No podría llamarse canónicamente un concilio, pero en realidad lo que el papa Francisco desea organizar en Roma es algo muy parecido y al mismo tiempo original.Y podría anunciarlo a los jóvenes en Río la semana próxima.
Francisco piensa convocar a líderes y fieles de todas las confesiones religiosas para, juntos, sin ideologías marcadas, bajo el lema de la “cultura del encuentro”, buscar nuevos caminos de reconciliación y de paz entre los creyentes del planeta.
Y ese anuncio podría hacerlo en Río al cerca de un millón de jóvenes que ya están llegando de 58 países diferentes para celebrar con el papa Francisco la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ)
Brasil posee un sentimiento religioso plural y ecléctico, una cultura de la fe sin fundamentalismos ni guerras de religión. Saldrán a aplaudir al papa no sólo católicos sino también evangélicos, judíos, seguidores de las religiones africanas del candomblé y espiritistas.
Sería un momento propicio, según algunos obispos de Brasil, para anunciar ese encuentro universal de religiones en Roma. El papa tiene la palabra.
Desde que el exarzobispo de Buenos Aires Bergloglio fue elegido sucesor de Pedro, se barajó en el ámbito de los teólogos la posibilidad de que Francisco pudiera convocar un nuevo Concilio Ecuménico a los 50 años del Vaticano II.
Según confidencias hechas por el papa al rabino argentino, Abraham Skorka durante su enncutro con el viejo amigo en Roma semanas atrás, su deseo es el de llamar a Roma o a Asís a representantes de todas las religiones para “rezar juntos” proponiendo una reconciliación universal.
Podría hacerlo después de una visita que desea hacer a Tierra Santa a finales de año en busca también de una abrazo entre Israel y Palestina.
La originalidad de ese posible encuentro de todas las religiones concebido por Francisco consistiría no en una discusión teórica o ideológica sobre lo que hoy divide a los diferentes credos del mundo y a las mismas iglesias cristianas entre sí, desgarradas un día de Roma por motivos de abusos de poder e incomprensiones por parte del papado, que creó la infalibilidad pontifícia y decretó la obligatoriedad del celibato eclesiástico obligatorio.
El papa le hizo una confidencia al rabino Skorka que salió visiblemente emocionado del encuentro con su amigo: “No ha cambiado, es el mismo hombre sencillo, piadoso y humilde que yo conocí en Buenos Aires” dijo a un repórter a la salida del encuentro y que en Brasil recogió un programa de Globo News.
Según Francisco, lo trágico de los fundamentalismos es que “se olvidan del cuerpo” en aras de la ideología, y eso tanto en el campo religioso como en el político, dijo.
Por eso, para él la única vía de saçida para un ecumenismo que siempre ha fracasado es lo que él llama la “cultura del encuentro”, el mirarse a los ojos los unos a los otros, o según expresión suya “tocar con mano que corre la misma sangre por cristianos, judíos, musulmanos o por los seguidores de cualquier otra religión”. Y al mismo tiempo aceptar que "todos pecamos", y por ello, todos necesitamos pedir pedir y alcanzar perdón.
Para el papa, si nos convencemos de que "llevamos la misma sangre en nuestras venas" de seres humanos e hijos de Dios, significa que “somos una sola familia”. Y en ese caso, por qué seguir divididos, se pregunta.
Y según Francisco hay una sola clave para ese feliz encuentro entre diferentes, pero todos hermanos, la “humildad”.
Ningún tipo de arrogancia, de querer ser o aparecer superior a los otros, podrá hacer avanzar el abrazo entre religiones. La victoria estará en las manos de los que sean capaces de perdonar y de pedirse perdón porque, según le dijo Francisco al rabino amigo, “Dios perdona siempre a quién sabe perdonar”.
La única experiencia parecida a la que proyecta Francisco, fue la del ya remoto encuentro en la década de los 80, entre líderes de diferentes credos y religiones, incluso animistas, celebrado en Asís por el entonces Papa Juan Pablo II, que llegó a ser criticado por el que sería su sucesor como papa, el cardenal Ratzinger, que era responsable entonces por la Congregación de la fe.
Estuve presente entonces a aquel encuentro y fue, en verdad, algo nuevo. Recuerdo a grupos de fieles de religiones animistas africanas hacer sus cultos en el interior de iglesias católicas, algo visto como una especie de profanación y sacrilegio por monseñores y teólogos conservadores de la Curia.
En una conversación de Francisco con Skorka, el papa defendió aquella polémica reunión ecuménica de Asís, y llegó a decir que en aquella ocasión hubo hasta quién “llegó a burlarse" de Juan Pablo II, refiriéndose a la parte más fundamentalista de la Iglesia católica.
No cabe duda de que si Francisco llevara a cabo esa idea de convocar una especie de Concilio de las religiones, su resultado podría ser inesperado dada la actitud con la que esta vez se presenta el líder de los católicos ante los hermanos de fe separados: bajo el manto de la humildad y dispuesto a pedir perdón por los pecados del pasado perpetrados por el papado que hoy él representa.
"Donde aparezca responsabilidad de Roma, Francisco pedirá perdón y exigirá a la Iglesia reparaciones", comentó Skorka después de su encuentro con el papa. Algo muy diferente a la vieja doctrina católica de "fuera de la Iglesia no hay salvación", que ha siempre paralizado toda tentativa de reunificación incluso por parte de los cristianos separados.
No acaso, Francisco aún no se ha llamado a si mismo “papa” sino “obispo de Roma”, como para significar que es uno más, “primus inter pares” entre los obispos del mundo. Y así podría presentarse ante los responsables de las demás religiones del planeta.
La teología tradicional, fundamentalista, y exclusivista que considera a Dios como una propiedad, puede prepararse a ser derrotada. Francisco es humilde, pero no ingenuo. Sabe donde pisa y por ahora lo está haciendo cortando por lo vivo como en su actitud contra las mafias del dinero que se habían adueñado del Vaticano, algo que había hecho Jesús con la mafia del templo de Jerusalén.
A Skorka, considerada la persona que más sabe de los sentimientos de Francisco dada su larga amistad de años con él, le preguntaron los periodistas si no tenía miedo de que pudieran atentar contra su vida los que ven que les está desbaratando el viejo poder y la vieja pompa del Vaticano. “Dios lo protegerá”, se limitó a decir el rabino que ha demostrado más esperanza en los resultados positivos de la visita de Francisco a Israel que en todas las ya casi infinitas tentativas político-diplomáticas, llevadas a cabo en vano hasta hoy, para resolver el problema entre judíos y palestinos.