El comandante Hugo Chávez no por nada es un líder histórico del pueblo venezolano y de América Latina. Su ejemplo en todos los terrenos se ha convertido en la fuerza subjetiva y material de todos y cada uno de los hombres y mujeres con dignidad.
A Chávez le debemos habernos hecho renacer en nuestros corazones y en la mente, con el ejemplo de Fidel Castro y el heroico pueblo cubano, la necesidad y la posibilidad de construir el socialismo como el proyecto político indispensable para avanzar hacia la emancipación plena de todas las formas de enajenación a la que nos conduce, como humanidad y naturaleza, el orden capitalista.
Al comandante, cuyo apóstol fue Bolívar, se le debe que en 1998 comenzara a escribirse otra historia en América Latina. Su victoria electoral, después del levantamiento de 1992, demostró a los pueblos de nuestro continente que era posible conquistar victorias estratégicas con la misma arma que las clases dominantes emplearon para reproducir la dominación imperial. Pero el uso de la democracia restringida, reducida a simple procedimiento de selección de autoridades por las fuerzas conservadoras, se hizo para transformarla en democracia plena y democracia emancipadora, en la que los pueblos no sólo votan y elijen, sino que participan en la toma de decisiones para construir colectivamente su futuro.
Al líder bolivariano se le debe que América Latina no haya sufrido en las condiciones del siglo XXI, una suerte de anexión a los Estados Unidos a través del ALCA.
Pero no sólo eso, sino que a la fuerza política y moral de su conducción se le debe, en articulación con Fidel Castro en 2004, el impulso de la Alternativa Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América (ALBA) –como nuevo mecanismo alternativo de integración- y de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en 2011, como espacio político de resurgimiento del latinoamericanismo emancipador.
A Chávez –junto a la Revolución Cubana- le debemos el reconocimiento por la atención médica de millones de personas enfermas en América Latina y por otros millones que dejaron de ser analfabetos.
A Chávez le debemos habernos devuelto, junto a líderes como Evo Morales, Rafael Correa y Daniel Ortega, nuestra condición de seres humanos dignos y soberanos, que es la victoria más importante que se ha logrado contra la enajenación a la que nos condena el capital.
Pero al líder bolivariano también le debemos el fortalecimiento de nuestra capacidad de resistencia a las inimaginables agresiones de las que son víctimas nuestros procesos políticos.
Por eso, en medio del dolor y de la esperanza, de la tristeza y la convicción, quizá sea válido recordar las palabras de Carlos Marx, quien en el siglo XIX sostuvo, en su célebre texto “El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte”, que “las revoluciones se comen a sus hijos”. Pero, a eso sólo habrá que agregar que el momento que eso ocurre, al mismo tiempo multiplican por millones a todos sus líderes.
Hugo Chávez ha llegado a este mundo para quedarse. Los grandes líderes son seres humanos que viven para siempre.