LA HABANA, Cuba, diciembre, www.cubane.org –Después de visitar Cuba, la activista norteamericana de origen mexicano, Dolores Huerta, está de regreso en Estados Unidos, país donde puede discrepar del gobierno, reunirse con grupos proinmigrantes o protestar pacíficamente con los sindicalistas de California, obviamente sin ser golpeada y arrestada, como les ocurre a los disidentes en Cuba.
Recompensada en su patria por su activismo con la Medalla por la Libertad de los Estados Unidos y el Premio Eleonor Roosevelt de los Derechos Humanos (1988), Dolores Huerta visitó por segunda vez Cuba. Viajó como invitada a un coloquio por la libertad de los cinco espías cubanos presos en Estados Unidos. Abogó particularmente por la liberad de Gerardo Hernández, un espía “antiterrorista” que facilitó información a la dictadura cubana sobre la organización miamense Hermanos al Rescate. La información fue utilizada por el gobierno cubano, sin el menor escrúpulo, para derribar dos avionetas civiles de la organización en aguas internacionales, causando cuatro muertes.
Dolores Huerta quedó emocionada con la hospitalidad con que fue recibida en Holguín, provincia que organizó el evento a finales de noviembre. Esta extraña luchadora por los derechos civiles en Estados Unidos, no parece hallar dilema alguno en reafirmar, simultáneamente, su compromiso con la dictadura más prolongada y represiva del hemisferio. Dice que reforzará la campaña en Estados Unidos por la liberación de los cinco espías, algo que desde luego, y paradójicamente, será costeado en gran medida con los dólares de las remesas familiares enviadas por los exiliados cubanos, que recauda el régimen cubano.
Seguramente la activista supo del pronunciamiento del Grupo de Detención Arbitraria del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, sobre la detención ilegal del subcontratista norteamericano Alan Gross, condenado por las autoridades cubanas a 15 años de prisión, por su “subversiva” pretensión de facilitar el acceso a Internet a la pequeña comunidad judía que aun subsiste en Cuba. Pero a Dolores, tan preocupada por unos espías extranjeros, no parece interesarle el problema de su compatriota Alan Gross. Los suyo, como lo de su compatriota “pacifista” Cindy Sheehan, que armó su alboroto en el coloquio anterior, son solo los cinco espías.
Por fortuna para ella, la señora Huerta no nació en Cuba, especialmente en Holguín, provincia donde se celebró el “coloquio” y donde la represión es aun más fuerte que en otras partes del país. Teniendo en cuenta su probada vocación de activista, si hubiera nacido aquí seguramente sería una disidente, y los “premios” que el gobierno le hubiera dado irían desde golpizas, actos de repudio y cárcel, hasta el asesinato por inoculación de virus o extraño accidente de tránsito.
Entrevistada por el semanario Trabajadores, edición del lunes 3 de diciembre, Dolores dijo que “Si los estadounidenses tuvieran la oportunidad de visitar Cuba, podrían ver un mundo bien diferente a como se le presenta allá”.
En lo único que estoy de acuerdo con Dolores es en eso de que Cuba es un mundo “bien diferente” al suyo. Evidentemente, a esta mujer le dieron –o se dio ella misma- gato por liebre. Por mencionar solo un punto: resulta difícil entender que a una probada luchadora por los derechos de los trabajadores en su país, le parezca que todo está bien en otro país donde un profesional debe trabajar dos días para comprar una libra de frijoles, o diez días para pagar un kilógramo de carne de res.
Mientras Dolores Huerta lucha en Estados Unidos por el regreso a Cuba de sus cinco queridos espías, muchos miles de cubanos buscarán hacer su viaje personal en pos de la libertad, pero en sentido contrario.
Además de los que ya tiene, creo que Dolores Huerta se merece al menos otro premio: el Nobel de la ignorancia, que podrían instituir para ella. Si no gana el de la ignorancia, definitivamente merece el de la maldad.