La
guerra fría terminó por el derrumbe de uno de sus contendientes. El proceso
de reformas iniciado por
Gorbachov
en 1985 precipitó una dinámica que terminó llevándose por delante la propia
existencia del estado fundado por Lenin.
En medio de una profunda crisis económica, con una población gracias a la
glasnost cada vez
más consciente de la crueldad y la corrupción que había caracterizado la
dictadura soviética, el nacionalismo vino a actuar como factor
incontenible de disgregación del estado soviético, heredero del Imperio zarista.
El movimiento centrífugo se inició en las repúblicas bálticas, que durante el
otoño de 1989 dejaron claro su intención de romper los lazos con un estado al
que se habían unido como víctimas del
Pacto que firmaron
Molotov y
Von
Ribbentrop en 1939. Paralelamente el nacionalismo aparecía en las repúblicas
caucásicas, azuzado por el enfrentamiento entre armenios y azeríes en
Nagorno-Karabaj en 1988.
Cuando en febrero de 1990,
Gorbachov
dio un paso adelante en su perestroika renunciando al monopolio político
del PCUS y convocando elecciones parcialmente pluralistas, se encontró con que
en Lituania, Letonia, Estonia y Moldavia ganaban las fuerzas políticas
independentistas. Lituania declaró inmediatamente su independencia, sentando un
precedente para las demás repúblicas que constituían la URSS.
La desintegración de la URSS no vino, sin embargo, motivada por las
reivindicaciones de los pequeños pueblos bálticos. El movimiento que
definitivamente derrumbó la URSS vino... de Rusia, la nación que había
construido el imperio zarista, antecesor del estado soviético. En mayo de 1990,
Borís Yeltsin,
quien había sido expulsado del PCUS en 1987, fue elegido presidente del
Parlamento ruso. Desde esa posición de poder,
Yeltsin impulsó
medidas que precipitaron el fin de la Unión Soviética.
En julio de 1990, el XXVIII Congreso del PCUS constató la acelerada
decadencia del partido que había aglutinado al estado soviética durante décadas.
El propio ministro de asuntos exteriores
Eduard Shevarnadze
dimitió en diciembre de 1990 en protesta por lo que el veía como un inminente
golpe de estado que devolvería al país a la época de
Breznev.
Acorralado entre las fuerzas comunistas conservadoras que buscaban una vuelta
atrás en el proceso de reformas y las fuerzas reformistas y nacionalistas,
Gorbachov
trató de negociar un nuevo Tratado de la Unión que reconstruyera sobre nuevas
bases de mayor libertad nacional la antigua URSS. Sin embargo, los comunistas
ortodoxos trataron de imponer una solución de fuerza, el 19 de agosto de 1991,
Gorbachov
era secuestrado en su residencia de veraneo en el Mar Negro y un grupo de
comunistas de la línea dura se ponían al frente de un golpe militar. La falta de
unidad en el ejército y las acciones de protesta popular en Moscú hicieron
fracasar el golpe. Fue el momento de
Borís Yeltsin,
quién se puso al frente de la protesta contra el golpe en la capital del país.
El golpe militar frustrado fue como la señal de alarma que precipitó la huida
precipitada de todas las repúblicas de una Unión Soviética que a nadie ya
interesaba. Mientras el PCUS, el instrumento político que había aglutinado a la
URSS, era prohibido.
El 1 de diciembre de 1991, el 90.3 % de los ucranianos votaron por la
independencia. El 8 de ese mes, en una solución improvisada sobre la marcha, los
líderes de Rusia, Ucrania y Bielorrusia,
Borís Yeltsin,
Leonid Kravchuk y Stanislav Shushkevich, se encontraron cerca de Brest-Litovsk y
acordaron la denominada Declaración de Belovezhskaya Pusha: las tres
repúblicas eslavas abandonaban la URSS y formaban una así llamada
Confederación de Estados Independientes. El 21 de diciembre, en un encuentro
celebrado Almá Atá, ocho de los doce repúblicas restantes de la URSS (Estonia,
Letonia, Lituania y Moldavia habían optado por la independencia pura y simple)
siguieron el ejemplo de Rusia, Ucrania y Bielorrusia.
Impotente y abandonado por casi todos,
Gorbachov
dimitió como Presidente de la URSS el día 25 de diciembre de 1991. La bandera
roja soviética era arriada en el Kremlin de Moscú. La bandera rusa la sustituía.
Rusia tomaba el relevo de la URSS en la escena internacional: las embajadas, el
puesto permanente en el Consejo de Seguridad, el control del armamento nuclear
soviético... Sin embargo, el mundo bipolar de la
guerra
fría había tocado a su fin. Anunciado por el presidente
Bush a principios de
1991, nacía un "nuevo orden mundial".