LA HABANA, Cuba, diciembre, www.cubanet.org – Les ruego que disculpen lo que pudiera llamarse un exabrupto de chovinismo lingüístico. Me refiero a lo que considero la increíble habilidad de los hispanoparlantes para crear neologismos que en apenas un vocablo describen con singular precisión nuevos fenómenos económicos, políticos o sociales. Citaré tres ejemplos.
En la Madre Patria nacieron los famosos “Indignados”, término que se emplea para describir a esos exaltados rebosantes de crispación que, por encima de sus diferencias internas, coinciden en rechazar a ultranza el estado de cosas imperante y en demandar un cambio radical. Ese nombre expresa la esencia del fenómeno y su carácter transnacional mucho mejor que su equivalente anglosajón (Occupy Wall Street).
Otro modelo es el famoso “Corralito” ideado por los argentinos. En ese país de larga tradición ganadera, la idea de un pequeño redil, en el cual los animales apenas pueden moverse, refleja con admirable precisión la singular ironía de esas cuentas bancarias cuya propiedad sigue reconociéndoseles a sus titulares, pero de las que estos últimos no pueden disponer.
Para terminar con la semántica, citaré una invención mexicana: “El Tapado”. Bajo la septuagenaria “dictadura perfecta” del Partido Revolucionario Institucional (PRI), se entronizó en ese país hermano una regla no escrita: el Jefe de Estado en funciones, cuya reelección prohíbe la Constitución, seleccionaba al candidato presidencial de esa fuerza política, el cual, previo el trámite formal de una votación popular, era ungido sin falta como su sucesor.
Los buenos modales ordenaban que el mandamás se mantuviese inescrutable. Por eso los jerarcas priístas, deseosos de seguir succionando la teta pública durante otro sexenio, se entregaban durante meses a toda clase de especulaciones y quinielas, tratando de adivinar quién sería el afortunado, para correr a ponerse a sus órdenes. Este proceso fue descrito de modo certero por Luis Spota en su novela Palabras mayores.
Por suerte para ellos, nuestros hermanos mexicanos dejaron atrás esa etapa: Ahora son los ciudadanos quienes, al escoger entre distintos candidatos que cuentan con posibilidades similares, determinan el futuro gobierno de su país. Pero el concepto de “El Tapado” ha sido heredado por los autoritarios “socialistas del siglo XXI”.
En Venezuela, el teniente coronel Chávez, después de hacer aprobar una Constitución que le permite nombrar y remover con absoluta libertad a su sustituto —como si se tratase de un simple ministro más—, empezó a barajar nombres de distintos paniaguados suyos, que desfilaron por el puesto a lo largo de los años.
Por fin, hace unos días, el mandatario descorrió el velo. Semanas antes nombró como vicepresidente ejecutivo a Nicolás Maduro, quien en aquel momento parecía ser sólo uno más de los incondicionales que habían desempeñado esas funciones. Pero, en vísperas de una posible cita con la muerte, Chávez lo ungió como su heredero en el llamado “movimiento bolivariano” y como futuro candidato presidencial gobiernista, si hubiera que celebrar nuevos comicios generales.
En Cuba —cuyo socialismo data del siglo XX— existen también especulaciones acerca de quién es “El Tapado”. Por supuesto que no se trata del médico Machado Ventura, segundo en todo, pero a quien, por su edad y otras circunstancias, se le considera no apto para ocupar en propiedad los cargos que ahora ostenta el general de ejército Raúl Castro. Lo mismo es cierto para otros octogenarios de la gerontocracia imperante.
Esto ha desatado naturales especulaciones acerca de quién es el feliz representante de los “nuevos cuadros” destinado a asumir el mando supremo. Al respecto, algunos han pensado en los jóvenes miembros de la familia inmediata del General-Presidente. En lo personal, no creo que por ahí vengan los tiros.
A la luz de la forma en que se proyectan los medios masivos guiados por el tenebroso Departamento Ideológico del Comité Central, pienso que la opción más probable es Miguel Díaz-Canel Bermúdez. Es rara la semana en que, al menos un par de veces, no se menciona algún evento en el que participa de modo destacado ese dirigente. Por ejemplo, representó a Cuba en Caracas, en la reunión por el aniversario del ALBA.
Su discurso allí fue discreto, pero digno. Esta medianía no constituye necesariamente un defecto: En los regímenes como el nuestro, en los que el ascenso por la escala jerárquica depende de los rejuegos internos de la camarilla gobernante y —sobre todo— de la voluntad del mandamás de turno, la locuacidad no siempre ayuda. ¿Alguien se acuerda de Hassán Pérez Casabona y su portentosa capacidad para hablar sin pausa, pero con prisa!
Esperemos para ver si, en definitiva, “El Tapado Cubano” es Díaz-Canel u otro de los “cuadros jóvenes” (en esta vida todo es relativo). Estemos pendientes de cuándo se revelará su identidad y —sobre todo— qué nuevas políticas intentará implementar cuando llegue su momento.