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رسائل 1 من 4 في الفقرة |
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من: Nobotuma (الرسالة الأصلية) |
مبعوث: 03/10/2012 01:07 |
El 4 de octubre de 1892 muere en La Guaira, Venezuela el poeta venezolano Juan Antonio Pérez Bonalde, considerado uno de los más destacados exponentes de la poesía lírica de Venezuela y América. También representa el romanticismo y es considerado por muchos como el precursor del modernismo. Una de sus obras más sentidas ha sido, indudablemente, "Vuelta a la Patria"de la cual comparto sólo una parte porque es muy larga:
Tierra!, grita en la proa el navegante y confusa y distante, una línea indecisa entre brumas y ondas se divisa; poco a poco del seno destacándose va del horizonte, sobre el éter sereno, la cumbre azul de un monte; y así como el bajel se va acercando, va extendiéndose el cerro y unas formas extrañas va tomando; formas que he visto cuando soñaba con la dicha en mi destierro. Ya la vista columbra las riberas bordadas de palmares y una brisa cargada con la esencia de violetas silvestres y azahares, en mi memoria alumbra el recuerdo feliz de mi inocencia, cuando pobre de años y pesares, y rico de ilusiones y alegría, bajo las palmas retozar solía oyendo el arrullar de las palomas, bebiendo luz y respirando aromas. Hay algo en esos rayos brilladores que juegan por la atmósfera azulada, que me habla de ternuras y de amores de una dicha pasada, y el viento al suspirar entre las cuerdas, parece que me dice: « ¿no te acuerdas?». Ese cielo, ese mar, esos cocales, ese monte que dora el sol de las regiones tropicales... ¡Luz, luz al fin! Los reconozco ahora: son ellos, son los mismos de mi infancia, y esas playas que al sol del mediodía brillan a la distancia, ¡oh, inefable alegría, son las riberas de la patria mía! Ya muerde el fondo de la mar hirviente del ancla el férreo diente; ya se acercan los botes desplegando al aire puro y blando la enseña tricolor del pueblo mío. ¡A tierra, a tierra, o la emoción me ahoga, o se adueña de mi alma el desvarío! Llevado en alas de mi ardiente anhelo, me lanzo presuroso al barquichuelo que a las riberas del hogar me invita. Todo es grata armonía; los suspiros de la onda de zafir que el remo agita; de las marinas aves los caprichosos giros; y las notas suaves, y el timbre lisonjero, y la magia que toma hasta en labios del tosco marinero, el dulce son de mi nativo idioma. ¡Volad, volad, veloces, ondas, aves y voces! Id a la tierra en donde el alma tengo, y decidle que vengo a reposar, cansado caminante, del hogar a la sombra un solo instante. Decidle que en mi anhelo, en mi delirio por llegar a la orilla, el pecho siente dulcísimo martirio; decidle, en fin, que mientras estuve ausente, ni un día, ni un instante hela olvidado, y llevadle este beso que os confío, tributo adelantado que desde el fondo de mi ser le envío.

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" .. en mi memoria alumbra el recuerdo feliz de mi inocencia, cuando pobre de años y pesares, y rico de ilusiones y alegría ... " |
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Juan Antonio Pérez Bonalde Poema del Niágara
" Heme aquí frente a frente de la espesa tiniebla desde donde oírme debe la deidad rugiente que en su seno se esconde: Dime, Genio terrible del torrente, ¿a dónde vas al trasponer, la valla del hondo precipicio, tras la ruda batalla de la atracción, la roca y la corriente. . ? ¿A dónde va el mortal cuando la frente triunfadora del vicio, yergue, al bajar a la mundana escoria en pos de amor, y venturanza y gloria? ¿A dónde van, a dónde, su fervoroso anhelo, tu trueno que retumba...? Y el eco me responde, ronco y pausado: ¡tumba!
Espíritu del hielo, que así respondes a mi ruego, dime: si es la tumba sombría el fin de tu hermosura y tu grandeza; el término fatal de la esperanza, de la fe y la alegría; del corazón que gime presa del desaliento y los dolores; del alma que se lanza en pos de la belleza, buscando el ideal y los amores; después que todo pase, cuando la muerte, al fin, todo lo arrase, sobre el oceano que la vida esconde, dime qué queda; dí ¿qué sobrenada..? Y el eco me responde, triste y doliente: ¡nada!
Entonces, ¿por qué ruges, magnífico y bravío, por qué en tus rocas, impetuoso, crujes y al universo asombras con tu inmortal belleza, si todo ha de perderse en el vacío. . ? ¿Por qué lucha el mortal, y ama, y espera, y ríe, y goza, y llora y desespera, si todo, al fin, bajo la losa fría por siempre ha de acabar..? Dime, ¿algún día, sabrá el hombre infelice do se esconde e1 secreto del ser..? ¿Lo sabrá nunca..? Y el eco me responde, vago y perdido: ¡nunca!
¡Adiós, Genio sombrío, más que tu gruta y tu torrente helado; no más exijo de tu labio impío, que al alejarme, triste, de tu lado, llevo en el cuerpo y en el alma frío. A buscar la verdad vino hasta el fondo de tu profunda cueva: mas, ay, en vez de la razón ansiada, un abismo más hondo mi alma desesperada en su seno, al salir, consigo lleva...! ¡Ya sé, ya sé el secreto del abismo que descubrir quería..! ¡Es el mismo, es el mismo que lleva el pensador dentro del pecho: la rebelión, la duda, la agonía del corazón en lágrimas deshecho! " |
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رسائل 4 من 4 في الفقرة |
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Juan Antonio Pérez Bonalde - Venezolano (1846-1892).
¡Te amo! ¿Sabes mi vida, lo que encierra esa palabra cuando el labio la pronuncia bajo el dictado del alma?
¡Te amo! ¡La vida entera, las ilusiones, las ansias del corazon que suspira en esa frase se exhalan!
« Te amo » dice: eres bella como la virgen soñada; como el ideal divino que el bardo lleva en el alma.
« Te amo » dice: eres pura como la nieve sin mancha; sencilla cual la violeta, como azucena cándida.
¡Te amo! Esa voz anuncia todo cuanto el pecho guarda de ternuras y creencias, de alegrias y esperanzas;
urna en que yacen unidas las sonrisas y las lágrimas; secreto de la existencia y de los sueños alcázar;
que amar, bien mio, es trocarse en ave de plumas raudas, y en los espacios celestes batir las serenas alas;
y meciéndose en las ondas de la atmósfera azulada, teñirse en la luz del iris con los cambiantes del nácar:
Después, en rápido vuelo, rasgando la etéra gasa, remontarse hasta las puertas del palacio de las almas.
Y allí, revolando en torno de la celestial entrada, oír las notas divinas de las seráficas arpas.
Luego bajar a la tierra, en la luz de la alborada, y de un árbol florecido posarse en las verdes ramas;
y allí cantar, al glorioso resplendor de la mañana, las alegrias del cielo y la fiesta de las almas.
Eso es amar, vida mía, con el amor que nos pasa; como se aman los buenos, como te amo y me amas.
¿Comprendes, mi bien, ahora, lo que encierra esa palabra cuando el labio la pronuncia bajo el dictado del alma?
Aporte especial de Flor María Fernández.
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