Desde Caracas
Eran casi las 11.30 de la mañana y un cielo gris coincidía con el ambiente de tristeza dentro del patio central del Cuartel de la Montaña, en donde descansan los restos de Hugo Chávez desde el 15 de marzo. La presidenta Cristina Fernández entró caminando sobre una alfombra roja en dirección al sepulcro de mármol gris, en donde depositó un lirio blanco. Pidió a los medios, entre ellos Página/12, que la dejaran sola y en silencio se quedó parada al lado del féretro, custodiado por cuatro granaderos vestidos de rojo, que forman parte de la guardia de honor que se renueva cada dos horas. De lejos se la pudo ver a la mandataria secándose las lágrimas con una mano por debajo de los lentes oscuros, y con la otra acariciando el mármol frío.
Un mes y quince días pasaron de la muerte del líder bolivariano y del intempestivo viaje que hizo Fernández a Caracas para despedirse de su amigo y acompañar a las hijas de aquél. El largo adiós que le rindieron sus seguidores durante días y horas que parecían eternas quedará grabado en la historia de este país. La imagen de esa marea roja ocupando los alrededores de la Academia Militar y kilómetros de cuadras se agregará a todas las otras que se exhibían sobre la vida de Chávez en el cuartel. Al sitio también se lo llama Museo de la Revolución o cuartel 4F, fecha que recuerda el golpe frustrado que lideró Chávez el 4 de febrero de 1992 contra Carlos Andrés Pérez. Desde este lugar enclavado en la montaña, en el populoso barrio 23 de Enero y con visión panorámica de la ciudad, el joven militar lideró las operaciones y fue donde lo detuvieron, no sin antes decir: “No cumplimos los objetivos... por ahora”.
CFK, aunque estuvo un cuarto de hora en soledad frente al catafalco, llegó al edificio de 200 años que aquí denominan castillo acompañada por el ministro de Planificación, Julio De Vido; y los secretarios General, Oscar Parrilli, Legal y Técnico, Carlos Zannini, y de Comunicación Pública, Alfredo Scoccimarro. Pasado ese tiempo, apareció en el patio Cilia Flores, flamante primera dama y figura destacada del Partido Socialista Unido de Venezuela. Las dos mujeres entraron a la primera habitación ubicada en uno de los laterales del patio, donde cada día pasan unas mil personas en visita guiada. En esa habitación, la primera de cuatro ubicadas una al lado de la otra, se instaló una pequeña capilla a la que llegaban los visitantes con un fuerte sobrecogimiento tras pasar por delante del féretro. En la capilla había dos imágenes gigantes de Chávez: una de él con una cruz en la mano, en otra estaba rezando. El líder bolivariano se aferró a la religión como nunca durante la última estapa del tratamiento contra el cáncer, del que murió antes de cumplir 60 años.
Luego, Cilia y Fernández se dirigieron a la sala contigua, un poco más amplia, en la que se exhibían fotografías con diversos momentos de la vida del líder venezolano, en la que se destacaban imágenes en color sepia de su niñez –qué fácil identificarlo a Chávez de su hermano Adán–, de sus primeros tiempos cuando estudiaba en la Academia Militar y de cuando jugaba en un equipo de béisbol. Se sabe que él fue admirador de Látigo Chávez, un famoso beisbolista, y que soñó con ser deportista profesional. Estaba también la imagen de Chávez y el grupo de paracaidistas con el que lideró el fallido levantamiento, todos con expresión de estar apesadumbrados, con el epígrafe: “Por ahora... y para siempre”.
A las doce llegó el recién investido presidente Nicolás Maduro, vestido con una camisa color beige, con quien Cristina se saludó afectuosamente y continuó el recorrido por el lugar. Para el heredero del líder bolivariano –un incondicional desde que se conocieran en 1992, cuando Cilia era la abogada de Chávez–, el antiguo cuartel es un sitio más que emotivo, y por eso lo eligió como lugar de trabajo y reflexión para cuando no está en el Palacio Miraflores.
Ayer, las emociones eran compartidas. Según contó la mandataria desde su cuenta de Twitter, en un momento en que ella se encontraba visiblemente conmovida la edecana Leisbeth quiso llevarla a un salón especial, pero Cristina prefirió ir a un baño porque allí no tenía que hablar con nadie. Dijo que quería descansar y distraerse. “Había sillas y también una chica de maestranza. Bueno, creía que era una chica. Alta, delgada, bonita. También estaba Alicia Castro (ex embajadora en Venezuela y actual en el Reino Unido). A Rosaura, así se llama la chica, le pregunto como al pasar: ¿Cuántos años tenés? Me contesta ‘48 años’. What?”, se preguntó y en otro tuit siguió. “Parece de veintipico. Alicia le pregunta qué tratamiento hace. La chica agregó: ‘Genética pura’”. “Típica charla de mujeres en el baño”.
Dijo Cristina que se distendieron, y que la edecana le mostró las fotos de su nieta Sofía Victoria. “Una es de la nena con su mamá, y en la otra le pusieron los bigotes de Maduro durante la campaña. Ternura infinita”, tuiteó y las subió a su cuenta.
En el museo se podía escuchar de fondo el himno nacional venezolano, cantado por el presidente fallecido el 5 de marzo pasado. Su voz movilizó a la Presidenta, que volvió a usar la red social para expresar lo que sentía. “De repente por los parlantes se escucha el himno cantado a capella por la voz inconfundible de Hugo con el pueblo de coro. Rosaura, la chica de maestranza, llora desconsoladamente. Leisbeth también. Siento un nudo en el estómago y los ojos llenos de lágrimas.”
En ese continuo visual y auditivo de la vida del líder venezolano se podía apreciar una cronología de los hechos más destacados desde que ganara la elección en 1998: la puesta en marcha de las misiones sociales a partir de 2003, sus viajes a Cuba, la conformación del ALBA como alternativa al ALCA impulsado por Bush hijo o como lo llamaba Chávez “míster Danger” (señor Peligro). También se podía escuchar una canción militar conocida cuyo estribillo, también cantado por el líder bolivariano, despierta emociones entre sus seguidores, funcionarios y líderes cercanos. “Patria, patria, patria querida / tuyo es mi cielo, tuyo es mi sol”.
Como dijo a esta enviada la socióloga Maryclen Stelling, los venezolanos se quedaron asombrados por la muerte de Chávez y cómo otros países reconocieron a su líder. “Tuvo que ocurrir la muerte para que el país entendiera la magnitud de su carisma”.
Y porque a Chávez se lo compara con su admirado Simón Bolívar, hay quienes ya anticipan que sus restos van a estar en el Cuartel de la Montaña por cinco años, pero la Asamblea Nacional propondrá una ley para que puedan ser depositados en el Panteón Nacional junto al prócer, antes de los 20 años como estipula la constitución bolivariana.
Eran las 12.20 cuando Cristina se retiró del lugar, acompañada por Maduro, hasta el vehículo que la esperaba frente a una entrada posterior al cuartel –la que da a la Plaza de Armas–. “Todo aquí es muy fuerte. Salimos para el hotel. La edecana se compromete a conseguirme los CD de Hugo cantando”, tuiteó la Presidenta. Según le dijo Leisbeth, los discos no se pueden conseguir en los negocios, porque “los hace el pueblo”.
Era la última actividad de CFK en Caracas, después de haber estado en la juramentación del heredero político de Chávez, y antes, en la cumbre de Unasur, en donde los países del bloque apoyaron la victoria de Maduro y pidieron que la oposición respetara el resultado electoral del domingo pasado. Maduro se quedó en el cuartel acompañado de sus ministros, de Petróleo, Rafael Ramírez, y de Comunicación, Ernesto Villegas. Se iban a encontrar con una delegación china.
Bajando por la colina, se veían las humildes casas de múltiples colores de uno de los barrios más emblemáticos del chavismo, en el oeste de Caracas, en el que viven unos cien mil habitantes. El edificio del Cuartel de la Montaña, de color rosa y ocre, se fue haciendo cada vez más imponente.