¡Esto no puede ser verdad ! ¿A dónde han ido los liberales, los partidarios de la mundialización feliz ? ¿Dónde están los que dan lecciones sobre “la necesidad de adaptarse cueste lo que cueste a un capitalismo que demostró su superioridad en todo el planeta” ?
Están todos a la cabeza de la “regulación”, palabra que no se sabe bien ya lo que significa, de tanto que la han utilizado de manera contradictoria y sin definir el sentido y el objetivo. Todos estos Diafoirus (médico en El Enfermo Imaginario de Molière) juran que han sido persuadidos a “moralizar al capitalismo” y evitar que esta crisis pueda reproducirse. Cada loco con su tema. Por un lado una gran reunión pretende restablecer el orden y sellar la brecha de un sistema que hace aguas por todas las partes, y por otro lado usar los fondos públicos para substituir los créditos delicados…
Ciertamente, hacen falta medidas inmediatas. No sería necesario sin embargo que la urgencia de la tarea venga impedir la indispensable reflexión sobre las razones profundas de la crisis. No sería necesario tampoco que las intervenciones de algunos responsables (los malos banqueros, los directivos con contratos blindados, los mercaderes deshonestos y otros especuladores, los productos “tóxicos”, etc.), entregados a juicio popular y donde algunos ponen cara de sorpresa, sirva de desvío al análisis lúcido de las verdaderas causas de la catástrofe.
Esta crisis es global, porque es el resultado de cuatro crisis : financiera, económica, social, ecológica. Es el sistema capitalista financiero transnacional y la mundialización liberal lo que se cuestiona.
Es la crisis de un régimen de acumulación financiera, dónde la dirección de la empresa está basada en la supremacía de los accionistas. Este régimen se afirmó en la prolongación de la liberalización de los capitales y en un contexto de frenesí de libre comercio, implicando la deflación salarial, el cuestionamiento de la soberanía de los Estados y la subordinación del conjunto de las políticas públicas a esta nueva orientación del capitalismo accionarial. Muchos de la izquierda son los que habían descrito las graves consecuencias de esta lógica y las amenazas que hacía pesar sobre el futuro del mundo. Desgraciadamente, una amplia parte de la socialdemocracia europea, incluso en Francia, más o menos había interiorizado y había aceptado esta tendencia, buscando una regulación prudente y suave, como una tercera vía… lo que le hizo perder el apoyo de una parte de su base social.
Mañana ya no podrá ser como antes : Es una evidencia. ¿Cómo se podría aceptar aún que una grave desestabilización de la economía y las finanzas en los Estados Unidos se tradujera en una catástrofe para los otros países del mundo y curiosamente para Europa ? ¿Qué nos harán mañana ? ¿Estamos decididos a reanudar nuestro propio futuro ? Antes de anda, es necesario comenzar por aprender las lecciones de la crisis.
La primera lección, es que no se podrá seguir estando sometido a leyes presentadas hasta ahora como ineludibles y casi divinas (el mercado, la libre competencia…). Es necesario encontrar la primacía de la política, de la soberanía popular, el sentido de la intervención pública y el papel económico del Estado.
La libertad de los movimientos de capitales y la ausencia de control no sólo permitieron la constitución de esta burbuja gigantesca y este desfase total entre la economía real y las finanzas, sino que implicaron también una relación de fuerza mundial desfavorable del mundo del trabajo, un aumento de las desigualdades sociales. Eso es socialmente inaceptable y peligroso económicamente.
El asunto de las "subprimes" (hipotecas de alto riesgo) estuvo en parte vinculado al aumento de la precariedad y al estancamiento de los salarios (el salario medio americano tiene hoy el mismo poder adquisitivo que en 1920), que crearon una caída de la solvencia de los hogares, en particular respecto al ascenso desorbitado del mercado inmobiliario. Una solvencia artificial fue mantenida por la prolongación de los préstamos o por un sobreendeudamiento privado considerable. Eso tenía inevitablemente un límite. Se produjo el cambio, las consecuencias fueron catastróficas para millones de hogares, con “efectos bola de nieve” en todo el sistema bancario y económico.
La segunda lección de esta crisis es que la distribución de las riquezas no puede ser simplemente una consecuencia - por otra parte muy aleatoria - del desarrollo económico ; es el motor mismo de una economía estable y próspera.
Es urgente remunerar mejor el trabajo que el capital. Sólo será posible si se reinventan intercambios justos y negociados, si los Estados o los bloques continentales establecen protecciones específicas que les permitan actuar y recaudar ; ya que la primera condición de una verdadera redistribución de las riquezas es la revalorización del salario, que debe ir de la mano de una fiscalidad reforzada, para combatir las desigualdades de las rentas.
Al concentrarse sobre las “soluciones” financieras, se dejarían una vez más de lado a las verdaderas víctimas de una crisis que no es solamente económica, sino también social e incluso democrática. Afecta a los parados, cada vez más numerosos. Afecta a todos los trabajadores pobres y a partir de ahora también a la clase media, que ven su poder adquisitivo en peligro y que no pueden hacer frente a sus gastos vitales como la vivienda y la sanidad. Afecta a los pensionistas, a quienes será cada vez más difícil hacer creer que el futuro de las jubilaciones estará garantizado con fondos de pensión.
La tercera lección es que la crisis valida plenamente la elección de la solidaridad colectiva antes que la garantía individual, por todo lo que concierne a las necesidades fundamentales como la sanidad y los servicios públicos.
Aun más, es hora de refundar las bases de una economía mixta, fundada prioritariamente sobre la respuesta a las necesidades humanas, teniendo en cuenta rigurosamente la protección del planeta. Ya que la crisis ecológica está aun aquí e impondrá un nuevo método de desarrollo, que llevará a una determinada relocalización de la producción y condenará el libre comercio generalizado.
La cuarta lección de la crisis es que es necesario favorecer la reactivación de las actividades productivas, antes que tapar los déficit financieros.
Hay que tomar varias decisiones inmediatas, como la prohibición de los LBO (adquisición apalancada) que eliminan el empleo y sangran las empresas para tener enormes beneficios a corto plazo. No debería pagarse ninguna ayuda pública, si no tiene una eficacia directa para el poder adquisitivo y para el apoyo a las inversiones productivas. Un verdadero control parlamentario, donde la oposición estaría representada, permitiría comprobar el uso de los fondos públicos movilizados a la ayuda de los establecimientos financieros. Es también este planteamiento el que debería guiar al Banco Central Europeo y a las instituciones europeas en la gestión de la moneda y en un plan de reactivación del crecimiento, que tarda en llegar. ¡En vez de eso, la Comisión Europea se refugia en el dogmatismo y analiza febrilmente los planes de rescate para saber si se ajustan al derecho comunitario y no modifican la competencia !
La más característico del capitalismo financiero transnacional fue organizar una retirada completa entre los flujos de las transacciones financieras y la realidad productiva. La multiplicación de los movimientos de capitales puramente especulativos no es, desgraciadamente, algo nuevo.
Es además para limitar esta estremecedora espiral que James Tobin había recomendado gravar con un impuesto, con el fin de conocer y controlar mejor estas inversiones. El argumento que se oponía a la propuesta de este economista, no obstante poco sospechoso de convicciones antiliberales, era siempre el mismo : no se puede hacer nada solo… en Francia, es necesario Europa… en Europa, es necesario el mundo. ¡Es ilusorio a medio plazo obtener un acuerdo general, porque las distintas formas del “gobierno mundial” son incapaces de imponer la menor norma o regla, fuera de la libre competencia ! Ante los problemas, solamente los Estados-nación reaccionaron de manera directa y, ante el peligro, solo ellos tuvieron la legitimidad y la capacidad para actuar. Solo ellos tienen la confianza de los ciudadanos : basta con ver las afluencias de depósitos en Gran Bretaña sobre los bancos recientemente nacionalizados. A partir de ahora, los dirigentes no podrán ya servirnos de nuevo el argumento : ¡“no se puede hacer solo” !
La quinta lección es que es necesario reinventar las herramientas nacionales de intervención.
Los fondos soberanos eran desde este punto de vista muy sintomáticos de este movimiento, incluso si apenas fueron creados de manera oportuna para intervenir en la economía de los otros países. Se debe reactivar el capital público, o incluso en algunos casos nacionalizar, y no solamente los bancos en dificultad. Pero debe haber otras herramientas que es necesario también impulsar, como la política de los precios o el control de los mercados.
La sexta lección de esta crisis es que es necesario reconsiderar y refundar la construcción europea sobre otras bases, sin contentarse con una huida hacia adelante a la espera, más que hipotética, de una intervención mundial o incluso europea, eficaz.
Cuando al votar “no”, decíamos en 2005 que era mejor un electroshock político y democrático en frío que una crisis en caliente, los partidarios de la Europa liberal gritaban : "Qué viene el lobo" !!
Realmente estaban ciegos, ya que quedaba claro que desde hace algunos años que Europa, si no cambiaba de estrategia, iría derecha contra el muro. Y aquí estamos, y todos esos sabihondos que pretendían darnos una constitución común, no dudaban, de primeras de mano, en hacer de jinete solitario. ¡La canciller alemana dista mucho de ser la última de este pequeño juego !
Reorientar, o incluso refundar la construcción europea, implica favorecer un enfoque político y social que defina protecciones comunes, la preferencia comunitaria, las solidaridades, las convergencias sociales y las políticas comunes. Eso supone también dar marcha atrás en materia de desregulaciones, de independencia del BCE…
La salida de la crisis tendrá necesariamente una dimensión geopolítico. La potencia americana, que pensaba escribir el siglo XXI bajo el sello “del final de la historia” y del triunfo de sus valores liberales a nivel económico, político e incluso cultural, entra en una crisis de hegemonía. Y sin embargo, no ha escrito nada : los Estados Unidos pueden volver a encontrar apoyos que consolidarán su soberanía, China y Asia pueden retirarse a tiempo. La Unión Europea, por su parte, descuidada en sus obligaciones, es incapaz de tener una visión de futuro de su destino y del resto del planeta.