Nicolás Maduro da un discurso, mientras a su espalda se proyecta una imagen de Hugo Chávez. / EFE
En los últimos 14 años, el tema del magnicidio ha estado gravitando en la escena política venezolana. El fallecido presidente Chávez denunció hasta la saciedad que antagonistas nacionales, aliados con mercenarios extranjeros, querían acabar con su vida, para interrumpir abruptamente el proceso bolivariano que lideró y que según su anhelo se replicaría por todo el continente, rescatando los ideales de Simón Bolívar, su fuente de inspiración.
Con la radicalización de la Revolución Bolivariana, luego de que el presidente fuese depuesto en 2002 por 72 horas, el supuesto plan para liquidar el chavismo se convirtió en una constante que apuntaba hacia el “enemigo jurado” del gobierno: Estados Unidos.
Durante el mandato de Álvaro Uribe Vélez, las acusaciones del extinto mandatario llegaron a su máxima expresión el 9 de mayo de 2004, cuando funcionarios de la policía política venezolana detuvieron a 153 presuntos paramilitares colombianos, en una finca cercana a Caracas. Chávez aseguró que los presos formaban parte de un complot de la derecha internacional para matarlo. Los líderes de esta acción subversiva serían aliados de Uribe.
Nueve años después del suceso, los tribunales locales no encontraron elementos de juicio para condenar a los detenidos, quienes salieron progresivamente de Venezuela. Los abogados de los colombianos, jóvenes de entre 23 y 35 años, aseguraron que éstos llegaron en búsqueda de trabajo a varias fincas cercanas a Caracas y que no estaban relacionados con la delincuencia organizada.
Más recientemente, el sucesor del líder bolivariano, Nicolás Maduro, retomó el tema del magnicidio luego de que el líder de la oposición de Venezuela, Henrique Capriles, visitara Colombia a fines de la semana pasada.
La presencia del excandidato presidencial en suelo colombiano generó una fuerte reacción de Maduro, quien ordenó la revisión de las relaciones diplomáticas entre las dos naciones, al tiempo que exigió el retiro del delegado de Venezuela, Roy Chaderton, de los diálogos entre la Farc y el Gobierno de Colombia que se efectúan en La Habana.
Por esos días, Maduro explicó que “un equipo de Miami, junto a Roger Noriega (exfuncionario del Departamento de Estado americano) (...) están preparados para venir a Venezuela e inocularme el veneno a mí, no para que me muera en un día, para enfermarme en el transcurso de los meses”.
El dirigente relacionó ese hecho con la visita de Capriles a Colombia quien, según su criterio, está conspirando contra su vida y su gobierno en territorio extranjero. Acusó a la “burguesía venezolana” de traicionar a la Patria, “al viajar a Bogotá para malponer el país y su situación política y social”.
Ratificó su molestia por la reunión Capriles-Santos, aun cuando ordenó a su canciller, Elías Jaua, iniciar el proceso de “recomposición” de las relaciones entre Venezuela y Colombia.
Por su parte, Capriles aseguró en Caracas que “al enchufado mayor (Maduro) lo que le inocularon fue el sentido del ridículo y decir cuanta bobería pueda. Detrás de toda la alharaca que armaron (con su visita a Colombia) está el querer tapar la destrucción de la economía nacional, el fracaso que son”, indicó. Insistió en que “traición a la patria es acabar con la producción nacional y entregar nuestras reservas a otros países (…). Todos los días regala los recursos de nuestro pueblo a sus jefes, los Castro”.
Para el exembajador de Venezuela en Brasil, Milos Alcalay, las denuncias de un magnicidio en contra de Nicolás Maduro “siguen el mismo esquema que las anunciadas por el fallecido presidente Chávez y obedecen al mismo libreto que se estructura desde La Habana, con los hermanos Castro a la cabeza. Cada vez que hay una crisis interna en Venezuela, se habla de un plan de desestabilización de la derecha venezolana y se señala a algunos líderes internacionales, como al expresidente Álvaro Uribe”.
El diplomático jubilado señaló que “la política internacional de Venezuela no está manejada por funcionarios de carrera, sino por guapetones de barrio que reaccionan visceralmente ante cualquier suceso en la escena regional que no complazca al gobierno de turno”.
Advierte que el tema del magnicidio “lo trabajaba Chávez con mucha astucia y porque tenía talento para convencer a sus seguidores en Venezuela y en el continente. En el caso de Maduro, dudo mucho que genere solidaridad automática. Su declaración de que desde los Estados Unidos le van a inocular un veneno es un despropósito”.
Para Alcalay, el problema radica en la ausencia de un liderazgo único en Venezuela. “La más reciente crisis con el gobierno de Colombia la disparó Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional, al asegurar que si Santos recibía a Capriles, le estaría poniendo una bomba de tiempo a la relación entre dos naciones”.
“Seguidamente, el canciller Jaua lanzó un comentario altisonante sobre un hecho que aún no se había producido y finalmente Maduro habló de conspiraciones y de puñaladas por la espalda. Estos tres tenores no se ponen de acuerdo en qué y cuándo van a decir algo que involucre a la política exterior nacional. La incoherencia favoreció a Capriles”.
Otro criterio tiene Nicmer Evans, politólogo y documentalista universitario, quien asegura que “el grave error de Santos fue recibir a un político que perdió las elecciones de Venezuela y que está involucrado en actos de desestabilización contra el presidente Maduro. Esto tiene que generar desconfianza y fuertes reacciones del gobierno legítimo”.
Consideró Evans que “Santos rompió el pacto que hizo con Chávez en Santa Marta, en agosto de 2010, en donde se acordó despolitizar la relación bilateral. El que tiene que perder en este asunto es su gobierno. Santos perdió la confianza de Maduro, los diálogos de paz en Cuba pueden afectarse y los empresarios colombianos, a un cliente excelente como Venezuela. Está más que justificado que las anunciadas compras de alimentos al vecino país no se produzcan en este momento en que no está claro por qué Santos recibió a Capriles”.
Dijo que Santos está alineado con la agenda de (Barack) Obama en la región, “quien junto a Capriles es el único que no reconoce a Maduro como presidente”.