del flashback de París y replanteó el encuentro de Ilsa y Rick en el departamento de él en Casablanca.

Aunque el final todavía no estaba resuelto, la filmación empezó el 25 de mayo de 1942. La confusión sobre cómo iba a terminar la historia influyó en la actuación de Ingrid Bergman, que al no saber con quién iba a quedarse transmitió la misma inseguridad a su personaje.

Nadie estaba conforme con la solución de la obra: Rick deja escapar a Ilsa con Laszlo y se entrega a las autoridades, que lo encarcelan. Con Estados Unidos en guerra, el protagonista no podía tener un final tan deslucido. Las posibilidades más claras eran : 1) Rick promueve el escape de Ilsa y Laszlo y muere heroicamente cubriendo la huída; 2) Se produce un enfrentamiento en el aeropuerto, Strasser mata a Laszlo, Rick mata a Strasser y se queda con Ilsa. Ninguna de las dos versiones lo convencía a Hal Wallis: en una terminábamos con Bogart muerto y en la otra, si bien había un final feliz, se minimizaba la causa al eliminar al personaje que encarnaba la resistencia al régimen nazi.

A esta altura el guión volvió a manos de los mellizos Epstein, para trabajar el último acto de una vez por todas. Según la leyenda, los dos volvían del estudio después de haberse devanado los sesos tratando de encontrar un final satisfactorio, y detenidos en un semáforo dijeron a la vez: “¡ Los sospechosos de siempre!” La solución era hacer intervenir a Renault a favor de Rick y de esa manera podía terminar la película con el renunciamiento del héroe y el triunfo final de los buenos. De paso el tono agridulce esquivaba el “happy ending” convencional.

Con el tema arreglado, la filmación siguió adelante y finalizó el 3 de agosto. Aún había un detalle pendiente: la línea final no estaba escrita. Deliberadamente Curtiz había elegido un plano general de Rick y Renault de espaldas para dar margen a insertar cualquier entrada de diálogo en un doblaje posterior. Había cuatro posibilidades para la respuesta de Rick a “los diez mil francos deberían cubrir nuestros gastos”, de Renault:

1.- Louis, empiezo a ver la razón de tu repentino ataque de patriotismo. Al defender a tu país, estás protegiendo tu inversión.
2.- Si llegas a morir como un héroe, Dios proteja a los ángeles.
3.- Louis, debería haber previsto que ibas a mezclar tu patriotismo con un poco de interés.
4.- Louis, creo que éste es el comienzo de una hermosa amistad.

Con muy buen criterio, Wallis terminó decidiéndose por la última (que él mismo había ideado).

Casablanca es una de las películas con mejores diálogos en toda la historia del cine, en lo que reside una buena parte de su atractivo. Algunas citas:

UGARTE (Peter Lorre): Usted me desprecia, Rick, ¿verdad?
RICK: Si alguna vez pensara en usted lo despreciaría.

YVONNE: ¿Dónde estuviste anoche?
RICK: Fue hace tanto tiempo que no me acuerdo.
YVONNNE: ¿Te veré esta noche?
RICK: Nunca hago planes con tanta anticipación.

RENAULT: A veces me pregunto por qué no vuelve a Estados Unidos. ¿Se robó los fondos de una iglesia, se escapó con la mujer de un senador o mató a alguien?
RICK: Es una combinación de las tres cosas.
RENAULT: En nombre del cielo, ¿qué lo trajo a Casablanca?
RICK: Mi salud. Vine a Casablanca por el agua.
RENAULT: ¿El agua? ¿Qué agua? Si estamos en el desierto.
RICK: Me informaron mal.

STRASSER: ¿Cuál es su nacionalidad?
RICK: Borracho.

RICK: Si es diciembre de 1941 en Casablanca, ¿qué hora es en Nueva York?
SAM: No sé. Se me paró el reloj.

RICK: Este revólver apunta a tu corazón.
RENAULT: Es mi punto menos vulnerable.

Hay que recordar que nadie (ni Rick, ni Ilsa) dice nunca en la película “Tócala de nuevo, Sam”. Otras líneas pasaron a formar parte del folklore universal, como el intraducible brindis de Rick a Ilsa (“Here’s looking at you, kid”), toda la tirada final en la despedida entre los dos, especialmente “We’ll always have Paris”, y la famosa salida de Renault después del clímax: “El mayor Strasser ha sido asesinado. Arresten a los sospechosos de siempre”, amén de la inmortal frase de cierre. En “Cuando Harry conoció a Sally”, Billy Crystal comenta: “es la mejor línea final de una película de todos los tiempos”.

Umberto Eco escribió un ensayo más que interesante sobre las resonancias míticas de Casablanca, en el que determina la presencia de algunas constantes narrativas que la acercan a temas universales. Entre ellas destaca el amor que no puede concretarse, el vuelo como metáfora de la huída (la única salida es el avión), el pasaje a la tierra prometida (en este caso, Estados Unidos por vía de Lisboa), la guerra santa (Laszlo es el idealista opuesto a una dictadura monstruosa), la espera (recordemos que la escena inicial de la película es un pseudo documental sobre la situación en Casablanca, y la voz del narrador termina repitiendo que los refugiados “esperan... esperan... y esperan”), la llave mágica para resolver el juego fatal (en este caso las visas de tránsito, McGuffin si los hay) y por sobre todo el triunfo de la pureza: los únicos que pueden concretar su deseo y encontrar la libertad son los puros de corazón (Ilsa y Laszlo), en tanto que Rick alcanza la pureza a través del sacrificio de su amor, lo que le asegura la redención final.

De esa redención participa Renault, no sólo como agente de la salvación de Rick sino encontrando su propio camino con su decisión, que lo convertirá en otro prófugo y en definitiva en un héroe a pesar suyo.

Y es que tal vez ahí encontremos la magia imperecedera de Casablanca: es la historia de alguien que en un ambiente ambiguo, corrupto, plagado de intrigas, se permite la nobleza de renunciar a su amor. Nos gustaría creer que todavía hay un lugar para los Ricks en un mundo en el que los ideales parecen cosa del pasado.

Apuntes y curiosidades



 
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