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General: LA RELIGIÓN DESAHUCIADA
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: cele19331  (Mensaje original) Enviado: 08/01/2013 22:19

La religión desahuciada

José María Castillo, teólogo

9 ENE 2013

El ministro Wert ha dicho que la religión se va a enseñar en las escuelas “por motivos políticos”. Y la Conferencia Episcopal (española), ante semejante afirmación, no ha dicho ni pío. Los obispos dan muestras de estar de acuerdo con el ministro. Lo cual, por lo demás, resulta comprensible. A una notable mayoría de la población, ya no le interesa la religión “por motivos religiosos”. Pues, al menos, que “por motivos políticos”, la religión se siga enseñando. Así, nuestros obispos seguirán teniendo motivos para justificar los cargos que ocupan, las leyes que les favorecen y el dinero que reciben del Estado.

Por supuesto, yo sé muy bien que los obispos tienen otros motivos, más serios y más profundos, para justificar su razón de ser y su presencia en la sociedad. Pero aquí es donde yo quería venir. El argumento, que explica por qué hay obispos, radica en que ellos son los “sucesores de los apóstoles”. Es decir, la misión de los obispos consiste en ser testigos de lo que fue la vida, la muerte y la resurrección de Jesús. Pero resulta que todo eso interesa cada día menos a la mayoría de la población. Lo estamos viendo: las iglesias vacías, los conventos vacíos, los seminarios otro tanto. Y así sucesivamente. ¿Qué le pasa a la religión católica?

Dicen los entendidos que, ya en el s. I, la “solidaridad social” fue más importante, para persuadir a mucha gente a bautizarse, que el conocimiento de las “creencias religiosas”. Y cuando más tarde, entre Marco Aurelio y Constantino (161-306), se extendió por el mundo occidental la más grave crisis de su historia, que llegó a provocar lo que, con razón, se ha denominado “una época de angustia” (E. R. Dodds), fue entonces cuando la Iglesia ofreció todo lo necesario para darle a la gente lo que necesitaba para construir una especie de seguridad social: cuidaba de huérfanos y viudas, de ancianos, de enfermos e incapacitados, de quienes carecían de medios de vida. Y, lo que es más importante, todo el que acudía al obispo, era acogido, acompañado, cuidado.

Aquellos obispos cumplían con su tarea de sucesores de los primeros apóstoles cristianos, que convivieron con Jesús, y que por eso vieron con sus ojos la incesante preocupación de su Maestro, no por entenderse con Herodes y Pilatos, para enseñar el Evangelio “por motivos políticos”. No. A Jesús no le interesó eso. A Jesús le preocupó el sufrimiento de los enfermos, el hambre de los pobres, el rechazo que sufrían los extranjeros, el desprecio que soportaban los pecadores y publicanos. Estos sentimientos fueron los que transmitieron a las generaciones siguientes. Y esta manera de vivir es la que transformó el Imperio.

Hoy han cambiado las cosas. La “solidaridad social” (no la simple “caridad benéfica”) se va desplazando. Ya no tienen el monopolio de esa noble tarea los misioneros y las monjas. Cada día son más los voluntarios, las ONG, los activistas, y hasta los periodistas, que se juegan la vida en sitios a donde ya no llega la Iglesia, que ahora se pega a los ministros que enseñan la religión “por motivos políticos”. La religión no paga la hipoteca. Porque en los templos hay muchas creencias y ceremonias, pero allí no se paga el alto precio que supone vivir como vivió Jesús. Sila Iglesia no toma otro giro, pronto se verá completamente desahuciada. Por más que cuente con el apoyo de los políticos. El apoyo que Jesús nunca quiso.

Enviado a la página web de Redes Cristianas

                                



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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 08/01/2013 23:27
Graacias  Cele ....Citaste a Savonarola y traje algo para acompañarte ....Feliz año y gracias por estar con nosotros .-
 
JERÓNIMO SAVONAROLA
"Precursor de la Gran Reforma"
1452 - 1498
Jerónimo Savonarola

Todo el pueblo de Italia afluía a Florencia en número siempre creciente. Las enormes multitudes ya no cabían en el famoso Duomo. El predicador Jerónimo Savonarola abrazaba con el fuego del Espíritu Santo, y sintiendo la inminencia del juicio de Dios, tronaba contra el vicio, el crimen y la corrupción desenfrenada en la propia iglesia. El pueblo abandonó entonces la lectura de las publicaciones mundanas y banales, y comenzó a leer los sermones del fogoso predicador; dejó de cantar las canciones callejeras y se puso a cantar los himnos de Dios. En Florencia, los niños hicieron procesiones para recoger las máscaras carnavalescas, los libros obscenos y todos los objetos superfluos que servían a la vanidad. Con todos esos objetos formaron en la plaza pública una pirámide de 20 metros de altura, y le prendieron fuego. Mientras esa pirámide ardía, el pueblo cantaba himnos y las campanas de la ciudad repicaban anunciando la victoria.

Si entonces la situación política allí hubiese sido igual a la que hubo después en Alemania, el intrépido y piadoso Jerónimo habría sido por cierto el instrumento usado para iniciar el movimiento de la Gran Reforma, en vez de Martín Lucero. A pesar de todo, Savonarola se convirtió en uno de los osados y fieles heraldos que condujo al pueblo hacia la fuente pura y las verdades apostólicas de las Sagradas Escrituras.

Jerónimo era el tercero de la familia Savonarola. Sus padres eran personas cultas y mundanas, y gozaban de mucha influencia. Su abuelo paterno era un famoso médico de la corte del duque de Ferrara, y los padres de Jerónimo deseaban que su hijo llegase a ocupar el lugar del abuelo. En el colegio fue un alumno que se distinguió por su aplicación. Sin embargo, los estudios de la Filosofía de Platón, así como de Aristóteles, solo consiguieron envanecerlo. Sin duda alguna, fueron los escritos del célebre hombre de Dios, Tomás de Aquino, lo que más influencia ejerció en él, además de las propias escrituras, para que entregase enteramente su corazón y su vida a Dios. Cuando aún era niño, tenía la costumbre de orar, y a medida que fue creciendo, su fervor en la oración y el ayuno fue en aumento. Pasaba muchas horas seguidas orando. La decadencia de la Iglesia, llena de toda clase de vicios y pecados, el lujo y la ostentación de los ricos en contraste con la profunda pobreza de los pobres, le afligían el corazón. Pasaba mucho tiempo solo en los campos y a orillas del río Po, meditando y en contemplación en la presencia de Dios, ya cantando, ya llorando, conforme a los sentimientos que le ardían en el pecho. Siendo aún muy joven, Dios comenzó a hablarle en visiones. La oración era su mayor consuelo; las gradas del altar, donde permanecía postrado horas enteras, quedaban a menudo mojadas con sus lágrimas.

Hubo un tiempo en que Jerónimo comenzó a enamorar a cierta joven Florentina. Sin embargo, cuando la muchacha le hizo comprender que su orgullosa familia Strozzi nunca consentiría su unión con alguien de la familia Savonarola, que ellos despreciaban, Jerónimo abandonó por completo la idea de casarse. Volvió entonces a orar con un fervor creciente. Resentido con el mundo, desilusionado de sus propios anhelos, sin encontrar a nadie que le pudiese aconsejar, y cansado de presenciar las injusticias y perversidades que lo rodeaban, sin poder remediarlas, resolvió abrazar la vida monástica.

Al presentarse al convento, no pidió el privilegio de hacerse monje, sino solamente que lo aceptasen para realizar lo servicios más humildes de la cocina, de la huerta y del monasterio.

En el claustro, se dedicó con más ahínco aún a la oración, al ayuno y a la contemplación en la presencia de Dios. Sobresalía entre todos los demás monjes por su humildad, sinceridad y obediencia, por lo que lo designaron para enseñar filosofía, posición que ocupó hasta salir del convento.

Después de haber pasado siete años en el monasterio de Boloña, Fray Jerónimo fue para el convento de San Marcos, en Florencia. Cuando llegó, su desilusión fue muy grande al comprobar que el pueblo florentino era tan depravado como el de cualquier otro lugar. Hasta entonces no había reconocido que solamente la fe en Cristo es la que salva.

Al completar un año en el convento de San Marcos, fue nombrado instructor de los novicios y, por fin, lo designaron predicador del monasterio. A pesar de tener a su disposición una excelente biblioteca, Savonarola usaba cada vez más la Biblia como su libro de instrucción.

Sentía cada vez más el terror y la venganza del día del Señor, que vendrá, y a veces se ponía a tronar desde el púlpito, contra la impiedad del pueblo. Eran tan pocos los que asistían a sus predicaciones, que resolvió dedicarse por entero a la instrucción de los novicios. Sin embargo, igual que Moisés, no podía de esa manera escapar al llamamiento de Dios.

Cierto día, al dirigirse a una monja, vio de repente, que los cielos se abrieron, y delante de sus ojos pasaron todas las calamidades que sobrevendrán a la Iglesia. Entonces le pareció oír una voz que desde el cielo le ordenaba que anunciara todas esas cosas a la gente.

Convencido de que la visión era del Señor, comenzó nuevamente a predicar con voz de trueno. Bajo una nueva unción del Espíritu Santo, sus sermones condenando el pecado eran tan impetuosos, que muchos de los oyentes se quedaban por algún tiempo aturdidos y sin deseos de hablar en las calles. Era común durante sus sermones, oír resonar los sollozos y el llanto de la gente en la iglesia. En otras ocasiones, tanto hombres como mujeres, de todas las edades y de todas las clases sociales, rompían en vehemente llanto.

El fervor de Savonarola en la oración aumentaba día por día y su fe crecía en la misma proporción. Frecuentemente, mientras oraba, caía en éxtasis. Cierta vez, estando sentado en el púlpito, le sobrevino una visión que lo dejó inmóvil durante cinco horas; mientras tanto su rostro brillaba, y los oyentes que estaban en la iglesia lo contemplaban.

En todas partes donde Savonarola predicaba, sus sermones contra el pecado producían profundo terror. Los hombres más cultos comenzaron entonces a asistir a sus predicaciones en Florencia; fue necesario realizarlas reuniones en el Duomo, famosa catedral, donde continuó predicando durante ocho años. La gente se levantaba a medianoche y esperaba en la calle hasta la hora en que abrían la catedral.

El corrompido regente de Florencia, Lorenzo de Médicis, trató por todos los medios posibles, como la lisonja, las dádivas de cohecho, las amenazas y los ruegos, inducir a Savonarola a que desistiese de predicar contra el pecado y, especialmente, contra las perversidades del regente. Por fin, viendo que todo era inútil, contrató al famoso predicador Fray Mariano para que predicase contra Savonarola. Fray Mariano predicó un sermón, pero el pueblo no le prestó atención a su elocuencia y astucia, por lo que no se atrevió a predicar más.

Fue en ese tiempo que Savonarola profetizó que Lorenzo, el papa y el rey de Nápoles iban a morir dentro de un año, lo que efectivamente sucedió.

Después de la muerte de Lorenzo, Carlos VIII de Francia invadió a Italia y la influencia de Savonarola aumentó todavía más. La gente abandonó la literatura banal y mundana para leer los sermones del famoso predicador. Los ricos socorrían a los pobres en vez de oprimirlos. Fue en ese tiempo que el pueblo preparó una gran hoguera en la plaza de Florencia y quemó una gran cantidad de artículos usados para fomentar vicios y vanidades. En la gran catedral Duomo ya no cabían más los inmensos auditorios.

Sin embargo el éxito de Savonarola fue muy breve. El predicador fue amenazado, excomulgado y, por fin, en el año 1498, por orden del papa, fue ahorcado y su cadáver quemado en la plaza pública. Pronunciando las palabras: “¡El Señor sufrió tanto por mi!” terminó la vida terrenal de uno de los más grandes y abnegados mártires de todos los tiempos.

A pesar de que hasta la hora de su muerte sustentó muchos de los errores de la Iglesia Romana, enseñaba que todos los que en realidad son creyentes están en la verdadera iglesia. En todo momento alimentaba su alma con la Palabra de Dios. Los márgenes de las páginas de su Biblia están llenos de notas escritas mientras meditaba en las Escrituras. Conocía de memoria una gran parte de la Biblia y podía abrirla y hallar al instante cualquier texto. Pasaba noches enteras orando, y tuvo la gracia de recibir algunas revelaciones mediante éxtasis o visiones. Sus libros titulados “La Humildad”, “La Oración”, “El Amor”, etc., continúan ejerciendo gran influencia sobre los hombres.

Destruyeron el cuerpo de ese precursor de la Gran Reforma, pero no pudieron apagar las verdades que Dios, por su intermedio, grabó en el corazón del pueblo."



 
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