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General: LA BANDERA CATALANA DE LA ESTRELLA SOLITARIA .-
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De: Ruben1919 (Mensaje original) |
Enviado: 17/10/2012 23:56 |
La bandera catalana de la estrella solitaria
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Jorge R. Bermúdez • La Habana
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I
Cuando publiqué La invitada de la luz: aspectos históricos, simbólicos y estéticos de la bandera cubana (Biblioteca Nacional José Martí, Ediciones Bachiller, 2007), el capítulo décimo y último de dicho texto, lo dediqué a destacar la influencia del singular diseño de nuestra bandera en las creadas por las nuevas repúblicas venidas al mundo desde fines del siglo XIX hasta nuestros días. Algo tan evidente como de real trascendencia para nuestra identidad visual, sin embargo, había sido pasado por alto en los estudios que sobre el tema desarrollaron eminentes escritores e historiados cubanos antes y después de 1949, año del centenario de nuestra enseña nacional.
No deja de ser sintomático, que los primeros países en asumir como referente el triángulo equilátero de la bandera cubana, fueran las otras dos colonias que perdió España a manos de los EE. UU.: Puerto Rico y Las Filipinas, cuyos diseños habían sido aprobados de manera oficial por
También inspirada en la cubana e influida por la Revolución de enero de 1959, la de los comunistas catalanes difiere de la concebida en La Habana durante el antes citado evento del nacionalismo catalán, porque sustituye el triángulo azul por uno amarillo, que lleva en su centro, como es de comprender, una estrella roja de cinco puntas.
IV
Se da por descontado que todos los catalanes son del Barza; pero, como en toda sociedad democrática, no todos tienen la misma ideología ni encaran sus empeños patrios desde una misma posición partidista. De ahí que, cuando la afición del Barza va al Camp Nou a apoyar a su 11 —devenido ya en algo más que un equipo de fútbol—, junto con la bandera histórica catalana, se vea un número igual de aficionados que enarbolan la “estelada” —para decirlo en buen “cubano”, la bandera catalana de la estrella solitaria—. Y, ocasionalmente, la del Partido Comunista Catalán. Gracias al insustituible discurso visual que propician las banderas y el fútbol, el receptor recibe de una manera más gráfica, entre simbólica y deportiva, las tendencias dominantes en la política al uso de la región.
Hoy por hoy, el destino histórico de la sociedad catalana parece depararle a la estelada un nuevo periodo de lucha, sobre todo, a partir de la crisis económica que aqueja a los países del Mediterráneo europeo y, en consecuencia, la reciente aprobación por el Parlamento de Cataluña de un referendo a favor de la independencia. Ante tal realidad, por supuesto, ya no tendremos que esperar un gol de Messi o de Iniesta en el Camp Nou, para ver enarbolada la estelada. En primera línea ya la vemos levantarse, una vez más, para guiar a su pueblo, tal y como su modelo, la bandera cubana de la estrella solitaria, lo ha hecho desde que Narciso López la enarboló en Cárdenas, por primera vez, el 19 de mayo de 1850.
P. D. Sirva este breve pero poco conocido pasaje sobre la bandera de los nacionalistas catalanes, para enmendar la omisión que de dicho pabellón hiciera en mi citado libro La invitada de la luz, así como para rendirle merecido tributo a los catalanes-cubanos que lucharon ―y luchan― por un destino mejor para Cuba, Cataluña y el mundo.
Notas:
1- Ver: Jorge R. Bermúdez: La invitada de la luz: aspectos históricos, simbólicos y estéticos de la bandera cubana, Biblioteca Nacional José Martí, Ediciones Bachiller, La Habana, 2007.
2- La bandera del nacionalismo Canario, también se creó en Cuba. Su diseño preservó las tres franjas verticales: blanca, azul y amarilla; en la azul, se ubicaron siete estrellas verdes, que simbolizan las siete islas del archipiélago. La actual bandera de la autonomía Canaria, mantiene las tres franjas verticales con sus respectivos colores; pero, en la franja central azul, las siete estrellas verdes han sido sustituidas por el escudo canario. Como dato curioso, es el único escudo flanqueado por perros o canes, de donde toma nombre el archipiélago. (N. del A.)
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los movimientos patriotas en 1895 y 1898, respectivamente. A estas le siguieron la de la República Checa, aprobada el 30 de marzo de 1920, y la del nacionalismo catalán, en octubre de 1928. La última bandera en ostentar un triángulo equilátero antes de la segunda Guerra Mundial, fue la del pueblo palestino, que la adoptó del pabellón de la Legión Árabe, en 1929.
Sin embargo, el número mayor de banderas que harán uso del triángulo y, en ocasiones, de una estrella de cinco puntas en su centro, conjuntamente con franjas o bandas de los más disímiles tamaños y colores, corresponde a los nuevos Estados del llamado Tercer Mundo surgidos a partir de la segunda Guerra Mundial. De estas banderas, las que mejor nos permiten seguir una línea de diseño afin con la cubana, son las de Jordania (1946), Sudán (1956), Guinea Ecuatorial (1964), Bahamas (1973), Mozambique (1974), Santo Tomé y Príncipe (1975), Djibouti (1977), Zimbabwe (1980), Vanuatu (1980), Sudáfrica (1996) y Timor Este.
II
Todo empezó con la visualización de un juego de fútbol entre el Barza y el Real Madrid. El primer gol del Barza, por el talento cierto del argentino Leonel Messi, llevó al camarógrafo (como es habitual en el medio televisivo) a hacer un paneo por la eufórica afición que colmaba el Camp Nou… Y, cual no fue mi sorpresa, cuando, entre el enardecido público, vi ondear una bandera mitad catalana, mitad puertorriqueña. De la primera, tenía las cuatro barras rojas sobre campo amarillo; de la segunda, el triángulo azul y la estrella de cinco puntas
Según la leyenda, una de las versiones más aceptadas sobre el origen de la bandera catalana, es aquella que tuvo lugar en el campo de batalla, cuando uno de los caballeros caído en combate contra el “moro” invasor, trazó con sus dedos ensangrentados cuatro líneas sobre su escudo amarillo. La bandera de Puerto Rico, como es notorio, asume el diseño de la cubana, pero con los colores invertidos. El 22 de diciembre de 1895, en el Chimney Corner Hall, en Nueva York, un grupo de patriotas constituidos en la Sección Puertorriqueña del Partido Revolucionario Cubano, acordó que este sería el pabellón que sus partidarios llevarían a la guerra por la independencia de Cuba y Puerto Rico. Comunión de ideales y esfuerzos que la poeta Lola Rodríguez de Tió, sintetizó en una cuarteta muy popular entonces en ambas islas:
Cuba y Puerto Rico son,
De un pájaro las dos alas.
Reciben flores y balas
en el mismo corazón.
La bandera cubana, concebida por el general Narciso López en 1849, y declarada enseña nacional de la República de Cuba en armas por la Asamblea de Guáimaro, el 11 de abril de 1869, se caracterizó por hacer uso, por primera vez, de un triángulo rojo, en cuyo centro ostentó una estrella blanca de cinco puntas, más cinco franjas horizontales: tres azules y dos blancas.1 La originalidad y belleza de su diseño que, para mayor rebeldía y gloria, fue contrario a las leyes de la heráldica ―toda estrella blanca debe ir sobre campo azul―, así como la bravura del pueblo que la levantó en lucha abierta contra el colonialismo por más de medio siglo, la convirtió en símbolo visual para aquellos pueblos que, con igual tradición de lucha contra el poder colonial e inspirados en el ejemplo de Cuba, aspiraron a alcanzar su libertad a partir de 1895. Tales fueron los casos de las ya citadas banderas de Puerto Rico y Las Filipinas… Y, también, la de los nacionalistas catalanes.2
La lucha de los cubanos independentistas fue seguida muy de cerca por los nacionalistas catalanes, en particular, por aquellos que vivían en Cuba, los que ya tenían una tradición de luchas libertarias junto con los cubanos desde mediados del siglo XIX. Entre los primeros, destaca el periodista catalán Ramón Pintó Llinás, quien lideró la conspiración mejor organizada de las que precedieron a la que dio inicio a la Revolución de 1868. Descubierta la conspiración, Pintó fue juzgado y ejecutado en garrote vil. José Martí, Héroe Nacional de Cuba, en una crónica que publicó en Patria, el 26 de marzo de 1892, reconoció en Pintó al “mártir primero” de “la fusión de cubanos y españoles”. El otro catalán en alcanzar un lugar cimero en la lucha por la independencia de Cuba, fue el general José Miró Argenter. Combatiente de dos guerras: la de los Diez Años (1868-1878) y la de 1895, Miró Argenter fue Jefe del Estado Mayor y cronista del lugarteniente general Antonio Maceo. En el discurso de ingreso a la Academia de Historia, el 2 de mayo de 1926, el coronel del Ejército Libertador Fernando Figueredo y Socarrás, al evocar a Miró Argenter, expresó: “Los catalanes han sabido hacerse querer dondequiera que han estado. Enlazados con familias del país, han legado sus nombres y sus virtudes a las futuras generaciones, de una manera tan radical, que en todo Oriente muchos han perdido su origen, y las familias hasta han olvidado el recuerdo de la procedencia. Santiago de Cuba, Guantánamo, Bayamo, Manzanillo y Holguín están poblados por catalanes, gente honorable, trabajadora, sobria, virtuosa, que han llevado hasta sus últimos confines en el Departamento Oriental, los beneficios de su actividad, de sus industrias y de su honradez”. Y concluía el coronel: “Los cubanos tenemos una deuda de gratitud con los catalanes, porque fue Cataluña la región española que más nos auxilió en nuestra lucha por la independencia patria; y yo aprovecho esta ocasión para testimoniar mi profundo agradecimiento”.
III
A inicios del siglo pasado, Santiago de Cuba y Guantánamo tenían las colonias catalanas más numerosas de Cuba. Mientras que, las de Bayamo y Manzanillo, que con anterioridad a la Revolución de 1868 llegaron a sumar cerca de ochocientas familias, veían por entonces su población mermada como consecuencia de las dos guerras de independencia. En este contexto, no es de extrañar que el primer diseño de una bandera nacionalista catalana se concibiera en la ciudad de Santiago de Cuba, en 1906. Le correspondió al Centro Catalanista de esta ciudad, predecesor del Grop Catalunya, concebir la primera versión del nuevo pabellón: en el centro de la bandera histórica catalana, se ubicó una estrella blanca de cinco puntas.
El siguiente y último paso fue dado por la Asamblea Constituyente del Separatismo Catalán, reunida en La Habana durante los días 30 de septiembre, 1 y 2 de octubre de 1928, bajo la presidencia de Francisco Maciá, la que redactó y aprobó la carta magna de la Cataluña independiente, en cuyo tercer artículo, correspondiente al Título II, se lee: “La bandera oficial de la República Catalana, es la histórica de las cuatro barras rojas sobre fondo amarillo, con adición, en la parte superior, de un triángulo azul y estrella blanca de cinco puntas en el centro del mismo”. La estrella solitaria centrada en un triángulo equilátero, fue desde entonces para el liberalismo catalán símbolo de libertad e independencia nacional.
Hoy día, como es notorio, la bandera oficial de la autonomía catalana sigue siendo “la histórica”, es decir, aquella que le viene de sus luchas contra el invasor a fines de la llamada Edad Media europea, la cual ostenta cuatro barras rojas sobre fondo amarillo. Pero, no es menos cierto, que a más de 80 años de rediseñada esta bandera en Cuba por la ideología rectora de la carta magna del nacionalismo catalán, la llamada “estelada” todavía mantiene su vigencia como el símbolo otro de la emancipación de Cataluña. A la que le sigue con igual empeño separatista, pero desde las posiciones radicales de la izquierda catalana, la bandera de los comunistas.
También inspirada en la cubana e influida por la Revolución de enero de 1959, la de los comunistas catalanes difiere de la concebida en La Habana durante el antes citado evento del nacionalismo catalán, porque sustituye el triángulo azul por uno amarillo, que lleva en su centro, como es de comprender, una estrella roja de cinco puntas.
IV
Se da por descontado que todos los catalanes son del Barza; pero, como en toda sociedad democrática, no todos tienen la misma ideología ni encaran sus empeños patrios desde una misma posición partidista. De ahí que, cuando la afición del Barza va al Camp Nou a apoyar a su 11 —devenido ya en algo más que un equipo de fútbol—, junto con la bandera histórica catalana, se vea un número igual de aficionados que enarbolan la “estelada” —para decirlo en buen “cubano”, la bandera catalana de la estrella solitaria—. Y, ocasionalmente, la del Partido Comunista Catalán. Gracias al insustituible discurso visual que propician las banderas y el fútbol, el receptor recibe de una manera más gráfica, entre simbólica y deportiva, las tendencias dominantes en la política al uso de la región.
Hoy por hoy, el destino histórico de la sociedad catalana parece depararle a la estelada un nuevo periodo de lucha, sobre todo, a partir de la crisis económica que aqueja a los países del Mediterráneo europeo y, en consecuencia, la reciente aprobación por el Parlamento de Cataluña de un referendo a favor de la independencia. Ante tal realidad, por supuesto, ya no tendremos que esperar un gol de Messi o de Iniesta en el Camp Nou, para ver enarbolada la estelada. En primera línea ya la vemos levantarse, una vez más, para guiar a su pueblo, tal y como su modelo, la bandera cubana de la estrella solitaria, lo ha hecho desde que Narciso López la enarboló en Cárdenas, por primera vez, el 19 de mayo de 1850.
P. D. Sirva este breve pero poco conocido pasaje sobre la bandera de los nacionalistas catalanes, para enmendar la omisión que de dicho pabellón hiciera en mi citado libro La invitada de la luz, así como para rendirle merecido tributo a los catalanes-cubanos que lucharon ―y luchan― por un destino mejor para Cuba, Cataluña y el mundo.
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Repasemos este hermosos párrafo :
La lucha de los cubanos independentistas fue seguida muy de cerca por los nacionalistas catalanes, en particular, por aquellos que vivían en Cuba, los que ya tenían una tradición de luchas libertarias junto con los cubanos desde mediados del siglo XIX. Entre los primeros, destaca el periodista catalán Ramón Pintó Llinás, quien lideró la conspiración mejor organizada de las que precedieron a la que dio inicio a la Revolución de 1868. Descubierta la conspiración, Pintó fue juzgado y ejecutado en garrote vil. José Martí, Héroe Nacional de Cuba, en una crónica que publicó en Patria, el 26 de marzo de 1892, reconoció en Pintó al “mártir primero” de “la fusión de cubanos y españoles”. El otro catalán en alcanzar un lugar cimero en la lucha por la independencia de Cuba, fue el general José Miró Argenter. Combatiente de dos guerras: la de los Diez Años (1868-1878) y la de 1895, Miró Argenter fue Jefe del Estado Mayor y cronista del lugarteniente general Antonio Maceo. En el discurso de ingreso a la Academia de Historia, el 2 de mayo de 1926, el coronel del Ejército Libertador Fernando Figueredo y Socarrás, al evocar a Miró Argenter, expresó: “Los catalanes han sabido hacerse querer dondequiera que han estado. Enlazados con familias del país, han legado sus nombres y sus virtudes a las futuras generaciones, de una manera tan radical, que en todo Oriente muchos han perdido su origen, y las familias hasta han olvidado el recuerdo de la procedencia. Santiago de Cuba, Guantánamo, Bayamo, Manzanillo y Holguín están poblados por catalanes, gente honorable, trabajadora, sobria, virtuosa, que han llevado hasta sus últimos confines en el Departamento Oriental, los beneficios de su actividad, de sus industrias y de su honradez”. Y concluía el coronel: “Los cubanos tenemos una deuda de gratitud con los catalanes, porque fue Cataluña la región española que más nos auxilió en nuestra lucha por la independencia patria; y yo aprovecho esta ocasión para testimoniar mi profundo agradecimiento |
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VIVIENDAS Y FAMILIAS DEL VIEJO TULIPÁN por Orlando SEGUNDO ARIAS |
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La construcción en la última década del siglo XVIII del camino del monte –después calzada de ese nombre– y su posterior prolongación en dos ramas, una al Sur hacia las tierras de Managua y Santiago de las Vegas, la otra al Oeste hacia Mordazo y los Quemados de Marianao, originó en estas colinas cercanas a la ciudad intramuros el crecimiento demográfico de los poblados de San Salvador de la Prensa –después Cerro– y Jesús del Monte.
LA CALLE DEL TULIPÁN Las primeras décadas del siglo XIX vieron el progresivo surgimiento de grandes casas quintas de cantería y columnas de estilo clásico, rodeadas de jardines y amplios espacios arbolados, construidas por las familias pudientes de la capital colonial. Donde primero se ubicaron fue en los alrededores de la Esquina de Tejas, punto en
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que se produce la bifurcación de los dos caminos antes mencionados, en lo que después fue conocido como barrio de Villanueva, por el conde de ese apellido que levantó su residencia campestre en la citada Esquina. Villanueva fue imitado, entre otros, por el conde de O'Reilly y los marqueses de San Miguel de Bejucal. También el vizcaíno Santiago Zuaznávar siguió sus pasos. Este personaje poseía ya en 1830 la Quinta La Corina, que con una extensión de seis y medio solares bordeaba la Calzada de los Buenos Aires, . Muchos fueron los residentes de La Habana intramuros –cuyos medios pecuniarios se lo permitieron– que buscaron igualmente un sitio con agua abundante y más saludable para vivir. Optaron así por construir, comprar o alquilar casas para escapar –especialmente en el verano– de la estrechez de las callejas habaneras, su densidad poblacional y el tráfico incesante de carretones de todo tipo llevando y trayendo las mercancías más disímiles, que a la vez levantaban enormes nubes de polvo. Dejaban atrás las deplorables condiciones sanitarias imperantes en una ciudad enclaustrada en sus murallas, sin sistema de alcantarillado y donde la basura domiciliarias se acumulaba en las casas por días y días, ante la inexistencia de un sistema de recogida –medianamente aceptable– de los desechos. La experiencia de la mortífera epidemia de cólera morbo que la azotó a inicios de los años 30 del siglo XIX, que tantas víctimas cobró, no hizo sino acelerar un proceso migratorio, que poco a poco se convirtió en permanente. En el trabajo La Quinta del Obispo1 expliqué cómo –con el correr del tiempo y el consiguiente incremento poblacional– el sendero que enlazó la estancia El Factor (después del Obispo) con el Camino Real a los Quemados de Marianao y la Vuelta Abajo, pasó a ser calle de Tulipán, nombre de flor, similar al otorgado a otras del territorio, como La Rosa o Magnolia. Nada extraño para un barrio que constituyó en el siglo XIX un verdadero jardín. Pero la tipología constructiva de las casas de Tulipán difirió del modelo implementado por las grandes familias habaneras para sus casas quintas y residencias campestres de altos muros. Aquí no vamos a encontrar imponentes construcciones de cantería con portales de columnas griegas y muros formidables, o altas rejas lanceadas que cerraban el paso. Lejos de ello, predominaron las viviendas de madera o ladrillo, de una o dos plantas, con portales y ventanas sencillas de cristales, pisos de madera cepillada, cercas de tablas o alambre, césped cortado bajo, sin canteros de tierra. Fue un estilo radicalmente distinto que obedeció a un vecindario también diferente, compuesto por franceses, ingleses, alemanes y norteamericanos. Individuos de orígenes diversos que arribaron a la Isla como tierra de promisión, intereses comerciales o en misiones oficiales de sus Estados. En Tulipán se fueron agrupando paulatinamente y poco a poco marcaron diferencia con lo español. Si en el Cerro –en su conjunto– es notable el crecido número de extranjeros de todas las banderas recogidos durante el siglo XIX en sus libros parroquiales (sin considerar españoles por razones obvias, ni colonos yucatecos o chinos, ni esclavos) esta característica se presentó en Tulipán de forma acentuada. De ellos, sus familias y viviendas, doy inicio con esta crónica a la tarea de desenterrar historias olvidadas, porque también forman parte de nuestra identidad y cultura. TULIPAN NÚMERO 1. EDELMANN Hasta avanzado el siglo XIX, la numeración de las casas de Tulipán comenzaba en la Calzada Real hasta las proximidades de la Quinta del Obispo, donde terminaba. Cien años más tarde, en 1936, el historiador Manuel Pérez Beato, en su obra La Habana antigua, apuntes históricos, habla de su prolongación apenas cien metros más, hasta la calzada de Ayestarán. Partiendo de la calzada del Cerro por la acera Oeste, encontramos la primera edificación de dos plantas, madera y techo de tejas, marcada con el número 1 antiguo, actual 207, cuya construcción data de entre 1834 y 1836. Este edificio tan longevo desmiente la creencia general de que las casas de madera, en climas subtropicales como el nuestro, tienen una vida efímera. La primera referencia (a mi alcance) de los vecinos que habitaron esta vivienda señala a Federico Hogan Leclerc, oriundo de Limonar en Matanzas, hijo del holandés Miguel Hogan y de Catalina Leclerc, natural de la isla de Santo Domingo, que fue casado con Severina Bravet, sin que tuvieran hijos. Federico Hogan se desempeñó como administrador de fincas. Ya viudo falleció de afección cardiaca en 1885. Una hermana mayor de Hogan, Josefa, su esposo Miguel Ibarra y sus hijos Miguel y Catalina Ibarra Hogan vivieron en Calzada del Cerro 863. Como se observa, los niños llevaron los nombres de sus abuelos paternos. Josefa Hogan, ya viuda, falleció a los 72 años en 1898. Luis Bay Sevilla, en un trabajo que publicó en 1943 en la Revista de Arquitectura, de la que fue director, expuso que “en Tulipán 1 vivió el notable pintor cubano Federico Edelmann con su esposa Adelaida Baralt, 23 años mayor que él. Este matrimonio no tuvo sucesión y meses después de muerta Adelaida, Edelmann abandonó esa residencia”. Es la presencia de Federico Edelmann Pintó en esta casa de Tulipán lo que confiere especial importancia al edificio. El destacado pintor, último representante entre nosotros de una estirpe de ilustrados y acreedor de la amistad del Apóstol, desplegó una intensa labor luego de su retorno a Cuba hasta su deceso, que lo situó como un pilar de la cultura cubana en las tres primeras décadas del siglo XX. Edelmann Pintó es de esos casos lamentables, en que el tiempo ha borrado la memoria y es válido y necesario recordarlo hoy con estas líneas. El primero de los Edelmann que arribó a la Isla fue Juan Federico, francés de la históricamente disputada Alsacia, quien desembarcó en junio de 1832 para ofrecer conciertos de piano en el Teatro Principal de La Habana. La buena acogida que el público le dispensó, lo animó a permanecer en el país. Establecido en La Habana, abrió una academia y asumió la dirección de la Sociedad Filarmónica Santa Cecilia. Edelmann, que cursó estudios en el Conservatorio de París y hablaba correctamente varios idiomas, se apoyó en su amplia cultura y desplegó una labor docente y de extensión cultural destacada. Entre sus alumnos preferidos se contaron Saumell, Desvernine y Arizti. Este hombre que tomó a Cuba por patria adoptiva, falleció en La Habana en diciembre de 1848. Hijo de Juan Federico, fue Federico Edelmann Robinson, quien nació en Kingston, Jamaica y contrajo matrimonio con Josefa Pintó Payne, una de las hijas de Ramón Pintó y López Llinás, el catalán muerto en garrote vil en 1855 bajo el gobierno del general Concha, acusado de conspiración contra el dominio español en la Isla. Con Josefa procreó sus hijos: María, Clara, Eugenia, Rosa y Federico. Murió en La Habana en 1879 a los 49 años de edad. Eugenia falleció de quince años en 1883. La madre, Josefa Pintó, muere de cáncer a los 45, en 1889. Para entonces, la viuda de Edelmann residía en Calzada del Cerro 607 (antiguo). Los huérfanos quedaron al cuidado de familiares. Consta que en 1898, Rosa vivía con la familia de su tía materna América Pintó Payne, en la casa de Tulipán 14, contaba 20 años y era soltera. Su hermana Clara, también soltera y de 20 años, vivía en Tulipán 20 con Madame Falconier, francesa, viuda de 60 años a quien acompañaba su hija Viola, de 12. Al menos hasta 1877 vivió su esposo Louis Faconier, quien aparece en esa fecha por el número 18 de Tulipán. Finalmente, Federico Edelmann Pintó, que nació en La Habana el 26 de mayo de 1869 y contaba apenas diez años a la muerte del padre, desde temprano mostró vocación por la pintura y pudo realizar estudios de arte en la Academia de San Alejandro, bajo la dirección del maestro Miguel Melero. En 1889, con veinte años, arribó a Nueva York, donde se relacionó con Martí. En “Recuerdos”, que publicó en el Diario de la Marina en 1927, el pintor habanero narró las impresiones de su encuentro con el Maestro: “Nunca podré olvidar, aquella tarde de fines de julio de 1889 en que tuve la inefable satisfacción de conocerlo en su histórico despacho de 120 Front Street. Le fui presentado el mismo día que desembarqué, por su íntimo amigo de la infancia, y tío político mío, Antonio Carrillo y O'Farrill […] Allí sentado a su mesa de trabajo, vi a Martí por primera vez, erguido, nervioso, fino de cuerpo, con su tez lívida, recio pelo negro encrespado como una corona sobre la bóveda maravillosa de su cráneo […] Salimos al poco rato Martí, Carrillo y yo para dirigirnos a Bath Beach, Long Island, lugar de temporada en donde había de pasar el verano en casa de mi tía Irene Pintó de Carrillo […] circunstancia ésta que me proporcionó la oportunidad de verlo […] durante todo aquel verano.” Los lazos del Apóstol y el pintor se estrecharon a medida que el primero leyó como libro abierto en el alma pura del joven, quien a su vez cayó rendido ante el verbo y la personalidad del Maestro. Edelmann debió ganarse la vida en Nueva York. Para ello se hizo profesor de escuela. En compañía del artista peruano Patricio Gimeno, también amigo de Martí, abrió un estudio en la calle 14 de la gran urbe. A este sitio acudía un joven sueco, Hermann Norman, quien para ganarse el pan trabajaba muy duro como estibador en los muelles de Nueva York. Visitaba el estudio cuando podía pintar, y de tanto oír a los otros dos hablar de Martí, manifestó su interés en conocerlo. Es Edelmann quien le lleva a la oficina del 120 de Front Street. Norman queda impresionado con la conversación de Martí, sus apreciaciones en cuestiones de arte y el conocimiento que muestra de la pintura de los países nórdicos. Le pide entonces hacerle un retrato. Es el año 1891. Martí no ha tenido un día de reposo en su peregrinaje continuo por la Unión para aunar voluntades entre la emigración cubana en pos de la guerra necesaria. No obstante, accede movido por la simpatía que le produce aquel obrero que sacaba tiempo a su descanso para poder pintar. Feliz suceso que dará lugar al único óleo que de Martí se le hizo en vida. De ese retrato, la ensayista Loló de la Torriente,2 escribió: “Este retrato de Norman ha prestado enorme servicio al conocimiento del Apóstol. Su mirada, su aliento, su dulzura y, sobre todo, su ternura están presentes aquí como en una urna maravillosa. Este hombre, encendido de pasión, buscaba la muerte. Tal vez el pintor no previó este destino pero en la mirada que captó se adivina la firme determinación de una entrega sin recompensa. Era, en íntimo y personal goce, el profundo sentido de su vida, raíz de la Patria que fundaba […] Los pintores y escultores de hoy que quieran reproducir la imagen del Apóstol deberían estudiar detenidamente aquel retrato que tiene el sello de su espíritu, su carácter esencial.” La tela nos presenta a Martí, sentado a su mesa de trabajo, sosteniendo en la mano derecha la pluma, en tanto la izquierda se apoya sobre el escritorio. Viste de negro, con camisa de cuello y lazo. La mirada tranquila del Apóstol está dirigida al pintor, quien reprodujo sus rasgos faciales, destacando la ancha frente. Al fondo, se distingue el librero. La obra mide 39 x 43 cms y se conserva en el Museo Casa Natal de José Martí, en la calle Paula. La amistad de Martí con los miembros de la familia Peoli fue de gran importancia para su desenvolvimiento en Nueva York, por la significativa ayuda que le prestaron y el amplio marco de relaciones en que estos se desenvolvían en la ciudad. Sus ancestros fueron oriundos de la isla de Córcega, en el Mediterráneo, por cuya independencia de Francia y Génova lucharon César y Pasquale Paoli hasta ser derrotados en 1769, tras lo cual se refugiaron en Inglaterra. Es allí que se produce la mutación en el apellido. En tanto Pasquale permanece en el país de acogida, César viaja al poco tiempo a Venezuela, donde los Peoli se harán presentes en las luchas libertarias de Sur América. Una Peoli se casó con el Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, en tanto otro, participa junto a José Páez, el Héroe de Carabobo, en la conspiración de los Soles y Rayos de Bolivar, en 1823, para separar a Cuba del dominio español. Mientras Juan Jorge Peoli nace en Nueva York en 1825, dos de sus hermanas lo hacen en Santiago de Cuba, ya que la familia poseía tierras en Oriente. Una de ellas fue la madre de Adelaida y Luis Baralt, los que al quedar huérfanos de madre y padre de pequeños, fueron mandados a buscar y trasladados a la casa de Nueva York por su tío. Situación análoga aconteció con la otra hermana, María del Socorro, quien casó con Carlos Miyares y fueron los padres de Carmen Miyares. Esta y sus cuatro hermanos menores, quedan huérfanos, por lo que determina, a los 17 años, casarse con un hombre mayor, Manuel Mantilla, quien le ayudó con la crianza de los pequeños. Al producirse los levantamientos en Oriente en 1868, Mantilla y su familia se ven precisados a emigrar. Van primero a Santo Domingo y posteriormente a Estados Unidos, donde Carmen y sus hermanos se reúnen con su tío y primos. Juan Jorge Peoli fue pintor, con estudios en Roma. Luego permanece en Europa por años. Después fue director de la Academia de Bellas Artes de México y en Cuba profesor de dibujo en el colegio La Empresa de Matanzas. En este último lugar se casó con Antonia Alfonso Madan, integrante de la poderosa familia azucarera de los Alfonso, y fijaron su residencia definitivamente en los Estados Unidos en 1864.3 Desde entonces, su casa de la calle 58, en las inmediaciones de Columbus Circle, constituyó punto de convergencia de intelectuales del continente, tanto del Norte como del Sur, que conocieron de su famosa colección de bocetos, grabados y pinturas (incrementándose por años) y fueron partícipes del ambiente refinado y culto que se respiraba en sus salones. Esas puertas estuvieron abiertas para José Martí a su llegada a Estados Unidos en 1880. Fue ese ambiente el apropiado para el surgimiento de la Sociedad Literaria Hispanoamericana, con presencia predominante de cubanos y venezolanos, cuya presidencia ocupó José Martí y, con posterioridad, Federico Edelmann. Tanto para los trabajos de la Sociedad Literaria Hispanoamericana, como de las ediciones del periódico Patria, Martí buscó, y siempre obtuvo el apoyo de Edelmann, a quien nombraba familiarmente Fico: 21 abril 91: “Mi querido Fico: La Noche de México me ha quitado las pocas horas libres. Y para eso le pongo estas líneas, para que sepa que esa noche es de prueba para la Sociedad […]”. ... 1891: “Mi querido Fico: Ahora tengo que echarle encima otra pejiguera […] Vea que bien luce su escudo, que será el de la Sociedad (y le pide coloree 50 de ellos). Dígame si no le pesa haber conocido a su amigo, José Martí.” Viernes 2 marzo 93: “Fico: Urgencia de publicar en Patria un retrato de Miguel Jerónimo Gutiérrez, muerto nobilísimo, el próximo viernes, tenemos el retrato pero tan claro que requiere ser rehecho en tinta. Eso le ruego: que se ponga el domingo a la obra, el martes puede tener su trabajo Gonzalo […]” ... 1894: “Mi querido Fico: En que apuros me veo. Al fin tengo que darle el enojo. Prometí y Ud me ayudará a cumplir. Un mes perdí en la pena de darle el trabajo este. De la fotografía que le envío, deseo que me saque la casa a tinta, sin los árboles al frente y cargando la arboleda a la izquierda […] de modo que me va Ud a querer y a sentarse a trabajar a ver si el miércoles o el jueves a más tardar recibe el dibujo Gonzalo de Quesada […] Este es un grandísimo apuro […] y perdone a su José Martí.” Martí conoció a Adelaida Baralt con anterioridad a su boda con Edelmann, por su amistad con la familia Peoli de la que ella formaba parte. Le dedicó, que se conozca, dos cortos poemas, de ellos uno con motivo de la publicación de su única novela, Amistad Funesta, obra que inicialmente le fue encargada por la editorial a Adelaida y ella trasladó la solicitud a Martí. Asimismo le dirigió mensajes con cierta frecuencia, como la carta que incluyo, donde valora a Edelmann como pintor: Enero 4, 1894: “Mi amiga Adelaida: Este sí que es año nuevo, una carta de Ud y la probabilidad de hermosearle la sala a Carmita con un cuadro de Fico. Fuera yo un poco más poderoso, y hombre que no tuviera los pies en la mar, y ponía a Fico preso todo un año, a que me llenase las paredes. Su arte es fuerte y franco, y merece la amistad de Ud, y el cariño inútil de su amigo José Martí.” El hombre grande que tenía los pies en la mar, un año después desembarcó en la patria irredenta para quedar sembrado en Dos Ríos y señalar, por siempre, el camino a su pueblo. Edelmann, con su fina sensibilidad, hizo en 1896 un carboncillo sobre papel del Apóstol, de 57 x 45 cms, que mientras vivió, estuvo al cuidado de Adelaida y hoy pertenece a las colecciones del Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana. El matrimonio permaneció en Estados Unidos hasta 1904. Ese año, Edelmann dio la espalda a un futuro académico asegurado en el país en que vivió por quince años y regresó a Cuba a ayudar a los suyos. Es por entonces que se produce su retorno al Cerro, lugar de sus años de infancia, a la casona de Tulipán número uno. Retoma su ocupación neoyorquina y aplica la experiencia acumulada en la labor docente en Norteamérica para enseñar a los jóvenes de su tierra desde la cátedra de Idiomas del Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana, el mismo que en otro tiempo acogió en sus aulas a José Martí. En esa labor permaneció por muchos años. Mas su labor como educador no se limitó a las aulas del Instituto. Como gran promotor de las artes, volcó sus energías en el ingente esfuerzo por levantar la cultura de un pueblo apenas salido del colonialismo y con niveles de instrucción muy limitados. En un trabajo que publicó en la revista Bohemia, convocó a los artistas plásticos para organizar en La Habana un Salón Anual de pintura y escultura, análogo a los que periódicamente se efectuaban en otras ciudades de Europa y América. La iniciativa fue bien acogida entre los creadores locales, y con Edelmann como motor impulsor y el apoyo del Ateneo de La Habana, se efectuó el Primer Salón de Bellas Artes en el edificio de la Academia de Ciencias, clausurado con gran éxito el 25 de febrero de 1916. Fue al calor del entusiasmo levantado entre los artistas por los resultados del Primer Salón, que Edelmann, para afianzar lo logrado, posibilitar el auspicio futuro de los salones anuales y aglutinar y dar protección a los artistas del ramo, lanzó la convocatoria a la creación de la Asociación de Pintores y Escultores. En la casa de la calle M número 128 en el Vedado, se elaboraron los estatutos de la Asociación y Edelmann fue elegido presidente. Desempeñó esa responsabilidad durante 14 años, hasta 1926. Sostuvo siempre con esfuerzo y tesón los avances logrados. Entre 1917 y 1926, La Habana fue escenario de los salones anuales de artes plásticas, y a partir de 1921 del Salón de Humoristas. En palabras del ensayista cubano Jorge Mañach, nadie en nuestro tiempo había contribuido más al estímulo y valoración del arte plástico en Cuba. Aquella obra se había incorporado ya en capítulo aparte de la historia de nuestra cultura. La obra plástica de Edelmann es actualmente apenas conocida. El grueso de sus trabajos –hoy en colecciones particulares–, presentados en los salones anuales, lo integraron paisajes, asuntos históricos y temas de la mitología clásica. Al Museo Nacional de Bellas Artes pertenecen el paisaje Álamo blanco, Prometeo encadenado, Descubrimiento del Pacífico por Balboa, un retrato del músico italiano Pedro Mascagni y algún otro. En años recientes, el retrato a creyón de José Martí que Edelmann hizo en 1896, participó de dos exposiciones de obras de pintores cubanos acerca de la figura del Apóstol. La primera el año 2000, en Caracas, Venezuela; en 2001, en el Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana. En ambas oportunidades, junto a Edelmann, se expusieron trabajos, de artistas como Juan E Hernández Giró, Jorge Arche, Eduardo Abela, Carlos Enríquez, Servando Cabrera Moreno, Adigio Benítez, Flora Fong, Mariano Rodríguez, Pedro Pablo Oliva, etc. El carboncillo de Edelmann también quedó recogido en un libro de preciosa encuadernación, Yo sé de un pintor gigante (Martí en el imaginario de las artes plásticas), editado en el país en años recientes. Federico Edelmann Pintó falleció en marzo de 1931. Su labor como artista, el desvelo a favor del desarrollo de la plástica en Cuba, su ejecutoria como ciudadano, le ganaron el respeto de quienes le conocieron y el reconocimiento de lo mejor de la sociedad cubana. Jorge Mañach, en una de sus Glosas de ese tiempo, expresó: “Edelmann […] Vivía una vida recoleta, clara, entregado a su Instituto, a la intimidad de sus cuadros y sus papeles, al afecto de una familia breve y de unos cuantos amigos que le querían con devoción tan delicada y respetuosa, que nunca supieron bien si llamarle don Federico o Fico, como le llamaban los íntimos, como le llamó Martí. Sí, era un hombre fuerte, saludable, que se había hecho un rincón en el mundo y lo había llenado de fervor y de luz. ”Un día le vimos triste, abatido […] Estaban pasando cosas terribles en la patria que Martí le había enseñado a amar. Parecía como si la angustia de todos se hubiera cuajado en él, el nieto de don Ramón Pintó […] Habían cerrado el Instituto y vivía ya como si la vida se le hubiera desprovisto súbitamente de sentido. […] el Instituto lo habían cerrado y ya Edelmann solo encontraba consuelo en repasar sus viejos papeles, las cartas de Martí que le miraba, en su propio gabinete desde la copia leal del retrato de Norman […]. ”¿Quién podrá medir nunca el grado de vulnerabilidad de estas almas exquisitas donde no hay punto sin fibra? ¿Quién podrá calcular hasta que punto las lesiona el sentirse de súbito defraudado de lo que constituye su razón espiritual de vida? Se habla de higiene, de institutos preventivos y hospitales para defender la carne. ¿Cuándo hablaremos de las defensas más importantes, las que el espíritu exige? ”Edelmann murió […] nos queda esta visión del perfecto caballero, del perfecto profesor, del amador de lo bello, del perfecto cubano que fue Federico Edelmann.” -o0o- Maltratada por el tiempo y la falta de mantenimiento, con parte de sus amplios espacios cerrados por peligro de desplome, la vieja casa de madera de dos plantas del 207 sigue asomada a Tulipán sin rendirse, demasiado grande para su único ocupante, Wilfredo Jerez Escribano, quien tampoco se rinde y la habita y protege desde hace poco más de medio siglo. Casi con certeza se pudiera afirmar que es el vecino que por mayor tiempo ha ocupado el inmueble. Notas 1 Palabra Nueva número 190. 2 Loló de la Torriente, El hombre y su retrato, 1953. (Manzanillo, 1907- La Habana, 1985). Mujer de fecunda vida intelectual, fue autora de ensayos de literatura cubana e hispanoamericana; profesora, crítica y periodista. 3 Datos sobre la familia Paoli-Peoli, en “Una página en blanco”, de José de Onís, de Colorado University, EUA, en la Revista Iberoamericana. |
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Urkullu y Mas pactan trazar una ruta común hacia el soberanismo
"España será un proyecto fallido si PP y PSOE no aceptan la plurinacionalidad del Estado", asegura el líder del PNV
La reunión que mantuvieron el candidato del PNV a lehendakari, Iñigo Urkullu, y el presidente catalán, Artur Mas, el pasado 28 de septiembre sirvió para cerrar un acuerdo respecto a "recorrer juntos el camino del reconocimiento de los hechos nacionales de Euskadi y de Cataluña por parte del Estado". Así lo ha confirmado el dirigente nacionalista vasco en una entrevista en el diario Ara, en la que Urkullu insiste en que se ha fijado la fecha de 2015 para que Euskadi se dote de un "nuevo estatus político".
Mas y Urkullu se reunieron en Barcelona antes de comenzar la campaña electoral vasca en un encuentro cuyo contenido no trascendió, en un intento de marcar diferencias entre las situaciones políticas que se viven en Cataluña y en Euskadi.
Tanto un dirigente como el otro aseguran que no se deben fijar paralelismos entre el referéndum de autodeterminación que pide Artur Mas y la consecución de un nuevo estatus político para el País Vasco que pide Urkullu.
Lo que sí hace Urkullu en la entrevista de hoy es exponer algunos de los objetivos que persigue para el País Vasco. En primer lugar pide que el nuevo estatuto político debería tener como "piedra angular" el "respeto y la bilateralidad". Al mismo tiempo, pide al Estado "cambiar la actitud hacia Euskadi y Cataluña".
En la entrevista, Urkullu asegura que "España puede ser un proyecto fallido si PP y PSOE no aceptan definitivamente la plurinacionalidad del Estado".
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Mas advierte que a España 'no le temblará el pulso' para impedir el 'sueño' catalán
Foto: Efe
- 'El Estado está contra las cuerdas, pero no menospreciemos su poder' ha dicho
Mas ha repudiado el "discurso del miedo" que achaca sus oponentes y ha asegurado que Cataluña sólo podrá vencerlo si los partidarios de la independencia -palabra que el president sigue rehuyendo vistiéndolo con multitud de eufemismos- salen fortalecidos de los comicios: "Podrán provocar, amenazar e incluso insultar, pero si hay una mayoría soberanista indestructible será lo que cuente. No tenemos más armas; mejor dicho, no tenemos más cartas".
En la misma línea, el candidato de CiU ha deseado que, tras las autonómicas, le arrope en el Parlament el máximo número de diputados para plantar cara al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy: "Si en Madrid existe una mayoría absoluta del PP que no nos facilita las cosas, en Cataluña necesitamos una mayoría equivalente para ponernos en pie de igualdad".
Mas ha dado casi por seguro el triunfo convergente el 25-N, aunque ha advertido que la victoria no resultará suficiente: "Una cosa es ganar y otra tener suficiente fuerza para enfrentarnos a las que nos encontraremos delante, que son muy poderosas. Es verdad que el Estado español está en un momento de debilidad, contra las cuerdas, desacreditado internacionalmente, pero no menospreciemos su poder. Aunque que se ejerza sin violencia, la fuerza del Estado es grande, no les temblará el pulso para impedir que Cataluña se salga con sus proyectos y su sueño".
Asimismo, el mandatario catalán ha definido las próximas elecciones como "una primera prueba" de cara a la consulta soberanista que preconiza. Mas ha enfatizado que "España sólo podrá recuperar la implicación de Cataluña si trata de una vez por todas con respeto la voluntad de todo un pueblo". El convergente ha vuelto a marcar distancias con el resto de España al comparar a Europa como el "paraguas" que cubre a Cataluña: "Pueden esgrimir los tratados, no niego que pueden dificultar el proceso que iniciamos, pero no puede ser que una vieja nación de Europa quede fuera de su espacio natural. Eso sí sería una separación".
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