Ernesto "CHE" Guevara
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Niko Schvarz
Entre el 5 y el 18 de agosto de 1961, Ernesto Guevara expuso la posición de Cuba revolucionaria en la Reunión Extraordinaria del CIES en Punta del Este, dictó una conferencia en el Paraninfo de la Universidad (luego de la cual fue asesinado el profesor Arbelio Ramírez), se entrevistó con el presidente del Consejo de Gobierno, Eduardo Víctor Haedo, con él tomó mate y compartió un asado con cuero, intercambió opiniones con cientos de uruguayos, voló a Buenos Aires a reunirse con Arturo Frondizi, retornó y partió hacia Brasilia invitado por Janio Quadros.
Dos semanas que conmovieron al país
Hace 36 años, esas dos semanas conmovieron al Uruguay.
El discurso inicial del Che fue pronunciado en la sesión del 8 de agosto. La conferencia del Consejo Interamericano Económico y Social, dependiente de la Organización de Estados Americanos (OEA), tenía lugar en el hotel-casino Nogaró de Punta del Este, al que le cambiaron las mesas de ruleta y de punto y banca por sillones ministeriales. Guevara habló de pie, y previamente -atacado de asma- inhaló efedrina pulsando una pequeña jeringa roja. Varias veces se dirigió frontalmente al secretario del Tesoro norteamericano, Douglas Dillon. Enjuició la Alianza para el Progreso del presidente Kennedy, que envió un mensaje a la reunión inaugural, y expuso las realizaciones de dos años y medio de revolución cubana. El jueves 10 de agosto brindó en el Hotel Playa, donde se hospedaba, una conferencia de prensa para cientos de periodistas de América, Estados Unidos, Europa y de agencias internacionales. Se recuerda su respuesta a Milton Fontaina, quien se refirió a la Argentina como su "ex-patria": "No hay derecho a empezar una provocación como esa de su 'ex-patria'. Señor, tengo una patria mayor, porque es toda América, y Vd. no conoce esa clase de patria". Y en otro momento: "Martí nació en Cuba y Martí es americano; Fidel nació en Cuba y Fidel es americano; yo nací en Argentina, no reniego de mi patria de ninguna manera, tengo el sustrato cultural de la Argentina, me siento también tan cubano como el que más y soy capaz de sentir en mí, el hambre y el sufrimiento de cualquier pueblo de América, fundamentalmente, pero además de cualquier pueblo del mundo".
En esos días, el presidente del Consejo Nacional de Gobierno, Eduardo Víctor Haedo, recibe a Ernesto Guevara (en su doble carácter de presidente de la delegación cubana y de ministro de Industrias) en su residencia puntaesteña de La Azotea. La foto de ambos tomando mate contra la pared del fondo de la casa, de ladrillos vista, recorre el mundo. También otra que muestra en primer plano al Che, una sonriente y delgada Beatriz Haedo, un religioso y E.V. Haedo, y detrás a un conjunto de periodistas, entre los cuales creo reconocer a Diego Burgos, director de "El Debate". Benito Nardone y César Batlle Pacheco reprueban esta actitud en sesión del Consejo Nacional de Gobierno colegiado, y Pedro Zabalza la aprueba. (Tiempo después, dirigentes herrero-chicotacistas de Lavalleja organizarían un "desagravio al mate"). El domingo 13 Guevara es invitado de honor a un asado con cuero ofrecido por Haedo a figuras del mundo político y periodístico, en un espectro muy amplio.
Al día siguiente, comienza a desarrollarse en Montevideo la Conferencia Popular Antimperialista, conocida como Conferencia paralela, que se extiende del lunes 14 al viernes 18 bajo el lema: "Con Cuba, por la dignificación de Latinoamérica, contra la colonización económica del continente". Es una réplica al cónclave de Punta del Este. Participan el publicista argentino Gregorio Selser, el presidente del Senado de Chile, Salvador Allende (que dirigía también el movimiento de solidaridad con Cuba), y un comité de intelectuales uruguayos encabezado por Luis Gil Salguero. Este se entrevista con el Che en compañía de Jesualdo, Guillermo Bernhard, Juan José López Silveira, Armando González, Casto Canel, Julio E. Suárez (Peloduro), Felipe Novoa. Se hacen presentes los comités de solidaridad con Cuba de Maldonado (presidido por José Frade, titular de la Junta Departamental), Rocha, Minas y Treinta y Tres. Con anterioridad, el 8 de agosto, se realizó en el Cine Majestic un acto organizado por varios comités pro Cuba, en que participaron los diputados Enrique Rodríguez, Germán D'Elía, Ariel Collazo y Fernando Elichirigoity, Omar Sosa en nombre del Comité Nacional Coordinador del Apoyo a la Revolución Cubana y el actor humorístico Roberto Barry. Un cartel anunciador del acto dice: "CIES, puñal traidor sobre Cuba". Movilizaciones obreras de esos días, como una manifestación desde el Palacio Peñarol al Palacio Legislativo, adosan el rechazo a los planes yanquis en el CIES a una plataforma reivindicativa sobre salarios, seguro de paro y libertades sindicales. En "Marcha" se realiza una exposición sobre la educación en Cuba, en un festival cinematográfico se exhiben películas cubanas, nace el "radio-periódico con Cuba" en CX30. En un acto comunista en el cine Uruguayo (8 de agosto) hablan el poeta Ariel Badano, Félix Díaz y el diputado Rodney Arismendi, y Walter Sanseviero y César Reyes Daglio en una concentración de la UJC de denuncia de provocaciones policiales contra demostraciones juveniles.
El Che pronuncia su discurso final en la VII sesión plenaria de la reunión del CIES, en la tarde del miércoles 16 de agosto. Explica las razones por las cuales Cuba no votará la denominada "Carta de Punta del Este"; se abstendrá. En la mañana siguiente, sesión de clausura. Habla el jefe de la delegación brasileña, Clemente Mariani, por los visitantes, y el canciller uruguayo Homero Martínez Montero por los locatarios. Se firma el documento. El Che está presente, pero no lo suscribe. Se arrían las banderas. Douglas Dillon ofrece una postrera conferencia de prensa, en que ataca a Cuba. En la tarde, el Che llega a Montevideo, que los delegados norteamericanos no pisaron. Habla desde el Paraninfo de la Universidad, a una multitud que desborda 18 de Julio y ambas laterales. Esa mañana, un grupo provocador ingresa a la Universidad y rocía el paraninfo con bombas de mal olor, con la intención de impedir el acto. Brigadas de estudiantes y jóvenes despejan el ambiente. Al término del acto, cuando el Che sale junto con Allende por una puerta lateral, una bala que le estaba destinada siega la vida del profesor Arbelio Ramírez. Por la noche, en su habitación del Parque Hotel, el Che está inconsolable. Una multitud concurre al entierro el l8 de agosto. Esa mañana, Guevara se entrevista en Buenos Aires con el presidente Arturo Frondizi. Por la tarde regresa a Carrasco, de donde parte a las 19 y 30 rumbo a Brasil. Lo recibe el presidente Janio Quadros, lo condecora con la más alta distinción de su país: la "Ordem do Cruzeiro do Sul". Mientras el Che retorna a La Habana, los militares brasileños expresan su disconformidad con la actitud del presidente Quadros, éste se manda mudar en forma intempestiva, los uniformados pretenden ocupar el vacío de poder, el gobernador Leonel Brizola encabeza "la batalla de la legalidad" desde el Palacio Piratiní de Porto Alegre, el vicepresidente Joo ("Jango") Goulart retorna a marchas forzadas desde China y la India, toma posesión en Brasilia en setiembre, y los militares comienzan a preparar meticulosamente el golpe de Estado del 31 de marzo de 1964, el golpe de Lincoln Gordon, que fue anunciado por el presidente Lyndon B. Johnson antes de que se consumara.
El abrazo de Brizola
Cuando el Che finaliza su alocución del 8 de agosto, Brizola -segundo jefe de la delegación brasileña- cruza toda la sala para felicitarlo efusivamente.
Al inicio de ese discurso, Guevara contesta "a Martí con Martí", en réplica al secretario del Tesoro norteamericano, que se había permitido invocar al héroe cubano. Recuerda sus conceptos: "La unión, con el mundo y no con una parte de él. Si algún oficio tiene la familia de repúblicas de América, no es el de ir de arria de una de ellas contra las repúblicas futuras". Denuncia que la conferencia tiene un objetivo político: "está concebida contra Cuba..., contra el ejemplo que Cuba significa en todo el continente americano". Tal es el contenido del mensaje inaugural del presidente Kennedy del 5 de agosto, lanzando oficialmente la Alianza para el Progreso, que ya había mencionado el 13 de marzo del mismo año 1961, es decir, una semana antes de dar luz verde a la invasión mercenaria de Playa Girón.
El informe presentado a la conferencia por los técnicos dice que "una nueva etapa comienza en las relaciones de los pueblos de América". El Che comenta: "Es cierto. Esta nueva etapa comienza bajo el signo de Cuba, territorio libre de América". Agrega que Cuba nada va a obtener de la AlPro. Y si los demás países logran algo (que será por cierto muy menguado, como lo demuestra con un análisis pormenorizado de las cifras, que por lo demás no van más allá de vagas promesas) ello se deberá a la presencia de Cuba en el escenario continental. Historia dos años y medio de constantes agresiones a la isla, como los vuelos múltiples de aviones piratas, incendios de cañaverales y del barco La Coubre, cargado de armas y municiones desde Bélgica, en los muelles de La Habana en marzo de 1960. En el plano de la agresión económica ubica el corte de la cuota de azúcar cubano y la negativa de las empresas petroleras de refinar el petróleo soviético, ante lo cual "respondió la Unión Soviética mandándonos, en un verdadero esfuerzo, centenares de naves para mover 3:600.000 toneladas anuales -el total de nuestra importación de petróleo crudo- y mantener funcionando nuestras fábricas". Dice que a la reunión de la OEA en Costa Rica de agosto de 1960 le replicó un millón de cubanos con la I Declaración de La Habana. Menciona a Oppenheimer, Paul Robeson y los esposos Rosenberg como genuinos representantes del pueblo norteamericano. Propone cambiar a los mercenarios presos ("el único ejército del mundo que se rindió completo, casi sin bajas") por la libertad del patriota puertorriqueño Pedro Albizu Campos.
Revolución antifeudal y antimperialista, luego socialista
Define la revolución cubana como "antifeudal y antimperialista, que fue transformándose por imperio de su evolución interna y de sus agresiones externas, en una revolución socialista y que la proclama así, ante la faz de América: una revolución socialista".
Esta revolución destruyó el ejército de la dictadura, realizó la reforma agraria y luego la reforma urbana, nacionalizó el comercio exterior y el sistema bancario, eliminó la discriminación racial y el analfabetismo, convirtió los cuarteles en escuelas y ocupó el primer lugar en América en la asignación de recursos para la educación y la práctica del deporte para todo el pueblo. Ejerce una política exterior independiente, defiende la soberanía nacional, es solidaria con los pueblos oprimidos y reclama el cese del status colonial de todos los territorios ocupados (Guayanas, Antillas británicas, Panamá, islas Malvinas, base de Guantánamo).
En la parte económica -sigue Guevara- la Alianza para el Progreso no ofrece más que unos préstamos menguados, totalmente condicionados e inconcretos, no contempla el tema vital de la industrialización, y a lo sumo propone algunas obras públicas: es la planificación de las letrinas. Ante el deterioro sistemático de los términos de intercambio, reclama precios estables, mercados crecientes, garantías contra el dumping de excedentes agrícolas subsidiados y el proteccionismo practicado por EE.UU. En el famoso punto V del temario, se establece "un programa de medidas en América Latina para la regimentación del pensamiento, la subordinación del movimiento sindical y, si se puede, la preparación de la agresión militar contra Cuba", señala Guevara. Para lo primero se procuraba lanzar todos los medios de difusión continentales a una campaña anticubana a través de un Mercado Común de la Cultura "organizado, dirigido, pagado, domesticado... al servicio de los planes de propaganda del imperialismo". Este proyecto macarthista había sido tramado por Eduardo Rodríguez Larreta, (director de "El País" de Montevideo), René Silva Espejo (de "El Mercurio" de Santiago de Chile) y el capitán Manrique, jefe de una logia de gorilas argentinos y director de "El Correo de la Tarde" de Buenos Aires. En síntesis, decía Guevara: "Hemos denunciado la Alianza para el Progreso como un vehículo destinado a separar al pueblo de Cuba de los otros pueblos de América Latina, a esterilizar el ejemplo de la Revolución cubana y después, a domesticar a los pueblos de acuerdo con las indicaciones del imperialismo". Cuba desea, por el contrario, convivir con todas las naciones del continente, siempre que se respeten sus particularidades; reclama garantías de no agresión, declara que no puede "dejar de exportar ejemplo" y que "la revolución cubana es invencible".
La maniobra de los cancilleres
Cuando el Che pronuncia su discurso final, en la tarde del miércoles 16 de agosto, ya era previsible que la declaración contra Cuba zurcida por Dillon en connivencia con el ministro de Economía de Perú, Pedro Beltrán Espantoso (y también con el representante de la dictadura militar de turno de Guatemala, sucesora de Castillo Armas) tenía escasa chance de resultar aprobada. Tanto Brasil como México habían expresado que no la votarían, por respeto al principio de la autodeterminación. Esto fue refrendado por el presidente Quadros en su entrevista posterior con Guevara, y en la misma tesitura se ubicó el presidente argentino Frondizi. Bolivia adoptó una actitud que el Che calificaría después como "muy valiente", y en los corrillos se designaba a sus delegados con el mote de "primos hermanos de los cubanos". El denominador común de estas posiciones era: "dejar en paz a Cuba".
Por otra parte, en el plano estrictamente económico, países como Ecuador habían expuesto en las comisiones fundadas críticas a la conducta de los Estados Unidos, a sus prácticas de proteccionismo y de dumping, coincidiendo en ese sentido con Cuba, que elevó no menos de 29 propuestas (aproximadamente un tercio del total) apuntadas a solucionar dichos problemas, y particularmente la baja sistemática de los términos de intercambio. Así, el delegado ecuatoriano Jaime Nebot (un nombre que reaparecería en las lides políticas de ese país) manifestó que "de 1954 al presente los precios de las materias primas y de los productos alimenticios que exporta la América Latina han continuado sufriendo acusadas fluctuaciones que han afectado las balanzas de pagos de los países, disminuido su capacidad de compra, y por consiguiente afectado sus planes de desarrollo". Puso como ejemplo las pérdidas originadas por la baja de los precios del café y del cacao, que superaban con creces lo recibido por créditos en el mismo lapso.
El problema del café fue objeto de un estudio especial, toda vez que 14 países latinoamericanos dependen en mayor o menor grado de sus exportaciones de café. Según datos aportados a la reunión por José Figueres, expresidente de Costa Rica, en un año la baja de los precios del café determinó para el continente una sangría de mil millones de dólares (que equivalía prácticamente a la cifra máxima de los créditos que estaban en danza en lo inmediato).
Conceptos análogos vertió el delegado de Bolivia en lo concerniente a los productos de la minería. Del mismo modo, el problema de las restricciones a la entrada de cierto tipo de lana elaborada (tops) y de carnes al mercado norteamericano, promovido por los representantes de Argentina y de Uruguay, chocó con una resistencia frontal de los Estados Unidos. Por otra parte, con las bajas tasas de crecimiento previstas por la AlPro (dos y medio por ciento) se tardaría un siglo en alcanzar el nivel de Estados Unidos, y cinco siglos el que tendría entonces: quizá vieran sus resultados las generaciones muy posteriores a nuestros tataranietos, ironizaría el Che.
En tales condiciones, el proyecto Dillon-Beltrán ni siquiera fue presentado. El secretario del Tesoro se limitó a un ataque furibundo contra Cuba en una conferencia de prensa efectuada el 17 de agosto, después de la clausura del cónclave. Allí dijo textualmente: "No reconocemos ni reconoceremos la permanencia del actual régimen de Cuba porque si lo hiciéramos estaríamos traicionando a los miles de patriotas cubanos que están luchando por la libertad de su patria...
Esperamos el día en que el pueblo de Cuba reconquiste su libertad de esta dominación extranjera". Simultáneamente el canciller de Colombia, Julio César Turbay Ayala (quien habría de ocupar la presidencia en el período 1978-1982), emprendió una gira por los países del continente con el objetivo de ir anudando complicidades para una conferencia de cancilleres inmediata, destinada exclusivamente a excluir a Cuba del sistema interamericano. Esto lo denunció Guevara en su discurso final. Señaló incisivamente que, en ocasión del degüello de la Guatemala democrática de Jacobo Arbenz, primero se convocó la conferencia de cancilleres (Caracas, marzo de 1954, con la presencia de John Foster Dulles) y después de la invasión se celebró la reunión económica (para compensar servicios prestados).
En el caso de Cuba se había seguido el orden inverso, practicando el pago por adelantado. El delegado de una dictadura reconoció con cinismo que él se colocó "bajo la sombra del Ché, tratando de ver qué se conseguía" (declaraciones de Guevara a su regreso a La Habana). La Conferencia de Cancilleres así amañada se efectuó en San Rafael, próximo a Punta del Este, en enero de 1962. El presidente Osvaldo Dorticós asumió la representación del gobierno de Cuba revolucionaria. Allí, luego de prolongados chalaneos para comprar el voto de la dictadura de Duvalier, se completaron a duras penas los dos tercios de los miembros de la OEA (14 en 21, ni uno más) para expulsar a Cuba.
En el discurso final Guevara expuso las razones de su abstención en la votación de la "Carta de Punta del Este". Señaló el contraste entre "la insignificancia de los objetivos y la grandiosidad de las proclamas" de la AlPro, vaticinando su fracaso. Reiteró la disposición del gobierno de La Habana a discutir sus diferendos con Washington: "Siempre hemos estado dispuestos a dirimir nuestras dificultades con el gobierno de los Estados Unidos... y hemos dicho, sistemáticamente, que podemos hacerlo en cualquier lugar y con la única condición de que no haya condiciones previas. Una vez más, nuestro Gobierno deja expresa constancia de esta disposición". Predijo que "entrará en casi todos los países de América a jugar un papel preponderante el Fondo Monetario Internacional", con las siguientes consecuencias: "más desempleo", "un deterioro cada vez mayor de la balanza de pagos" y que "las materias primas de América vayan bajando sus precios cada vez más". Señaló que para los países del continente se abre otro camino: "el camino de una liberación del comercio exterior, fundamental para nuestras economías; desarrollar una política económica independiente y estimular el desarrollo de todas las fuerzas internas del país, todo esto, naturalmente, en el marco de políticas exteriores independientes".
Vaticina que en esa perspectiva, y en el cuadro de una confrontación agudizada entre los pueblos y los sectores dominantes, "algún día se pasará a la conquista del poder político por parte de las masas populares".
El primer y el último disparo
En la mañana del día siguiente, jueves 17 de agosto, se clausura oficialmente la conferencia y por la tarde el Che llega a Montevideo. Ni Dillon ni los representantes de las dictaduras latinoamericanas pusieron el pie en la capital uruguaya, donde se desarrollaba la reunión antimperialista así como acciones obreras y del movimiento solidario con Cuba. En la noche Guevara habla en el Paraninfo de la Universidad, colmado hasta el techo, y miles de personas escuchan su discurso en 18 de Julio y las dos calles laterales, o por la radio. A su lado en el estrado están Luis E. Gil Salguero (un profesor de filosofía maragato y vazferreiriano, presidente del comité de intelectuales pro Cuba), Salvador Allende y dirigentes de la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay (FEUU).
Guevara se dirige al pueblo uruguayo en un tono cálido y fraterno. Explica el contenido de las principales realizaciones de la revolución cubana, que asienta en un trípode: reforma agraria, industrialización y comercio exterior independiente. Destaca la importancia de los créditos brindados por la URSS y los países socialistas, "créditos que no comprometen la dignidad nacional" y destinados a producir riquezas (acero, níquel, cemento). Dice que el pueblo ha debido desarrollar su inventiva para enfrentar las consecuencias del bloqueo yanqui, que impide importar materias primas y una gran cantidad de repuestos. Según el Che, "la real planificación solamente se puede hacer con dos condiciones básicas: que los trabajadores hayan conquistado el poder político -cosa fundamental- y que sean los dueños de los medios de producción". Se extiende sobre los factores subjetivos, "la satisfacción moral de contribuir al engrandecimiento de la sociedad", y destaca que "los pueblos pueden hacer realizaciones enormes cuando están llevados por la llama revolucionaria".
Evoca a los libertadores, Bolívar y San Martín, como héroes de talla continental, cuyo legado consiste en que "no puede haber desunión, que solamente hay un enemigo común" y que "no podemos luchar contra los grandes enemigos, separados unos de otros".
Pero lo que más atrajo la atención en este discurso fueron las consideraciones sobre las vías de la revolución latinoamericana y la posibilidad de la utilización de la vía no armada. Se recuerda particularmente de este discurso (que publicamos íntegro en esta edición) la siguiente frase: "Cuando se empieza el primer disparo, nunca se sabe cuando será el último".
Esa noche se produce el asesinato de Arbelio Ramírez y al día siguiente, en un viaje relámpago a Buenos Aires, Guevara se entrevista con el presidente Arturo Frondizi. Al caer la tarde de ese viernes 18 de agosto una multitud lo acompaña al aeropuerto de Carrasco. En Brasilia, la nueva capital inaugurada el año anterior, lo homenajea el presidente Janio Quadros, y en la mañana del sábado 19 aterriza en La Habana.