El presidente del Instituto Nacional de la Radio y la Televisión (ICRT) de Cuba, Danilo Sirio López, anunció enfáticamente que la música considerada vulgar y ofensiva no se emitirá en la programación de la radio y televisión nacional debido a que deforma el gusto musical de la población.
La férrea oposición de las autoridades del gobierno cubano a los gustos musicales que no encajan con el modelo revolucionario de la isla no parece tener otro propósito que hacer a un lado el reggaeton. Irreverente y de alto contenido sexual, el reggaeton es muy popular entre los adolescentes de la isla.
“Ya se decidió: no se pone un número más grosero, no se pone un número más banal, no se pone un número de letra ofensiva y tampoco videos-clip que atenten o denigren la imagen de la mujer, sea cubano o no”, indicó López.
La arremetida del funcionario se registró en una reunión preparatoria a la apertura de la Asamblea Nacional del Poder Popular. Las feroces críticas de López han sido respaldadas por otros funcionarios del área cultural y miembros de la Unión de Escritores y Artistas de la isla. Todos han criticado la promoción y difusión de entregas “pseudo artísticas” y expresiones “vulgares, banales y mediocres” que vinculan consistentemente al reggaeton.
“El desafío es ofrecer un producto audiovisual de mejor factura, alejado de toda vulgaridad”, agregó López.
La controversia saltó nuevamente al dominio público hace dos semanas en el diario oficialista Granma. El diario publicó las declaraciones del presidente del Instituto Cubano de la Música (ICM), Orlando Vistel, quien anunció que el gobierno sancionará a los intérpretes de temas musicales vulgares o que violen la ética, así como a quienes permitan su difusión.
Las medidas, según el ICM, estarán enmarcadas en una ley que se prevé estará lista en el corto plazo. Lo que no queda claro es cómo se medirán los excesos musicales y de contenido para sanear el mercado de la música local.
Anteriormente las páginas del Granma ya habían enfilado sus baterías y feroces observaciones contra algunos de los temas más populares entre los jóvenes. Uno de estas canciones que desató la furia del oficialismo fue el popular reggaeton “Chupi-Chupi”, de Osmani García.
“Dame un chupi-chupi, que yo lo disfruti/ abre la bocuti, trágatelo tuti/ Dame un chupi-chupi, dále ponte cuqui (bonita)/ y apaga la luqui, que se formó el balluqui (orgía)”, dice la letra de la canción.
El tema había alcanzado altos niveles de sintonía y popularidad. Incluso estuvo nominado a los Premios Lucas de los videoclips cubanos. Sin embargo las autoridades hicieron observaciones por la proyección machista del tema y la degradación del acto sexual. Finalmente los organizadores del concurso debieron retirarlo del certamen.
Las autoridades dijeron que la canción de García logró colarse en los medios de la isla por una “fisura” del sistema que inmediatamente prometieron corregir.
En ese contexto el ICM está enfrascado desde hace varios meses en un proceso de depuración de los catálogos artísticos. El propósito es erradicar cualquier práctica que, por su contenido, “se aparte de la legitimidad de la cultura popular cubana”, explicó el gobierno.
La descalificación profesional significa que el músico sancionado perderá su aval o licencia para ejercer su arte en la isla y realizar presentaciones. El gobierno también anunció que un equipo de especialistas y musicólogos afinará una norma jurídica para preservar la promoción del “buen gusto”. Sus conclusiones deberán ser acatadas por todas las instituciones estatales, sin excepción alguna.
La polémica no dejó en claro si las autoridades medirán con la misma vara otros temas de reggaeton menos controversiales y sexualmente explícitos, como el famoso “Chupi-Chupi”, que son difundidos cotidianamente por las radios cubanas sin ningún tipo de observaciones.
La popular bloguera Yoani Sánchez dijo que la medidas reglamentarias podrían abrir las puertas a otras limitaciones de orden.
“Ahora dicen que van a erradicar la vulgaridad en la música y las obscenidades. Presiento que no se quedarán ahí”, comentó Sánchez desde La Habana. “Cuba quiere regularlo todo: el pan que comemos y la música que escuchamos, la web que visitamos y la ideología en la que se educan nuestros hijos”.