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General: Sobre el antisemitismo como chantaje político
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De: Ruben1919  (Mensaje original) Enviado: 20/11/2012 21:03

Sobre el antisemitismo como chantaje político

Atilio A. Borón: A propósito de la nueva agresión de Israel a la Franja de Gaza

20 noviembre 2012 | Haga un comentario
 
 
 

 

Ni el Complejo Militar-Industrial estadounidense ni el fundamentalismo racista israelí están interesados en lo más mínimo en llegar a un acuerdo de paz en esa parte del mundo. La guerra es un gran negocio”

 

Quienes condenen la nueva agresión perpetrada por Israel en la Franja de Gaza se exponen a recibir una reiterada descalificación: “antisemita”. Para esos inveterados racistas cualquier crítica a las políticas genocidas del Estado de Israel, cualquier denuncia de sus atrocidades y de su barbarie solo puede nacer de un intenso odio al pueblo judío. Tamaña confusión entre pueblo y régimen político no es casual ni gratuita. Constituye, en cambio, el absurdo chantaje metódicamente utilizado por la derecha reaccionaria israelí y sus aliados en el imperio para desacreditar cualquier denuncia de los crímenes del Estado de Israel y de su suicida curso de acción que, en el largo plazo, tendrá como víctima al propio pueblo judío.

Esta postura para nada es exclusiva de los fascistas israelíes: recuerda la que adoptaban sus congéneres argentinos cuando calificaban de “campaña anti-argentina” las críticas que desde dentro y fuera del país se dirigían en contra de la dictadura terrorista cívico-militar que sembró destrucción y muerte en la segunda mitad de los años 70. Ellos también equiparaban maliciosamente pueblo y Gobierno -como hoy lo hacen los racistas judíos- para desvirtuar cualquier ataque contra el Estado terrorista como si fuera una agresión al pueblo argentino.

En ambos casos lo que se pretende es defender a un régimen político nefasto que, en el caso de Israel, ha sido denunciado por eminentes personalidades de la comunidad judía, dentro y fuera de ese país. Son conocidas –pese a ser silenciadas oficialmente- las dudas que Albert Einstein y el gran filósofo judío Martin Buber abrigaban en relación a la forma concreta que estaba tomando la creación del Estado de Israel ya en sus primeros años de vida.

Poco antes del desencadenamiento de la operación “Pilar Defensivo” Noam Chomsky informaba sobre lo que pudo ver en su en su reciente visita a la Franja de Gaza, y sus críticas fueron demoledoras. Puede accederse al video correspondiente en: http://www.democracynow.org/2012/11/14/noam_chomsky_on_gaza_and_the.

La lista de eminentes judíos disconformes con las políticas del Estado israelí sería interminable: Daniel Barenboim y su noble cruzada pacifista con el palestino Edward Said se nos viene inmediatamente a la mente, lo mismo que el vibrante testimonio de Norman Finkelstein, un politólogo estadounidense, hijo de sobrevivientes de los campos de concentración del nazismo, quien en una conferencia ofrecida en 2010 en la Universidad de Waterloo (Canadá) dijo que “No hay nada más despreciable que usar el sufrimiento y el martirio de ellos (quienes murieron en campos de concentración) para justificar la tortura, la brutalidad, la destrucción de hogares que Israel comete a diario con los palestinos. Por lo tanto me niego a ser presionado o intimidado por sus lágrimas de cocodrilo, (en referencia a una de las asistentes a su conferencia).” Este pasaje de su presentación en la Universidad de Waterloo puede verse en: https://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=gE8GESi35Yw

A lo anterior podrían agregarse las múltiples organizaciones judías que rechazan esa espuria identificación entre pueblo y régimen. Una de ellas, denominada Jews for Justice for Palestinians. Two peoples-one future, tiene como divisa una cita del Rabino Hillel, del siglo I antes de Cristo, que para horror de los ultraortodoxos de hoy día reza así: “Lo que no quieras para ti no lo hagas a tu vecino. Esto es toda la Torah. El resto son comentarios.”

Hillel se anticipó nada menos que en 1800 años al célebre imperativo categórico que popularizara Immanuel Kant: “Actúa solo de forma tal que la máxima de tu acción pueda convertirse en una ley universal.”

Por supuesto que no serán las enseñanzas de aquel sabio judío o las del filósofo prusiano las que vayan a asimilar Benjamin Netanyahu, su fascista canciller Avigdor Lieberman y los halcones israelíes; escucharán más bien los torpes balbuceos de algunos decrépitos sucesores de Hillel, movidos por un odio inconmensurable hacia el pueblo de cuyas tierras se apoderaron, los palestinos, y de los cuales in pectore se pone en duda su misma condición humana.

Lo anterior permite comprender las razones por las que el Gobierno de Israel pudo movilizar sin escrúpulo alguno su infernal máquina guerrera contra un pueblo indefenso, sin ejército, sin aviación, sin marina de guerra, sin estatus internacional reconocido, bloqueado por aire, tierra y mar, imposibilitado de recibir ayuda externa (medicamentos, alimentos, ropa, etc.) y encerrado “como animales en una jaula”, como lo recuerda Chomsky en la entrevista citada más arriba.

Pero hay algo más: según informa Walter Goobar el periodista israelí Aluf Benn publicó en el diario Haaretz de este jueves una nota en la que se asegura que Ahmed Yabari –el jefe militar de Hamas cuyo asesinato desencadenó la violencia- era el “responsable del mantenimiento de la seguridad de Israel en la Franja de Gaza”. En un giro por demás siniestro de los acontecimientos Yabari no fue eliminado por ser un jefe terrorista como dijo la propaganda sionista sino porque estaba negociando un acuerdo de paz.

Como asegura Goobar, “esta no es una afirmación retórica ni obra de una maniobra de victimización de Hamás, sino que quien lo afirma es nada menos que Gershon Baskin, un mediador israelí que llevaba y traía propuestas entre Yabari y altos cargos israelíes.”

Tiene sentido: ni el Complejo Militar-Industrial estadounidense ni el fundamentalismo racista israelí están interesados en lo más mínimo en llegar a un acuerdo de paz en esa parte del mundo. La guerra es un gran negocio y, a la vez, un recurso para tratar de estabilizar la tambaleante situación geopolítica que impera en Medio Oriente.

Además, en este caso, esta operación casi no tiene costos para Israel porque no son dos ejércitos los que se enfrentan -y que podrían infligirse daños relativamente semejantes- sino una formidable fuerza militar que cuenta con todo el apoyo de la mayor potencia militar en la historia de la humanidad y una población civil acorralada e inerme, que lo único que tiene para repeler el ataque es el voluntarismo de sus milicianos que mal puede equiparar la fenomenal desproporción existente entre los armamentos de ambas partes. El recuento de víctimas de uno y otro lado exime de mayores comentarios.

Con estos antecedentes a la vista es apropiado caracterizar al Estado de Israel como un “Estado canalla”, que viola flagrantemente, con el incondicional apoyo del amo imperial, la legislación internacional, las resoluciones de las Naciones Unidas y el derecho de gentes.

Tal como lo subraya Finkelstein ningún chantaje de “antisemitismo” puede disolver el carácter genocida de estas políticas; ningún ardid extorsivo, cuya eficacia obedece a los imperdonables horrores de la shoah perpetrado por el régimen nazi (y condonado por las potencias imperialistas de la época) puede obrar el milagro de transformar el vicio en virtud o el crimen en bondad.

Y ante ello ningún hombre o mujer debe permanecer callado. El cómplice silencio de los años 30 y 40 posibilitó el exterminio de los judíos en la Alemania nazi. La comunidad internacional no puede incurrir otra vez en semejante error, sobre todo cuando sabemos que los gobiernos de las principales potencias, bajo la dirección de Estados Unidos, no harán absolutamente nada para detener esta carnicería porque han sido desde 1948 hasta hoy cómplices y partícipes necesarios de cuanto crimen haya cometido el Estado de Israel. Si existe eso que algunos llaman la “sociedad civil mundial” debe manifestarse, ahora, antes de que sea demasiado tarde.

Cerramos esta breve reflexión citando las actualísimas palabras de León Rozitchner, un gran filósofo marxista, judío, argentino, que viviera parte de su exilio en Caracas y que falleció hace poco más de un año. Un maestro en el sentido más integral del término, que en el “Epílogo” de un notable libro de su autoría, Ser Judío, se preguntaba lo siguiente:

“¿Qué extraña inversión se produjo en las entrañas de ese pueblo humillado, perseguido, asesinado, como para humillar, perseguir y asesinar a quienes reclaman lo mismo que los judíos antes habían reclamado para sí mismos? ¿Qué extraña victoria póstuma del nazismo, qué extraña destrucción inseminó la barbarie nazi en el espíritu judío? ¡Qué extraña capacidad vuelve a despertar en este apoderamiento de los territorios ajenos, donde la seguridad que se reclama lo es sobre el fondo de la destrucción y dominación del otro por la fuerza y el terror! Se ve entonces que cuando el Estado de Israel enviaba sus armas a los regímenes de América Latina y de África, ya allí era visible la nueva y estúpida coherencia de los que se identifican con sus propios perseguidores. Los judíos latinoamericanos no lo olvidamos. No olvidemos tampoco Chatila y Sabra”.

T/Atilio A. Borón *

*Dr. Atilio Borón, director del Programa Latinoamericano de Educación a Distancia en Ciencias Sociales (PLED).



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Respuesta  Mensaje 2 de 6 en el tema 
De: albi Enviado: 20/11/2012 23:42

 
ISRAEL: EL MITO FUNDACIONAL
 
“El Pueblo judío construyó Jerusalén  hace 3.000 años y continúa haciéndolo hoy.
Jerusalén no es una colonia, es nuestra capital” Estas palabras pronunciadas por el
primer ministro israelí Benjamín Netanyahu ante el Comité de Asuntos Públicos
Americano-Israelí (AIPAC), el pasado 22 de marzo con ocasión de su visita a
Washington, contienen el germen de una gran falsificación histórica en la que se apoya
uno de los grandes mitos fundacionales del Estado de Israel.
Para la mayoría de los ciudadanos de Israel el pueblo judío existe desde que sus
ancestros recibieron la Torah en el Sinaí. Este pueblo que provenía de Egipto edificó en
la “tierra prometida” el reino de David y Salomón que posteriormente se fragmentó en los
reinos de Judá y de Israel, sufriendo la destrucción y el exilio primero el en siglo VI a.d.C.
y más tarde en el año 70 d.d.C. Este fue el comienzo del gran éxodo que diseminó a los
descendientes de las doce tribus de Israel desde España a Rusia pasando por Europa
central y desde Marruecos a Yemen. A pesar de las distancias los judíos mantuvieron

 

sus lazos de sangre y sus prácticas y creencias de tal forma que su unicidad nunca
quedo alterada. Así desde finales del siglo XIX comienza el regreso de miles de judíos
hacia su antigua “patria”.
Para el profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Tel Aviv Shlomo
Sand este tipo de falsas interpretaciones de la historia judía proviene de una serie de
reconstructores del pasado, de gran imaginación y capacidad de invención que
describieron sus concepciones esencialistas a partir de la segunda mitad del siglo XIX,
cuando el sionismo como ideología política comienza a ver la luz con la pretensión de
crear un Estado Judío en los territorios que se corresponden con el Israel bíblico. En este
sentido podemos decir que el sionismo es una síntesis  de las dos ideologías más
importantes del siglo XIX, el nacionalismo y el colonialismo.

 

En su Historia del antisemitismo, León Poliakov uno de los más grandes historiadores
judíos de nuestro tiempo, especializado en la historia del racismo, es demoledor con las
teorías sionistas basadas en la diáspora y en el retorno de muchos judíos a la tierra de
sus pretendidos ancestros cananeos. En este sentido, Ibn Khaldun (siglo XIII) en su
Historia de los bereberes indica los nombres de tribus bereberes judaizadas precisando
las regiones donde estaban establecidas del este al oeste del Magreb, citando, entre
otras, los Nefoussa al sur de Ifriquiya, o los Jarawa en el macizo de los Aurés en el este
argelino. En fin, ello nos indica que tanto en el África romana como en otras provincias
del Imperio existieron muy pronto judíos que no lo eran de origen, sino que se trataba de

 

hombres y mujeres de toda etnia y condición convertidos al judaísmo, confesión que dio
pruebas, ya a principios de la era cristiana, de una gran capacidad  de penetración. El
caso de la Kahena es revelador. Estamos ante una mujer bereber de religión judía, reina
de la tribu de los Yeraua que se enfrentó a la arabización de sus dominios en la Kabilia
argelina.
Lo mismo se puede decir de los judíos del centro y este de Europa. En La décimo
tercera tribu, Arthur Koestler relata la historia de sus ancestros jázaros de religión judía:
“El país de los jázaros, pueblo de etnia turca, ocupaba una posición estratégica entre el Caspio y el
mar Negro sobre las grandes vías de paso donde se enfrentaban las Grandes potencias orientales
de la época... ... Esto querría decir que los ancestros de esos judíos no eran originarios de la ribera
del Jordán, sino de las llanuras del Volga, no de Canaan, sino del Cáucaso, donde se emplaza el
origen de la raza aria; genéticamente estarían  emparentados con los Hunos, los Uigures o los
Magiares más que con la semilla de Abraham, de Isaac o de Jacob. Si esto fue así, la palabra
‘antisemita’ no tendría ningún sentido, sería el testimonio de un malentendido compartido por
verdugos y víctimas.”
 
Los ejemplos que tanto escritores como historiadores e investigadores aportan en
este sentido son numerosos. Podemos citar  entre otros muchos al politólogo italiano
Loris Gallico quien en su estudio titulado  Un pueblo inencontrable, escrito en 1984
afirma: “No es posible contestar el hecho  de que la mayor parte de los judíos de la
Europa centro-oriental tienen como origen la dispersión y la mezcla de los Jázaros con
otros pueblos”.

 

Con lo dicho anteriormente no pretendo negar la existencia actual de un pueblo en el
moderno Estado de Israel, si entendemos como tal a un grupo humano unido en la
búsqueda de un destino común. El Estado de Israel fue reconocido por la Asamblea
General de las Naciones Unidas en 1949 y  es miembro de pleno derecho de la
organización. Pero desde su existencia como Estado, ha despreciado las resoluciones
tanto de la Asamblea General como del Consejo de Seguridad, los máximos órganos de
decisión de la organización internacional que precisamente legalizó y legitimó su estatuto
de nuevo Estado. ¡Qué paradoja! Los actuales gobernantes israelíes no pueden priorizar
sus mitos fundacionales y otros actuales (de los que hablaremos en otra ocasión) por
encima del Derecho Internacional. Y la  comunidad internacional no puede permitir una
situación colonial y de apartheid como la que Israel está manteniendo con su opresión
sobre el pueblo palestino. 
 
José Luis Gómez Puyuelo
Zaragoza, 31 de marzo de 2010

 

 


Respuesta  Mensaje 3 de 6 en el tema 
De: albi Enviado: 20/11/2012 23:54

Israel: los mitos de legitimación

Alfonso Bolado

Seguramente todos los Estados-nación del mundo tienen sus mitos fundacionales: una batalla o guerra, una revolución, un reinado. Se trata fundamentalmente de acontecimientos históricos que se consideran una especie de cristalización de fuerzas internas cuya dialéctica se dirige precisamente en esa dirección de "unidad de destino" (concepto procedente de la filosofía política alemana) que es el Estado-nación. Menos frecuentes son los que denominaremos "mitos de legitimación", que son los creados –"inventados" en la terminología de Hobsbawm– para dar un sentido a la existencia del Estado; estos mitos de legitimación suelen darse en los Estados imperiales(..)

Página Abierta, www.pensamientocritico.org

Sionismo

Seguramente todos los Estados-nación del mundo tienen sus mitos fundacionales: una batalla o guerra, una revolución, un reinado. Se trata fundamentalmente de acontecimientos históricos que se consideran una especie de cristalización de fuerzas internas cuya dialéctica se dirige precisamente en esa dirección de “unidad de destino” (concepto procedente de la filosofía política alemana) que es el Estado-nación.
Menos frecuentes son los que denominaremos “mitos de legitimación”, que son los creados –“inventados” en la terminología de Hobsbawm– para dar un sentido a la existencia del Estado; estos mitos de legitimación suelen darse en los Estados imperiales; así, la defensa del catolicismo para la España de los Austrias, la mision civilisatrice para la Francia decimonónica, la promoción y defensa de la libertad para Estados Unidos, la patria del socialismo para la URSS. Algunas dictaduras crean mitos de este tipo para dar un contenido trascendente a su existencia: la España bastión frente al bolchevismo del franquismo, la Italia que recrea las glorias latinas del fascismo o la patria aria del nazismo. Estos mitos, a diferencia de los fundacionales, desaparecen con la transformación de la naturaleza del Estado o la extinción de éste, de modo que poner de relieve su inconsistencia –que no significa carencia de fuerza movilizadora– permite avanzar en la abolición de estructuras de pensamiento que, si bien confortan a algunos, perjudican a los que se encuentran al margen de ellas, que suele ser una mayoría.
Una de las excepciones de Israel es la existencia de potentes mitos de legitimación al lado de los fundacionales: El Estado judío, la obra fundacional de Herzl; las migraciones o aliya; la primera victoria del “David” israelí frente al “Goliat” árabe o el “milagroso” abandono de sus tierras por parte de la población palestina. El acuerdo de la ONU de 1948 es una decisión jurídica de escaso valor mitificador, aunque ha sufrido manipulaciones por parte israelí para acomodarla a su voluntad expansionista. De tales mitos de legitimación, o de algunos de ellos, se tratará a continuación.
Es preciso decir que esos mitos sólo parcialmente se integran en el corpus de la teoría sionista, que, en esencia, es una teoría nacionalista con fuertes componentes volkisch, propios de la tradición alemana, y  elementos de los «nacionalismos antiliberales de la Europa central y oriental» (Sternhell). Estos mitos, cuya fuerza procede de su apelación a los sentimientos, se encuentran en la periferia de la teoría pero posiblemente sean más eficaces que ésta, tanto de cara al interior como al exterior de Israel.

Primer mito: el origen bíblico

Curiosamente, la idea de que la Biblia da un título de propiedad a los judíos sobre Palestina no es judía: procede de la tradición protestante y está relacionada con la exégesis bíblica a partir de la libre interpretación del libro sagrado; aparentemente, el primer texto que invita a la creación de un Estado judío en Palestina es Apocalypsis Apocalypseos  (1585), del sacerdorte Thomas Brightman; esta idea tuvo fortuna durante las revoluciones puritanas, y Cromwell era partidario de ella. Con el dispensacionalismo del siglo XIX, el regreso de los judíos a “Tierra Santa” se inscribió en un proceso históricamente necesario para llegar a la segunda venida de Cristo y el fin de los tiempos. La Declaración Balfour (1917), por la que el ministro de Asuntos Exteriores británico de dicho nombre comunicaba a Walter Rothschild su opinión favorable a la creación de un “hogar nacional judío”, es heredera de esas corrientes de opinión. De hecho, el libro de Herlz no cita Palestina como meta nacional.
De forma paradójica, fueron los sionistas laicos los que con mayor firmeza se basaron en la Biblia para apoyar sus proyectos. Así, en 1919, el laico ruso Ushishkin dijo en la conferencia de Versalles: «En nombre... de los judíos de Rusia, [vengo a] presentar la exigencia histórica del pueblo judío: por  nuestro retorno a nuestras propias fronteras, por la devolución a los judíos de la tierra que el Poder Supremo nos prometió hace cuatro mil años... Pedimos que nos restituyan aquel robo histórico».
Ben Gurion, por su parte, consideraba firmemente que la Biblia avalaba el «sacrosanto derecho del Pueblo Elegido». Y concluía: «Aunque rechazo la teología, el libro más importante de mi vida es la Biblia». El libro bíblico preferido por Ben Gurion era el de Josué, el conquistador de Jericó que aniquiló a los cananeos y cuyas campañas se estudian en las escuelas, en consonancia con las palabras de Moshe Shertok, primer ministro de Asuntos Exteriores israelí: «Hemos olvidado que no hemos venido a una tierra vacía para heredarla,  sino que hemos venido para conquistar un país que lo habita, que lo gobierna en virtud de su lengua y su cultura salvajes».
Es imposible no observar la contradicción que late en estas tomas de posición: recuperar una tierra que quizá se abandonara –porque ni en las fuentes romanas ni en el historiador contemporáneo judío Flavio Josefo existe ninguna referencia a una “diáspora”; lo más posible es que la mayoría de la población acabara convirtiéndose a las religiones dominantes– casi dos mil años atrás, sólo es posible si el donante es una figura que está por encima de las convenciones que marcan la moral, la lógica y el sentido común. El ascenso del pensamiento religioso en el Israel actual está prefigurado en el biblismo laico. Los resultados son, como afirma el profesor de la universidad de Haifa Benyamin Beit-Hallahmi, que «hoy en día, la mayoría de los israelíes consideran la Biblia una fuente de información histórica fiable de tipo político, laico... En Israel la historización de la Biblia es una empresa de carácter nacional... Afirmar que esta antigua mitología es  verdadera historia es una parte esencial del nacionalismo sionista laico...»
Al empeño de corroborar la historicidad de la Biblia se dedicaron esfuerzos intelectuales considerables a partir del siglo XIX, cuando empezó a desarrollarse la que se ha llamado “arqueología bíblica”, un esfuerzo que continuó con entusiasmo el Gobierno israelí, con renovado interés a partir de la guerra de 1967 y la anexión de “Judea y Samaria”, en la terminología bíblica para referirse a Cisjordania. Los resultados fueron decepcionantes: los restos de la civilización israelí resultaron ser muy escasos y además poco significativos: ningún resto de los momentos más gloriosos de la historia bíblica, como los reinados de David y Salomón, nada que fuera más allá de lo propio de una civilización material poco desarrollada. De modo que, a pesar de los esfuerzos, las excavaciones y los hallazgos, han llegado a esta conclusión, en términos de los arqueólogos israelíes Finkelstein y Silberman (citados en la obra de Nur Masalha La Biblia y el sionismo, Bellaterra, Barcelona, 2008): «En efecto, desde finales de los años sesenta los descubrimientos arqueológicos han revolucionado el estudio del antiguo Israel y han sembrado serias dudas sobre la base histórica de relatos bíblicos tan conocidos como las andanzas de los patriarcas, el éxodo de Egipto, la conquista de Canaán y el glorioso imperio de David y Salomón».
Y Zeev Herzog, de la universidad de Tel Aviv y director del Instituto de Arqueología resume: «Esto es lo que los arqueólogos han hallado: que los israelitas no estuvieron nunca en Egipto, no atravesaron el desierto, no conquistaron la tierra en una campaña militar y no la transmitieron a las doce tribus de Israel. Quizá resulta más difícil   aceptar que la monarquía unida de David y Salomón... fue como mucho un reino tribal. Y para muchos será un shock desagradable saber que el Dios de Israel tenía una consorte femenina y que... se adoptó el monoteísmo no en el monte Sinaí, sino en el ocaso de la monarquía...»
Lo cierto es que la mayoría de los arqueólogos están de acuerdo con estas afirmaciones. Actualmente se tiende a considerar que los textos bíblicos fueron escritos en una fecha muy tardía (siglo VI antes de nuestra era o más tarde), posiblemente en Babilonia, recogiendo mitos “auténticos”, presentes en otras culturas (el diluvio universal, el jardín del edén), acontecimientos milagrosos y verdaderas novelizaciones de tradiciones remotas, conocidas a partir de numerosas mediaciones, todo ello escrito con el fin, en términos de Giovanni Garbini en Historia e ideología en el Israel antiguo (Bellaterra, Barcelona, 2002), «de afirmar una tesis (ideología)». Así pues, los distintos redactores de la Biblia no pretendieron en ningún momento escribir historia, sino crear un corpus ideológico que sirviera de referente a un pueblo con grandes dificultades de cohesión. De hecho, los primeros talmudistas, como los primeros cristianos, expurgaron los textos que peor se acomodaban a sus intereses. Ello no obsta para que, a fines del siglo XX, un 55% de la población israelí crea en la historicidad de la Biblia, frente a un 14% que la rechazaba totalmente.
Toda historia nacionalista es en buena parte una historia mítica: narra un esfuerzo colectivo para crear, engrandecer o retrasar el proceso nacionalizador de un pueblo determinado. Para ello reinterpreta o selecciona los datos de la realidad histórica. Los problemas de convertir la Biblia en historia nacional son mucho más grandes: por un lado, pensar que un Estado moderno es el sucesor de otro desaparecido hace 2.000 años (la destrucción de Jerusalén tuvo lugar en el año 70 después de nuestra era) es un verdadero despropósito que sólo resulta concebible desde una fe muy arraigada o un cálculo perverso; por otro, la Biblia no es una reelaboración nacionalista de los datos del pasado: es directamente, y en buena parte, una obra de ficción, con muy débil sustrato real, que, por mucho que pudiera confortar a espíritus religiosos, proyecta unos valores (presencia de Dios en la Tierra, idea del Pueblo Elegido, odio feroz al enemigo) que tienen poco que ver con la racionalidad.

Segundo mito: la superioridad moral

La confluencia de la creencia en la condición de los judíos de pueblo elegido (que aún hoy acepta el 68% de la población israelí) y una aguda y poco matizada conciencia de haber sido perseguidos sistemáticamente, dio a los pioneros del nuevo Estado la convicción de una superioridad moral (ellos eran los justos de la Tierra, los no contaminados por el afán de dominio) que se trasladaría al mismo; como dice el progresista crítico Avraham Burg, ex presidente de la Agencia judía y del Knesset, el Parlamento israelí: «Nuestra vocación era convertirnos en un modelo, la “luz de las naciones»; aunque añade: «Y hemos fracasado» (artículo “La revolución sionista ha muerto”, 2002).
Es esa conciencia de superioridad moral lo que ha producido en el establishment israelí una actitud arrogante que se manifiesta en las sistemáticas acusaciones de antisemitismo dirigidas a todos los críticos con su política. Y también lo que lleva a los israelíes, incluso a los más progresistas, a no poner en cuestión los criterios de legitimación de su Estado; de ese modo, el citado Burg afirma: «La realidad, al cabo de 2.000 años de lucha por la supervivencia, es un Estado que establece colonias...» Los comportamientos depredadores, para él, no comenzaron en 1948, sino en 1967. En el mismo sentido, el diario progresista Haaretz declaraba en 1967: «Nuestro derecho a defendernos del exterminio no nos da el derecho a oprimir a los demás... La confiscación de los territorios ocupados nos convertirá en asesinos».
Por supuesto, contra quienes se proyecta más acusadamente esa superioridad moral es contra los palestinos; se trata de una actitud típicamente colonial; el colonizado (schwartz, “negro”, era el término despectivo de los primeros colonos hacia los palestinos) es ignorante, incapaz de trabajar con constancia, y eso se nota en el estado de postración material y espiritual en que se encuentra; más aún, es invisible. Buena parte de la propaganda –incluida la que se disfraza como educación– se basa en que Palestina era una tierra prácticamente vacía, habitada por grupos seminómadas que en última instancia no se sentían apegados al país y que perfectamente podían trasladarse a cualquier otro territorio árabe. Eso, según la propaganda y en contra de las abrumadoras pruebas históricas, en buena parte debidas a los “nuevos historiadores” israelíes, explica la facilidad con que abandonaron sus casas.
Esa invisibilidad se muestra palmariamente en un manifiesto de apoyo al Estado de Israel elaborado por “personas de izquierdas” españolas (www.aseiweb.net) en el que acusa de la hostilidad hacia Israel exclusivamente al antisemitismo, sin hacer ni una sola referencia a la actitud israelí hacia el pueblo palestino.
Donde se hace más patente esa conciencia es en la tesis de la “pureza de las armas” (tohar haneshek). Dicha idea surge, según el sociólogo Uri Ben Eliécer, «... de la tradición revolucionaria y socialista de la dirección del yisuv [la comunidad judía de la Palestina preestatal] y evoca al mismo tiempo las nociones de moralidad, de alto nivel de conciencia y de motivación ideológica. La guerra de Independencia instaurará después esta expresión como efigie identificativa de la talla moral constitutiva y superior del Ejército israelí».
La “pureza de las armas” implica para los israelíes el “uso mínimo de la fuerza”, poner el “énfasis neoortodoxo, laico y reformista en los valores éticos y morales que derivan de la tradición profética”. Los hombres y mujeres de las Fuerzas de Defensa de Israel “mantendrán la humanidad” incluso en el combate y no usarán sus armas contra los no combatientes y prisioneros de guerra.
El balance de la “pureza de las armas”, al margen de lo creativo del nombre, que se inserta en una tradición judía (“justos absolutos y únicas víctimas”), no puede ser más decepcionante, y eso desde el principio: las matanzas de 1948 (no sólo la famosa de Deir Yasin, única reconocida por Israel) fueron abundantes: Safsaf, Gish, Sasa Saliha Deir al-Asad, Kabri..., así hasta 16 como mínimo (Masalha, 2008; Sylvain Cypel, Entre muros, 2006). Ello llevó al historiador israelí Uri Milstein a decir: «En todas las guerras de Israel se han cometido matanzas, pero no albergo ninguna duda de que la guerra de Independencia fue la más sucia de todas». La consecuencia de esta guerra fue la práctica desaparición de la huella palestina, vieja de 1.200 años, en Israel.
Es difícil saber si la situación fue peor después de 1967 y, sobre todo, después de la primera Intifada (1987-91): lo cierto es que la prensa ha dado cuenta de infinitas irregularidades: muerte masiva de no combatientes, incluidos niños, saqueos, detenciones ilegales, humillaciones..., cuya frecuencia y gravedad van mucho más allá de “abusos esporádicos” y sugieren una táctica implícita.
Si bien la superioridad moral puede servir de coartada de todos los excesos (Israel se concibe como una isla de humanismo, democracia y bienestar en un océano de tiranía y barbarie), lo cierto es que la sistemática violación de los derechos más elementales de la población palestina a partir de 1967 significa el fin de una época, el fin de la inocencia. Hoy día Israel es un Estado férreamente conservador, violento, despectivo hacia la opinión internacional; un Estado, como denuncian muchos israelíes de buena voluntad, contaminado por su carácter colonial. Y otro dato que haría revolverse en sus tumbas a los padres de la patria: ha aparecido la plaga de la corrupción.

Tercer mito: la Shoah israelí

La Shoah, el holocausto de los judíos del centro y este de Europa (aunque no sólo de ellos) a manos del régimen nazi, es uno de los acontecimientos más terribles de muestra modernidad, hasta el punto de haberse convertido en una verdadera materialización del Mal. Por sus propias características –afecta a la conciencia europea, el continente del que formaban parte víctimas y verdugos, por su trascendencia y las dimensiones de los comportamientos individuales y colectivos implicados en ella– es un acontecimiento universal, una llamada a las conciencias de todos los occidentales, responsables de otros genocidios (el de los indígenas norte y sudamericanos, el de los africanos, aparte de los genocidios tutsi y camboyano), de los que apenas los separa el método y la planificación del nazi y el hecho de que éste hubiera sido perpetrado en la civilizada Europa, por uno de sus países emblemáticos y sobre personas que en buena parte compartían la cultura del opresor.
Como el resto de Occidente, Israel tuvo al principio una postura ambivalente hacia la Shoah. Por una parte, porque los muertos fueron como “corderos al matadero” (Jeremías, 51), en contra de la imagen de fortaleza frente a los enemigos que pretendía dar el nuevo Estado. Por otra, la Shoah demostraba post factum que los judíos no necesitaban un hogar propio, vista la imposibilidad de convivir con quienes siempre los habían perseguido. El Vad Yashem, creado en 1953, guarda la memoria de las víctimas del Holocausto y a él se suele llevar a los niños para que no olviden.
Sin embargo, a partir de 1967, cuando las críticas al Estado de Israel aumentaron con la ocupación de Gaza y Cisjordania, Israel echó mano de forma intensiva al recuerdo del Holocausto. En primer lugar, estableciendo una identificación en muchos aspectos abusiva entre la tragedia (de la que se expurgó a gitanos, homosexuales, comunistas y simples soldados soviéticos) y el Estado sionista, al cual pretendía exculpar, a través de la maldad etnocida, de las maldades propias. En palabras del historiador Yehudá Elkana, en un artículo titulado “En pro del olvido” (Haaretz, 1988), se pasó del «esto no puede ocurrir nunca más» al «esto no puede ocurrirnos nunca más». La “invención” de un absoluto que subsume todo lo concreto ayuda a explicar por qué, ante las acusaciones de brutalidad o conculcación de los derechos humanos, el Estado de Israel apela sistemáticamente a acusar de antisemitismo a personas, organizaciones... a Europa entera si es preciso.
Cara al interior, los efectos de la sobreexposición de la Shoah son también perniciosos. El ya citado Elkana observa en ella peligros para la democracia («el culto del pasado y la adicción al “recuerda” minan los fundamentos de la democracia») e incluso para la conciencia colectiva («¿Qué puede hacer un niño con este tipo de recuerdos? Muchos de ellos sólo han visto [en la visita a Yad Vashem] una llamada al odio»). Por lo que concluye: «Tampoco deseo que se deje de estudiar la historia de nuestro pueblo. Tan sólo trato de luchar para que la Shoah deje de ser el eje central de nuestra existencia nacional».

Como conclusión

Yehudá Elkana, en el artículo citado, afirma: «Creo que si la Shoah no estuviera tan profundamente anclada en la conciencia nacional, el conflicto entre judíos y palestinos no provocaría tantos actos “anormales” y el  proceso político seguramente no estaría en un callejón sin salida». Es imposible no estar de acuerdo con esa aseveración, pero llevándola a las últimas consecuencias: la desaparición de estos mitos que hemos llamado de legitimación supondría el fin de la excepcionalidad del Estado sionista –uno de los escasísimos Estados coloniales que quedan en el mundo– y abriría las puertas a la única solución –aunque extremadamente difícil– al drama de la región: un Estado binacional, al estilo del logrado en Sudáfrica que, lógicamente, pasaría por la eliminación de los infames bantustanes palestinos.
Ahora se cumple el sexagésimo aniversario de la constitución del Estado de Israel, a través de un acuerdo abrumadoramente mayoritario de la ONU. Lo que se oculta es que la resolución 181 creaba dos Estados independientes, vinculados por una unión económica y en los que quedaban expresamente prohibidas las confiscaciones de tierras. Ciertamente, los árabes rechazaron una resolución injusta que daba a los judíos un territorio proporcionalmente muy superior a su población y en el que más de la mitad de la población era palestina; pero también lo es que los judíos tenían desde antes la voluntad de no respetar la resolución. Como dijo Ben Gurion, «estamos dispuestos a aceptar la creación de un Estado judío en una parte significativa de Palestina,  al tiempo que afirmamos nuestro derecho sobre toda Palestina».
Así pues, el Estado de Israel fue fruto de un expolio. Eso no da medida de excepcionalidad porque una buena parte de los Estados del mundo tienen el mismo origen. Lo excepcional es que eso se produzca en nuestros días y basándose en una ideología (en el sentido de “falsa conciencia”) tan vacía de contenidos. Lo excepcional del Estado de Israel es la reclamación de su excepcionalidad.
En 1996 se publicó en España (Crítica, Barcelona) el monumental libro de Benzion Netanyahu (el padre de Binyamin) Los orígenes de la Inquisición española, cuya conclusión es que los judíos siempre estarán perseguidos. Hoy en día, cuando el antisemitismo es residual y en Occidente es más peligroso ser rumano, magrebí, turco o subsahariano, es llegado para Israel el momento de salir del infernal círculo vicioso de resentimiento y victimismo para impedir que la repugnancia que inspiran sus prácticas hacia los palestinos se transformen en un odio renovado e injusto hacia todos los judíos. Es el momento de saber que israelíes y palestinos comparten el mismo territorio, con demasiada historia, real o sagrada, a sus espaldas. Es el momento de seguir el consejo de Gide en su Los alimentos terrestres: «No aceptes. Desde el día que comprendas que el responsable de casi todos los males de la vida no es Dios, sino los hombres, no tomarás más el partido de esos males. No sacrifiques a los ídolos».

 http://www.nodo50.org/csca/agenda08/palestina/arti401.html


Respuesta  Mensaje 4 de 6 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 21/11/2012 14:33
  Ramzy Barud
Pravda
 
La UE facilita la política colonial de Netanyahu
 
 
Traducción para Rebelión de Loles Oliván.
 
“La política exterior de la UE con respecto a Palestina/Israel es diferente de la de Estados Unidos; mientras que la segunda es abierta e incondicionalmente partidista, la primera es ladinamente cómplice de asegurar la misma ocupación con la que supuestamente se intenta acabar”.

Europa es diferente, como se nos recuerda frecuentemente. La opinión general es contraria al apoyo incondicional de Estados Unidos a Israel. Los países europeos tienden a ser más equilibrados en su perspectiva del conflicto palestino-israelí. Sus políticos están menos dispuestos a venderse o dejarse comprar por los grupos de presión pro-israelíes. Sus medios de comunicación son mucho más inclusivos en su cobertura —a diferencia de los principales medios estadounidenses, incondicionalmente tendenciosos, a veces, mucho más pro-Israel que los propios medios israelíes. Aunque hay que reconocer que las políticas exteriores [de los países europeos] no son un calco, hay pocas pruebas que diferencien a la Unión Europea (UE) como plataforma de imparcialidad y sensibilidad política. A diferencia de Estados Unidos, sin embargo, el sesgo europeo pasa más desapercibido, y es así a propósito.

Ningún otro asunto pone de manifiesto la inconsistencia, la hipocresía, e incluso la política autodestructiva europea como el de la posición de la UE respecto a los asentamientos judíos ilegales en las ocupadas Jerusalén Oriental y Cisjordania. Todas las firmes declaraciones sobre el compromiso de la UE con el Derecho Internacional relativo a la ilegalidad de los asentamientos, todas las advertencias de que las estructuras coloniales siempre usurpadas impiden cualquier posibilidad de una solución de dos Estados —si es que existe alguna—, y todo lo demás, no son más que políticas declaradas que se contradicen casi completamente con la realidad sobre el terreno.

La UE no sólo hace poco para mostrar voluntad real de desalentar el crecimiento de los asentamientos —que ahora ocupan casi el 42% del tamaño total de Cisjordania y de Jerusalén Oriental, y la mayor parte de sus recursos naturales— sino que mediante vías descaradamente directas financia en realidad el crecimiento de esos mismos asentamientos. Lo raro es que la UE lo hace al mismo tiempo que sigue siendo un importante proveedor de fondos para la Autoridad Palestina (AP) y defensor incansable de la solución de dos Estados.

Pero, ¿cómo puede la UE abogar por la misma “solución” con la que está comprometida a acabar realmente? ¿Mera hipocresía—discrepancia entre la retórica y la acción?, o ¿es que la actitud de la UE forma parte de un decidido programa de política exterior mucho mayor que la voluntad política de cada país?

Los hechos y las cifras demuestran sin lugar a dudas la complicidad, la complacencia y la inversión comunitaria directa en el proyecto colonial israelí. En un nuevo informe titulado “Comerciar con la paz: Cómo Europa ayuda a sostener los asentamientos ilegales israelíes”, veintidós ONG exponen la reveladora duplicidad europea. Entre estas organizaciones no gubernamentales se incluyen organizaciones muy significativas como Christian Aid y la Federación Internacional de Derechos Humanos.

El informe revela que “[...] La estimación más reciente del valor de las importaciones de la UE procedentes de los asentamientos proporcionada por el gobierno israelí al Banco Mundial es de 300 millones de dólares (230 millones de euros) al año, lo que supone aproximadamente unas quince veces el valor anual de las importaciones de la UE procedentes de los palestinos. Con más de cuatro millones de palestinos y más de 500.000 colonos israelíes viviendo en territorio ocupado, ello significa que la UE importa unas cien veces más cada colono que por cada palestino”.

Europa es el mayor socio comercial de Israel seguido de Estados Unidos. Sin estas grandes rutas comerciales, la economía israelí probablemente sufriría las consecuencias de las políticas del gobierno israelí. Además, las cantidades antes citadas son probablemente mucho mayores ya que gran parte de los productos israelíes originarios de los territorios ocupados se comercializan bajo la etiqueta de 'made in Israel', simplemente porque muchas empresas ubicadas en asentamientos tienen sucursales en Israel. Un ejemplo de ello es SodaStream, que produce un dispositivo de carbonatación doméstico. La gran mayoría (más del 70%) de sus productos se venden en países europeos a pesar de que el producto se fabrica en Maale Adumim, un asentamiento judío construido ilegalmente en tierras palestinas de Jerusalén Oriental y en estado de expansión constante. Las empresas que tienen su sede en asentamientos ilegales reciben generosas exenciones fiscales y otros incentivos, como en el uso de las carreteras “sólo para judíos” que los palestinos no están autorizados a utilizar aunque estén construidas en sus tierras. “Debido a que la empresa tiene también una fábrica en Israel”, escribía Eline Gordts en el Huffington Post, puede vender sus productos bajo la etiqueta ‘made in Israel’”. Esta estrategia puede conseguir evitar la formalidad aplicada por dos países europeos de marcar los productos fabricados en los asentamientos judíos como tal.

A la UE le tiene sin cuidado ser un gran mercado que mantiene a los asentamientos prósperos y económicamente competitivos. De hecho, hace todo lo posible por integrar la economía israelí en el conjunto del mercado europeo. La última de estas iniciativas tuvo lugar el 23 de octubre, cuando el Parlamento Europeo ratificó el acuerdo UE-Israel sobre Evaluación de la Conformidad y Aceptación (ACAA, en sus siglas en inglés). La ratificación no es más que un gesto aislado porque forma parte de los esfuerzos incesantes que se remontan al Acuerdo de Asociación de 1995, que supuestamente iban dirigidos a recompensar a Israel por sus esfuerzos en el establecimiento de la paz y contribuir a quebrar su aislamiento regional. A pesar de los esfuerzos incesantes de Israel por colonizar buena parte de Cisjordania, del mantenido aislamiento “legal” y físico de Jerusalén Oriental ocupada y del prolongado asedio a Gaza, la UE ha hecho bien poco para enfatizar cualquier objeción a la violación de Israel del Derecho Internacional. “Vale la pena recordar”, escribía Manuel Scimia en Asian Times, “que el 24 de julio el Consejo Europeo, organismo de toma de decisiones de la UE, ya acordó elevar las relaciones comerciales y diplomáticas con Israel en más de 60 sectores”.

Llenos de contradicciones, los países europeos mantienen la misma lógica extraña de apoyar los asentamientos y criticarlos al mismo tiempo. Tres potencias europeas —Alemania, Gran Bretaña y Francia— unieron fuerzas desde Berlín el 6 de noviembre para criticar a Israel por su reciente decisión de permitir la construcción de más de 1.200 unidades [de viviendas] en Cisjordania y Jerusalén Oriental.

“Nuestras expectativas claras por parte de todas las partes en Oriente Próximo es que se abstengan de cualquier cosa que haga más difícil la reanudación de las negociaciones”, declaró el ministro de Exteriores alemán Guido Westerwelle. Llamó a la política de asentamientos de Israel “un obstáculo al proceso de paz”. De hecho, esta es la punta del iceberg, ya que según el informe de las ONG “en los últimos dos años, la expansión de los asentamientos se ha acelerado con más de 16.000 nuevas viviendas anunciadas o aprobadas”. Esa política probablemente continuará con una ferocidad sin precedentes pues el gobierno derechista de Benjamin Netanyahu ya ha dejado claro que la construcción de asentamientos es la piedra angular de su política, especialmente una vez que reciba un nuevo mandato tras las próximas elecciones.

El crecimiento de los asentamientos va acompañado de una destrucción paralela de “estructuras palestinas —incluyendo las financiadas por el apoyo de los donantes europeos”. La UE tampoco defiende activamente su declarada política respecto a los asentamientos, ni toma ninguna acción legal significativa en contra de la destrucción sistemática por parte de Israel de los proyectos financiados por la UE en los territorios ocupados. Peor aún, según el informe “algunas empresas de propiedad europea han invertido en los asentamientos y en la infraestructura conexa o prestan servicios a los mismos. Los casos que se han notificado son G4S (Reino Unido / Dinamarca), Alstom (Francia), Veolia (Francia), y Heidelberg Cement (Alemania)”.

Las políticas europeas pueden parecer irracionales en la superficie —como, por ejemplo, la crítica de Alemania a los asentamientos israelíes cuando permite que Cement Heidelberg se beneficie de la ocupación. Pero el absurdo político no es precisamente un rasgo de la política europea, ni tampoco esas contradicciones pueden durar tanto tiempo a no ser que la incongruencia política en sí misma sea la propia política que la UE desea llevar a cabo.

En efecto, la política exterior de la UE con respecto a Palestina/Israel es diferente de la de Estados Unidos; mientras que la segunda es abierta e ‘incondicionalmente' partidista, la primera es ladinamente cómplice de asegurar la misma ocupación con la que supuestamente se intenta acabar.

Fuente original: http://english.pravda.ru/opinion/columnists/16-11-2012/122819-eu_netanyahu_colonial_policies-0/


Respuesta  Mensaje 5 de 6 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 21/11/2012 14:35
  Jonathan Cook
 
Por qué debe sufrir Gaza otra vez
Los cuatro culpables del ataque israelí
 
 
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
 

NAZARET.- Una breve entrevista transmitida por CNN la semana pasada, en la que presentó a dos participantes –un palestino en Gaza y un israelí al alcance de los ataques de los cohetes– no se ajustó al guión habitual.

 

Por una vez, un medio noticioso abandonó su papel de guardavallas, presente para mediar y así desvirtuar nuestro entendimiento de lo que está ocurriendo entre Israel y los palestinos, y sin quererlo se convirtió en una simple ventana a la realidad.

 

El objetivo usual de ese tipo de entrevistas “equilibradas” en relación con el conflicto israelí-palestino es doble: confortar a la audiencia con la idea de que presentan a los dos contendientes equitativamente y disipar la posible indignación por las muertes de civiles palestinos otorgando el mismo tiempo al sufrimiento de los israelíes.

 

Pero la intención más profunda de semejante cobertura en relación con Gaza, en vista de la suposición de los medios de que las bombas israelíes constituyen simplemente una reacción al terror de Hamás, es dirigir la indignación de la audiencia exclusivamente contra Hamás. De esta manera se hace implícitamente a Hamás responsable del sufrimientos de los israelíes y de los palestinos.

 

La dramática conclusión de la entrevista de CNN parece, sin embargo, que ha superado de otra manera las consideraciones periodísticas normales.

 

La entrevista grabada de antemano vía Skype comienza con Mohammed Sulaiman en Gaza. Desde lo que parecía una habitación muy pequeña, presumiblemente utilizada como refugio antiaéreo, dijo que tenía demasiado miedo para salir fuera de su casa. Durante toda la entrevista, se oía el sonido amortiguado de las bombas que estallaban cerca. De vez en cuando Mohammed miraba nerviosamente hacia un lado.

 

El otro entrevistado, Nissim Nahoom, un funcionario israelí en Ashkelón, también habló del terror de su familia, y argumentó que no era diferente del de los habitantes de Gaza. Excepto en un aspecto, se apresuró a agregar: las cosas eran peores para los israelíes porque tienen que vivir sabiendo que los cohetes de Hamás tienen el propósito de dañar civiles, a diferencia de la precisión de los misiles y bombas lanzados por Israel en Gaza.

 

La entrevista volvió a Mohammed. Mientras comenzaba a hablar, el bombardeo se hizo mucho más estrepitoso. Continuó diciendo que no le callaría lo que ocurría fuera. La entrevistadora, Isha Sesay –al parecer insegura de lo que estaba oyendo– paró para pedir información sobre el ruido.

 

Entonces, con una ironía que Mohammed no podía apreciar mientras hablaba, comenzó a decir que se negaba a que lo llevasen a comparar qué sufrimiento era mayor; y de repenente una enorme explosión lo arrojó de su silla e interrumpió la conexión a Internet. Al volver al estudio, Sesay tranquilizó a los televidentes diciendo que Mohammed no había resultado herido.

 

Las bombas, sin embargo, hablaron con más elocuencia que Mohammed o Nissim.

 

Si Mohammed hubiera tenido más tiempo, podría haber cuestionado el argumento de Nissim de los mayores temores de los israelíes, así como señalar otra importante diferencia entre las respectivas situaciones apremiantes de su persona y la de su interlocutor israelí.

 

La mayor precisión de las armas de Israel de ninguna manera causa tranquilidad de espíritu. El hecho es que un civil palestino en Gaza corre mucho más peligro de morir o resultar herido por un arma de precisión de Israel que un israelí por uno de los primitivos cohetes lanzados desde Gaza.

 

En la Operación Plomo Fundido, el ataque de Israel a Gaza en el invierno de 2008/2009, murieron tres israelíes debido a los ataques de cohetes y seis soldados murieron en combates. En Gaza, por su parte, murieron cerca de 1.400 palestinos, de los cuales por lo menos 1.000 no participaban en las hostilidades, según el grupo israelí B’Tselem. Muchos, si no la mayoría, de esos civiles fueron asesinados por las denominadas bombas inteligentes y los misiles de precisión.

 

Si israelíes como Nissim realmente creen que tienen que soportar más sufrimientos porque los palestinos carecen de armas precisas, posiblemente deberían empezas a cabildear en Washington para que distribuya sus equipamientos militares de un modo más equitativo, para que los palestinos puedan recibir las mismas asignaciones de ayuda militar y armamentos que Israel.

 

O quizá podrían cabildear en su propio gobierno para que permita que Irán e Hizbulá lleven a Gaza más tecnología avanzada de la que actualmente se puede contrabandear a través de los túneles.

 

La otra diferencia es que, al contrario que Nissim y su familia, la mayoría de la población de Gaza no tiene a dónde huir. Y el motivo por el cual tiene que vivir bajo la lluvia de bombas en una de las áreas más densamente pobladas del mundo es que Israel –y en menor medida Egipto– ha sellado las fronteras para crear una prisión.

 

Israel ha negado a Gaza un puerto, el control de su espacio aéreo y el derecho de sus habitantes a ir al otro territorio palestino reconocido por los acuerdos de Oslo, Cisjordania. No es, como aseveran los partidarios de Israel, que Hamás se esté ocultando entre los civiles palestinos; más bien, Israel ha obligado a los civiles palestinos a vivir en una pequeña franja de tierra que Israel ha convertido en una zona de guerra.

 

¿Entonces quién es el principal culpable de la escalada que actualmente amenaza a los casi dos millones de habitantes de Gaza? Aunque las manos de Hamás no están totalmente limpias, hay otros causantes mucho más culpables que los militantes palestinos.

 

El primer culpable: El Estado de Israel

La causa que llevó al último enfrentamiento entre Israel y Hamás tiene poco que ver con el disparo de cohetes, sean de Hamás o de otras facciones palestinas.

 

El conflicto precedió a los cohetes –e incluso a la creación de Hamás– hace décadas. Es el legado del despojo por parte de Israel de los palestinos en 1948, que obligó a muchos de ellos a abandonar sus casas en lo que es ahora Israel y a partir a la ínfima Franja de Gaza. La injusticia original se ha complicado porque la ocupación por parte de Israel no solo no ha acabado sino que además se intensificó en los últimos años con su implacable asedio a una pequeña franja de territorio.

 

Progresivamente Israel ha ido imposibilitando la vida en Gaza, aniquilando su economía, destruyendo periódicamente su infraestructura, negando la libertad de movimiento a sus habitantes y llevando la población a la miseria.

 

Basta con ver las restricciones impuestas al acceso de los habitantes de la franja de Gaza a su propio mar. En este caso no hablamos del derecho a utilizar su propia costa para salir o entrar de su territorio, sino simplemente a utilizar sus propias aguas para alimentarse. Según un apartado de los acuerdos de Oslo se concedieron derechos de pesca a Gaza de 32 kilómetros desde la costa. Israel los ha reducido paulatinamente a 5 kilómetros solamente, y los barcos de la armada isarelí disparan contra los botes de pesca palestinos incluso dentro de ese miserable límite.

 

Los palestinos en Gaza tienen derecho a luchar por su derecho a la vida y la prosperidad. Esa lucha es una forma de autodefensa –no de agresión– frente a la ocupación, la opresión, el colonialismo y el imperialismo.

 

Segundo culpable: el dúo formado por Binyamin Netanyahu y Ehud Barak

 

El primer ministro y el ministro de Defensa de Israel han tenido una participación directa y personal mucho más allá del papel más amplio de Israel en la imposición de la ocupación, en la escalada de la violencia.

 

Israel y sus partidarios siempre convierten en prioridad el oscurecimiento de la línea de tiempo de los sucesos cuando lanzan una nueva guerra de agresión con el fin de ocultar la responsabilidad. Los medios regurgitan voluntariamente semejantes esfuerzos de desorientación.

 

En realidad, Israel organizó un enfrentamiento para conseguir el pretexto de un ataque “de represalia”, como hizo hace cuatro años con la Operación Plomo Fundido. Entonces Israel violó un alto el fuego de seis meses acordado con Hamás mediante una incursión en Gaza en la que mató a seis miembros de Hamás.

 

Esta vez, el 8 de noviembre, Israel logró el mismo objetivo al invadir nuevamente Gaza, en esta ocasión después de un respiro quincenal de las tensiones. Un niño de 13 años que jugaba fútbol fue asesinado por una bala israelí.

La violencia ojo-por-ojo diente-por-diente durante los días siguientes produjo ocho israelíes heridos, incluyendo cuatro soldados, la muerte de cinco civiles palestinos y docenas de heridos en Gaza.

 

El 12 de noviembre, como parte de los esfuerzos para calmar las cosas, las facciones militantes palestinas acordaron una tregua que duró dos días, hasta que Israel la violó al asesinar al líder militar de Hamás Ahmed Yabari. Los cohetes lanzados desde Gaza que vinieron después de esas diversas provocaciones israelíes se han utilizado para dar la falsa impresión de un casus belli.

 

Pero si Netanyahu y Barak son responsables de crear el pretexto inmediato para un ataque a Gaza, también son criminalmente negligentes por no aprovechar una oportunidad de asegurar una tregua mucho más larga con Hamás.

 

Ahora sabemos, gracias al activista por la paz israelí Gershon Baskin, que en el período anterior al asesinato de Yabari, Egipto había estado trabajando para lograr una tregua a largo plazo entre Israel y Hamás. Al parecer Yabari estaba ansioso por llegar a un acuerdo.

 

Baskin, quien estuvo íntimamente involucrado en las conversaciones, era un intermediario creíble entre Israel y Hamás porque desempeñó un papel crucial el año pasado al lograr que Yabari aprobara un intercambio de prisioneros que condujo a la liberación del soldado israelí Gilad Shalit. Baskin señaló en el periódico Haaretz que el asesinato de Yabari “destruyó la posibilidad de lograr una tregua y también la capacidad de funcionamiento de los mediadores egipcios”.

 

El activista por la paz ya se había reunido con Barak para informarlo de la tregua, pero parece que el ministro de Defensa y Netanyahu tenían preocupaciones más urgentes que la terminación de las tensiones entre Israel y Hamás.

 

¿Qué podía ser más importante que encontrar la forma de salvar vidas en ambos lados? Baskin propone una pista: “Los que tomaron la decisión deben ser juzgados por los votantes, pero lamento decir que obtendrán más votos por haberlo hecho”.

 

Parece que las elecciones generales israelíes, que se celebrarán en enero, eran lo más importante en las mentes de Netanyahu y Barak.

 

Una lección aprendida por los dirigentes israelíes en los últimos años, como señala Baskin, es que las guerras ayudan a ganar votos solo a la derecha. Esto no debería estar más claro para nadie que para Netanyahu. Dos veces antes llegó a ser primer ministro después de las guerras libradas por sus oponentes políticos más “moderados” cuando enfrentaban elecciones.

 

Shimon Peres, que solo es una paloma según un peculiar estándar israelí, lanzó un ataque contra Líbano, la Operación Uvas de la Ira, que le costó la elección en 1996. Y los centristas Ehud Olmert y Tzipi Livni de nuevo ayudaron a Netanyahu a lograr la victoria al atacar Gaza a finales de 2008.

 

Parece que los israelíes prefieren a un dirigente que no se preocupa de poner un guante de terciopelo sobre su puño de hierro.

 

Netanyahu ya avanzaba en los sondeos antes de acuñar la Operación Pilar Defensivo. Pero las fortunas electorales de Ehud Barak, descrito a veces como el hermano siamés político de Netanyahu y mentor militar de Netanyahu desde los días de comando conjunto, ciertamente han parecido sombrías.

 

Barak necesitaba desesperadamente una campaña militar en lugar de política para mejorar su reputación y hacer pasar a su partido renegado, Independencia, por el umbral electoral y al parlamento israelí. Parece que Netanyahu, pensando que tenía poco que perder por una operación en Gaza, puede haber estado dispuesto a complacerlo.

 

Tercer culpable: el ejército israelí

 

El ejército de Israel se ha convertido en adicto a dos doctrinas que llama “principio de disuasión” y “ventaja militar cualitativa”. Ambas son maneras elegantes de decir que, como algún matón de la mafia, el ejército israelí quiere estar seguro de que por sí solo puede “dar una paliza” a sus enemigos. La disuasión, en jerga israelí, no se refiere a un equilibrio del miedo sino al derecho exclusivo de Israel a utilizar el terror.

 

La acumulación de cohetes por parte de Hamás, por lo tanto, viola el propio sentido de decoro del ejército de Israel, tal como lo hace Hizbulá más al norte. Israel quiere que sus vecinos enemigos no tengan capacidad para resistirse a a sus dictados.

 

Sin duda el ejército estaba más que dispuesto a apoyar las campañas electorales de Netanyahu y Barak si también obtenía una oportunidad de eliminar parte del arsenal de cohetes de Hamás.

 

Pero existe otra razón estratégica por la cual el ejército israelí ha estado ansioso de volver a combatir contra Hamás.

 

Los dos principales corresponsales militares de Haaretz explicaron la semana pasada la lógica de la posición del ejército, poco después del asesinato de Yabari por Israel. Informaron: “Durante mucho tiempo Israel ha estado manteniendo una política de contención en la Franja de Gaza, limitando su reacción al prolongado esfuerzo por parte de Hamás de dictar nuevas reglas del juego rodeando el cerco, sobre todo en un intento de impedir la entrada de las FDI [ejército israelí, N. del T.] en el ‘perímetro’ de la franja, de un ancho de unos pocos cientos de metros al oeste del cerco”.

 

En resumen, Hamás ha enfurecido a los comandantes israelíes al negarse a quedarse tranquilo mientras el ejército utiliza grandes áreas de Gaza como su terreno de juego y entra a su gusto.

 

Israel ha creado lo que llama una “zona divisoria” dentro del cerco alrededor de Gaza, a menudo de un ancho de hasta un kilómetro, a la que los palestinos no pueden entrar pero que el ejército israelí puede utilizar como una entrada para lanzar sus “incursiones”. Las armas teledirigidas montadas en torres de vigilancia israelíes alrededor de Gaza pueden abrir fuego sobre cualquier palestino si piensan que se ha acercado demasiado.

 

Tres incidentes poco antes de la ejecución extrajudicial de Yabari ilustran la lucha por el control sobre el interior de Gaza.

 

El 4 de noviembre el ejército israelí mató a tiros en Gaza a un joven palestino. Se dijo que se había aproximado al cerco. Los palestinos dicen que era mentalmente incapacitado y que podría los paramédicos podrían haberlo salvado si los israelíes no hubieran impedido durante varias horas que las ambulancias lo alcanzaran.

 

El 8 de noviembre, como ya señalamos, el ejército israelí hizo una incursión a Gaza para atacar a militantes palestinos y al hacerlo mató a un muchacho que jugaba fútbol.

 

Y el 10 de noviembre, dos días después, los combatientes palestinos dispararon un misil antitanque que destruyó un jeep que patrullaba en el cerco que rodea Gaza, hiriendo a cuatro soldados.

 

Como señalan los periodistas de Haaretz, parece que Hamás trata de demostrar que tiene tanto derecho a defender su lado del “cerco fronterizo” como Israel el suyo.

 

La reacción del ejército ante esta demostración de impertinencia nativa ha sido infligir una forma salvaje de castigo colectivo a Gaza para recordar a Hamás quién es el que manda.

 

Cuarto culpable: la Casa Blanca

 

Es casi imposible creer que Netanyahu haya decidido reavivar la política de Israel de ejecuciones extrajudiciales de dirigentes de Hamás –y transeúntes– sin por lo menos consultar a la Casa Blanca. También es evidente que Israel esperó hasta después de las elecciones en EE.UU. antes de comenzar su escalada, restringiéndose, como lo hizo en Plomo Fundido, al “tiempo de reposo” en la política estadounidense entre las elecciones y la inauguración presidencial.

 

Lo hizo para evitar una obvia situación embarazosa al presidente de EE.UU. Hay que suponer que Barack Obama aprobó anticipadamente la operación de Israel. Ciertamente ha declarado su abundante respaldo desde entonces, a pesar de los escenarios extremadamente optimistas presentados por algunos analistas de que era probable que se vengara de Netanyahu en su segundo período.

 

También hay que recordar que la beligerancia de Israel hacia Gaza, y la disminución de la presión interior sobre Israel para que negocie con Hamás o llegue a un alto el fuego, han sido posibilitadas porque Obama obligó a los contribuyentes estadounidenses a subvencionar considerablemente el sistema de interceptación de cohetes de Israel, Cúpula de Hierro, por un monto de cientos de millones de dólares.

 

El sistema Cúpula de Hierro se está utilizando para derribar cohetes procedentes de Gaza que de otra manera habrían caído en zonas urbanas de Israel. Por ello Israel y la Casa Blanca han logrado presentar la generosidad de EE.UU. para la interceptación de cohetes como un gesto humanitario.

 

Pero la realidad es que Cúpula de Hierro ha influenciado considerablemente el cálculo de costes-beneficios de Israel a favor de más agresión, porque ha aumentado el sentido de impunidad de Israel. Sea cual sea la capacidad de Hamás de contrabandear a Gaza armas más sofisticadas, Israel cree que puede neutralizar esa amenaza utilizando sistemas de intercepctaión.

 

Lejos de constituir una medida humanitaria, Cúpula de Hierro ha servido simplemente para asegurar que Gaza continúe sufriendo una cantidad mucho mayor de muertes y heridas en enfrentamientos con Israel y que semejantes enfrentamientos sigan ocurriendo regularmente.

 

Estos son los cuatro principales culpables. Hay que hacerlos responsables de las muertes de palestinos e israelíes de estos días y si Israel expande sus operaciones, de todo lo que ocurra en las próximas semanas.

 

Jonathan Cook ha ganado el Premio Especial al Periodismo Martha Gellhorn. Sus últimos libros son: “ Israel and the Clash of Civilizations: Iraq , Iran and the Plan to Remake the Middle East” (Pluto Press) y “Disappearing Palestine : Israel ’s Experiments in Human Despair” (Zed Books). Su nueva página en Internet es: www.jonathan-cook.net

 

 

Fuente: http://www.counterpunch.org/2012/11/19/why-gaza-must-suffer-again/

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Respuesta  Mensaje 6 de 6 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 21/11/2012 14:36
Ya sea "ataques aéreos quirúrgicos", "eliminar el terror" o "terror cibernético", el hedor de la hipocresía lo cubre todo
Israel abrió otra vez las "puertas del infierno" en el Medio Oriente, y ya no sirven los viejos clichés periodísticos
 
The Independent
 
Traducido por Silvia Arana para Rebelión.
 
Terror, terror, terror, terror, terror. Otra vez. Israel va a "eliminar el terrorismo palestino" -lo que dice estar haciendo, sin éxito, desde hace 64 años- mientras Hamás, lo más nuevo en milicias "palestinas" mórbidas, anuncia que Israel "abrió las puertas del infierno" al asesinar a su líder militar Ahmed al-Yabari.

Hezbolá anunció repetidamente que Israel "abrió las puertas del infierno" al atacar el Líbano. Yasser Arafat, que primero fue un súper terrorista, después un súper estadista -luego de capitular en los jardines de la Casa Blanca- y luego, se convirtió nuevamente en un súper terrorista cuando se dio cuenta de que lo habían engañado en Camp David; él también se refirió a las "puertas del infierno" en 1982.

Y nosotros, periodistas, escribimos como los osos de circo, repitiendo los clichés que hemos usado en los últimos 40 años. El asesinato del Sr. Yabari fue un "ataque selectivo", hubo un "ataque aéreo quirúrgico" -como los "ataques aéreos quirúrgicos" de Israel que mataron casi 17.000 personas en su mayoría civiles en Líbano en 1982; 1.200 libaneses, en su mayoría civiles en 2006; o los 1.300 palestinos, en su mayoría civiles, en Gaza, en 2008-2009; o la mujer embarazada y su bebé asesinados por un "ataque aéreo quirúrgico" en una casa de Gaza ayer (17 de noviembre). Al menos, Hamás a sus cohetes Godzilla no les pretende dar el atributo de "quirúrgicos". El objetivo es matar israelíes -hombres, mujeres o niños.

El mismo objetivo verdadero de los ataques israelíes en Gaza. Pero eso no se puede decir, porque si lo haces, eres acusado de ser un nazi antisemita; prácticamente un demonio, torcido, diabólico y asesino similar al movimiento de Hamás, con el cual -por favor no mencionar esto- Israel negoció de buen agrado en los ochenta. En ese momento, Israel auspiciaba a ese grupo en la lucha por el poder en Gaza para desplazar al súper terrorista Arafat. En Gaza, la nueva tasa de cambio de muertes palestinas por israelíes es de 16:1. Subirá, por supuesto. La tasa de cambio en 2008-2009 fue de 100:1.

Y también creamos mitos. La última guerra israelí en Gaza tuvo un éxito tan rotundo -"eliminando el terror", por supuesto- que las unidades de élite fueron incapaces de hallar a su propio soldado capturado, el que entregado a Israel el año pasado por el mismo Sr. Yabari.

El Sr. Yabari, según Associated Press, era el "Líder No 1 en las sombras". Pero, si hubiera estado en "las sombras", ¿cómo podríamos saber su fecha de nacimiento, detalles de su familia, que pasó años encarcelado por Israel y que en esa época pasó de ser miembro de Fatah a Hamás? Entonces, ya que tocamos el tema, la cárcel israelí no hizo que el Sr. Yabari se volviera pacifista, ¿no? Bueno, no lloremos por él entonces; fue un hombre que vivió con la espada en la mano y murió por la espada, un destino que, por supuesto, no perturbará a los guerreros israelíes de la fuerza aérea mientras asesinan civiles en Gaza.

Washington apoya el "derecho de Israel a defenderse", luego proclama una neutralidad espuria -como si las bombas que Israel lanza sobre Gaza no vinieran de EE.UU., como los cohetes Fajr-5 vienen de Irán.

Mientras tanto el patético William Hague dice que Hamás es el "responsable principal" de la última guerra. Pero no hay evidencia de que esto sea así. Según el Atlantic Monthly, el asesinato de un palestino con problemas mentales que vagabundeaba por la frontera con Israel puede haber marcado el comienzo de la última guerra. Otros sospechan que el asesinato de un pequeño niño palestino puede hacer sido el elemento de provocación. Este niño fue asesinado por los israelíes cuando un grupo armado de palestinos trataba de cruzar la frontera y fue confrontado con los tanques israelíes. Si esto último fuera cierto, serían hombres palestinos armados -y no miembros de Hamás- quienes habrían iniciado los enfrentamientos.

Pero, ¿no hay nada que pueda parar este absurdo, esta guerra de porquería? Cientos de cohetes cayeron sobre Israel. Es cierto. A los palestinos, Israel les robó miles de acres de tierra -para los judíos y para ellos nada más- de Cisjordania. Ni siquiera ha quedado tierra suficiente para un estado Palestino.

Borrar las dos últimas oraciones, por favor. En este escandaloso conflicto solo hay buenos y malos: Israel se adjudicó a sí mismo el rol del bueno con el aplauso de los países occidentales (los que luego se preguntan por qué tantos musulmanes no tienen ninguna simpatía por los occidentales).

El problema, extrañamente, es que las acciones de Israel en Cisjordania y el sitio israelí de Gaza lo acercan a un evento -sobre el cual Israel proclama diariamente su temor de que suceda: el peligro de la destrucción de Israel.

Con la batalla de los cohetes -en la que no hay que olvidar los Fajr-5 ni los drones de Hezbolá- aparece un nuevo escenario bélico. Ya no se trata de tanques israelíes cruzando la frontera libanesa ni la de Gaza. Se trata de cohetes y drones de alta tecnología y ataques cibernéticos -o "terrorismo cibernético", en el caso que sea realizado por musulmanes- y los restos humanos que quedan a la vera del camino serán incluso menos relevantes de lo que han sido en los últimos tres días.

La "primavera árabe" continúa por su propio camino: sus líderes van a tener que acoplarse al sentir público. Igual, me parece, tendrá que hacer el pobre Rey Abdalá de Jordania. La payasada de Estados Unidos por la "paz" , tomando partido por Israel, ya ni amerita una reacción de los árabes. Y si Benjamin Netanyahu creyera que el arribo de los primeros cohetes Farj debe ser contestado con un ataque israelí contra Irán, y si luego, Irán respondiera -y quizás EE.UU. también- y si se sumara Hezbolá- y Obama se involucrara en otra guerra Occidente versus Musulmanes, ¿qué sucedería?

Bueno, Israel pedirá un alto el fuego, como lo hace de rutina en las guerras contra Hezbolá. Pedirá una vez más el apoyo incondicional de Occidente en su lucha contra el mal en el mundo, incluido Irán.

¿Y por qué no aplaudir el asesinato del Sr. Yabari? Por favor, olvídense de que los israelíes negociaron, con el servicio secreto alemán como mediador, con el mismo Sr. Yabari, hace menos de 12 meses. No se puede negociar con "terroristas", ¿no es cierto? Israel llamó a este último baño de sangre Operación Pilar Defensivo. Más se parece a un Pilar de Hipocresía.

Fuente original: http://www.independent.co.uk/voices/comment/hamas-and-israel-have-opened-the-gates-of-hell-in-gaza-yet-again-and-the-number-of-journalistic-cliches-in-hell-is-growing-by-the-day-8327133.html



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