España fue a Chile, al Mundial de 1962, con grandes aspiraciones, avaladas por los resonantes éxitos europeos de sus clubes. Nos clasificamos con Escartín como seleccionador, tras eliminar a Gales y a Marruecos. Escartín había anunciado que dejaría el puesto con la clasificación y así lo hizo. Para quien le sucediera, dejó un informe en la Federación que, por razones nunca aclaradas del todo, apareció publicado en MARCA. Una bomba. Un informe conciso, de unas seis u ocho líneas por jugador, juicios técnicos sencillos, pero en ciertos aspectos descarnados. A Araquistain le tachaba de nervioso; dudaba que Vicente estuviera curado de la lesión; de Carmelo decía que era menos valiente que los otros dos… También alababa sus virtudes, claro, pero lo jugoso para el aficionado era lo otro. De ahí en adelante, todo así, sin evitar comentarios sobre el peso y la edad de algunos grandes de la época, singularmente Santamaría, Eulogio Martínez, Di Stéfano y Puskas. Lo más polémico era lo de Gento y Collar: “Esta temporada está mejor Collar, y con muchas ganas. En Chamartín, contra Marruecos, le aplastó el apasionamiento del público. Gento ha perdido parte de su velocidad, que es su mejor arma, y tengo la impresión de que este chico no hace buena vida, y lo siento, porque es excelente. Los dos saldrán a jugar con ilusión, pero insisto en que Collar tiene en mis fichas una mayor línea de regularidad”. ¡La que se armó!
Y era llamativo y premonitorio el informe de Di Stéfano: “Si este jugador, que va a acabar destrozado al terminar la temporada, aprovecha bien las cinco semanas antes del Mundial, es aún imprescindible y el mejor de todos a larga distancia. No puede jugar tres encuentros en ocho días. Conforme. Pero dos, sí. Es el hombre que más siente la responsabilidad, o uno de los que más. Y da cuanto puede. Ha perdido velocidad, es lógico; pero su intuición ante el gol, la forma en que liga y realiza, le hacen insustituible. Hombre inicialmente huraño en su carácter, cuando se entrena lo hace de verdad. Se fija en todo y hay que cuidar su clima moral”.
Di Stéfano estaba ya muy próximo a los 36 años (cumple en julio) y era su última oportunidad de jugar el Mundial. Al de 1950 no fue Argentina, por capricho de Perón, y además él estaba fugado en Colombia. En el de 1954 ni era aún español ni España se clasificó; en 1958 nos quedamos fuera por un absurdo empate en Chamartín ante Suiza.
A Escartín le sucedió Hernández Coronado, de largo historial madridista. Hombre brillante con ribetes de extravagancia, muy popular y controvertido. Y con fama de gafe. Su primera decisión fue chocante: llamar junto a sí, como entrenador, a Helenio Herrera, más polémico y controvertido aún. Tras triunfar aquí en varios equipos, el último de ellos el Barça, se había ido al Inter de Milán. La pareja parecía explosiva. La prensa motejó aquello de Fórmula H3C.
Más lío: Di Stéfano se lesionó el 13 de mayo, en amistoso en Atocha contra el Osnabrück. Un tirón en el bíceps femoral. La lista definitiva se cerró justo tras ese partido. Se le incluyó, porque, ¿cómo dejarlo fuera? Había liderado ese curso a un Real Madrid campeón de Liga y de Copa, y finalista de la Copa de Europa. Faltaría seguro al primer partido, pero con suerte podría jugar el segundo, y si no, el tercero.
Entre los siete descartados de última hora estuvo Amancio, estrella del Depor, que acababa de subir a Primera, y ya en trance de fichar por el Madrid. Era interior en punta, pero en los ensayos se le había probado como extremo y había deslumbrado en algún partido. A pesar de ser la única posibilidad para ese puesto, se cayó de la lista.
Di Stéfano, con chándal, en el Mundial de Chile 62./ as
Llegó el primer partido, contra Checoslovaquia y Di Stéfano no estaba aún. Perdimos. Llegó el segundo, contra México, y Di Stéfano seguía sin estar. Ganamos apuradamente, con un gol in extremis de Peiró tras cabalgada de Gento. Pero supo a poco. A esas alturas, las críticas ya eran fuertes: no había extremo derecha, no había delantero centro, sobraban años y kilos, lo de Di Stéfano no se veía claro…
El dúo H3C, abrumado por las críticas, acometió una renovación ante el tercer partido, contra Brasil. Sólo sobrevivían ya dos del primer día, los intocables Puskas y Gento, lo que dio idea del desconcierto vivido.
Brasil era la campeona vigente, pero le faltaba Pelé, desgarrado ante Checoslovaquia. Le sustituyó un entonces aún poco conocido Amarildo, del Botafogo, como Garrincha, Didí y Zagalo. Entre ellos cuatro, el delantero centro del Palmeiras, ex del Atlético, Vavá. Es el 6 de junio de 1962. El partido lo emite Radio Nacional a las ocho de la tarde. Luego, la cinta viajará en el primer vuelo de Iberia y el partido será emitido por la televisión (aún poco extendida) la tarde del día siguiente.
A la hora de la verdad, España lucha bien. Se nota más salud en el equipo. En el minuto 35, Puskas devuelve una buena pared a Adelardo y éste marca, junto al palo (Será lo único que haga Puskas, colocado como delantero centro, puesto para el que carecía de movilidad y cabezazo). Vamos al descanso ganando. Brasil pega, pero no juega bien. Entrada la segunda mitad, se produce una jugada que nos mata: Collar, pese a sus dificultades al jugar por la derecha, consigue por fin irse una vez con peligro de Nilton Santos, que le derriba ya dentro del área; el árbitro saca la falta fuera; el lanzamiento de Puskas es tocado por Mauro, le cae a Adelardo y éste, en tijereta, marca. Pero el árbitro lo anula, no queda claro si por presunto juego peligroso (Adelardo no tenía nadie al lado) o si por presunto empujón previo a Mauro cuando éste despejaba.
Esfumado ese gol, el partido empieza a pesarle a España. Brasil ha pegado mucho y aunque Adelardo sigue incansable, el otro interior, Peiró, empieza a renquear. Brasil encuentra una y otra vez de Garrincha, que hace pasar las de Caín a Gracia. Araquistain corta todos sus centros una y otra vez.
Bruscamente, la jugada viene por el otro lado. Vergés pierde un balón que se lleva Zagallo hasta los fotógrafos y su centro lo remata acrobáticamente Amarildo. Es el 72. Empate… que no dura mucho. En el 80, Garrincha se va una vez más por su lado y centra por arriba, al segundo palo; Araquistain y Echeberría tropiezan y Amarildo cabecea. El sustituto de Pelé nos había sacado del Mundial en un cuarto de hora.
España fue un clamor y se llenó de quejas y sospechas maliciosas: que los entrenamientos de Helenio Herrera perjudicaron adrede a Di Stéfano, porque no quería contar con él y se lo había impuesto en la lista Hernández Coronado; que Amancio no había ido porque el Madrid lo había impedido, para que le costara menos el traspaso; que por qué no había ido Arieta, el nueve del Athletic, o el joven Marcelino, del Zaragoza; que por qué tantos años y tantos kilos; que lo que estaba pasando ya se veía venir desde la lista de Escartín… Que Helenio Herrera era un bocazas y Hernández Coronado un gafe, y que además no se habían entendido. ¡Uno del Barça y otro del Madrid! ¡A quién se le ocurre!
Cada cual contó la película a su manera. El caso es que Di Stéfano se retiraría sin un solo minuto en ninguna Copa del Mundo. Y a Amarildo le salió un contrato multimillonario en el Milan.