Chávez sufre cáncer, el chavismo gana elecciones y la oposición no acaba de convencer al electorado de que el país va hacia el desastre.
Raúl Rivero: Corrupción y rebatiña entre los herederos de Chávez
A pesar del cáncer que lo mantiene alejado de Venezuela y de la escena política, Hugo Chávez sigue ganando elecciones con holgura. Y sus lugartenientes, muy agradecidos, están por canonizarle en vida. "Comandante de los milagros", lo ha llamado el canciller y vicepresidente Nicolás Maduro, recientemente aupado por el propio caudillo bolivariano al estatus de delfín en caso de que la enfermedad no le permita tomar posesión de su cuarto mandato presidencial, el próximo 10 de enero.
Hay más. El nuevo gobernador del Estado de Trujillo, el general Henry Rangel Silva, no ha dudado en modificar el juramento a la Constitución para expresar su lealtad a Chávez el pasado viernes. "Juro por el Dios de mis padres, por el pueblo venezolano, por mi comandante Hugo Chávez que no daré descanso a mi alma, ni reposo a mi brazo, hasta no ver consolidado, fortalecido y dignificado el pueblo de Bolívar, para el bien de la patria grande". Para lograrlo, se comprometió a "practicar los valores socialistas de nuestro señor Jesucristo". Llama la atención que todas las referencias ideológicas del "socialismo del siglo XXI" sean decimonónicas: Bolívar, el Ejército, la Iglesia.
Rangel Silva, que era ministro de la Defensa hasta hace pocos días, se hizo famoso en 2010 con unas declaraciones que ilustran su talante democrático. Aseguró entonces que las Fuerzas Armadas Nacionales estaban "casadas con el proyecto político socialista" y que nunca aceptarían una victoria de la oposición. Chávez le aplaudió y lo ascendió a General en jefe.
En cualquier caso, los temores del General no parecen tener mucho fundamento. La oposición acaba de perder dos elecciones seguidas en apenas dos meses. Chávez derrotó el 7 de octubre a Henrique Capriles, candidato presidencial de la Mesa de Unidad Democrática (MUD), una amplia coalición de partidos de derecha y de izquierda. Y el 16 de diciembre, los chavistas del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y sus aliados arrasaron en las elecciones regionales. Se llevaron 20 de las 23 gobernaciones de Estados, y el general Rangel Silva obtuvo el 82,3% de los votos en Trujillo. En cambio, la oposición perdió cuatro de los siete Estados que tenía, y su candidato estrella, Capriles, fue reelegido en Miranda con apenas el 52% de los votos.
Esos malos resultados no desentonan con el balance de los años anteriores —Chávez es una máquina de ganar elecciones desde su primera victoria en diciembre de 1998—, pero merecen una lectura diferente porque el caudillo ya no es ese formidable candidato que recorría el país de arriba abajo y conectaba con "su" pueblo. Hoy, el líder bolivariano es un hombre enfermo, que apenas hizo campaña para las presidenciales de octubre y desapareció totalmente para las regionales de la semana pasada. Afectado por un misterioso cáncer, que ha necesitado cuatro operaciones en la zona pélvica, el líder bolivariano está incomunicado en un hospital de La Habana. Sin embargo, sus allegados lograron situar al "Comandante de los milagros" en el centro de la campaña, haciendo repetidos llamados a "un voto de amor por un hombre que siempre lo ha dado todo por el pueblo de Venezuela". Y funcionó.
Es probable que esa relación emocional se mantenga mientras Chávez esté vivo, ya que millones de venezolanos pobres le agradecen las mejoras en sus condiciones de vida mediante los numerosos programas sociales, las llamadas "misiones bolivarianas" creadas con la cooperación cubana. Las dádivas son siempre un poderoso argumento electoral a favor del Gobierno que pone los recursos, sobre todo si se hace correr el rumor de que una victoria de la oposición acabaría con esos beneficios. Gracias a su inmensa riqueza petrolera, Venezuela ha podido financiar esos programas y muchos otros fuera del país, para ayudar a los gobiernos y los partidos amigos. Hasta que el despilfarro empezó a hacer tambalear la economía nacional, afectada por una altísima inflación (cerca del 20% anual), un importante descenso de productividad en el campo y, para compensar el desabastecimiento, costosas importaciones de alimentos.
Hasta ahora, la oposición no ha logrado convencer al electorado de que el chavismo está llevando el país al desastre. La MUD tiene un problema de credibilidad porque incluye a los socialdemócratas de Acción Democrática y los democristianos de COPEI, esos viejos partidos que encabezaron gobiernos irresponsables y corruptos en los años 80 y 90. Le toca a la oposición dar los pasos adecuados para volver a ser una opción de gobierno para los venezolanos. La salida definitiva de Chávez podría ser una oportunidad, pero hay indicios de que sus herederos, entre los cuales figuran varios golpistas, están dispuestos a violentar la Constitución para impedirlo.