“Tengo ante mis ojos la Protesta de Baraguá, que es sin dudas, de lo más glorioso de nuestra historia…”, así definió José Martí el trascendental hecho histórico, ocurrido el 15 de marzo de 1878, cuando el Antonio Maceo más grande del mundo dignificó para siempre el nombre de Cuba y salvó la continuidad de la Revolución iniciada en 1868.
Diez largos años de lucha se combinaron con disímiles indisciplinas que resquebrajaron la frágil unidad en las filas insurrectas. Desde Guáimaro comenzaron las dificultades y la guerra grande no alcanzó el carácter nacional que tanto anhelaban los principales jefes revolucionarios.
Arsenio Martínez Campos fungía como Capitán General de la Isla de Cuba para 1878 y luego de estudiar los acontecimientos y conocer la situación de los cubanos en la manigua, al inteligente oficial español no le fue difícil idear un plan que le permitiera lograr una paz con los agotados jefes militares cubanos. Nació así lo que la historia conoce como el Pacto del Zanjón.
El Pacto del Zanjón se firma el 10 de febrero de 1878, echando por tierra diez largos años de lucha y sacrificios; parecía que la Revolución había llegado a su fin.
El General Antonio Maceo no se resignó a la vergüenza que representaba el Pacto y acordó una reunión con el general español. El hecho tuvo lugar en los Mangos de Baraguá el 15 de marzo de 1878.
El Titán de Bronce de manera directa le dice al general español: "No estamos de acuerdo con lo pactado en el Zanjón; no creemos que las condiciones allí estipuladas justifiquen la rendición después del rudo batallar por una idea durante diez años, y deseo evitarle la molestia de que continúe sus explicaciones porque aquí no se aceptan"
“guarde usted ese documento, no queremos saber nada de él…. No queremos saber de nada que no contemple la independencia de Cuba y la abolición de la esclavitud”
Así, el general de generales salvaría la memoria de los caídos, de Céspedes, de Agramonte…; Baraguá hizo añicos el Zanjón, puso en alto como nunca la intransigencia revolucionaria de los cubanos y significó el ascenso de las clases sociales más genuinas y representativas a la máxima dirigencia de la Revolución y dejó el camino abierto para la continuar la contienda.
Para los cubanos el ejemplo de Maceo en Baraguá nos recuerda a cada momento quiénes somos, entiéndase que cuando afirmamos que Cuba es un eterno Baraguá, estamos diciendo que a esta pequeña y pacífica Isla del Caribe no se le puede doblegar ni conquistar de ninguna forma. Baraguá forjó el temple del cubano.
Hoy a 134 años de aquel histórico la sentencia de Maceo trasciende: “¡quien intente apropiarse de Cuba recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, sino perece en la lucha!”
|