08.08.2012 13:34
* Artículo no recomendado para mentes que rechazan saberes otros que los occidentales-tradicionales.
La verdad, mi cabeza estaba en otras cosas hace unas semanas. El golpe me tomó desprevenida, tal vez porque estoy siempre persiguiendo alguna utopía con la punta de un pie en la tierra y un ala en el aire. Con un grupo de gente veníamos preguntándonos y proyectándonos en torno a cómo hacer posible el reto de la interculturalidad en nuestro país. Pensabamos en qué pasaría si en una nueva constituyente propusiéramos que los derechos de la madre tierra, de la diversidad biológica y cultural sean garantizados. ¿Sería posible el paso de un Estado fundado en el antropocentrismo a un Estado basado en el biocentrismo?
Y en medio a estas reflexiones nos estalló la noticia del golpe. Ya lo han explicado analistas políticos y juristas que esto fue un golpe parlamentario disfrazado de legalidad (aunque cualquier ciudadano/a no extremista ideológicamente lo pudo percibir claramente). Esto fue un asalto a la voluntad popular, porque seamos sinceros, si bien el partido liberal posibilitó que Lugo llegue a la presidencia, al cambio lo votamos ciudadanas y ciudadanos de todos los partidos y hasta gente que nunca se metió en política.
Estos parlamentarios que vienen gobernándonos, representan para la mayoría del pueblo paraguayo, la síntesis de la peor calaña del país, y actuaron en consecuencia. Nos recuerdan todos los días que estamos ante una grave crisis institucional y humana, donde la búsqueda por una sociedad más justa y equitativa no pasa de un deseo metafísico o literario.
Ante tanto sentimiento de impotencia, tuve que buscar alguna esperanza en libros, conversaciones, reflexiones y análisis, volví a lo que me sostiene hoy como persona: la búsqueda del buen vivir o del teko porá.
La propuesta filosófica del Buen Vivir, está basada en una concepción del mundo, donde la VIDA es la prioridad, y ella no se restringe a los seres humanos ni siquiera a los que desde nuestra cosmovisión consideramos como seres vivos, ya que el centro de todo es la madre tierra, la que da vida, pero también es vida, así como las montañas, la lluvia, el viento, el cosmos. Esta cosmovisión entiende que el ser humano es solamente parte del universo y que su existencia en este planeta está condicionada a la vida de la naturaleza. Concepción tan ajena a nuestras prácticas políticas y cotidianas actuales, estrictamente en todos los sentidos.
El Buen Vivir según la sabiduría milenaria de los pueblos andinos, dice Fernando Huanacuni, “critica al Estado humanista, individualista, jerárquico, depredador, homogeneizador, con carácter machista”. Aunque nosotros supuestamente entramos dentro de este paradigma, nuestro Estado aún no puede ser considerado Humanista, no hemos siquiera alcanzado ese adjetivo.
Esto se ve hoy más que nunca, los años de oscuridad se nos han venido encima y si bien en nuestra incipiente primavera democrática, una transición compleja y contradictoria, algunas personas y colectivos intentabamos construir este Estado Humanista buscando institucionalizar normativas que garanticen relaciones más equitativas, justas y armónicas de la sociedad, hoy nuestro retroceso nos interpela a mirarnos realmente como país y como colectividad. Me duele pensar que estos hechos acontecidos el 21 y 22 de junio dejarán indefectiblemente una marca sangrante en nuestra identidad como paraguayas y paraguayos.
Sí, somos aún un Estado individualista, jerárquico, depredador, homogeneizante y machista, pero más que el calificativo Humanista, nuestro Estado es Capitalista, porque sus frágiles instituciones responden más que al interés humano, al interés del capital. Somos un Estado que desprecia al ser humano, no busca su bienestar, sólo cuida los intereses del capital, en sus formas empresariales o de agronegocios, lícitos e ilícitos.
He sido testigo y parte de un gran esfuerzo durante los últimos años, en diseñar políticas públicas más justas desde un enfoque que respondía a nuevos valores. Sin embargo, en cuatro años no han sido muchos los avances, precisamente por la traba que impusieron esos intereses a través de un parlamento que siempre ofendió al pueblo por sus acciones ignorantes y prepotentes.
Parece que este es el momento en que llega a Paraguay la tan aclamada premonición Maya del 2012, que algunas personas erróneamente la interpretaron como el fin del mundo. Las culturas andinas sin embargo, nos hablaban del Pachakuti, que en su traducción literal significa “el mundo se da vuelta”. Para una aclaración citamos la explicación de Margot Bremer: “con cada Pachakuti la vida en la tierra volvería cíclicamente a sus inicios. Serían las catástrofes mismas las que reiniciarían un nuevo ciclo de vida sobre la tierra”. Si bien se refería a un reordenamiento físico de la tierra en relación a su eje, esto es también válido para las catástrofes sociales, como la que ahora nos toca afrontar.
Para las culturas andinas, el Pachakuti es un fenómeno natural con implicancias sociales y culturales, en ciclos de aproximadamente 500 años y este fenómeno es también el que hace resurgir la posibilidad de avanzar hacia la utopía del Buen Vivir. Son los tiempos de crisis o de revoluciones, donde se abre una grieta por la cual se cuelan los valores ancestrales establecidos antes de la colonización.
La filosofía del Buen Vivir es tan basta y rica que apenas podemos hoy tomarla de refilón desde la perspectiva ética-política, a partir de la cual entendemos al Pachakuti como una oportunidad que no se da casualmente sino con causa y que requiere también de un gran esfuerzo humano-colectivo para que la tierra pueda sentarse bien sobre su eje.
A la cultura de la homogeneidad, le contraponemos la de complementariedad del Buen Vivir, pues este sistema actual necesita de homogeneización para crecer, para vender, para imponer el poder sobre los/as otros/as; mientras que el vivir bien propone la complementariedad, valor que se contrapone indignadamente a la acumulación del capital, para hacer una distribución más equitativa, en el ámbito de lo económico, de lo social y del ejercicio del poder.
¿Qué podemos construir, ahora, con estos pedazos? Se preguntaba una amiga en el facebook… Ahora es momento de mirar atrás, nos dirían todos los pueblos originarios, porque en su concepción de tiempo el presente viene de atrás, el presente no se entiende sin el pasado, y tampoco el futuro. La trampa del sistema acumulador es hacernos pensar que todo es inmediato, el ahora y el futuro, se acumula para el futuro, se sacrifica el presente y no se mira el pasado.
La propuesta del Buen Vivir sería volver en el tiempo, recuperar la memoria y la historia de un pueblo oprimido que nunca se dio por vencido; un pueblo que tiene dentro a muchos pueblos, que necesita de una vez por todas hurgar en su identidad multicultural, sin nacionalismos falsos ni dogmas impuestos por la colonización. Una identidad que le permita así como a nuestros antepasados, en estos tiempos de pachakuti, buscar y encontrar el añorado teko porá.