¿Qué hacer con la economía? ¿Cómo organizar la sociedad que pretende zafarse del pasado? ¿Cómo dar base material al "amaos los unos a los otros"? ¿Cómo regresar al Edén donde todos vivíamos como hermanos? Esa angustia acompaña a todas las revoluciones exitosas. El espectro de lo viejo deambula en las acciones del presente, el futuro se muestra esquivo. Sin embargo, ningún paso en este andar se ha perdido, todos contribuyen a edificar la inmensa estructura que es el pensamiento revolucionario de la humanidad.
El mundo revolucionario se conmovió con la caída de la Unión Soviética y sobrevino una turbulencia ideológica en la que se pueden identificar varias actitudes frente al Socialismo. Veamos.
Los más pusilánimes renegaron del Socialismo. Otros, con más vergüenza, se evadieron de la realidad yendo a utopías que sólo se podrían realizar dentro de mil años. Algunos, los más intelectuales, Mészáros entre ellos, a la luz de la derrota releyeron a los clásicos y crearon sistemas teóricos que presentan como socialistas, cuando en realidad son deformaciones que conducen al capitalismo. Veamos.
Lo primero que debemos precisar es el concepto de Socialismo. Se divulga que los clásicos nunca definieron al Socialismo, de esta manera se deja cancha libre para cualquier invento, sin embargo, el Tomo I de El Capital nos dice:
"…imaginémonos, para variar, una asociación de hombres libres que trabajen con medios colectivos de producción y que desplieguen sus numerosas fuerzas individuales de trabajo, con plena conciencia de lo que hacen, como una gran fuerza de trabajo social. En esta sociedad se repetirán todas las normas que presiden el trabajo de un Robinson, pero con carácter social y no individual. Los productos de Robinson eran todos producto personal y exclusivo suyo, y por tanto objetos directamente destinados a su uso. El producto colectivo de la asociación a que nos referimos es un producto social"…
Se refiere a un sistema que supera al mundo de la mercancía integrando a la sociedad. Está claro que es lo que hoy llamamos Socialismo.
Mészáros, en el capítulo 19 de su "Más allá del Capital" nos dice, refiriéndose a Marx: “La producción de tipo comunal y el intercambio de actividades previsto por Marx -en las que el principio operativo es una "organización del trabajo planificada" (planificada según las necesidades y aspiraciones de los sujetos que trabajan implicados), "en lugar de una división del trabajo" (que debe ser determinada tiránicamente por las metas materiales proyectadas)- sólo puede provenir de los individuos implicados (…) dentro del escenario de una autogestión societaria”…
Lo que en su enredada e intencional interpretación propone Mészáros, es opuesto a lo que propone Marx. Cuando Marx habla de Comuna lo usa como sinónimo de Sociedad. La Comuna de Mészáros es fragmentadora de la Sociedad. El Socialismo de Marx es integrador de la Sociedad.
La Comuna de Mészáros no funciona, no es base del Socialismo porque está viciada de egoísmo, de fragmentación. El problema con ella no es de aplicación, de más o menos eficacia de algunos ministerios, ¡es teórico!, ¡es ideológico! Sin resolverlo no habrá victoria.
Pero aún falta una conducta, una corriente ideológica frente a la caída del Socialismo real: Cuba, Fidel y el Che. Nunca en esos inventos evasivos se habla de Cuba, de cómo fue que superó el derrumbe de la Unión Soviética, de cómo puede subsistir hasta ahora. El estudio de Cuba, de su teoría, del Che y Fidel, que es continuidad y no evasión del pensamiento revolucionario, es indispensable hoy.
¿Qué hacer con la economía? ¿Cómo organizar la sociedad que pretende zafarse del pasado? ¿Cómo dar base material al "amaos los unos a los otros"? ¿Cómo regresar al Edén donde todos vivíamos como hermanos? Esa angustia acompaña a todas las revoluciones exitosas. El espectro de lo viejo deambula en las acciones del presente, el futuro se muestra esquivo. Sin embargo, ningún paso en este andar se ha perdido, todos contribuyen a edificar la inmensa estructura que es el pensamiento revolucionario de la humanidad.
Al principio la base material de la fraternidad se buscó en los falansterios, en las comunidades de los cristianos primitivos, que barruntaron que economía y espíritu debían ser una armonía, y postularon "de cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad". Esa debía ser la norma para los humanos, todos hermanos.
Los utópicos intentaron la respuesta en la buena voluntad de los capitalistas, ignoraban que el capital es un monstruo y los capitalistas son sus esclavos, sus meras personalizaciones.
Marx hizo que la ciencia y la filosofía entraran en batalla y las puso a la orden de la transformación del mundo. Así surgió el instrumento, el método que permite comprender, aunque no garantice el cambio.
Vinieron los intentos, la Comuna de París, hermoso ensayo de organizar a la Sociedad toda en Estado Revolucionario, la Comuna de Berlín donde una Rosa se hizo inmortal...
Lenin enseñó a la humanidad que se puede cambiar al mundo, que la sociedad organizada, dotada de una idea justa, de una dirección eficaz, es la fuerza más poderosa que conoce la naturaleza, capaz de cambiar los designios de los dioses, de derribar zares, de tocar al cielo.
Aquello "fracasó", no se pudo encontrar la respuesta a qué hacer con la economía, el espectro del pasado dirigió la construcción material, la espiritualidad cumplió hazañas que indican que la humanidad está preparada para hacerse humana. La batalla contra el monstruo fascista, la resistencia de Leningrado, afirman la creencia que el hombre no es una pasión inútil.
Un día el mundo conoció de unos jóvenes que "derrotados" en el cuartel Moncada, volvían a la Sierra Maestra, a vivir como santos, como cristianos primitivos, donde la suerte de cada uno dependía de la suerte del todo, y la suerte del todo estaba íntimamente ligada a la suerte de cada uno. Descubrieron allí la esencia del Socialismo, vivieron en Socialismo, unieron las enseñanzas de Cristo con la realidad material. Tomaron el poder, hicieron práctica y teoría, encendieron la esperanza, señalaron el camino.
El Che y Fidel, la Revolución Cubana, resumiendo las enseñanzas de la humanidad nos dicen que es necesario integrarla en un sólo empeño, que las formas fragmentadoras son condena a un ritornelo infinito. Lo aprendido desde hace milenios, nos indica que toda la sociedad debe ser una sola meta, un solo objetivo ¡una sola Comuna! No es posible avanzar en la Revolución si no es sobre los hombros del pensamiento de la Revolución Cubana.
Publicado en “Debate Socialista”
Edición Nº 199, 26 y 28 de octubre, 2012
http://www.debatesocialistadigital.com