LA HABANA, Cuba, agosto, www.cubanet.org -De nuevo en las calles de La Habana se escuchan continuamente los comentarios sobre el inminente fallecimiento de Fidel Castro. “Está en coma, le quedan días”, es la frase que se escucha decir por todas partes.
Como los cubanos vivimos en una sociedad cerrada, con una prensa única, propiedad de un partido único y dueño de todo, que además nos bloquea el acceso a Internet, es difícil conocer lo que pasa en realidad, y es también inevitable que, a falta de noticias confiables, proliferen los rumores y las “bolas”, a veces –según algunos- echadas a rodar por los mismos gobernantes para medir la reacción del pueblo.
No tendría nada de extraño que esas afirmaciones sobre la inminente muerte del anciano ex dictador sean ciertas, porque Castro es un viejo enfermo, y podría morir en cualquier momento. Pero muera mañana, pasado mañana o el mes próximo, habrá vivido demasiado, no habrá muerto a tiempo, y definitivamente: la Historia no lo absolverá.
No obstante, cuando muera, correrán las lágrimas en Cuba y también las de los cómplices diseminados por todo el mundo. Unas de cocodrilo, otras de sentimiento filial, pero muchas serán de miedo, porque los que aún se protegen a su sombra verán en peligro sus privilegios.
A su muerte, tal y como aconteció con José Stalin, los pronunciamientos oficiales y los medios al servicio del Estado, tratarán de revestir su figura de grandeza, cubriéndola con laureles de todo tipo. No señalarán siquiera un error al infalible líder que irrumpió en nuestras vidas –para destrozarlas- hace más de medio siglo.
No obstante, el tiempo y la Historia se encargarán de ponerlo en el lugar que merece y quedará demostrado que en los más de 500 años de historia de Cuba, nadie ha hecho más daño a nuestro pueblo y a nuestra nación. Fidel Castro ha sido lo peor que nos ha pasado en medio milenio.
He aquí una pequeña parte del legado que nos dejará, cuando finalmente muera:
Bajo su mandato se fusiló a miles de cubanos por razones políticas, decenas de miles cumplieron larguísimos años de prisión por “delitos” políticos, muchos otros miles murieron tratando de huir de la isla-prisión-manicomio que él creó.
Persiguió a la religión, dividió a la familia. Implantó a sangre y fuego en el país una ideología extranjera y eliminó prácticamente todas las tradiciones nacionales. Forzó al exilio a cerca del 20% de la población del país, haciendo que Cuba pasara de ser un país receptor de inmigrantes a un lugar del que casi todos querían huir.
Puso al mundo al borde de la tercera guerra mundial, al propiciar, de manera inconsulta e irresponsable, la instalación en el territorio nacional de armas atómicas soviéticas.
Miles de jóvenes cubanos murieron –enviados por él- en guerras que no nos pertenecían. Minó de manera dramática la auto estima personal de todos los cubanos, convirtiéndonos en ciudadanos de segunda en nuestra propia Patria, y de hecho destruyó el orgullo de toda la nación.
Destruyó la industria azucarera, la cafetalera, la agricultura en general, la ganadería, la red de transportación nacional y practicamente toda la infraestructura. Dañó la economía del país de tal manera que probablemente Cuba necesitará varios decenios y una colosal ayuda externa para poder recuperarse y regresar a niveles de desarrollo equivalentes a los que tenía en 1958. Llevó a la inmensa mayoría de la población a vivir en un nivel de pobreza ni siquiera imaginado durante la época republicana.
Es cierto que no pudo hacer solo su tarea destructiva. Para causar tantos estragos necesitó ayuda, colaboradores y cómplices, unos conscientes y otros ingenuos, pero fue él “el líder”, el autor intelectual encargado de planear y dirigir la destrucción de nuestra Patria.
Su persona ha sido tan dañina para Cuba, que hace difícil creer la afirmación bíblica de que Dios es quien pone y quita reyes; a menos que lo cubanos hayamos pecado mucho en anteriores vidas y Fidel Castro haya sido el terrible castigo que Dios nos envió.
Como quiero ser positivo, he decidido pensar en que los planes del Señor para Cuba está que, tras tantos sufrimientos, cuando los malos terminen su tiempo y su misión destructiva, vendrá para nuestro pueblo una época de oro, y sabremos valorar lo que tendremos. Habremos aprendido la lección. Confío en que tras el fin del horror comunista los cubanos emprenderemos el camino de la reconstrucción, como quien marcha hacia un futuro de permanente luz.