Este es el testimonio de Ángela, una desmovilizada de las Farc que padece cáncer en fase terminal.
Un informe del Programa
de Desmovilizados muestra que, en los últimos cinco años, unos 4.000
guerrilleros han dejado la selva con problemas graves de salud. Los
médicos se han sorprendido con casos de personas que llegan con los
brazos o piernas más cortas por cirugías mal hechas en el monte. También
hay tres enfermos de cáncer: uno de ellos, en fase terminal, es Ángela .
Esta es su terrible historia.
Me metí a la guerrilla porque mis papás me abandonaron cuando era una
niña. Lo peor es que ahora, que me voy a morir, me tocó buscar a mamá,
para que me ayude, porque las Farc me dejaron tirada en un hospital.
Eso fue hace cinco meses, cuando llegué al Hospital de
Villavicencio.
Después de que diera mis datos, que hoy nadie puede saber, porque me
matan, una emisora logró ubicarla. No la veía hacía 11 años, y cuando
les conté la historia a las enfermeras, que hacían 'vaca' para comprarme
comida, ellas lograron enviarme hasta ese pueblo, en Cundinamarca, del
que salí cuando tenía 23 años.
Allí todo el mundo era cercano a la guerrilla. La veíamos de día y de
noche, porque de lado y lado estaban, por la 'hierba'. Me dedicaba al
campo y vivía donde un tía que me crió; pero, la verdad, no había muchos
recursos y ellos me pagaban por comprarles la carne, verdurita, arroz,
aceite. Viajaba los jueves y los domingos, y ellos me pagaban los
peajes.
Todo me lo cargaba en un costal, que era muy pesado, y lo llevaba al
monte. Como el comandante se dio cuenta, vio que me mataba mucho con el
costal, me dijo que en el monte era todo muy distinto, que no debía
cargar, que se pasaba bueno. Me convenció.
Estaba toda 'volantoncita' (joven) y no me daba susto, porque veía
que estaban dos o tres meses quietos en un sitio. Hice curso de
enfermería y fui radista (encargada del equipo de comunicaciones).
Yo permanecía más que todo 'encampamentada', y por eso pocas veces
estuve en combates. Pero todo cambió hace dos años. Hubiera preferido
cualquier otro destino que sufrir lo que he vivido.
Hace dos años
me salió una bolita en el seno izquierdo, me plantearon la revisión y
me dijeron que era un lipoma. Yo pregunté: '¿Qué es lipoma?' Me
respondieron que era una bolita de grasa que le sale a uno en cualquier
parte del cuerpo. Pasó el tiempo, como un mes, hasta que de nuevo
pregunté qué había pasado con el caso mío. Dijeron que era de operación,
pero que me tocaba esperar. Como quien dice, esperar a que la masita
creciera.
Como a los cinco meses, al hacer bastante ejercicio,
sentí un dolor en el hombro. Eso fue por hacerle fuerza al brazo donde
estaba la bolita. Y la bolita creció, se desarrolló. Me dolía mucho y,
pese a que me veían llorar del dolor, no me mandaban hacer revisiones,
ni un examen, nada.
Me daba mucho miedo, pero nunca pensé que
fuera cáncer. En las Farc nunca me dijeron que era un examen, por qué
abortábamos o por qué teníamos enfermedades raras. Simplemente uno
obedecía y ya.
En noviembre del 2011, al enfermero que
estaba a cargo del campamento le tocaba irse, y antes de salir dejó un
papel: 'Solucionar el caso de salud de la compañera enferma'. Pero nunca
llegó respuesta ni chica ni grande.
En esos días me
hizo una revisión otro enfermero, uno de esos que son más aplicaditos y
más estudiaditos, y es él quien les dice a ellos que eso es de
operación. 'Les toca a sus jefes plantear la operación lo más pronto
posible, porque mientras más días va a ser peor, y eso es más delicado',
dijo.
Incluso estaban los jefes, y el muchacho les dijo. Pero
eso fue como si hubiera pedido un favor, si ellos quieren lo hacen, y si
no, no. Nunca hubo respuesta. De ahí en adelante yo misma tomé la
decisión de insistir, estar planteando mi revisión.
Pero ya la
parte donde estaba la masita esa empezó a cambiar el color, se puso
rojiza y, cuando me la maltrataba con el equipo (fusil), comenzaba a
coger un color como entre morado y negro. Pero para ellos eso era
normal. Según el mando que teníamos en la unidad, eso era normal en las
mujeres. Él decía que era un nervio que nos salía a todas las mujeres en
los senos.
Llegó la hora en la que no encontré alternativa. En
un balance que le hizo a la unidad planteé este caso, para que ellos
mismos lo hicieran al estado mayor del bloque, porque como eso va por
escalones, los planteamientos, creía que era mejor que se hiciera allá.
Yo
era la que estaba afectada, a nadie más le dolía lo que estaba
sintiendo. ¿Que si dolía? Ay, padre (llanto) (...). Fueron ocho meses
sufriendo un dolor horrible en la noche, no me podía mover, no podía
hablar, no podía comer, no podía ni respirar... Me comenzó a afectar
mucho el dolor, y una vez pedí una pastilla y me salieron con un
acetaminofén.
Por eso ordenaron que me viera otro médico de ahí
mismo de la guerrilla, que me revisó y vio que eso está muy avanzado. Él
me dijo: '¿Por qué siempre esperan a que las cosas se empeoren para
traérmelas a mí?'. También se puso bravo porque mi problema era para
pararle bolas desde el principio, y me preguntó también qué medicamentos
me habían dado.
Contesté lo que era verdad, que no me habían
dado ningún medicamento. Al decir él que no se comprometía a nada,
ordenó que el organismo superior buscara que me sacaran, al médico.
Antes me drenaron, sacaron un líquido que olía muy feo, y así pude
descansar un poquito. Me sacaron sangre con cáncer.
Y me dieron
antibióticos, lo que hizo que la primera capa del seno se me pusiera muy
blandita y allí comenzó a salir un líquido, pero no me salía pus ni
nada. Por ahí me abrieron para hacerme drenaje. Pero empecé a ver cómo
el seno se me iba disminuyendo. En esa época descansé, después no podía
dormir del dolor.
Decidieron entregarme a una señora (miliciana)
para que me llevara al médico. Me hospitalizaron en Granada (Meta), y
después me tuvieron que llevar a urgencias al Hospital de Villavicencio y
allí me dejaron botada (llanto).
Me hospitalizaron en agosto del
año pasado en Villavicencio. Gracias a Dios no tenía compañero
sentimental, porque con el dolor me habría desquitado hasta con él.
Nunca en la guerrilla comentan nada de las enfermedades propias de las
mujeres, nunca se dice nada de autoexamen ni nada de prevención. Allá de
lo único que se habla es de leishmaniasis y paludismo, que es para lo
que tienen medicamentos. Ahhh... y para el dolor en la espalda. Si hasta
les queda grande también atender a un herido de guerra.
Y me di
cuenta de que a quienes los veían más rápido los buenos médicos era a
los que tenían sus influencias o eran amigos del comandante de frente.
Yo sí supe que a varios jefes les trataron enfermedades graves afuera
(en el exterior).
En cambio, a mí me dejaron botada. Por las
enfermeras logré dar con mi mamá, que me dijo que me entregara al
Ejército y me desmovilizara porque, como no tenía médico, nadie me iba a
atender. En Villavicencio, con la plata de la miliciana me alcanzaron a
hacer tres quimioterapias.
Cuando un sargento logró convencerme,
en el batallón (ubicado en Cundinamarca) ya sabían de mi caso. Me
habían hecho seguimiento y me entregaron a los desmovilizados. Llevo dos
meses en Bogotá, me hacen quimioterapias cada dos días. El pelo se me
cayó, y ahora peso 45 kilos. Hace un año eran 60.
Me dicen que ya
no hay nada que hacer, que me pagan el tratamiento pero que ya no me
pueden pagar el hotel donde estoy, porque a partir de marzo no lo cubre
el programa.
Llevo dos días buscando una casa o un hotel para
continuar las quimioterapias. Sé que me voy a morir, solo necesito un
lugar donde hacerlo dignamente.
Mujeres, las más afectadas
El informe dice que desde el 2008 hasta lo corrido del 2013, 2.278
mujeres y 1.651 hombres han presentado problemas de salud (ver gráfico).
Las cifras también muestran el alto número de enfermedades de
transmisión sexual, sobre todo en las mujeres.
"Hay un problema
de promiscuidad en la guerrilla", asegura una enfermera del programa,
que confirma las alteraciones que sufren las guerrilleras en su ciclo
menstrual para no quedar embarazadas y los abortos a los que son
sometidas.
La mayoría de desmovilizados tiene problemas dentales
(guerrilleros cuentan que solo les suministran crema dental cada seis
meses). Y hay casos de quienes pierden parte de la visión por esquirlas.
JUAN GUILLERMO MERCADO
REDACCIÓN JUSTICIA
juamer@eltiempo.com