El cierre de campaña del presidente Chávez fue masivo y demostró el apoyo popular del pueblo venezolano a la Revolución Bolivariana
Resumen Latinoamericano (desde Caracas) - Caracas se despertó temprano y con ganas de fiesta. No era para menos: el presidente Hugo Chávez cerró este jueves su campaña electoral para los comicios del 7 de octubre, donde buscará su reelección.
Ni el calor abrazante del mediodía ni el diluvio que se desató entrada la tarde impidieron que miles de personas llegaran desde todo el país a respaldar al candidato del Gran Polo Patriótico (GPP).
A las 7 de la mañana, en la avenida Bolívar de la capital venezolana, ya había gente esperando las palabras de líder que, en medio de una lluvia torrencial, fueron concretas y cargadas de una emotividad que en pocos lugares se siente.
El prólogo del cierre de la campaña se extendió en el último mes con masivas caravanas que el líder socialista realizó por toda Venezuela. En cada uno de los actos, en el interior del país, hubo características en común: el frenesí y la emoción de sus seguidores; la confirmación de que los sectores más humildes son la fuerza garante del proceso bolivariano; el llamado a combatir a la burguesía y el imperialismo; la convocatoria a buena parte de la clase media venezolana para que se sume a los tiempos que vive el país y la enumeración de los logros sociales y económicos alcanzados durante los últimos 14 años.
Esta mañana en Caracas, cuando las calles y avenidas comenzaron a desbordarse de personas, se vivió el capítulo previo de un final que tiene como protagonista principal a Hugo Chávez.
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Maritza llegó bien temprano desde Barquisimeto, una de las principales ciudades de Venezuela, junto a un grupo de docentes que trabajan con ella. Cuando habla de los últimos 14 años en el país, no duda: “Con Chávez pudimos levantar los valores patrios que estaban bastante olvidados”. Y sin mediar palabras, agrega: “No hacemos nada con lo material si el ser humano no cambia. Tenemos que cambiar nosotros adentro para que el entorno también cambie. Eso se está produciendo, soy testimonio de ello”.
Al ser consultada por los desafíos que tendrá Venezuela a partir del 8 de octubre, la profesora apunta a los medios de comunicación privados. No pide que el gobierno de Chávez los cierre o los expropie, sino que demanda algo que, a primera vista, podría parecer más fácil: “Tienen que tener equilibrio ante la información. Muchos de ellos no dicen la verdad y así no debe ser”.
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Son miles las miradas de Hugo Chávez que caminan por las calles. Los ojos del presidente venezolano se convirtieron en uno de los íconos más importantes de la campaña electoral. En remeras, prendedores, gorros y banderas, su mirada, emulando tal vez esa imagen del Subcomandante Marcos que recorrió el mundo, se agitaba al compás de la música, los tambores y las ovaciones que crecían mientras las horas pasaban y el sol no daba tregua.
Al mediodía, la avenida Bolívar era un solo cuerpo rojo. Esa “marea roja”, temida por algunos y admirada por muchos otros, es la confirmación palpable de que el presidente Chávez no está solo.
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José Roberto Duque es periodista y escritor. Con una cámara de fotos en mano va de un lugar a otro, apunta, retrata las expresiones de la gente, habla con desesperación porque le gusta todo lo que observa.
“Mira chamo, este es el cuarto o quinto cierre de campaña al que asisto y la movilización de hoy tiene algunas características que no tenían las demás -dice Duque-. Por ejemplo, que hay más gente espontánea que gente uniformada. Esto se vio al principio del chavismo, pero hacía tiempo que estaba opacado por el cuento aquel de la franela institucional. Ahorita hay mucho pueblo espontáneo en la marcha. Es posible que esta movilización no diga todo lo que tiene que decir sobre lo que va a pasar el 7 de octubre, pero sí estoy viendo un resurgir del chavismo originario, que se moviliza, o bien por pánico o bien por militancia espontánea”.
Duque se va, por lo visto sus piernas y sus ganas le manejan el cuerpo entero. Saluda rápido, repite que hoy se está reencontrando con el chavismo original y dice que eso “está de pinga”.
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“Son diez, son diez, son diez millones son diez”, resonaba la consigna en todas las esquinas y alrededores de la avenida Bolívar. Ese es el objetivo que Chávez viene buscando desde hace años: alcanzar los diez millones de votos para, como repite el candidato socialista, barrer de una vez por todas a la derecha venezolana.
Durante todo el día las consignas se repitieron sin parar: “Uh, Ah, Chávez no se va”, “Se queda, se queda, mi Comandante se queda”. En remeras y banderas las frases también se podían leer una y otra vez: “Orgullosamente chavista”, “El corazón del pueblo está arriba”, “Chávez, corazón de mi patria”.
Mientras tanto, la arteria principal de Caracas se movía con el calor de las personas. Sobre todo cuando la música llanera comenzaba a sonar por los parlantes desplegados sobre la avenida Bolívar. En ese instante, el suelo parecía tener vida propia. “Esto tiembla todo”, dijo alguien en medio de la multitud. Otra confirmación de la vigencia de la “marea roja”.
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Francisco tiene 26 años y viene de Barinas, la tierra llanera que vio nacer a Hugo Chávez. “Antes de la revolución, Barinas era un estado deprimido –recuerda -, la economía iba en descenso, tenía un alto índice de pobreza que rondaba el 45 por ciento y actualmente ha descendido a 13 por ciento. Esto recoge un poco el desarrollo económico y el progreso social en nuestro estado”.
Barinas, junto a otras regiones del Llano venezolano, siempre han sido territorios de agricultura y ganadería. En un país petrolero, desde hacía décadas estas zonas estuvieron abandonadas. Los únicos que sobrevivían eran los grandes terratenientes, que utilizaban la tierra más como un bien de especulación que de producción.
Francisco dice que las cosas han cambiado en su tierra: “A partir de la llegada del comandante Chávez, en Barinas se han desarrollado proyecto grandes como el central azucarero Ezequiel Zamora, actualmente existe la fábrica de camiones y tractores surgida del convenio binacional con Bielorrusia y ahora fomentamos la participación agrícola de las comunidades a través de la Gran Misión AgroVenezuela”. Y también remarca que “no es como dice la oligarquía de que el comandante Chávez ha tratado de acabar la producción agrícola en el país. Todo lo contrario, se ha profundizado y hemos desarrollado áreas muy importantes como la agroindustria”.
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A las dos de la tarde, desde el este de la ciudad el cielo se fue tornando gris para luego encapotarse. Como una conjura para tratar de retrasar la lluvia, cientos de globos amarillos, azules y rojos fueron soltados al aire y se elevaron hacia el fondo oscuro. Pero el agua no se dejó esperar y cayó sobre la ciudad. Algunas personas corrieron a protegerse junto a los árboles, aunque la mayoría se quedaron en la avenida Bolívar. Se abrieron paraguas, y si bien no alcanzaban para todos, nadie se negó a que el que pudiera se acomodara debajo de ellos. El diluvio se había desatado, como también la gente a lo largo de la avenida que no dejaban de bailar y aclamar a Chávez.
En un bar cercano, un grupo de mujeres se amontonó a ver la televisión. Cuando nadie lo esperaba, todos vieron que Chávez estaba sobre el escenario principal, empapado de pies a cabeza. “Es un guerrero”, dijo una de las mujeres. “¡Tan lindo!”, exclamó otra. Todas, sin dudar, corrieron hacia la avenida y se sumaron a la lluvia y a su presidente.
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“En nuestras manos no se va a perder la vida de la patria, estoy completamente seguro”, aseveró Chávez y recordó a renglón seguido que hace veinte atrás Venezuela estaba hundida el hambre, la pobreza y la miseria.
En apenas diez años, afirmó, se bajó la pobreza en más de la mitad, el desempleo pasó de 20% a 7% y el país se encuentra en el quinto lugar mundial en cuanto a matrícula universitaria.
“Estamos cerrando campaña de esta manera esplendorosa, desbordada de amor, de patria, de alegría, en Caracas, la cuna de Bolívar”, exclamó Chávez que, sin perder tiempo al bajar del escenario, se montó a un camión y recorrió las principales avenidas de la ciudad rodeado de una multitud que hasta entrada la noche seguía en las calles.
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