Jill Stein, la candidata a la presidencia de Estados Unidos por el Partido Verde, ha sido arrestada en el estado de Texas mientras intentaba llevar víveres a los activistas acampados en un bosque en señal de protesta por la construcción del oleoducto Keystone XL (Fuente: AFP)
Jill Stein
Ya con la hora de las urnas y los colegios electorales encima, en este peculiar sistema electoral estadounidense, culmina la furiosa campaña presidencialista de un mismo partido en el poder, en esencia, en variantes apariencia es demócrata y republicano. Con cuantiosos recursos financieros y mediáticos disponibles, los focos se dispararon sólo hacia dos nombres: Barak Obama y Mitt Romney.
Por ese común dominio, todo lo que se salga de la agenda compartida, se golpea y reprime. Niguno de ellos quiere saber nada de las consecuencias de un proyecto de dos mil 700 kilómetros entre Alberta (Canadá) y la costa del Golfo, con una inversión multimillonaria e intereses por medio, que liberará una enorme cantidad de gases de efecto invernadero, una colosal contaminación, según las dos veces arrestada candidata.
La doctora titulada en la Universidad de Harvard, de 62 años, enarboló una agenda progresista, en nombre del movimiento Ocupar de los indignados de su país, tanto en empleos, como en políticas energéticas y medioambientales. Ella forma parte de los otros, a los que los poderosos medios silencian, los que participan en un ejercicio presuntamente democrático, donde las cartas ya están marcadas de antemano por el poderoso Don dinero del sistema.
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Periodista cubano. Trabaja en Prensa Latina.
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